La caída del ser humano
La
caída del ser humano es el primer artículo de la serie «Pensar con
el corazón.» Partiendo de dos elementos que se repiten en la
mayoría de las cosmogonías a escala global —la caída del Ser
Humano y la gran catástrofe diluviana—, el profesor Carlos Enrique
Delfino recoge una serie de vestigios y conocimientos que considera
fundamentales para explicar el sistema “extranjero-extraño” que
habita en el ser humano y que es culpable de todos sus males.
Desde
el Campo de Información Cósmica o ámbito de la conciencia donde se
encuentra la totalidad de la información que habilita la unión del
todo en el Universo, hasta las evidencias genéticas de la gran
intervención prehistórica de la raza humana y la consecuente
programación ilusoria de la demente entidad virtual llamada ego
—cuya principal función es separarnos del entorno—, Carlos
Delfino desarrolla las bases y fundamentos científicos de la
cosmovisión Vida
Coherente,
que ya ha logrado ofrecer una solución con resultados comprobados
para escapar del caos.
El
Campo de Información Cósmica
Hay
dos elementos que se repiten en la mayoría de las cosmogonías a
escala global. Uno es la caída del Ser Humano y, el otro —muchas
veces consecuencia del primero— la gran catástrofe, que en la
cosmogonía del Génesis bíblico se denomina como “diluvio
universal”, aunque no fue universal sino que ocurrió en un sector
específico del planeta que estaba habitado.
Estos
elementos, que se repiten en diferentes épocas y en culturas muy
distantes del planeta, no son ninguna casualidad. Existe una memoria
formada por toda esa información a la que todas las culturas, sin
importar el tiempo y el espacio, tuvieron acceso. Y es en el ámbito
de la conciencia donde se encuentra la totalidad de la información
cósmica.
Se
trata de una base de datos que contiene la verdad de lo que
aconteció, de lo que está pasando y de lo que sucederá en las
diferentes líneas de tiempo. Los humanos no necesitan que venga
alguien de afuera a contarles o enseñarles. Ya sabe dónde está la
base de datos confiable, y muchos sabemos cómo acceder a ella y
utilizarla con diferentes grados de precisión.
Como
se trata de un tema de índole exclusivamente científica, su nombre
varía según cada científico. Y también hay quienes han tratado de
mistificarlo y terminan diciendo disparates y ridiculeces.
Por
ejemplo, Ervin Laszlo, uno de los filósofos de la ciencia más
respetados de la historia, le llamó campo akáshico, en honor al
akasha del hinduismo, que es uno de los dos elementos que componen el
universo, en este caso la “información” y la “energía”,
siempre juntas y en mutua dependencia, o el “prana” en sánscrito.
Pero
después vinieron los místicos —y no cualesquiera, pues esta fue
una idea teosófica respetable— y hablaron de unos “registros
akáshicos” que tienen una cantidad de características
sobrenaturales que no vienen al caso. Y aunque las creencias de todos
ellos son respetables, en la ciencia las creencias no tienen valor.
Laszlo
no se refirió a nada de esto. Pero hay muchas formas de denominarlo.
David Bohm lo llamó “orden implicado”, Jacobo
Grinberg “Lattice”,
John Hagelin “Campo Unificado”, Vida Coherente “el Campo de
Información Cósmica” (CIC). Y hay otras tantas formas de
llamarlo, como el “campo de super cuerdas” o el “vacío
cuántico.” Pero lo que todas tienen en común es que siempre se
refieren a lo mismo: la base de datos cósmica, el campo holográfico
fuera del continuo tiempo-espacio, que contiene la suma de la
información de absolutamente todo lo que ha existido, lo que existe
y lo que existirá, dependiendo de la línea de tiempo (las líneas
de tiempo no son infinitas, hay un grupo de líneas probables,
algunas más probables que otras, pero todas dependen de las
decisiones humanas).
La
gran intervención de la raza humana
Los
que vinieron desde “afuera” alguna vez en la prehistoria ya
hicieron lo que querían hacer. Sus linajes siguen aquí y nosotros
somos sus esclavos. No vendrá otra raza para ayudarnos. En todo caso
vendrán por su conveniencia, a robar y mentir. Esto es obvio por dos
razones principales: Quien está en esta frecuencia de realidad no es
una entidad fiable, tiene el mismo desequilibrio regresivo e
involutivo que todos tenemos (la fuerza caótica supera a la
evolutiva, por lo tanto, no tienen “buenas intenciones”, tienen
deseos y les convienen muchos recursos de aquí (como el mismo
humano). Además, la responsabilidad de arreglar el desastre
prehistórico es nuestra, no la podemos endosar, y no solo debemos
arreglar esa situación, sino que también sabemos cómo hacerlo.
Aquellos que esperan o creen en ayudas foráneas, insultan nuestra
inteligencia de manera agresiva.
Todo
en el Cosmos es vibración. ¿Hasta cuándo entenderemos que vivimos
en una vibración tan baja que no permite que existan entidades
confiables al cien por ciento? Puede haber gente que viva con
principios, pero no es lo natural. Es por eso que en Vida Coherente
no hay creencias, solo fundamentos y cada vez más resultados.
Una
mujer está trabajando en su auto sanación de cáncer. Los
resultados de sus estudios son cada vez mejores, tanto que los
médicos no entienden lo que pasa. Ella misma me ha pedido que lo
cuente “para crear realidades”, lo que muestra una buena
comprensión del paradigma Vida Coherente. Todos se pueden auto sanar
de cualquier cáncer sin importar la fase en la que se encuentre. Lo
sabemos porque lo hemos visto muchas veces.
