EL ESTADO BUSCA APODERARSE DE LA VIDA DEL HOMBRE
SUS DECISIONES, SUS GUSTOS, SUS CREENCIAS, SUS IDEAS, SUS RELACIONES, SU FAMILIA, SU MISMA FELICIDAD...
Generación Idiota destaca el camino recorrido por muchas sociedades occidentales, enfermas de wokismo, hacia la “sociedad adolescente”. Además de tonterías, ¿podemos hablar de una generación perdida?
Agustín Laje: La generación estúpida se pierde en su incapacidad de mirar más allá de su propio ombligo narcisista. Este narcisismo insoportable, muchas veces disfrazado de “política despierta” y postura progresista, produce una cerrazón absoluta que se pierde en sí misma. Lo vemos, por ejemplo, en los más variados fenómenos, como los espacios seguros de ciertas universidades, la calificación de “discurso del odio” para anular cualquier idea que no se ajuste a la hegemonía progresista, la dominación del principio de autopercepción como medida de toda realidad posible, y el consecuente fin de la verdad como discurso que proyectamos hacia una realidad que está fuera de nosotros (esto es lo que podríamos llamar la "post-verdad")
Este odio a la verdadera diversidad (diversidad de
pensamiento, de creencias, de ideas, de posiciones políticas) está arruinando
definitivamente a la Generación Insensata, que se deja seducir por creer que la
diversidad avanza simplemente porque uno puede teñirse el pelo de verde,
sintiéndose en el cuerpo equivocado o acostarse con alguien del mismo sexo y celebrarlo
(como un gran logro) durante un mes entero cada año.
En una sociedad basada en el adolescente egocéntrico o el
niño rey, ¿cuál es el lugar de la vejez y la infancia?
Agustín Laje: Absolutamente ninguno. Por un
lado, el adolescentecentrismo se basa en una regla general que se podría
resumir en “lo nuevo es bueno, lo viejo es malo”. La vejez se
presenta a una sociedad centrada en la adolescencia como algo esencialmente
malo, en sentidos distintos pero similares: la vejez es anticuada; la
vejez trae consigo una moralidad que, debido a la aceleración del cambio
social, ya está superada; la vejez está tecnológicamente desfasada, en una
sociedad marcada precisamente por el cambio tecnológico exponencial; la
vejez, finalmente, en su proximidad a la muerte, recuerda la finitud de la
vida, en una sociedad donde la muerte equivale al fin absoluto.
Con respecto a la infancia, muchos sociólogos y politólogos
han denunciado en las últimas décadas una suerte de “proceso de
infantilización”. Pero el infante es demasiado inocente y demasiado puro
para confundirlo con el idiota adolescente que domina nuestro entorno cultural
y político. El infante, como su misma etimología indica, no tiene
voz. El infante es impotente: no puede determinarse a sí mismo, ni siquiera
pretender hacerlo. Por el contrario, el idiota centrado en el adolescente
reclama la plena autodeterminación, pero la deja incompleta o mutilada, porque
el componente de responsabilidad individual sigue ausente.
Toda la actual obsesión sexual infantil (que cada día se
radicaliza más) se debe al particular odio y desprecio que el idiota
adolescente siente por la idea de una fase de la vida en la que el individuo de
la especie humana vive bajo la dominación de las autoridades de su familia.
Recuerde a todas esas teóricas feministas de la década de
1970, que querían destruir toda autoridad familiar sobre los niños.
El “eterno adolescente” representaría el ideal del “superhombre” o del “hombre nuevo”. ¿Es
Greta Thunberg el mejor ejemplo de sociedad adolescente y redes
sociales, su "reino de los cielos"?
Agustín Laje: Este es un ejemplo muy relevante
por la amplitud de su cobertura mediática. Lo que Greta revela es algo
fuera de ella, a saber, que nuestra cultura está lista para creer que una
adolescente será el principio salvador de un apocalipsis climático. Greta
misma es un personaje poco interesante. Mírala cuando, finalmente, fue
interrogada en la calle por unos periodistas con los que no había concertado
una entrevista de antemano: la pobre chica no pudo responder ni una sola
pregunta inteligente que le habían hecho.
Lo interesante, en todo caso, es ver cómo las élites
utilizan la imagen de la adolescencia, encarnada por Greta, para dirigir a las
masas hacia unas expectativas, unas temáticas, unas consignas, unas emociones,
etc. Todo esto no solo se hace con el poder de las redes sociales, porque
Greta, en rigor, no es un personaje de las redes: es un personaje construido
por las principales empresas multimedia.
Hace unos años, un video mostró a un hombre blanco de
6 pies de altura haciéndose pasar por una mujer asiática y la mayoría de los
estudiantes universitarios aceptaron su percepción de la realidad. Después
de cambiar de sexo a voluntad, ¿es hora de cambiar de edad? ¿El culto a la
adolescencia abre la puerta al transaging?
Agustín Laje: La disolución del sexo como principio
de realidad abre ciertamente la puerta a la disolución de cualquier otro rasgo
identitario. Lo que sea. Piénselo de esta manera: si la materialidad
del sexo (es decir, su realidad fisiológica, anatómica, genética, etc.) se ha
derrumbado como la realidad del sexo frente a las presiones de la ideología de
género (es decir, las construcciones culturales en torno a la sexualidad y,
últimamente, la autopercepción como criterio definitorio de la identidad
sexual), ¿por qué no habría de colapsar otro criterio que, como la edad, ni
siquiera presenta una materialidad tan urgente? Efectivamente, la edad
depende del paso del tiempo. Pero el tiempo parece ser algo mucho menos
material que el sexo como biología.
