EL CONTRATO QUE ACEPTO TODAS LAS MAÑANAS
En
el momento en que nos levantamos por la mañana actuamos como robots que cumplen
a la perfección con el programa preestablecido. Un programa que nosotros mismos
firmamos como un contrato y que alimentamos cada día a veces sin darnos cuenta
de ello. De vez en cuando es bueno recordar que tipo de contrato estamos
aceptando, solo por el simple hecho de que cuando estemos por la mañana
afeitándonos delante del espejo, o maquillándonos los ojos, reflexionemos si
merece la pena continuar, o es el momento de romper el viejo contrato y
redactar entre todos uno nuevo que respete todo lo que el anterior no hizo.
¿ACEPTAMOS?
Poco importan
nuestras creencias o nuestras ideas políticas, el sistema instituido reposa en
el acuerdo tácito de un tipo de contrato aprobado por cada uno de nosotros que
a grandes rasgos os expongo:
Acepto la competitividad como base de nuestro sistema, aunque soy consciente
de que este funcionamiento engendra frustración y cólera a la inmensa mayoría
de los perdedores.
Acepto que me humillen o me exploten a condición de que se me permita
humillar o explotar a otro que ocupe un lugar inferior en la pirámide social.
Acepto la exclusión social de los marginados, de los inadaptados y de los
débiles porque considero que la carga que puede asumir la sociedad tiene sus
límites.
Acepto remunerar a los bancos para que ellos inviertan mi sueldo a su
conveniencia y que no me den ningún dividendo de sus gigantescas ganancias
(ganancias que servirán para atracar a los países pobres, hecho que acepto
implícitamente). Acepto también que me descuenten una fuerte comisión por
prestarme dinero, dinero que proviene exclusivamente de los otros clientes.
Acepto que congelemos o tiremos toneladas de comida para que los cursos
bursátiles no se derrumben, en vez de ofrecérsela a los necesitados y de
permitir a algunos centenares de miles de personas no morir de hambre cada año.
Acepto que sea ilegal poner fin a tu propia vida rápidamente, en cambio
tolero que se haga lentamente inhalando o ingiriendo substancias tóxicas
autorizadas por los gobiernos.
Acepto que se haga la guerra para así hacer reinar la paz.
Acepto que en nombre
de la paz, el primer gasto de los Estados sea el de defensa. Entonces acepto
que los conflictos sean creados artificialmente para deshacerse del stock de
armas y así permitir a la economía mundial seguir avanzando.
Acepto la hegemonía del petróleo en nuestra economía, aunque es una energía
muy costosa y contaminante y estoy de acuerdo en impedir todo intento de
sustitución si se desvelara que hemos descubierto un medio gratuito e ilimitado
de producir energía. Acepto que sería nuestra perdición.
Acepto que se condene el asesinato de otro humano, salvo que los gobiernos
decreten que es un enemigo y me animen a matarlo.
Acepto que se divida la opinión pública creando unos partidos de derecha y
izquierda que tendrán como pasatiempo la pelea entre ellos haciéndome creer que
el sistema está avanzando.
Además acepto toda clase de división posible con tal que
esas divisiones me permitan focalizar mi cólera hacia los enemigos designados
cuando se agiten sus retratos ante mis ojos.
Acepto que el poder de fabricar la opinión pública, antes ostentado por las
religiones, esté hoy en manos de hombres de negocios no elegidos
democráticamente que son totalmente libres de controlar los Estados, porque
estoy convencido del buen uso que harán con él.
Acepto que la idea de la felicidad se reduzca a la comodidad; el amor al
sexo y la libertad a la satisfacción de todos los deseos, porque es lo que me
repite la publicidad cada día. Cuanto más infeliz soy más consumo. Cumpliré mi
papel contribuyendo al buen funcionamiento de nuestra economía.
Acepto que el valor de una persona sea proporcional a su cuenta bancaria,
que se aprecie su utilidad en función de su productividad y no de sus
cualidades, y que sea excluido del sistema si no produce lo suficiente.
Acepto que se recompense cómodamente a los jugadores de fútbol y a los
actores y mucho menos a los profesores y los médicos encargados de la educación
y de la salud de las futuras generaciones.
Acepto que se destierre de la sociedad a las personas mayores cuya
experiencia podría sernos útil, pues, como somos la civilización más
evolucionada del planeta (y sin duda del universo) sabemos que la experiencia
ni se comparte ni se transmite.
Acepto que se me presenten noticias negativas y aterradoras del mundo todos
los días, para que así pueda apreciar hasta qué punto nuestra situación es
normal y cuánta suerte tengo de vivir en Occidente. Sé que mantener el miedo en
nuestros espíritus sólo puede ser beneficioso para nosotros.
