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8.7.25

La crítica no era bienvenida porque este rito solo funciona si nadie lo desenmascara

NO ES POLÍTICA, SINO LITURGIA SATÁNICA    

MISA NEGRA GLOBAL… Y TÚ ERES EL CORDERO

El poder es una misa negra y el ritual ya ha empezado

¿Tú te crees que el poder gobierna? No. El poder oficia. Y tú estás ahí, con tu cara de lunes y el alma embalsamada haciendo cola como un muerto fresco en la morgue del sistema, creyendo que los trajes grises hacen algo útil y votan leyes.

No, alma de cántaro. Todo es tan simple como el mecanismo de un botijo: el poder no hace cuentas ni escribe un solo renglón. Hace magia. Y no te avisa. Te la clava entre bandera y bandera como un cura a oscuras en el confesionario de tu infancia.

Esto no ha ido nunca de democracia ni de economía. Esto va de ritos. Liturgias modernas, de notaría infernal: con corbata o charreteras; sin sotana, pero con sonrisa de notario del Apocalipsis; sin incienso, pero con alfombra roja y columnas jónicas. Ponte las gafas: el Capitolio no es un parlamento. Es un templo donde ofician demonios con trajes de Armani. Y cuando un presidente jura sobre la Biblia, no está prometiendo gobernar bien. Está sellando un pacto sagrado con quienes controlan el sistema.

Para entender cómo te follan sin que sangres como un cerdo, hay que ver las tres capas del pastel envenenado:

La fachada: presidentes, ministros, parlamentos, jueces, teles, tertulianos. El teatrillo. El decorado. Y tú lo miras expectante como un condón en el bolsillo de un cura, porque todo parece caótico. Es el Belén institucional donde tú vas a rezar mirando al candoroso Niño, sin saber que eres el buey. No te enteras de que está todo más amañado que el festival de Eurovisión.

El motor: bancos centrales, fondos de inversión, tecnócratas sin rostro, Think tanks de Harvard y de Mordor. Ahí se decide si comes carne o te comes los mocos. Es gente que tiene menos escrúpulos que una actriz porno dejándose follar por un mastín.

El altar: masones, Skull & Bones, Bohemian Grove, rituales, pactos, logias sin LinkedIn. Aquí no se habla: se invoca. No se manda: se consagra. No usan balanza: usan compás.

¿Tú te crees que es casual que todos usen los mismos gestos, los mismos números, el 33, las mismas fechas? ¿Que Biden rece en el muro, que Macron escale Notre-Dame, que el 11 de septiembre sea el día de TODO?

No es casual. Es código. Y tú no lo entiendes, porque no eres de los invitados. Solo eres el público. El mismo que aplaude en las bodas y no ve que le están unciendo al sistema.

¿Quieres una prueba? Mira la foto de Zelensky con Biden delante de las banderas, con la chaqueta verde oliva del héroe arquetípico y la mirada compungida como la de quien viene de rezar. Eso no es diplomacia. Eso es teatro sagrado.

¿Y por qué coño hacen todo eso?

Porque el poder sin símbolo no aguanta. Si un cabrón mega-millonario como Gates te dice: “hazme caso porque tengo pasta”, no cuela. Pero si Trump dice: “Dios me ha puesto aquí, la historia me bendice, el pueblo me necesita” ahí te lo tragas como un zurullo con azúcar glass.

Y para eso hacen ritos. Para que obedezcas sin saber por qué. Para que el caos te dé miedo y el orden que te proponen parezca sagrado. Para que no veas dominación, sino destino.
Te sueltan una sinfonía, tres banderas y un apretón de manos más largo que la bragueta de una sotana, y tú lloras como si hubiera vuelto la Virgen. Todo es simbólico. Hasta tú.

Las banderas no están para decorar. Son tótems tribales.
Las escalinatas no están porque sí. Son ascensos al poder celestial.
La Biblia no es un libro. Es una clave de paso.
Y los aplausos, los himnos, los minutos de silencio… son sacramentos.

Tú participas del ritual sin saberlo. Te comes las hostias sin saber qué misa te estás tragando. Y encima te parece solemne, cuando es más falso que el orgasmo de una puta. Y más amañado que el Maidán de Ucrania. ¿Y entonces qué?