El mismo ejercicio puede hacerse con cualquier otra
característica de identidad personal. Por ejemplo, la
nacionalidad. Si la nacionalidad es definida políticamente por el estado
y, en ese sentido, es mucho menos material (y por lo tanto evidente por sí
misma) que el sexo como biología, ¿por qué no podríamos abandonar también este
principio de definición bajo la autodefinición a través de la autopercepción de
la identidad nacional? Suena absurdo, pero es la misma lógica.
La moda y a la veneración de la
novedad son cada vez más efímeras. ¿Son la
insatisfacción y el consumo los estímulos de
la generación estúpida?
Agustín Laje: Efectivamente, la moda es cada vez
más efímera, y por eso es tan importante capturar el vacío. La moda sólo
existe en la medida en que cambia, depende en cierto modo del autosabotaje
permanente. Cuando todo el mundo “se pone a la moda”, la moda ya no puede
cumplir su promesa de dar una apariencia de identidad.
Hablas de “descontento”, propio del adolescente, y creo que
es así, aunque yo lo completaría con el problema de la
identidad. ¿Descontento con qué? Insatisfacción con uno mismo, con
quién o qué soy. La adolescencia, según Erik Erikson, es una etapa
caracterizada por la ausencia de una identidad bien definida. El
adolescente "tropieza" porque aún no sabe quién es
realmente. Ahora bien, creo que en nuestra cultura está pasando
exactamente lo mismo, pero a nivel sociológico.
La idea actual de que cada uno debe “inventar” su propia
identidad crea demasiada tensión social, demasiada inquietud. Quizá éramos
mucho más libres cuando ciertos rasgos de identidad no nos causaban tanto
malestar, porque ya se habían tenido en cuenta antes.
¿Ha asumido el mundo del espectáculo el papel de nuevos
héroes y santos para la generación de idiotas?
Agustín Laje: Este mundo se ha “democratizado”,
por así decirlo. Es decir, la gran promesa del actual sistema de
celebridad es que cualquiera, sin ningún criterio mediador, también puede ser
famoso. La democratización de la celebridad ha destruido los criterios por
los que uno se hacía famoso (habilidad excepcional, genialidad, sapiencia,
heroísmo, santidad, etc.) La gran promesa de las redes sociales y sus sistemas
basados en likes y seguidores es precisamente esa: poder ser famoso siendo
tan ordinario como yo.
Sin embargo, esta democratización de la celebridad ha sido
seguida por una intensificación de nuestra relación con las propias
celebridades, en la que estamos más influenciados por ellas que
nunca. Vivimos con ellos todo el día, todos los días. Están en todos
lados. Por eso se les llama hoy, más bien, influencers. En cierto
modo, aceptamos que nos influyan: además, queremos ser influenciados por ellos
porque, en una cultura centrada en la adolescencia, todos deseamos ser famosos también
algún día.
La vicepresidenta del Gobierno, Yolanda
Díaz, presentó su proyecto político con el objetivo de hacer feliz
a la gente. No sabemos qué droga, qué Soma, usará, pero ¿todas estas
buenas intenciones no esconden lo peor del totalitarismo?
Agustín Laje: Esconde lo que yo llamo en mi
libro “el estado niñera”, que es en realidad una especie de totalitarismo
ligero. El Estado busca apoderarse de toda la vida del hombre: sus
decisiones, sus gustos, sus creencias, sus ideas, sus relaciones, su familia,
¡su misma felicidad! Ya lo hemos visto, por ejemplo, en Venezuela, donde
el chavismo creó el “Ministerio de la Felicidad”.
La novedad del estado niñera es que trata a sus súbditos
como si fueran, de hecho, adolescentes tontos. Ya no los priva de su
libertad en nombre de la "lucha de clases", en nombre del
"espíritu del pueblo", del "espíritu nacional", o de todo
lo que sirvió de excusa liberticida a los totalitarismos del siglo XX: los
priva de su libertad en nombre de la felicidad de los que priva.
El movimiento estúpido viene de arriba, de las
élites. ¿Es la Nueva Derecha la rebelión, la respuesta a este
totalitarismo?
Agustín Laje: Así termino el libro, proponiendo un
modelo de rebelión contra el imperio del idiota y, por supuesto, sus
titiriteros: las élites que lo utilizan. Si hay algo que reproduce el
statu quo, el orden establecido, es el progresismo globalista. Mira lo
cómodos que están todos estos neoizquierdistas en los foros de élite
global; qué tan cómodos se sienten con la producción de las principales
empresas de entretenimiento; qué tan cómodos se sienten con los mensajes
que suelen ofrecer las estrellas del mundo del espectáculo; qué tan
cómodos se sienten con los conceptos básicos del metacapitalismo; a gusto
con las organizaciones internacionales más poderosas del planeta; a gusto
con los “nuevos valores” de las multinacionales, que venden ideología en cada
uno de sus anuncios; en casa en las potencias del establecimiento
académico; cómodo, en fin, con todo lo que ostenta el poder político,
social y económico.
Ante esta realidad, la Nueva Derecha, más que simplemente
“conservadora”, es enteramente subversiva. Ella sueña con subvertir la
dominación de estas élites. Ojalá este sueño pueda algún día, al menos
hasta cierto punto, hacerse realidad.
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Álvaro Peñas (deliberatio.eu, El conservador europeo) habló con Agustín Laje sobre su último libro, “Generación idiota”.
Agustín Laje es licenciado
en Ciencias Políticas por la Universidad de Córdoba (Argentina) Fundador
y director de la Fundación Centro de Estudios LIBRE. Autor de los libros
“Los mitos setentistas” (2011),
“Cuando el relato es una farsa” (2013), “El libro negro de la Nueva Izquierda”
(2016) y “La batalla cultural. Reflexiones para una Nueva Derecha” (2022).
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