Con
respecto a la intervención prehistórica, esa violación de nuestra
raza que lamentablemente ocurrió, no se trata de una opinión sino
de un hecho científico. Dos más dos son cuatro y no hay dios que
pueda decir lo contrario. Desde hace mucho tiempo ya había
antecedentes sobre el tema en la misma revista científica que
publicó, en 2013, el tremendo hallazgo de la intervención del ADN
humano.
En
una edición de 1973 de la revista Icarus, el Premio Nobel de
medicina Francis Crick (1) junto con el laureado químico Leslie
Orgel (2) exponen la teoría de la panspermia
dirigida,
que se refiere al transporte intencionado de microorganismos enviados
a la Tierra a través del espacio para iniciar la vida:
“El
ADN humano fue ‘pensado’ —afirma el premio Nobel. Su
complejidad no puede ser otra cosa que la ingeniería de una o varias
civilizaciones no humanas.” (3)
Dicha
complejidad no se podría explicar sin la intervención de múltiples
razas en la construcción del genoma humano original. Los científicos
hasta elaboraron una estimación de veinte razas involucradas en base
a la impresionante complejidad del ADN.
Pero
la intervención —y no el origen del genoma humano— es un tema
mucho más reciente que no descarta la posibilidad de que el famoso
código descubierto en el ADN humano pudo ser colocado en el genoma
original, con una orden para activarse después de miles o millones
de años. Esa es una posibilidad. Sin embargo, diversos vestigios
permiten afirmar que esa no era la línea evolutiva natural que le
correspondía a nuestra raza.
No
somos una monstruosidad del universo, no fuimos fabricados como la
entidad del doctor Frankestein. Somos entes que teníamos que existir
y, muy probablemente ya tuvimos una edad de oro, previa a la
intervención. Este es otro de los elementos que se repiten en las
cosmogonías antiguas y que también puede ser la causa de ese
recuerdo lejano, de esa nostalgia de algo antiguo y hermoso que todos
tenemos incorporado y que a menudo es la causa que genera todas las
patrañas religiosas primigenias, así como otras más actuales como
las imaginadas por los “nueva-eristas” que esperan una nueva era
de oro, con maestros ascendidos y montones de cosas que no se pueden
comprobar.
La
Nueva Era (o ir al cielo para las religiones), implica volver a un
pasado que aún recordamos, y no tiene nada que ver con la conclusión
de un trabajo de investigación ni muchos menos responde a un método
científico. En pocas palabras: “no es algo serio.”
Todas
las características de la raza humana actual apuntan a un antiguo
plan de crear esclavos para que trabajen con intereses exógenos a
este planeta. No es posible afirmar cuándo fue insertado el código,
ni quien lo colocó. Pero sí sabemos lo que es: un sistema
algebraico computacional, con una gran cantidad de algoritmos
(conjunto de órdenes para logran un fin), que dirige y manipula a
nuestra especie.
El
ego
Este
sistema es como un “extranjero-extraño”, tan extranjero y
extraño como esa demente entidad virtual llamada ego, cuya principal
función es separarnos del entorno y no tiene lugar alguno en nuestro
diseño anatómico. Quienes no ven la relación entre ambas cosas es
porque no quieren verla.
A
menudo nos escriben para preguntar si el ego ha sido estudiado por
algún especialista para afirmar que proviene de esos algoritmos. La
respuesta es no. Primero, porque lo que es tan obvio no requiere
investigación y segundo porque el ego no se puede estudiar, pues no
existe ni se sabe dónde está. Es una ilusión generada por todo el
cerebro (bajo las órdenes de uno de esos algoritmos), y la ciencia
no se dedica a estudiar ilusiones. Los sueños fueron estudiados en
el siglo XIX por Sigmund Freud, pero con un método que dista mucho
del científico.
En
el marco de la búsqueda de inteligencia extraterrestre a nivel
global (SETI), el matemático Vladímir Scherbak, de la Universidad
Al-Farabi de Kazajistán, y el astrobiólogo Maksim Makukov, del
Instituto Astrofísico Fesenkov, también en Kazajistán, aseguran
haber detectado rastros de información alienígena incorporados en
nuestro código genético.
En
su opinión, esta señal inteligente, que han denominado el “SETI
biológico”, es un sistema algebraico computacional tan complejo
que no pudo ser hecho por humanos. Este descubrimiento también fue
publicado en la revista Icarus, pero después se relegó al olvido y
jamás ha sido mencionado en algún plan de estudios de los sistemas
escolares del mundo. Como hemos explicado en la serie
“Descubrimientos
escondidos que cambiarían el mundo totalmente”,
publicada en los canales de Vida Coherente en YouTube y VIMEO, esa es
la fórmula que sigue el sistema “Mátrix” para ocultar las cosas
a plena luz.
Notas:
1.
Francis Harry Compton Crick (1916-2004) fue un físico, biólogo
molecular y neurocientífico británico, conocido sobre todo por ser
uno de los cuatro descubridores de la estructura molecular del ADN en
1953, junto con James Dewey Watson y Rosalind Franklin.
2.
Leslie Eleazer Orgel (1927 2007) fue un químico británico. En su
libro Los orígenes de la vida, Orgel acuñó el concepto de
“complejidad especificada” para describir el criterio por el cual
se distinguen los organismos vivos de la materia inerte. Su nombre se
ha popularizado por las llamadas leyes de Orgel y por ser uno de los
cinco principales investigadores de la NASA patrocinando el programa
NSCORT de exobiología.
3.
Francis Crick y Leslie Orgel. Revista Icarus, 1973 (vol. 19) pp. 341
– 346.
Fuente:
Carlos Delfino — Pensar con el corazón: La caída del ser humano.
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