Entonces no es que no mandes: es que no existes en ese teatro. Eres público apoquinante, feligrés sin fe, creyente forzado de una religión que no entiende, pero que repite como un loro más tieso que la momia de Lenin, y más manipulado que un voto en La Florida.

¿Quieres salir de ahí? Primero tienes que ver el escenario, los cables, los focos, el guión. Y luego cagarte en todo lo que te hacía aplaudir. Porque mientras tú cantas el himno con la mano en el pecho, ellos te facturan el alma y te lo cobran en tres plazos con intereses usurarios.

Ahora que tienes los ojos simbólicos abiertos, puedes ver el resto:
– las guerras, los colapsos financieros, los pactos escondidos,
no como eventos dispersos, sino como formas rituales de una dominación perfectamente diseñada.

Solo cuando entiendas que el poder actual no gobierna, sino que oficia una misa negra global, empezarás a dejar de arrodillarte.

A modo de ejemplo de lo dicho en el texto anterior:

El pinchazo del poder: una misa negra global con jeringuilla y disfraz de ciencia

¿Crees que la vacunación fue solo un asunto médico? Ja. No te engañes más. Lo que viste no fue un simple pinchazo: fue un rito satánico con bata blanca. Un conjuro planetario disfrazado de cuidado. Un teatro de títeres donde tú fuiste el mono con aguja en vena.

Primero, la fachada: políticos de corbata y mascarilla, repitiendo sin pestañear el mantra absurdo de “vacúnate para proteger a los vacunados”. Como si un idiota hubiera escrito el guion del telediario más delirante del mundo, donde el sentido común es la primera baja.

Luego, el motor: farmacéuticas gordas, contratos secretos y datos que ni siquiera tus médicos vieron. Una maquinaria aceitada para inyectarte obediencia, no anticuerpos.

Y por encima, el altar: la religión de la ciencia oficial, con sus profetas en bata y sus inquisidores de redes sociales.

No importaba que la lógica se partiera en mil pedazos, ni que el virus ya fuera una leyenda urbana en muchas regiones, un ente inexistente. Lo importante era que tragases, sin masticar, la hostia contaminada de la sumisión. Por la boca o por el culo.

Doctores y enfermeras españoles siguieron el ritmo de Beyoncé. Médicos y enfermeras de diversos rincones del mundo revolucionan las redes con sus bailes para combatir el estrés y levantar el ánimo durante la pandemia  https://t.co/8Fe5oA2d7k pic.twitter.com/K95TVfkeaC

Te hicieron bailar una danza macabra:
El que no se pinchaba, era el apestado, el demonio, el hereje.
El que se pinchaba, era el buen cristiano, el obediente, el sumiso.

Y en medio, tú, un puto cordero en la gran misa negra, con la aguja clavada, creyendo que te curaban, que eras el bueno, aunque tú sabías la verdad, que eras el cobarde asustado ante la promesa de la asfixia por doble neumonía. Doble, como el par de banderillas al toro de lidia.

Pero no: te marcaban. Te ponían un sello invisible, un tatuaje de obediencia. Y si alguien no veía la trampa, estaba demasiado ocupado digiriendo el miedo, el silencio, el discurso amañado.

Así pues, el poder no gobierna. Oficia un sacrificio global, un pacto sangriento entre gobiernos y multinacionales, un ritual para dominar el cuerpo y la mente.

Y tú, hijo de puta, fuiste invitado al altar sin saberlo, a ser mártir sin quererlo, a convertirte en súbdito sin resistencia.

¿Y lo peor? Que ni siquiera te dejaron cuestionar. La crítica no era bienvenida: era señalada, censurada, expulsada. Porque este rito solo funciona si nadie lo desenmascara.

Así que ya sabes: No fue ciencia. No fue salud. Fue un acto de poder disfrazado de unidad de cuidados intensivos.

Y mientras cantabas himnos y aplaudías el sacrificio, ellos se estaban quedando con todo lo que tienes, incluyendo la salud de los hijos a tu cargo, a los que mandaste asesinar sin saberlo.

Bienvenido a la misa negra del siglo XXI.

MALDITO HIJO DE PERRA.

https://acratasnet.wordpress.com/2025/07/05/8399/

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