DETECTAN LA GRAN TENDENCIA DEL 2016: EL MIEDO
Havas, la agencia de publicidad y relaciones públicas
francesa, recientemente dio a conocer su reporte anual de las tendencias a
observar en el mundo en 2016. Compañías como Havas no sólo se precian de poder
anticiparse a las nuevas manifestaciones culturales en la tecnología, los
medios y la sociedad, son también en cierta forma actores determinantes en
marcar estas tendencias al manejar las cuentas de importantes marcas e incluso
ejecutar su comunicación. En un mundo donde la publicidad lleva la vanguardia
cultural e incluso artística (para detrimento de la cultura y el arte),
agencias como Havas tienen enorme influencia en la psique colectiva.
Según la CEO de Havas, Marian Salzman, en su presentación,
en 2016 nos dirigimos hacia una “senda angustiante”, esto puede anticiparse en
diferentes factores de estrés general, como el cambio climático, el temor del
terrorismo y el miedo como denominador político en las campañas presidenciales
de 2016 en Estados Unidos, a lo que se añade el miedo global a la inmigración,
la privacidad en las comunicaciones y la infraestructura de espionaje, la forma
en la que nos hemos vuelto adictos a la tecnología, la sobreprotección parental
a los niños e incluso nuestra obsesión por la comida orgánica. En el reporte se
lee:
Échenle la culpa al 9/11, a la crisis financiera, a los
medios, al ritmo frenético de la vida o al declive de la moral, o quizás culpen
a la cultura de la culpa que siempre está buscando errores, fallas, chivos
expiatorios. Combinaciones de todo esto se combinan para el übertrend del año:
una sensación de intranquilidad permea la mayor parte de la vida, un
sentimiento persistente de que las cosas no están como deberían estar, que
amenazas latentes están allá afuera, y que las personas necesitan tomar
decisiones y hacer algo. Estamos constantemente inmersos en una lucha entre
quedarnos o abandonar el barco. Alarmas emocionales están constantemente siendo
sonadas y estamos respondiendo de múltiples formas para silenciar el ruido.
En cierto modo la auscultación del zeitgeist de Havas parece
razonable; no se tiene que ser demasiado perceptivo para detectar esto. Lo más
notable es quizás el sólo hecho de asumir que nuestro mundo vive en o está
entrando en un estado de miedo colectivo.
Por una parte sabemos que psicológicamente el primer paso
para superar una condición así es descubrir que existe y aceptarla; por otro
lado, en este mundo de influencers, programación mediática predictiva y
profecías autocumplidas (en el mercado de la especulación psicofinanciera),
llama la atención que establezcamos una configuración inicial tan
desestabilizadora. Claro que no es culpa de Havas (¿es culpa de culpar?).
Pero valdría preguntarnos: ¿qué tan real es el miedo que los
medios, los gobiernos y nuestra propia sociedad promueven y qué tan inteligente
es la transmisión de esta sensación de malestar e intranquilidad generalizada
y, en todo caso, a quién conviene?
En muchos sentidos es tan real como lo creamos y conviene a
los gobiernos y al sistema financiero del hiperconsumo que se sirve de la
inseguridad de los ciudadanos para seguir vendiendo productos, seguir creciendo
y obtener el famoso voto del miedo.
La segunda tendencia que detecta Havas en su top 10 es “la
adicción a la tecnología”, la cual parece estar ligada claramente a la ansiedad
generalizada que observan despuntando globalmente. La tecnología, podríamos
decir, es la forma en la que el miedo y la cultura del pánico se transmiten al
mundo y se vuelven globales. Vemos hoy por ejemplo que lo que sucedió en París
coloca en un umbral de psicosis a personas que viven a miles de kilómetros de
distancia, pero que de alguna manera comparten la misma esfera mediática. Un
reciente ejemplo de esto, un tanto cómico e hiperbólico, ocurrió con el caso de
una mujer en Wisconsin que hace un par días llamó a la policía para denunciar
gritos de éxtasis sexual en los que creyó escuchar “ISIS es bueno, ISIS es
grande”. Vivimos en un mundo en el que los gritos de amor son confundidos con
gritos de terror.
En realidad el problema de la adicción a la tecnología no
sólo yace en el contenido de los mensajes – en un revisionismo de la política
del terror estilo Fox News – sino sobre todo en el medio en sí mismo (que es el
grueso del mensaje). Quizás deberíamos de volver a hacer tendencia a McLuhan y
recordar cómo los ambientes electrónicos en los que nos incrustamos no sólo
amplifican nuestros sentidos y nuestra forma de pensar, también los amputan.
Una de las formas principales en las que la tecnología está alterando nuestra
psique es sometiéndonos a un incesante flujo de datos simultáneos que requieren
de nuestra concentración pero sólo en pequeños lapsos fragmentarios de tiempo.
Es decir, estamos en perenne multitasking, realizando pequeñas tareas que nos
motivan con el glam y el gloss de plataformas “inteligentes”. Havas atina a
preguntarse:
“¿Están los niños – y nosotros también – pasando demasiado
tiempo con la tecnología?… ¿qué efectos está teniendo en nuestros cerebros y
cuerpos? Tal vez no lo sabremos hasta en algunos años y entonces puede que sea
demasiado tarde”.
