Cada
vez que la propaganda del gobierno se empecina en una campaña
aparentemente integradora, filantrópica o benefactora deberíamos
sospechar de intenciones ocultas. Nadie medianamente despierto puede
creer ya en las rectas intenciones del poder. Más bien, ante cada
movimiento paternalista del Sistema la pregunta que cabe hacerse es,
lisa y llanamente “¿Donde está el negocio?”.
Solo cuando
damos con la respuesta tenemos ya las claves para entender cómo y
por qué se nos pretende engañar. Y el negocio no es solamente el
incremento recaudatorio (tasa sobre el CO2, p. ej.), sino en
ocasiones evitar su disminución (“impuesto al sol”) o silenciar
responsabilidades, lo que evita la reclamación de indemnizaciones.
O … El poder sabe mentir, corromper y engañar para salirse con la
suya.
“En
tiempos de engaño universal decir la verdad es un acto
revolucionario”
(George Orwell, ¿Quién si no?)
(George Orwell, ¿Quién si no?)
Cuando
la empresa de publicidad Chrysallis Euskal Herria empapeló las
marquesinas de las tres capitales vascas y de Pamplona con imágenes
de niños desnudos bajo el lema “hay niñas con pene y niños con
vulva, así de sencillo” saltaron las alarmas entre los grupos más
radicalizados ideológicamente, y más atentos a estas, llamemósles,
“singularidades”. Entre estos grupos, obviamente, está la
asociación ultracatólica “Hazte oir”, cuyo contraataque fue el
de divulgar por medio de un autobus la obviedad (al menos para el
99´996 % de los casos) de que “Los niños tienen pene y las niñas
tienen vagina”.
Hasta
aquí lo sobradamente conocido, debatido y, como era de esperar,
desquiciadamente enfocado.
Lo
que provoca esta entrada es la sospecha de que, una vez más, detrás
de la histeria desatada con una cuestión bizantina (otra vez a
vueltas con el sexo de los ángeles) estamos desaprovechando la
ocasión de entender, tomar postura y defender la verdad y el bien
común.
Los
niños buscan agradar. La conducta que se les recompensa es la
que repiten.
Sin
el aplauso de los padres muchas conductas no existirían.
Pero,claro
como no tienen criterio…
|
Porque,
en primer lugar, se está utilizando como arma arrojadiza a personas
que, por su edad, se hallan en una indefinición absoluta que afecta
también a lo sexual, un ámbito en el que la curiosidad, la
exploración inocente y la provisionalidad de planteamientos, algo
absolutamente natural, está siendo convertido en espacio de
intrusión del maximalismo ideológico, y de un ánimo de
manipulación sencillamente indecente.
En
segundo lugar, porque la sociedad civil ha perdido -otra vez- la
posibilidad de hacer oir su voz, renunciando a pronunciarse
razonablemente y cediendo el espacio en que podría hacerlo a los
gritos iracundos de los extremistas de ambos signos. Y la sensatez
tiene cosas que decir respecto a esta polémica.
En
primer lugar, que la identidad -toda identidad, no solo la sexual-
es una construcción, no un sentimiento. Hay quien “se siente”
un gato atrapado en un cuerpo humano (no, no
es broma),
y reclama un respaldo social a su delirio. Yo puedo sentirme piloto
comercial, pero si logro ser secundado en mi pretensión de pilotar
un vuelo transatlántico la cosa no iba a tener tanta gracia como en
“Aterriza como puedas”. El límite a las pretensiones de
reconocimiento está en el mantenimiento de un cierto orden de la
convivencia.
Podemos
enseñar a los niños a aceptar sus limitaciones.
O
podemos mentirles haciendoles creer que su deseo -y no los
hechos-
determina
la realidad. Aunque no la determine.
|
En
segundo lugar, los niños, por estarse aún desarrollando y
experimentar los vaivenes de ese proceso juegan con roles en los que
su afán por complacer y la necesidad de reconocimiento pueden
forzar el instalarse en alguno de los menos convenientes para ellos.
