EL FIN DE LOS TIEMPOS
La próxima época reemplazará a la involución, y el final de esta última anunciará una nueva garantía de vida en la Tierra, resultado de una profunda transformación del modo de existencia que conocemos hoy. El fin de la civilización moderna se hará sentir gradualmente, a medida que crezca la escalada de conflictos, insolubles en las condiciones actuales del entendimiento humano. Llegará el momento en que los gobiernos ya no tendrán soluciones a los crecientes problemas de la humanidad; este tiempo ya comienza a hacerse sentir, pero mucho sufrimiento aún cargará la vida antes del final de este período.
Así como en la vida personal el hombre vive situaciones que parecen insolubles, así en el plano internacional la humanidad experimentará conflictos cuya oposición de intereses dificultará la resolución; esto se debe a la ignorancia de la gente y a la ausencia de inteligencia creativa por parte de los gobiernos. Este período oscuro será seguido por una nueva forma de civilización en el corazón de la cual el hombre descubrirá diferentes fuerzas creativas.
En la vida personal, un cambio de rumbo requiere una profunda
crisis para que se manifiesten nuevas energías. Será así al final del
presente ciclo. La humanidad vivirá una crisis tan grave que el hombre
sabrá, sin la menor duda, que está a punto de experimentar algo nuevo del que
desconoce el poder creador y transformador.
La crisis mundial y planetaria tendrá su origen en estas
fuerzas psíquicas de la humanidad, las cuales deben ser profundamente
transformadas para que nazca una civilización totalmente modificada en sus
principios de vida y evolución. La humanidad verá su conciencia
invertida. La crisis mundial permitirá al hombre ascender en una escala
superior de evolución, según nuevos principios generados por la crisis, que
pondrán en tela de juicio todas las formas de ideologías que dividen a los
pueblos. De esta profunda crisis nacerá una nueva visión de la vida
planetaria, y los pueblos se unirán contra la muerte del espíritu. El
hombre es totalmente inconsciente de las fuerzas vitales en la Tierra, ya que
no comprende el funcionamiento evolutivo de un planeta experimental en
desarrollo psíquico.
El final del ciclo servirá como punto de partida para una
nueva reconciliación con la vida, a la que los pueblos se apegarán a toda
costa, porque la crisis habrá empañado peligrosamente la conciencia de la
humanidad al hacerle experimentar los horrores de su propia iniciación
planetaria. La mente humana debe despertar y elevarse por encima de las ideologías
sectarias, y el gran conocimiento de la humanidad debe ser entregado a las
masas para que se beneficien de lo que es grande y noble en espíritu y tengan
la explicación final de la naturaleza de la vida y la evolución. El
conocimiento ya no puede negarse a los pobres de la Tierra, ya que es a la
mente lo que el alimento es al cuerpo material.
El cuerpo emocional de la humanidad sufrirá
intensamente. Este sufrimiento ya existe en el hombre, pero aún no ha
llegado a su clímax. Una gran ley de la evolución de los sistemas es que
todo cambio en la naturaleza de las cosas va acompañado o precedido de un gran
sufrimiento, es decir, de una gran energía que transforma. Las condiciones
para esta transformación se han establecido desde la fundación de las esferas y
son parte de la fuerza interior de la conciencia colectiva en evolución.
La crisis global involucrará a todas las naciones y afectará
a todas las personas. Es la universalidad de la crisis y su aparente
insolubilidad lo que despertará la conciencia, haciendo reflexionar con más
rigor y concreción al hombre de la calle y al hombre de Estado. La crisis
mundial pondrá fin a las ilusiones políticas de las naciones, según las cuales
el hombre puede hacer frente a todas las eventualidades. Las consecuencias
de estas ilusiones ya han sido reveladas en ciertas obras herméticas, pero el
hombre aún no las ha experimentado y aún no puede comprender su verdadero
significado.
