Es muy triste.
A la mayoría de personas no les resulta posible
vivir sin elegir bando, sin seguir una ideología o sin tomar partido por un
líder u otro.
Dicho en otras palabras, la mayoría de gente no sabe
vivir si no está debidamente etiquetada y clasificada por la sociedad.
La base de nuestra clasificación social es
algo similar a rellenar un cuestionario tipo test, con preguntas del estilo:
1-ESCOJA UN EQUIPO DE FUTBOL:
a-Barça
b-Real Madrid
c-Otros
2-ELIJA UNA IDEOLOGÍA:
a-Izquierda
b-Derecha
c-Centro
3-ESCOJA UNA CREENCIA
RELIGIOSA:
a-Cristiano
b-Musulmán
c-Otros
d-Ateo
etc, etc, etc…
Un cuestionario que una vez rellenado nos clasifica de una
manera u otra y que se convierte en el salvoconducto que nos permite
navegar por el mundo socializado.
Es como un contrato que firmamos con el resto de la sociedad.
Un contrato psicológico mediante el cual se nos garantiza que ya no
será necesario que juzguemos cada situación, evento, noticia o acontecimiento
social por separado, según nuestro propio y cambiante criterio individual.
Al aceptar esta clasificación e integrarnos en un determinado grupo,
lo que en realidad hacemos es instalar en nuestro cerebro un “programa de
software de juicio automático”, mediante el cuál queda garantizado por el
fabricante (el Sistema) que nuestro bando, el lado escogido por nosotros,
siempre será “el correcto” y el otro, el de los que opinen diferente, “el
erróneo”.
E innegablemente, funcionar así tiene sus ventajas: gracias a este
mecanismo, bien instalado en nuestra mente, nuestra realidad tiene unos puntos
de referencia claros y bien prefijados.
Como escribimos
en un artículo anterior, titulado Conspira por
favor, hemos sido educados para sentir intolerancia ante la
incertidumbre y la duda.
Nos han programado para agarrarnos desesperadamente a cualquiera de
las “verdades” que nos ofrezca la sociedad, como si estuviéramos enmedio del
mar y nos agarrásemos a un flotador para no hundirnos.
Y un reflejo de éste mecanismo consiste precisamente en esa necesidad
apremiante de formar parte de un bando, sentirnos integrados en un determinado
grupo ideológico y ante todo, permitir que nuestra capacidad de juicio funcione
según las directrices de ese grupo.
El problema surge cuando alguien decide no agarrarse a nada, ni creer
en ninguna de las “verdades” ofrecidas por el Sistema.
Y es que no hay nada peor para los demás miembros de la sociedad que
un individuo inclasificable.
Rápidamente se convierte en sospechoso a ojos de todos y es
inmediatamente atacado por unos y otros.
Los “azules” lo tildan de “agente rojo” y los “rojos” de “agente azul”
y todos, al unísono, lo acusan de “elemento desestabilizador”.
El programa instalado en sus mentes les imposibilita comprender que
alguien pueda ser independiente y que ante todo, no quiera admirar a ningun
líder ni seguir ninguna ideología.
En definitiva, no pueden llegar a comprender que alguien solo se tenga
a sí mismo, como único punto de referencia.
Desconcertados y desesperados se preguntan: “¿y
ese a quién pertenece? ¿es de los buenos o es de los malos? ¿es de los nuestros
o es de los suyos?”
La verdad insoportable
Y es que, lamentablemente, para la mayoria de la gente
“auto-clasificada”, el mundo no solamente está dividido en “buenos y malos”,
sino que en el colmo de la simplificación, en su cerebro, el enemigo de los
“malos” es el “bueno”.
Les aterroriza la posibilidad de que el enemigo del “malo”, también
sea “malo”.
Tal concepto les parece insoportable: ¿Quién
les protegerá entonces si no hay una doctrina “buena” en que creer y un líder
“bueno” al que seguir?
Por eso jamás aceptarán esa idea y buscarán mil subterfugios tras los
que ocultarse de tan espantoso espectro.
Para esas mentes acobardadas y simplistas, el enemigo del injusto
siempre es justo, el enemigo del imperialista siempre es antiimperialista y el
enemigo del fanático siempre es equilibrado.
Para ellos la verdad solo puede provenir de una determinadas emisoras
de radio, televisiones o páginas web.
Lo que digan allí es “la verdad” y lo que digan los demás, una
“manipulación interesada”.
Jamás se paran a pensar que esos medios de comunicación tienen como
función principal alimentar y reforzar el programa ideológico instalado en su
mente y que simplemente les dice lo que quieren escuchar.
Y ante todo, jamás se paran a pensar quién es el dueño de esos medios,
ni qué intereses defiende.
Eso implicaría aceptar que probablemente mienten y manipulan tanto
como los del “enemigo” y el confortable mundo de “buenos y malos” en el que
viven se derrumbaría ante sus ojos.
Berrearán, ladrarán e insultarán antes de asumir que les han engañado,
que todo es una ficción prefabricada y una gran mentira para mentes limitadas y
temerosas como las suyas y tildarán de “enemigo”, “infiltrado” o “manipulador”
a quién los ponga en duda.
La programación “a la contra”
Es un mecanismo de programación habitual, que vemos reflejado
constantemente a nuestro alrededor.
El odio al contrario, al que se ha clasificado en la propia mente como
“enemigo”, lleva a muchas personas a actuar “a la contra de”, sin percatarse de
la tremenda manipulación a la que estan sometidos con tal actitud.
Pues esa lucha “contra algo”, los lleva a ingresar ciegamente en las
filas del opositor, sin detenerse a analizar quién es ese opositor ni cuáles
son sus intenciones.
Un ejemplo de ello lo vemos en la política española.
Mucha gente vota al PP o al PSOE con la única intención de que no gane
el otro partido, del cual recelan o al cual incluso odian.
Esa visión simplista de la realidad es la que ha permitido cimentar el
bipartidismo en España, hasta convertirlo en una auténtica lacra para el
devenir de la nación.
Ese odio al enemigo divide a la población en seguidores enconados de
los respectivos medios de comunicación conservadores o progresistas y su visión
de la realidad queda reducida al submundo de la lucha entre las dos grandes
mafias políticas del país.
Eso permite que los grandes poderes económicos que realmente lo
controlan todo desde la sombra, prosigan con sus actividades sin nadie que se
les oponga, pues todas las energías de la población quedan dispersadas en ese
enfrentamiento entre supuestas izquierdas y derechas.
Y eso no solo sucede en la política española.
Sucede en todo el mundo, en todos los ámbitos y a todas las escalas.
Está sucediendo ahora mismo.
Pero difícilmente la gente renunciará a su programacion mental de
“buenos y malos”.
Hacerlo significa renunciar a muchos elementos de juicio que nos
parecen cómodos y seguros y sobretodo implica tragarse el orgullo y aceptar que
hemos sido engañados y manipulados durante mucho tiempo.
Y ante tal perspectiva, nuestra mente chilla desesperada, buscando
excusas para no tener que dar el paso.
Y es que distanciarse de todo y convertirse en un ser independiente
representa un esfuerzo mental titánico, que prácticamente ninguno de nosotros
queremos hacer y que está repleto de trampas.
Ya lo veréis, haced el ejercicio.
Lo primero que
pensaréis será: “si yo renuncio a mi bando y más gente lo hace, los
otros, los malos, ganarán”
¿Veis que bien programada está nuestra mente?
Ha sido una jugada maestra.
GAZZETTA DEL APOCALIPSIS
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