Y con ello no estarán plasmando su elección, sino la del adulto
que, frente a la pretensión de ayer de ser explorador se muestra
tan reconocido hoy al juego de su hijo de ser exploradora que le
impone esa identidad, fijándola en su mente. Y esa es otra forma de
abuso infantil: la exigencia de que el menor asuma un deseo que no
es suyo, sino que le ha sido inducido. No muy distinto al que se
perpetra cuando se le exige que protagonice las fantasías navideñas
que sus padres le imponen, pero más costoso para él en tanto no
está tan asumido como aquellas. Al menos mientras la machacona
propaganda gubernamental no de sus frutos.
Porque
hablar de niños transexuales es tan absurdo como hablar de niños
astronautas. (Como regla general) no existen como tales. Existen
niños que juegan con roles de género al igual que hay niños que
juegan a ser astronautas. Tan absurdo es fijarles su identidad en
una posibilidad a la larga contraproducente como someterles a
entrenamiento de aceleración gravitatoria en la NASA.
Otra
cosa es que estemos hablando de esa broma pesada que gasta a veces
la naturaleza a un porcentaje muy reducido de niños (menos de un 1
%) que padecen disforia de género: los raros casos llamados Turner
(un solo cromosoma X) y Klinefelter (cromosoma XXY), hermafroditismo
(un caso por millón), etc., causadas por anomalías en el genoma o
en el desarrollo embrionario. Supongo que no hace falta decir que
quienes padecen estas alteraciones son seres humanos merecedores del
mayor de los respetos, por si alguien pensase que estoy pretendiendo
estigmatizarles. Lo que no es razonable es “normalizar” la
anomalía hasta el punto de convertir su presencia en algo deseable.
Existen
personas sordas o ciegas, pero si alguien desea, o incluso pide a
los médicos que induzcan la sordera o la ceguera a su hijo está
atentando contra un derecho fundamental. Y nuevamente no se trata de
un ejemplo que pongo al azar: existen parejas que han
utilizado la selección genética para transmitir su discapacidad,
en contra del principio natural por el que la variabilidad
reproductiva sirve para ampliar las capacidades humanas. Cuando se
juega a rectificar a la naturaleza (esa madre en otro tiempo tenida
por sabia) es difícil volver a definir límite alguno.
Paradojas
“made in Spain”: los obispos y el autobús antitransfóbico
(o contratransfóbico, o transfílico, o anti-hazte oir, o
pro-no-te-hagas-oír-según-lo-que-vayas-a-decir)
fletado
por la Sexta TV, proclamando EXACTAMENTE LO MISMO.
¿Por
qué los LGTB critican a unos y aplauden a otros?
¿Nos lo
aclarará Iker Jiménez?
|
¿Qué
hay niños que nacen con indefinición sexual? Es un hecho. ¿Qué
su condición es deseable? La respuesta positiva solo expresaría un
disparate. Acoger y respetar a estos niños es un imperativo ético
indiscutible, como se debe acoger a los niños con Zika, síndrome
de Down o autismo. Pero convertir su condición en categoría
equiparable a la de los niños definidos sexualmente es un error
científico y una irresponsabilidad moral. A quien me responda que
tienen derecho a vivir la condición que les ha tocado le respondo
que justamente ese derecho es el que la ideología de género pone
en tela de jucio respecto al 99´9 % de los demás niños. ¿Solo la
excepción es respetable? Hace tiempo se les sometía a reasignación
de sexo, algo en lo que la medicina y la psiquiatría más
irresponsable vieron una oportunidad de negocio fabulosa, vendiendo
a la sociedad la ocurrencia de que la sexualidad era moldeable en
los niños pese a las incontestables
evidencias contrarias.
Si
existe un factor que distorsiona la realidad natural del hecho sexo
es el químico: no son los sentimientos, sino los llamados
“disruptores endocrinos” los que pueden bloquear el normal
desarrollo hormonal y causar daños en el sistema endocrino que se
manifiestan como reversión del normal desarrollo sexual. Está
comprobado que un compuesto como la atrazina cambia la orientación
sexual de las especies que han sido expuestas a sus efectos. El
hecho es que no hay muchas cortapisas a investigarlos en ranas, pero
obviamente la investigación en sujetos humanos no se puede hacer en
laboratorio. En cambio … ¡se hace en el mundo real!
La
atracina está siendo utilizada como herbicida a diario y está
siendo añadida a sistemas de aprovisionamiento de agua. La
generalización del uso de pesticidas que la incluyen aumenta las
probabilidades de contraer cáncer, de manifestar alteraciones de la
conducta y anomalías reproductivas. Desde hace diez años se sabe
que causa desequilibrios hormonales, y que estos se manifiestan con
mayor incidencia en los niños. ¿Qué consecuencias ha tenido la
denuncia de estos efectos? Desde luego no han sido las de parar el
negocio, sino más bien las de perseguir, desacreditar y hacer la
vida imposible a los científicos que están detrás de estos
estudios.
Contaminan
nuestras ideas para compensar
la contaminación previa de nuestro organismo. |
El
caso es que existen cada vez más casos de malformaciones genitales
relacionadas con los pesticidas y los productos transgénicos. Eso
sí, si dejamos de ver estos casos como intoxicaciones inducidas por
patógenos y celebramos como auténticos ignorantes -ya se sabe,
sarna con gusto no pica- la “enriquecedora diversidad” que
representan, ¿cuál es el problema? Solo falta que los convencidos
por la ideología de género -ideología degenerada, en realidad-
vayan en procesión a darle las gracias a Monsanto y a Bayer por
intoxicarnos, castrarnos químicamente y apartarnos de nuestra
definición natural. ¡Como deben estarse riendo de toda la polémica
de la última semana!
Se
que en los tiempos de aborregamiento en masa que corren decir lo que
expone este artículo es un “crimen mental” orwelliano, pero de
todo el debate sobre lo que tienen los niños y las niñas como
carácteres sexuales primarios se está excluyendo la clave que
explica la importancia del debate (y el furor censor de los poderes
fácticos vendidos a los dólares de la mafia farmacéutica). Se está
sometiendo el normal desarrollo hormonal de los menores a disruptores
que amenazan con convertir a niños que deberían crecer sanos en
monstruos de Frankenstein cuya identidad les es robada, y cuyas
mentes carecen de las claves para entender la intoxicación a que
están siendo sometidos.
Porque
a lo que estamos asistiendo es, sencillamente, a un envenenamiento
ideológico que busca enmascarar uno previo, de naturaleza química.
Y el instrumento de esa infección ideológica es el “lobby LGTB”,
que disfraza el condicionamiento químico de ejercicio de libertad,
un “derecho a ser diferente” cuando el daño causado por
pesticidas, transgénicos, chemtrails, ftalatos, disruptores
endocrinos, bisulfitos, glutamato y otras agresiones más o menos
disimuladas obligan a ser diferente sin posibilidad de elección.
¿Cabe mayor cinismo?
Nunca
en la historia nuestro ADN se ha visto sometido a tantas
agresiones
mediante los alimentos, la contaminación ambiental
(microondas, radiactividad, polución)
|
Cuando
la diferencia es una imposición no cabe hablar de imposición, solo
de sometimiento. Si
en los años de la talidomida,
una época de parecida manipulación, pero de mayor conciencia
ciudadana, una campaña publicitaria hubiera pregonado que “hay
niños con brazos y niños con muñones, así de sencillo” la
reacción pública no hubiera sido precisamente la aceptación. Tampoco
creo que las madres de niños deformes en Irak, cortesía de EE.UU. y
su uso ilegal de bombas de uranio empobrecido, les hiciera mucha
gracia una campaña de “normalización” de la focomelia en
términos similares.