El final del ciclo generará fuerzas que determinarán la
dirección futura de la humanidad. Aquellos en la nueva conciencia humana
ya están viendo los beneficios a largo plazo de la crisis global, pero pocos
conocen las consecuencias vitales. El hombre es demasiado inconsciente
para ver lo que no puede verse con los ojos del ego; dotado de una
conciencia despierta, puede fácilmente sentir que el futuro de la humanidad le
abrirá de par en par las puertas de lo imposible. Desde la visión de lo
imposible, la conciencia futura penetrará en los secretos de la vida, que le
permitirán comprender lo que está reservado a los iniciados de la nueva
alianza, entre el hombre y el doble. Esto le dará acceso al destino de las
naciones,
Todavía le llevará algún tiempo a la humanidad comprender la
nueva realidad de la próxima época. Eventos clave, cuyo orden va más allá
de la lógica puramente material del hombre, derribarán las concepciones de la
mente inferior, para que el hombre pueda entrar en una nueva fase de evolución
que debe transformar profundamente la conciencia de la humanidad, a todos los
niveles de conciencia planetaria. Las masas humanas sabrán cosas que hoy el
hombre de la calle se niega a contemplar, porque ha sido demasiado condicionado
por la involución. Las concepciones actuales de la vida deben ser
destruidas para que una nueva vida eche raíces. El hombre tendrá que darse
cuenta de que el cosmos es una vasta empresa evolutiva, a niveles de
experiencia más allá de la imaginación involutiva.
Las próximas generaciones conocerán acontecimientos que el
hombre prevé, pero que sólo podrá afrontar con una inteligencia basada en una
voluntad verdaderamente creadora. Las naciones se deleitan en los juegos
astralizados de la conciencia planetaria, pero el precio de estos juegos será
alto; las fuerzas de la vida astral alcanzarán efectivamente un nivel de poder
que hará palidecer en comparación las acciones demoníacas de los peores
demagogos que la humanidad haya conocido. El impacto será tal que el
hombre finalmente tendrá que reconocer que la vida futura de la humanidad no
puede basarse en los principios de la antigua civilización.
El final del ciclo coincidirá con la presencia de fuerzas
ocultas cuyo poder será mundial. La terminación del papel puramente
político de los gobiernos hará surgir de la conciencia planetaria una nueva
energía creativa, lo suficientemente poderosa como para desviar, durante mucho
tiempo, las corrientes de energías inferiores que han paralizado la conciencia
del hombre desde el comienzo de la era. El carácter global de la crisis
trastornará los valores humanos a tal punto que los hombres reconocerán que la
vida tiene muchas dimensiones, y que un aspecto de estas dimensiones está
activo en la Tierra para permitir que el ser continúe su evolución dentro de un
marco cada vez mayor con vida más equilibrada. La humanidad anteriormente
iba a ser autosuficiente, mientras que en el futuro será ayudada por esferas
despiertas, y esta ayuda será reconocida mundialmente. La época de
involución será reemplazada por una gran visión basada en la reunión de las
fuerzas psíquicas del planeta.
La crisis no será rechazada por los hombres de luz, porque
ya saben que hay que vivirla para que el sobresalto eleve a lo
humano; pero su significado hermético se hará público para que aquellos
que tienen suficiente luz puedan beneficiarse de lo que es parte del conocimiento
universal, y el hombre despierto pueda atravesar estos grandes acontecimientos
sin sufrir psicológicamente. A medida que se vaya desmitificando el final
del ciclo, el hombre consciente podrá reconocer en él los elementos básicos a
partir de los cuales se construyeron las grandes profecías de la humanidad.
Uno de estos elementos básicos profetizados por los grandes
videntes de la historia será el inminente contacto entre los hombres de la
Tierra y otros seres vivos provenientes de las profundidades de la
galaxia. Este contacto con el hombre ya no puede camuflarse
psicológicamente, porque la evolución requerirá ese contacto, lo que provocará
una confrontación entre diferentes niveles de realidad. Mientras no se
establezca oficialmente este contacto, los hombres seguirán siendo seres
englobados por la pequeñez de su visión, y seguirán viviendo según las leyes
involutivas de una civilización que ha perdido el sentido de la
realidad. Que el hombre desconozca la realidad es algo que se explica por
su ignorancia milenaria, pero que permanezca en esa ignorancia es imposible,
porque la vida ejerce todos los poderes sobre la conciencia de la humanidad.
Los hombres han debatido durante mucho tiempo la realidad
del fenómeno OVNI, mientras que aquellos que lo experimentaron vieron cómo sus
propias vidas y actitudes cambiaban frente a la experiencia que dice mucho
sobre el universo en general. El final del ciclo arrojará luz sobre este
contacto entre el hombre y las demás especies, y el choque de vida que de él resultará
obligará al hombre a despertar a otra dimensión de la realidad, a contemplar un
futuro ventajoso desde todos los puntos de vista de su conciencia planetaria y
universal.
