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8.3.17

Contaminan nuestras ideas para ocultar la de nuestro organismo

LA CAMPAÑA DE LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO                       

Cada vez que la propaganda del gobierno se empecina en una campaña aparentemente integradora, filantrópica o benefactora deberíamos sospechar de intenciones ocultas. Nadie medianamente despierto puede creer ya en las rectas intenciones del poder. Más bien, ante cada movimiento paternalista del Sistema la pregunta que cabe hacerse es, lisa y llanamente “¿Donde está el negocio?”. 

Solo cuando damos con la respuesta tenemos ya las claves para entender cómo y por qué se nos pretende engañar. Y el negocio no es solamente el incremento recaudatorio (tasa sobre el CO2, p. ej.), sino en ocasiones evitar su disminución (“impuesto al sol”) o silenciar responsabilidades, lo que evita la reclamación de indemnizaciones. O … El poder sabe mentir, corromper y engañar para salirse con la suya.

En tiempos de engaño universal decir la verdad es un acto revolucionario”
(George Orwell, ¿Quién si no?)

Cuando la empresa de publicidad Chrysallis Euskal Herria empapeló las marquesinas de las tres capitales vascas y de Pamplona con imágenes de niños desnudos bajo el lema “hay niñas con pene y niños con vulva, así de sencillo” saltaron las alarmas entre los grupos más radicalizados ideológicamente, y más atentos a estas, llamemósles, “singularidades”. Entre estos grupos, obviamente, está la asociación ultracatólica “Hazte oir”, cuyo contraataque fue el de divulgar por medio de un autobus la obviedad (al menos para el 99´996 % de los casos) de que “Los niños tienen pene y las niñas tienen vagina”.


Hasta aquí lo sobradamente conocido, debatido y, como era de esperar, desquiciadamente enfocado.
Lo que provoca esta entrada es la sospecha de que, una vez más, detrás de la histeria desatada con una cuestión bizantina (otra vez a vueltas con el sexo de los ángeles) estamos desaprovechando la ocasión de entender, tomar postura y defender la verdad y el bien común.

Los niños buscan agradar. La conducta que se les recompensa es la que repiten.
Sin el aplauso de los padres muchas conductas no existirían.
Pero,claro como no tienen criterio…

Porque, en primer lugar, se está utilizando como arma arrojadiza a personas que, por su edad, se hallan en una indefinición absoluta que afecta también a lo sexual, un ámbito en el que la curiosidad, la exploración inocente y la provisionalidad de planteamientos, algo absolutamente natural, está siendo convertido en espacio de intrusión del maximalismo ideológico, y de un ánimo de manipulación sencillamente indecente.

En segundo lugar, porque la sociedad civil ha perdido -otra vez- la posibilidad de hacer oir su voz, renunciando a pronunciarse razonablemente y cediendo el espacio en que podría hacerlo a los gritos iracundos de los extremistas de ambos signos. Y la sensatez tiene cosas que decir respecto a esta polémica.

En primer lugar, que la identidad -toda identidad, no solo la sexual- es una construcción, no un sentimiento. Hay quien “se siente” un gato atrapado en un cuerpo humano (no, no es broma), y reclama un respaldo social a su delirio. Yo puedo sentirme piloto comercial, pero si logro ser secundado en mi pretensión de pilotar un vuelo transatlántico la cosa no iba a tener tanta gracia como en “Aterriza como puedas”. El límite a las pretensiones de reconocimiento está en el mantenimiento de un cierto orden de la convivencia.

Podemos enseñar a los niños a aceptar sus limitaciones.
O podemos mentirles haciendoles creer que su deseo -y no los hechos-
determina la realidad. Aunque no la determine.

En segundo lugar, los niños, por estarse aún desarrollando y experimentar los vaivenes de ese proceso juegan con roles en los que su afán por complacer y la necesidad de reconocimiento pueden forzar el instalarse en alguno de los menos convenientes para ellos. Y con ello no estarán plasmando su elección, sino la del adulto que, frente a la pretensión de ayer de ser explorador se muestra tan reconocido hoy al juego de su hijo de ser exploradora que le impone esa identidad, fijándola en su mente. Y esa es otra forma de abuso infantil: la exigencia de que el menor asuma un deseo que no es suyo, sino que le ha sido inducido. No muy distinto al que se perpetra cuando se le exige que protagonice las fantasías navideñas que sus padres le imponen, pero más costoso para él en tanto no está tan asumido como aquellas. Al menos mientras la machacona propaganda gubernamental no de sus frutos.

Porque hablar de niños transexuales es tan absurdo como hablar de niños astronautas. (Como regla general) no existen como tales. Existen niños que juegan con roles de género al igual que hay niños que juegan a ser astronautas. Tan absurdo es fijarles su identidad en una posibilidad a la larga contraproducente como someterles a entrenamiento de aceleración gravitatoria en la NASA.

Otra cosa es que estemos hablando de esa broma pesada que gasta a veces la naturaleza a un porcentaje muy reducido de niños (menos de un 1 %) que padecen disforia de género: los raros casos llamados Turner (un solo cromosoma X) y Klinefelter (cromosoma XXY), hermafroditismo (un caso por millón), etc., causadas por anomalías en el genoma o en el desarrollo embrionario. Supongo que no hace falta decir que quienes padecen estas alteraciones son seres humanos merecedores del mayor de los respetos, por si alguien pensase que estoy pretendiendo estigmatizarles. Lo que no es razonable es “normalizar” la anomalía hasta el punto de convertir su presencia en algo deseable.

Existen personas sordas o ciegas, pero si alguien desea, o incluso pide a los médicos que induzcan la sordera o la ceguera a su hijo está atentando contra un derecho fundamental. Y nuevamente no se trata de un ejemplo que pongo al azar: existen parejas que han utilizado la selección genética para transmitir su discapacidad, en contra del principio natural por el que la variabilidad reproductiva sirve para ampliar las capacidades humanas. Cuando se juega a rectificar a la naturaleza (esa madre en otro tiempo tenida por sabia) es difícil volver a definir límite alguno.

Paradojas “made in Spain”: los obispos y el autobús antitransfóbico (o contratransfóbico, o transfílico, o anti-hazte oir, o pro-no-te-hagas-oír-según-lo-que-vayas-a-decir)
fletado por la Sexta TV, proclamando EXACTAMENTE LO MISMO.
¿Por qué los LGTB critican a unos y aplauden a otros? 
¿Nos lo aclarará Iker Jiménez?

¿Qué hay niños que nacen con indefinición sexual? Es un hecho. ¿Qué su condición es deseable? La respuesta positiva solo expresaría un disparate. Acoger y respetar a estos niños es un imperativo ético indiscutible, como se debe acoger a los niños con Zika, síndrome de Down o autismo. Pero convertir su condición en categoría equiparable a la de los niños definidos sexualmente es un error científico y una irresponsabilidad moral. A quien me responda que tienen derecho a vivir la condición que les ha tocado le respondo que justamente ese derecho es el que la ideología de género pone en tela de jucio respecto al 99´9 % de los demás niños. ¿Solo la excepción es respetable? Hace tiempo se les sometía a reasignación de sexo, algo en lo que la medicina y la psiquiatría más irresponsable vieron una oportunidad de negocio fabulosa, vendiendo a la sociedad la ocurrencia de que la sexualidad era moldeable en los niños pese a las incontestables evidencias contrarias.

Si existe un factor que distorsiona la realidad natural del hecho sexo es el químico: no son los sentimientos, sino los llamados “disruptores endocrinos” los que pueden bloquear el normal desarrollo hormonal y causar daños en el sistema endocrino que se manifiestan como reversión del normal desarrollo sexual. Está comprobado que un compuesto como la atrazina cambia la orientación sexual de las especies que han sido expuestas a sus efectos. El hecho es que no hay muchas cortapisas a investigarlos en ranas, pero obviamente la investigación en sujetos humanos no se puede hacer en laboratorio. En cambio … ¡se hace en el mundo real!

La atracina está siendo utilizada como herbicida a diario y está siendo añadida a sistemas de aprovisionamiento de agua. La generalización del uso de pesticidas que la incluyen aumenta las probabilidades de contraer cáncer, de manifestar alteraciones de la conducta y anomalías reproductivas. Desde hace diez años se sabe que causa desequilibrios hormonales, y que estos se manifiestan con mayor incidencia en los niños. ¿Qué consecuencias ha tenido la denuncia de estos efectos? Desde luego no han sido las de parar el negocio, sino más bien las de perseguir, desacreditar y hacer la vida imposible a los científicos que están detrás de estos estudios.

Contaminan nuestras ideas para compensar 
la contaminación previa de nuestro organismo.

El caso es que existen cada vez más casos de malformaciones genitales relacionadas con los pesticidas y los productos transgénicos. Eso sí, si dejamos de ver estos casos como intoxicaciones inducidas por patógenos y celebramos como auténticos ignorantes -ya se sabe, sarna con gusto no pica- la “enriquecedora diversidad” que representan, ¿cuál es el problema? Solo falta que los convencidos por la ideología de género -ideología degenerada, en realidad- vayan en procesión a darle las gracias a Monsanto y a Bayer por intoxicarnos, castrarnos químicamente y apartarnos de nuestra definición natural. ¡Como deben estarse riendo de toda la polémica de la última semana!

Se que en los tiempos de aborregamiento en masa que corren decir lo que expone este artículo es un “crimen mental” orwelliano, pero de todo el debate sobre lo que tienen los niños y las niñas como carácteres sexuales primarios se está excluyendo la clave que explica la importancia del debate (y el furor censor de los poderes fácticos vendidos a los dólares de la mafia farmacéutica). Se está sometiendo el normal desarrollo hormonal de los menores a disruptores que amenazan con convertir a niños que deberían crecer sanos en monstruos de Frankenstein cuya identidad les es robada, y cuyas mentes carecen de las claves para entender la intoxicación a que están siendo sometidos.

Porque a lo que estamos asistiendo es, sencillamente, a un envenenamiento ideológico que busca enmascarar uno previo, de naturaleza química. Y el instrumento de esa infección ideológica es el “lobby LGTB”, que disfraza el condicionamiento químico de ejercicio de libertad, un “derecho a ser diferente” cuando el daño causado por pesticidas, transgénicos, chemtrails, ftalatos, disruptores endocrinos, bisulfitos, glutamato y otras agresiones más o menos disimuladas obligan a ser diferente sin posibilidad de elección. ¿Cabe mayor cinismo?

Nunca en la historia nuestro ADN se ha visto sometido a tantas agresiones 
mediante los alimentos, la contaminación ambiental (microondas, radiactividad, polución)

Cuando la diferencia es una imposición no cabe hablar de imposición, solo de sometimiento. Si en los años de la talidomida, una época de parecida manipulación, pero de mayor conciencia ciudadana, una campaña publicitaria hubiera pregonado que “hay niños con brazos y niños con muñones, así de sencillo” la reacción pública no hubiera sido precisamente la aceptación. Tampoco creo que las madres de niños deformes en Irak, cortesía de EE.UU. y su uso ilegal de bombas de uranio empobrecido, les hiciera mucha gracia una campaña de “normalización” de la focomelia en términos similares.

Pero esta semana hemos tenido en España una acogida a una campaña análoga que dice muy poco de la salud mental, capacidad crítica y resistencia a la tomadura de pelo de la ciudadanía, que se ha volcado en forma de jauría humana … contra la campaña contraria. Todo un éxito de los manipuladores. Hoy en día la ingeniería social dicta lo que hay que opinar y el que se salga de los estrechos márgenes del discurso oficial ya sabe a que se arriesga.

Pero, al final: ¿los niños tienen pene o no tienen pene?

Y sin embargo, ¿cabe algo más estúpido que celebrar la desestructuración hormonal y biológica como un triunfo de la libertad? ¿Tiene sentido invitar a un niño, a una persona aún indefinida por naturaleza, a cambiar de sexo cuando su personalidad no está definitivamente formada? ¿Es criminal proclamar el hecho de que el 99,996 % de la población encuentra coherencia entre sus genitales y el género que pusieron en su partida de nacimiento? ¿Tiene sentido luchar contra los condicionantes sexuales que la naturaleza nos ha otorgado atiborrando de hormonas, esteroides e inhibidores químicos a quien emprende el camino de la autonegación quirúrgica? ¿Se debe permitir ejercer su delirio a los adictos a la cirugía plástica y a la automutilación incluso cuando son menores de edad?

Estas son las preguntas que se están escamoteando al debate, y no por casualidad. En breve tiempo, la exposición a químicos puede acabar pervirtiendo la fisiología de un porcentaje de la población muy superior a ese menos del 0.1 % que hoy son víctimas, pero que, maquiavélicamente, nos son presentados como modelos. Cuando empiece a ocurrir, la venda estará ya puesta antes de la herida merced a una de las campañas más perversas que ha efectuado la élite “trans” que nos gobierna.

¡Paren el genocidio fármaco-químico, inconscientes!

Si en los 70, cuando eran uno de cada 10.000, “alguien” hubiera realizado una campaña a favor de la aceptación de los niños autistas, nos hubiera chocado tanta insistencia en pro de un fenómeno marginal. Pero una campaña así hubiera preparado el terreno para la realidad presente: uno de cada 50 niños en EE.UU. es autista a dia de hoy (gracias, mafia farmacéutica).

Si mi hipótesis es correcta, auguro una inminente epidemia de dimorfismo sexual inducido: decenas, cientos, miles de niños con anormalidades genitales frente a las cuales el borregomatrix no exigirá responsabilidades, sino que ejercerá la tolerancia, la aceptación y la ignorante resignación, que es lo que los medios le han ordenado.

Además, ya sabe cuál es la solución: reasignación de género, transexualización, cirugía puntual y químicos de por vida, traumas a tratar, malformaciones físicas y psicológicas, incapacidad para reproducirse normalmente y necesidad de reproducción asistida, “eres lo que sientes ser” y quien no te facilite aceptar tu fantasía es un criminal, consecuentemente, nula resistencia a la frustración, nula resiliencia, manipulabilidad y desarraigo … negocio para la psiquiatría, el Big Pharma, y las multinacionales que te necesitan enfermo para multiplicar sus beneficios.

¿Dónde está el negocio?, proponía como “Qui prodest?” con el que analizar la situación.
Ahora ya sabes que está en tu dependencia de quienes te venden una libertad que no es sino una falsa apariencia con que disimular el sometimiento de la identidad a lo mercantil, aprovechando la inocencia de los niños como punta de lanza de toda esta manipulación. Así que, como corolario de este análisis, le dejo la última palabra a un niño (todo sea que me cierren el blog): https://www.youtube.com/watch?v=bi-uS2fdQp4

(posesodegerasa)


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