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12.6.14

En una muestra de dignidad admirable, el pueblo brasileño no se ha dejado mangonear con los fastos de la celebración futbolística

EL MUNDIAL MÁS IMPORTANTE DE LA HISTORIA

Llega el mundial de fútbol más importante de las últimas décadas. Quizás el más importante de la historia.

Evidentemente, cuando calificamos de “importante” un acontecimiento de este tipo, no nos referimos a aspectos deportivos.

Que una panda de millonarios ególatras y semi-analfabetos chuten un balón haciendo posturitas no reviste la más mínima importancia. Eso solo es una más de las muchas anécdotas insulsas que configuran la sociedad actual, tan insulsas como las propias declaraciones que realizan ésta panda de memos adorados por las masas.

La importancia de este mundial radica en las implicaciones que para algunos gobiernos pueden tener los resultados deportivos.

Y es que la situación socioeconómica en muchos países ha llevado a un nivel de volatilidad social próxima al estallido revolucionario.

El ejemplo de Brasil quizás sea el más paradigmático.

La imagen tópica del “brasileñito” que acata sumisamente su precariedad vital bailando samba y viendo fútbol ha volado por los aires.

En una muestra de dignidad admirable, el pueblo brasileño no se ha dejado comprar ni mangonear con los fastos de la celebración futbolística ni por la supuesta necesidad patriótica de ofrecer una buena imagen al mundo, como pretenden algunos indecentes


Dicen que el fútbol es el nuevo opio del pueblo. Pues bien, resulta que en el país donde se consumía más “opio”, el pueblo ha dejado de fumar y nos ha dado una lección a todos.

Quizás algo está cambiando en el mundo. Quizás sí hay un despertar de las masas, dispuestas a dejar de ser masas para convertirse en conjuntos de individuos dignos y pensantes.

Deberíamos darle las gracias al pueblo brasileño por este regalo de esperanza que nos han brindado a todos…

Pero el descontento de la población, la desafección hacia los gobernantes y hacia el funcionamiento del sistema en general no es exclusivo de Brasil.

Hay más países cuyo equilibrio social pende de un hilo y cuyos gobiernos necesitan, desesperadamente, un bálsamo que oculte la realidad socio-económica. Y como todos sabemos, no hay mejor bálsamo que la victoria patriotera y el enarbolamiento de la banderita, la madre de todas las manipulaciones de masas.

Sería el caso de países como Portugal o Grecia, sumidos en una durísima crisis económica desde hace años; o de Francia, donde el triunfo de la ultraderecha no hace más que confirmar que el país galo se adentra, rápidamente, en un túnel oscuro a todos los niveles, con lo que eso significa tratándose de un gigante europeo.

Pero si hay dos gobiernos en el mundo que necesitan encarecidamente que sus selecciones ganen la competición, esos son los de Brasil y España.

De hecho, nos atreveríamos a decir que el interés trasciende las fronteras de los propios países.

El caso de Brasil

Quizás a nivel internacional, el caso de Brasil resulta el más trascendente.

Una victoria de la Canarinha sin duda serviría para aplacar de alguna forma la intensidad de las graves protestas callejeras que azotan el país, un movimiento popular más peligroso y desestabilizador de lo que pueda parecer a primera vista.

Porque el hecho de que en uno de los futuros gigantes mundiales (nada más y nada menos que la “b” de los BRICS) la población se rebele, pone en peligro el establecimiento de los nuevos paradigmas económicos y políticos tan largamente planificados por las élites mundiales.

Y esa rebelión popular promete agravarse tras el mundial de fútbol.

No olvidemos que a la vuelta de la esquina, Brasil se topará con la organización de las Olimpiadas de Río de Janeiro 2016, cuyos gastos faraónicos y consiguientes corruptelas asociadas encenderán aún más el fuego del descontento popular.

Así pues, es posible que, de alguna forma, a todos los gobiernos de la región e incluso del mundo, no les vaya mal que la selección brasileña gane este mundial.

Para todos ellos, sería un mal menor.

Imaginémoslo…¿Qué sucedería si en un país tan grande y poderoso como Brasil se produjera algo parecido a una revolución? ¿Cuáles serían las consecuencias? Cómo influiría sobre la población descontenta de los demás países?

Brasil ejerce una indiscutible fascinación y simpatía hacia todo el mundo…¿Sería bueno para los gobernantes internacionales que esa fascinación natural que todos sentimos se combinara con la simpatía por un movimiento masivo de protesta popular?

Seguro que no…

No sabemos hasta qué punto los resultados futbolísticos se pueden manipular o pactar en los despachos o en las altas instancias. Quizás sea imposible hacer algo así, aunque hemos visto algún que otro indicio de que pudiera haber pasado en anteriores mundiales (por ejemplo, la victoria de Francia en el mundial que organizó en 1998 resultó algo sospechosa)

Lo que está claro es que si este tipo de manipulaciones pudieran realizarse y se pudiera llegar a algún tipo de acuerdo, las más altas esferas mundiales firmarían ahora mismo una victoria de la Canarinha.

Pero hay otro país donde la victoria de su selección se puede convertir en una necesidad vital.

Una necesidad vital para mantener su régimen político intacto.

Ese país, obviamente, es España.

El caso de España

Sin duda, una victoria de la selección española sería el gran espaldarazo que necesita el rey Felipe VI, por múltiples razones.

Un triunfo de España, recién estrenado su reinado, se convertiría en un símbolo y en una imagen poderosa, no solo para la monarquía, sinó para todo el régimen político y el establishment bipartidista asociado.

Y es que con una victoria de la selección, el que nos venden como “el rey más preparado de la historia”, se convertiría, además, en “el rey de la buena fortuna”.

La manipulación psicológica usada en este caso sería tan evidente como efectiva.

Se asociaría psicológicamente la victoria de España a la figura del nuevo Rey, apoyada en una potente imagen visual que resultaría emblemática: la foto de Felipe VI, exultante, levantando la copa en la portada de todos los periódicos.

Entonces, una vez establecida esta relación, todo aquél que osara protestar contra su reinado, quedaría marcado, inconscientemente, como enemigo de la patria y como poco menos que un traidor.

Sería una imagen demasiado poderosa, inoculada en las mentes más débiles: protestar contra el Rey sería percibido por las masas como una protesta contra España en sí misma.

Y encima, se trataría de “una protesta injustificada”, pues se produciría en un escenario de triunfo de España a nivel internacional.

A ello deberíamos asociar el eje central de “todos” los problemas patrios: la unidad territorial.

En este aspecto, el triunfo de la selección sería el símbolo definitivo.

No solo representaría el triunfo de la corona, sino “el triunfo de la unidad de los pueblos de España ante aquellos que solo buscan dividir”. Justo el subterfugio que necesitan las instituciones del estado y las castas parasitarias de origen franquista que las habitan y que durante tantos años se han aprovechado del enfrentamiento nacionalista, junto con sus socios necesarios de CiU y PNV.

Así pues, quien osara declararse republicano en tales circunstancias, ya sabe lo que le sucedería: no solo sería tildado de enemigo de la patria, sino que se vería asociado al tradicional fantasma del enemigo interno: los “malignos nacionalismos periféricos” catalán y vasco.

Como podemos ver, pues, en el caso de España, este mundial se ha convertido en una cuestión de estado de primera magnitud.

Si el mundial pudiera comprarse con dinero, no os quepa ninguna duda que la fortuna pagada por las élites españolas contendría una cantidad indecente de ceros…aunque eso significara hipotecar el futuro del país durante generaciones.

Llegados aquí, ¿alguien duda aún de que este mundial de fútbol puede llegar a ser trascendente a nivel histórico?

Esta vez, la cosa no va de golpear una simple pelotita.

Es un juego mucho más importante.

Un juego en el que, gane quien gane, el pueblo perderá…si no lo evitamos


EL ROBOT PESCADOR


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