El fin de una época representa para la humanidad una gran
transformación en su forma de pensar, y ésta se produce cuando las fuerzas en
evolución han llegado al límite de su perfección posible. Entonces, una
nueva dinámica es creada y establecida por las fuerzas vivas e invisibles de la
vida, a través de una nueva red de conciencias. Tal transformación
requiere que las formas presentes dentro de la civilización se vean
profundamente afectadas durante la nueva era, el período que sigue al final de
un ciclo. La evolución futura de la Tierra responderá a una profunda caída
en el nivel de energía espiritual en el globo, creando así la necesidad de
que los planes inyecten en la conciencia de la humanidad una nueva fuerza
mental para obligar a la humanidad a reevaluar sus concepciones desde una
conciencia ligada a los acontecimientos cósmicos que acaecerán en el globo y
harán reaccionar al hombre ante la observación de su inconsciencia. La
humanidad pasará de un nivel de evolución a otro y comenzará su paso de
involución en evolución, que la llevará a la realización de su segundo fundamento,
el que representará la nueva era del hombre.
El estallido de la conciencia humana y su ascenso a otros
planos de percepción se acentuará a medida que el hombre descubra que el
intelecto, o la mente inferior, lo limita en el desarrollo de su vida integral. Su
inconsciencia va de la mano con la actividad de la mente subjetiva. El
final del ciclo involutivo cambiará esta condición en la vida del hombre, pero
sólo en un número limitado de seres al comienzo de la evolución o del período
de crecimiento real del yo. El fin de los tiempos, en su aspecto más
velado y cósmico, permitirá al hombre nuevo traspasar los límites actuales de
la mente y le abrirá nuevos horizontes, hacia los cuales se encaminará la
humanidad para saborear la vida en la Tierra como esa experiencia conectada con
la vida del éter, cuando la conciencia está plenamente despierta a sus
posibilidades multidimensionales. La victoria sobre la muerte será el
primer logro del hombre nuevo, objetivamente reconocido en el mundo. Tanto
como el pasado habrá hechizado al hombre y mistificado su mente ingenua, tanto
el futuro de la raza-raíz hará estallar en él partículas de realidad que harán
de él un ser de luz.
El final del ciclo pondrá fin definitivamente a la
incapacidad del hombre para ver más allá de sus sentidos materiales. Se
convertirá en un extraordinario vidente, adelantado sobre sus hermanos
espirituales de involución que vieron por los demás pero no vieron por sí
mismos, porque no poseían la llave de la mente superior, que desata los recuerdos
y hace de la nueva mente un fundamento de luz. El hombre nuevo entrará en
un período de crecimiento psíquico que evolucionará según las necesidades de la
evolución de la raza-raíz y de las nuevas fuerzas descendidas sobre la Tierra
para la canalización de nuevas oleadas de vida; estos vendrán hacia el
globo para beneficiarse de una apertura al éter de la mente, es decir a la
mente-luz del hombre cósmico. Con su pertenencia psicológica y psíquica a
la memoria de la humanidad, el alma separa al hombre de su realidad
fundamental y de su derecho a conocer el más allá inmaterial. Que el
hombre involutivo naciera de las tinieblas y se sumergiera en la materia para
la evolución del alma es una cosa, pero que sea una parcela cósmica no
realizada es otra. Un día, las tornas de la vida girarán a su favor, y él
reconocerá su pertenencia a un mundo cuya definición no puede ser
espiritualizada, por temor a retrasar la evolución de la mente superior.
La galaxia es más que un mundo de estrellas brillantes en el
firmamento. Representa el hogar de los seres cuya naturaleza se cruza con
la del hombre, en ámbitos de la vida que hoy no puede contemplar por su vínculo
con el pasado del alma, ese recuerdo que fue para él, desde siempre, la causa
de su ignorancia en el rostro de la definición de la realidad. El hombre
no puede darse cuenta de que es diferente en naturaleza de lo que es en
percepción. Ha lidiado tanto con sus sentidos que ya no percibe el
significado de su realidad más allá de su sensibilidad física.