Si nuestra mente está ansiosa e intranquila al vivir en un
ciclo de recompensa de dopamina ante constantes bits/estímulos que dividen
nuestra atención (que es lo que ocurre cuando entramos a ver las fotos de
nuestros amigos y luego contestamos un email y luego perseguimos un link en
nuestro feed de Facebook o jugamos un videojuego), entonces es imposible que
razonemos de manera efectiva y podamos entender lúcidamente lo que sucede en el
mundo. En otras palabras, así somos presa fácil de la cultura del pánico y de
la desinformación, somos más fáciles de influir y en cierta forma programar, de
la misma manera que cuando estamos cansados somos víctimas más fácilmente del
enojo o del odio, perdemos más fácilmente el control. Así este miedo
generalizado que ya observa Havas, más que una realidad sociopolítica o algo
que obedezca a una amenaza real, es un estado mental de estrés que se esparce
por el cuerpo colectivo de la humanidad y que no se solucionará con la “paz en
el Medio Oriente” o algo así.
Comentario: Lo que describe el autor del artículo es un
fenómeno conocido como inhibición transmarginal, en el que un organismo sometido
a condiciones de estrés es más fácil de manipular y/o programar mentalmente. No hay duda de que este fenómeno está jugando un rol
importante en el actual estado de cosas, tal como lo describe Laura Knight-
Jadczyk en su artículoConocimiento y Libertad: antídoto para el fascismo en
ascenso:
Nuestro mundo ha sido llevado a la histeria (por un motivo y
siguiendo un proceso muy conocido). Hace un tiempo, en 2007, hice algunas
investigaciones sobre algo llamado la inhibición transmarginal. La inhibición
transmarginal, o TMI (por sus siglas en inglés), es el conjunto de respuestas
de un organismo a estímulos abrumadores. Ivan Pavlov descubrió que los
organismos tienen diferentes niveles de tolerancia. Comentó que “la diferencia
hereditaria más elemental entre las personas era qué tan pronto alcanzaban ese
punto de colapso, y que aquéllos que alcanzaban ese colapso rápidamente, tenían
un tipo de sistema nervioso fundamentalmente diferente.” Irónicamente, el
acrónimo popular TMI (en inglés) también significa demasiada información [N. de
T: too much information], lo cual puede ser un factor de inhibición
transmarginal en la cultura de hoy. Me di cuenta lo que está ocurriendo: las
mismas técnicas para inducir colapsos nerviosos en los perros, que fueron
descubiertas y desarrolladas por Ivan Pavlov, están siendo utilizadas en la
población humana alrededor del mundo.
El objetivo de todo esto es crear división, sembrar
animosidad, evocar miedo, miedo, miedo, para evitar que las personas se den
cuenta de que sus enemigos reales están en el gobierno (el 1% del tipo
específico de psicópatas que han llegado a la cima y que harán lo que sea
necesario para ganar poder y seguir teniendo el control).
Para que exista alguna esperanza de cambio, las personas
tienen que entender el fenómeno de la psicopatía para que puedan unirse en
contra de esta amenaza real, en vez de destruirse los unos a los otros y al
mundo.
Para muchos, incluso la mayoría de las personas, la maldad
es algo que uno encuentra en las cárceles o en barrios bajos. Simplemente no
creen que las personas que tienen dinero y se visten bien puedan ser malos.
Pero los psicópatas exitosos no terminan en la cárcel o en barrios bajos.
Pueden ser banqueros, médicos, profesionales en cualquier materia, políticos e
incluso líderes de naciones.
¿Qué hacer ante toda esta comunicación e incluso propaganda
del miedo, el estrés y la ansiedad que produce el mundo? Para algunos lo
siguiente podría parecer una forma de negación o un subterfugio con tintes new
age o apatía ciudadana, pero me parece que sigue siendo cierto: el miedo que
vemos en el mundo tiene como principal causa no una realidad incontrovertible,
es sobre todo la expresión de un estado interno – aunque ciertamente exista una
relación de interdependencia entre lo que vemos afuera y lo que sentimos
adentro. Este miedo global es el resultado del apilamiento de los miedos
individuales. Refleja la incapacidad fundamental de lidiar internamente con los
sucesos que ocurren en nuestra vida y establecer hábitos que contribuyan a la
relajación.
La historia occidental es la historia de la tensión. Sería
prudente empezar a aprender a lidiar con esta tensión, a poder aprender a estar
quietos y tranquilos sin recurrir a nuestros aparatos a la primera de cambios.
Ya lo decía Pascal hace más de 350 años: “Todos los problemas de la humanidad
provienen de la inhabilidad del hombre de sentarse solo sin hacer nada en una
habitación”. Creemos una cultura de la relajación y del autoconocimiento. Una
tendencia ojalá a observarse en los siguientes años podría ir en el sentido de
esta investigación que mostró que la meditación es efectiva para combatir el
terrorismo (y no tienen que meditar los terroristas, con que mediten las
personas a su alrededor). Y de última, sabiendo que hay dos formas
fundamentales para lidiar con la tensión: la risa y las lagrimas, riámonos de
nuestra patética situación (no de la de los demás), de lo ridículo que es que
el miedo sea el factor predominante en nuestro mundo y dejemos de comprar este
terrorífico y ubicuo überproducto.
Alejandro Martinez Gallardo
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