¿QUÉ ME ESTÁ PASANDO DOCTOR?
Alégrate ya que el dolor solo es la sensación
previa a la libertad.
Estimado papa, como cada semana
te escribo esta carta, en la que tengo que contarte algo que verdaderamente te
va a sorprender. Ya te he contado desde hace semanas que me siento mal. No te
vas a creer lo que me ha pasado.
El otro día, acudí a urgencias de
un hospital. Con la esperanza puesta en una luz de ilusión, de que habría un
medicamento que me aliviara un dolor desgarrador que hacía varios meses que
sentía.
Después de casi ocho horas
marcadas por el desesperante ritmo de una sala de espera, en las que mi
sentimiento de malestar aumentaba, finalmente me atendieron unos doctores muy
amables, que me miraban como asombrados. Después de escuchar atentamente mi
sintomatología, no dudaron en someterme a pruebas diagnósticas.
Estuve toda la noche en una dura
camilla, que me dejo la espalda contracturada y dolorida. Y fui sometido a
muchas pruebas médicas.
Por la mañana el equipo médico me
dijo que estaba completamente sano a nivel físico. Que mi sintomatología era
debida al estrés, y las preocupaciones de la vida diaria. Me prescribieron unos medicamentos para calmar mi malestar. Y me
dijeron que debía tranquilizarme y tener paciencia.
Por recomendación de un conocido,
acudí a un terapeuta emocional con la ilusión de encontrar alivio a mi dolor.
Aquel hombre me invito a tumbarme
en una camilla, me pregunto que donde sentía el dolor y tras el ritmo aterrador
del dolor, me guio mediante sugestiones para que me disociara de mí mismo, y me
invitó a que me viera con los ojos de otra persona como un mero observador de
mí mismo.
De repente tuve la visión de
aquel vacío y el malestar que resonaba desde mi corazón a mi mente que me
provocaba un sentimiento de miedo, y de tensión que me mantenía en alerta
permanente. La oscuridad de aquel vacío me inundaba la mente y me hacía sentir
emociones muy dolorosas. El motivo del dolor que sentía era haber perdido la
confianza. Si la confianza en el “estado de Bienestar”, en la política y los
políticos, esos señores que en su día me inundaron de emociones y de ilusión,
en la visión de una democracia, que me hacía resonar la melodía de la libertad
y la prosperidad, en los tiempos que empezaba a ejercer mi derecho a voto.
Me siento decepcionado, al mirar
a mí alrededor y ver un país al compás del ritmo de una melodía marcada por
compases de sentimientos separatistas tras ideologías y nacionalismos. Personas
ciegas de codicia, interpretando la serenata de un poder, ejerciendo en
beneficio propio, y para el de sus amigos y colegas y familiares.
Los cantos de sirena de la banca,
que bajo el tono y ritmo de la especulación crearon la canción triste de un
desahuciado.
Resuena en mi mente, el
desgarrador e inquietante sonido del llanto de mis semejantes, cuando ven que
todo por lo que han luchado, se esfuma tras una sentencia de embargo y solo les
queda el sentimiento de la pérdida, con la imagen creada tras la pregunta:
¿Qué
va a pasar con mi vida?
Y entonces con la sensación de
humedad en mis mejillas, y la huella de mis lágrimas en mi rostro dejándome un
sabor salado en mis labios. Después de haber exteriorizado ese sentimiento de malestar,
le dije así al terapeuta:
Sabe usted señor, como me siento.
Me siento vacío, desolado, sin confianza, roto, asustado, temeroso. Y esos
medicamentos por los que ahora tengo que repagar más dinero no me calman.
El terapeuta me miro a los ojos y
ciertamente me dijo:
Eso que tu estas sintiendo, no es más que la
imposibilidad de la visión de un futuro, es la impotencia de sentir que eres
utilizado para el lucro de unos señores, que en la visión de materializar sus
sueños, no les inquieta el mas mínimo sentimiento de compasión, a la hora de
tomar decisiones, que solo resuenan a su favor, y tristemente no son
conscientes de que perjudican al que alimenta y mantiene este sistema. Aunque
eso en si es lo más positivo, ya que el
dolor nos hará libres.
Ese sentimiento se está convirtiendo en una
melodía, que marca un nuevo ritmo en los corazones de los seres humanos. Un
tiempo y un compás que está haciendo temblar los cimientos inestables de un
“estado de bienestar”. Ya hay muchos a los que ese miedo, les marca el
sentimiento de la rabia y la ira, que les hacía sentir dolor, y les empuja a
organizar asambleas, en las que juntos ensayan los acordes de la melodía que
liberará a los seres humanos de una esclavitud disfrazada, tras una luz
que no alumbra, llamada mal democracia.
Es un mal común, el que sientes. Es una luz
que está alumbrando los corazones de las personas. Y que les marca un
sentimiento de dolor, que los hará libres. Y este sentimiento, junto con la luz
del sentido común, y al ritmo de los acordes que se ensayan en las asambleas, y
en miles de lugares donde las personas se comunican, y empiezan a despertar de
un trance hipnótico, gracias al dolor que como tu están sintiendo.
Es hora de cambiar el ritmo cadente de la
melodía hipnótica del estado de bienestar, por una ópera prima creada tras la
emoción que liberará la pérdida del miedo. Y esa luz de libertad, nos empuja
emprender acciones nuevas acorde con los tiempos, y olvidar todo lo anterior.
Es hora de dejar de pensar con la cabeza y sentir con el corazón que empieza a
latir al ritmo de la visión de un futuro marcado por el presente de los
corazones en sintonía de la clave armónica del amor.
De jerarquizar y cambiar los valores que
mueven nuestras conciencias.
“Que
el cambio que quieras en el mundo empiece por ti”.
Así que desde ti mismo, desde tu hogar.
Muéstrate solidario, ayuda en lo que puedas y sin interés a los demás y entre
todos con la visión de crear una realidad mejor. Dejando atrás el sonido de la
competición que nos marca la lucha y el sacrificio para empezar a fluir con la
visión de la vida que late en nuestro interior.
La visión de la sociedad nueva, que ha de
ser movida por el ritmo de unos corazones, que nos permitan ver que en el otro
también estoy yo. Que todos somos lo mismo.
La vida es música, y debemos afinar nuestro
corazón con la melodía de la vida. Trabajar localmente, para influir
globalmente.
En nuestro interior esta la solución. Y en
nuestro corazón marca el ritmo de la solución a la crisis. Escucha a tu dolor,
y veras que te está marcado el sentimiento de la búsqueda de la libertad.
“Y es
normal que esas pastillas y medicamentos no te calmen el dolor. Alégrate ya que
el dolor solo es la sensación previa a la libertad.”
Con estas palabras aquel
terapeuta concluyó la sesión. Desde ese día me dejo guiar por el dolor que me
marca claramente que estoy fuera de mi camino. Cuando lo siento automáticamente recuerdo que estoy fuera de mi camino,
empiezo a sentir a mi corazón, y como de manera mágica, el dolor se va, y me siento
libre.
Así querido papa, me despido de
ti, aliviado de la angustia, y con la fe puesta en un pronto despertar del
trance hipnótico. Que ciegos estábamos cuando allá a finales de los 70
cantábamos aquello de “libertad, libertad, chiquilla libertad”,
y sin darnos cuenta esa libertad la perdimos al abdicar el poder y nuestras
vidas a una falsa democracia que nos sugestionó a un profundo trance del que
empezamos a despertar.
Espero que estés bien en el
cielo. Tu hijo que no te olvida.
Agradecimientos a Fran
Gutiérrez. Autor del libro “Y entonces
me levanté”
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