Acepto que los industriales, militares y jefes de Estado celebren reuniones
regularmente para, sin consultarnos, tomar decisiones que comprometen el
porvenir de la vida y del planeta.
Acepto consumir carne bovina tratada con hormonas sin que explícitamente se
me avise. Acepto que el cultivo de OGM (Organismos Genéticamente Modificados)
se propague en el mundo entero, permitiendo así a las multinacionales
agroalimentarias patentar seres vivos, almacenar ganancias considerables y
tener bajo su yugo a la agricultura mundial.
Acepto que los bancos internacionales presten dinero a los países que
quieren armarse y combatir, y que así elijan los que harán la guerra y los que
no. Soy consciente de que es mejor financiar a los dos bandos para estar
seguros de ganar dinero y prolongar los conflictos el mayor tiempo posible con
el fin de poder totalmente arrebatarles sus recursos si no pueden reembolsar
sus préstamos.
Acepto que las multinacionales se abstengan de aplicar los progresos sociales
de Occidente en los países desfavorecidos. Considerando que ya es una suerte
para ellos que los hagan trabajar. Prefiero que se utilicen las leyes vigentes
en estos países que permiten hacer trabajar a niños en condiciones inhumanas y
precarias. En nombre de los derechos humanos y del ciudadano, no tenemos
derecho ejercer injerencia.
Acepto que los laboratorios farmacéuticos y los industriales
agroalimentarios vendan en los países desfavorecidos productos caducados o
utilicen substancias cancerígenas prohibidas en Occidente.
Acepto que el resto del planeta, es decir cuatro mil millones de individuos,
pueda pensar de otro modo a condición de que no venga a expresar sus creencias
en nuestra casa, y todavía menos a intentar explicar nuestra Historia con sus
nociones filosóficas primitivas.
Acepto la idea de que existen sólo dos posibilidades en la naturaleza, a
saber: cazar o ser cazado, y si estamos dotados de una conciencia y de un
lenguaje, ciertamente no es para escapar de esa dualidad, sino para justificar
por qué actuamos de ese modo.
Acepto considerar nuestro pasado como una continuación ininterrumpida de
conflictos, de conspiraciones políticas y de voluntades hegemónicas, pero sé
que hoy todo esto ya no existe porque estamos en el summum de nuestra
evolución, y porque las reglas que rigen nuestro mundo son la búsqueda de la felicidad
y de la libertad para todos los pueblos, como lo oímos sin cesar en nuestros
discursos políticos.
Acepto sin discutir y considero como verdades todas las teorías propuestas
para la explicación de los misterios de nuestros orígenes. Y acepto que la
naturaleza haya podido dedicar millones de años para crear a un ser humano cuyo
único pasatiempo es la destrucción de su propia especie en unos instantes.
Acepto la búsqueda del beneficio como fin supremo de la Humanidad y la
acumulación de riqueza como realización de la vida humana.
Acepto la destrucción de los bosques, la casi desaparición de los peces en
los ríos y en nuestros océanos. Acepto el aumento de la polución industrial y
la dispersión de venenos químicos y de elementos radiactivos en la naturaleza.
Acepto la utilización de toda clase de aditivos químicos en mi alimentación,
porque estoy convencido de que si se añaden es porque son útiles e inocuos
Acepto la guerra económica que actúa con rigor sobre el planeta, aunque
siento que nos lleva hacia una catástrofe sin precedentes.
Acepto esta situación, y supongo que no puedo hacer nada para cambiarla o
mejorarla.
Acepto ser tratado como ganado porque definitivamente pienso que no valgo
más.
Acepto no plantear ninguna cuestión, cerrar los ojos sobre todo esto y no
formular ninguna oposición verdadera, porque estoy demasiado ocupado por mi
vida y mis preocupaciones.
Incluso acepto defender a muerte este contrato si usted me
lo pide.
Acepto pues, en mi alma y conciencia y definitivamente esta matriz triste
que usted coloca delante de mis ojos para abstenerme de ver la realidad de las
cosas.
Sé que todos ustedes actúan por mi bien y el
de todos, y por eso les doy las gracias.
____________________________________
“Acepto”
es un texto -publicado en 2003 para conmemorar el triste aniversario de los
acontecimientos del 11 de septiembre- “altamente simbólico para la humanidad“.
Este
texto, que fue leído, entre otros, en la radio francesa NSEO, nos recuerda
severamente el contrato social que aceptamos con prórroga. Un acuerdo tácito
que firmamos cada mañana al despertar y simplemente no hacer nada. Algo más que
una crítica social, en este breve texto se destacan los hechos resultantes de
nuestra innegable predilección por la comodidad, la indiferencia y la
marginación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario