Los
océanos y mares se nos presentan enormes, extensos y sin límites.
Son símbolos de la dinámica de la vida con los que el ser humano ha
creado mitos y arquetipos universales. Todo sale del mar y todo
regresa al mar. Es el lugar de los nacimientos, las transformaciones
y los renacimientos. Las aguas en movimiento simbolizan un estado
transitorio, una situación ambivalente que puede ser buena o mala.
De ahi que los océanos sean imagen de la vida y de la muerte.
Mares
y océanos nos representan la imagen primordial algo borrosa, cuando
los principios se nos presentan como indeterminados. Es el Arnava, el
mar informal y tenebroso de las aguas inferiores desde donde el
espíritu divino se nos muestra y desarrolla. Un espíritu divino que
se nos aparece sobre las aguas en forma de isla, huevo, loto o como
un frondoso cañaveral. Así es el océano sobre el que descansa y
duerme Vishnú.
Todos
nosotros poseemos una memoria oceánica, ya seamos habitantes de
tierra adentro o residamos junto a la costa. Las correspondencias
entre los mares profundos y nuestra psique son tales que ambas pueden
ser la forma visible o invisible de la misma realidad. La fluidez
subterránea y la fluidez celestial están unidas desde el primer
instante, podríamos decir que, vienen incorporadas en el programa
original que gestiona todo este "tinglado".
Las
regiones más profundas de nuestros océanos nos son completamente
desconocidas y permanecen ocultas e impenetrables. Con las
profundidades de la psique, nos ocurre lo mismo y estamos muy lejos
de poder conocer todos los secretos que nos esconde.
Los
mares y océanos tambien representan las aguas superiores del Nirvana
y del Tao:
"El
Tao es al mundo como el mar a los ríos."
"Allí
confluyen todas las aguas sin llenarlo y todas las aguas salen de
allá sin vaciarlo. He aquí porque voy al mar."
Pero
los mares y océanos no siempre están tranquilos. Un océano agitado
complica la llegada a buen puerto. Estamos ante el famoso "mar
de las pasiones" donde los pensamientos y los sentimientos
provocan la peor de las tempestades psiquicas. Son un tipo de
tempestades que conviene saber y poder dominar, a no ser que te guste
naufragar. Es un excelente lugar para poder experimentar y aprender
ciertas lecciones que ninguna universidad enseña.
"Quien
ha cruzado el mar con sus tiburones y demonios, con sus olas
terroríficas, tan difíciles de salvar,... se dice que ha llegado al
fin del mundo y que ha partido al más allá."
En
el antiguo Egipto el nacimiento de la tierra y de la vida se concebía
como una acción del océano, como cuando el Nilo decrecía y la
tierra que surgía era apta para el cultivo. La creación de los
propios dioses, también surge de la aguas primordiales. El padre de
todos los dioses recibía el nombre de "la Tierra que emerge".
Los
mares y los océanos respiran y vibran constantemente, las olas son
una buena muestra de que los mares están vivos y son poseedores de
una gran fuerza y poder. El océano es la madre de todas las madres,
es la Gran Rueda en cuyo continente líquido apareció y se
desarrolló la Vida. No es de extrañar que muchas personas adoren
nadar en el mar en un momento muy concreto del día: cuando amanece.
Nuestros
cuerpos están repletos de diferentes corrientes y flujos líquidos
que se mueven y evolucionan sometidos a la atracción rítmica del
Sol y la Luna. Mares de sangre, mares salados, aguas dulces
cristalinas,... todo evoluciona a ritmo del Sol y la Luna.
En
el Himno a la Creación del Rig Vedá, encontramos unas frases que
nos muestran que la sabiduría oriental hace milenios que conoce que
las aguas son el origen de todo:
"Entonces
no había ni inexistencia ni existencia.
No
existía ni el reino del espacio,
ni
el cielo que esta más allá.
¿Qué
se movía?
¿Dónde?
¿Para
proteger a quién?
Había
agua con una profundidad insondable"
Muchos
son los autores que también han relacionado los mares y océanos
profundos con el final de los tiempos. Bajo este contexto, todo acaba
tal y como un día comenzó. En la obra "Entre la tierra y el
mar" de Joseph Conrad encontramos un bonito ejemplo de esta
analogía acuosa:
"No
era mar gruesa, era un mar enloquecido. Supongo que el fin del mundo
será algo parecido."
Las
aguas y el fin del mundo van de la mano en una pesadilla que mucha
gente sufre, donde una ola gigantesca lo engulle todo. Y es que el
poder del agua es igual de devastador que el poder del fuego. Un buen
ejemplo lo encontramos en el Diluvio Universal, donde un dios muy
cabreado utiliza el poder de las aguas para ahogar a todo ser
viviente que no tuviera un billete para subir a una arca.
Johnny
McClue 2018
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