Pero
esta semana hemos tenido en España una acogida a una campaña
análoga que dice muy poco de la salud mental, capacidad crítica y
resistencia a la tomadura de pelo de la ciudadanía, que se ha
volcado en forma de jauría humana … contra la campaña contraria.
Todo un éxito de los manipuladores. Hoy en día la ingeniería
social dicta lo que hay que opinar y el que se salga de los estrechos
márgenes del discurso oficial ya sabe a que se arriesga.
Pero,
al final: ¿los niños tienen pene o no tienen pene?
|
Y
sin embargo, ¿cabe algo más estúpido que celebrar la
desestructuración hormonal y biológica como un triunfo de la
libertad? ¿Tiene sentido invitar a un niño, a una persona aún
indefinida por naturaleza, a cambiar de sexo cuando su personalidad
no está definitivamente formada? ¿Es criminal proclamar el hecho de
que el 99,996 % de la población encuentra coherencia entre sus
genitales y el género que pusieron en su partida de nacimiento?
¿Tiene sentido luchar contra los condicionantes sexuales que la
naturaleza nos ha otorgado atiborrando de hormonas, esteroides e
inhibidores químicos a quien emprende el camino de la autonegación
quirúrgica? ¿Se debe permitir ejercer su delirio a los adictos a la
cirugía plástica y a la automutilación incluso cuando son menores
de edad?
Estas
son las preguntas que se están escamoteando al debate, y no por
casualidad. En breve tiempo, la exposición a químicos puede acabar
pervirtiendo la fisiología de un porcentaje de la población muy
superior a ese menos del 0.1 % que hoy son víctimas, pero que,
maquiavélicamente, nos son presentados como modelos. Cuando empiece
a ocurrir, la venda estará ya puesta antes de la herida merced a una
de las campañas más perversas que ha efectuado la élite “trans”
que nos gobierna.
¡Paren
el genocidio fármaco-químico, inconscientes!
|
Si
en los 70, cuando eran uno de cada 10.000, “alguien” hubiera
realizado una campaña a favor de la aceptación de los niños
autistas, nos hubiera chocado tanta insistencia en pro de un fenómeno
marginal. Pero una campaña así hubiera preparado el terreno para la
realidad presente: uno de cada 50 niños en EE.UU. es autista a dia
de hoy (gracias, mafia farmacéutica).
Si
mi hipótesis es correcta, auguro una inminente epidemia de
dimorfismo sexual inducido: decenas, cientos, miles de niños con
anormalidades genitales frente a las cuales el borregomatrix no
exigirá responsabilidades, sino que ejercerá la tolerancia, la
aceptación y la ignorante resignación, que es lo que los medios le
han ordenado.
Además,
ya sabe cuál es la solución: reasignación de género,
transexualización, cirugía puntual y químicos de por vida, traumas
a tratar, malformaciones físicas y psicológicas, incapacidad para
reproducirse normalmente y necesidad de reproducción asistida, “eres
lo que sientes ser” y quien no te facilite aceptar tu fantasía es
un criminal, consecuentemente, nula resistencia a la frustración,
nula resiliencia, manipulabilidad y desarraigo … negocio para la
psiquiatría, el Big Pharma, y las multinacionales que te necesitan
enfermo para multiplicar sus beneficios.
¿Dónde
está el negocio?, proponía como “Qui prodest?” con el que
analizar la situación.
Ahora
ya sabes que está en tu dependencia de quienes te venden una
libertad que no es sino una falsa apariencia con que disimular el
sometimiento de la identidad a lo mercantil, aprovechando la
inocencia de los niños como punta de lanza de toda esta
manipulación. Así que, como corolario de este análisis, le dejo la
última palabra a un niño (todo sea que me cierren el blog):
https://www.youtube.com/watch?v=bi-uS2fdQp4
(posesodegerasa)
No hay comentarios:
Publicar un comentario