El fin del ciclo es inevitable, pues el hombre debe crecer
más allá de sus límites y finalmente reconocer su pertenencia al
infinito. Esta conciencia integral hará de él un ser cuya suma de
facultades psíquicas elevará la conciencia de la Tierra para darse cuenta de
que es más grande que el hombre antiguo. Imbuidos de esta conciencia, los
siglos dejarán de latir al ritmo de los años y otro tiempo aparecerá en la
Tierra, mientras otros seres de otros lugares participarán creativamente en la
actualización de una nueva civilización.
Los parámetros psicológicos o históricos de la humanidad
involutiva no son aptos para la medición de un nuevo ciclo, pues éste invita a
la conciencia a ir más allá de sus límites para descubrir en la infinidad de
sus posibilidades. Éstos florecerán a medida que la humanidad complete su
ciclo involutivo, deformada por la mente inferior del hombre dividida contra sí
misma y que busca una solución para la cual puede encontrar la respuesta sólo a
través de la fusión de su energía con los planos superiores de vida, que están en
el origen de su vida. Mientras la involución estuvo llena de ilusiones
pertenecientes a la experiencia del alma, la evolución será la claridad misma,
una gran apertura a la infinidad del conocimiento universal. El final del
ciclo instruirá al hombre en la decadencia de su mente y la necesidad de
experimentar una inversión absoluta frente a las formas y valores que creó
durante la involución para afirmar su conquista sobre la materia. Pero la
vida también debe ser conquistada, y la conquista será parte del nuevo alcance
de la conciencia humana más allá de las esferas puramente materiales del
conocimiento racional.
La intransigencia del intelecto será reemplazada por la
elevación cada vez más alta del pensamiento humano. Las generaciones
futuras ya no buscarán limitar el acceso del hombre a su propia definición
universal a través de las estructuras agonizantes de una mente que quiere
fijarse en una permanencia que se le escapa por la ausencia de luz en ella.
El hombre nuevo evitará el asalto psíquico que azotará a la
humanidad al final del ciclo, pues habrá comprendido su íntima relación con el
doble cuya luz utilizará para desvincularse del poder de los reflejos
subjetivos que asaltarán su ego cuando la vida de la Tierra será puesta en
duda. Comprenderá que la nueva ola de vida que se está asentando en el
globo es parte del descenso de las fuerzas cósmicas sobre un planeta que sólo
ha conocido aislamiento temporal y espacial desde el origen de la conciencia
egoica. Las furtivas intrusiones de fuerzas de otros lugares para el
estudio del hombre y la ayuda necesaria para la evolución de su sociedad eran
sólo escasos recursos con los que podía contar la humanidad. Totalmente
ignorante de las leyes cósmicas, el hombre hacía de estos encuentros
experiencias de carácter espiritual que retrasaban una vez más la evolución de
su conciencia mental.
El orden universal exige que toda conciencia en evolución
llegue a rechazar, absolutamente y a largo plazo, la necesidad de ser dominada
por fuerzas ajenas a su conciencia. Proceso aplicable sólo cuando la
conciencia supramental esté implantada en el globo y haya comenzado a liberar
al hombre de su conciencia involutiva. La evolución de la sexta raza raíz
preparará para esta futura condición de la humanidad. Informará
objetivamente al hombre de las leyes universales y construirá su
autosuficiencia psicológica y psíquica, necesarias para que pueda pasar de un
tiempo a otro, de una estrecha dimensión de conciencia a una apertura total
hacia la conciencia cósmica.
El final del ciclo se hará evidente cuando la nueva
conciencia se manifieste en el globo. Los acontecimientos mundiales
tomarán una tangente cada vez más ominosa para el hombre a medida que la Tierra
pase a otra era en la que la conciencia y las fuerzas psíquicas entren en
contacto.
Las fuerzas psíquicas forman parte de estos mundos paralelos
que se le abrirán objetivamente al hombre, para que pueda comprender el orden
universal y los subplanos de ese mismo orden, que limitan su conciencia
presente a un proceso de reflexión subjetiva, más que a un proceso de
reflexión. El hombre nuevo establecerá un vínculo con proyectos de vida que ya
no correrán el riesgo de convertirlo en un ser secundario. Habiendo
superado los valores sociales de su civilización, atraerá consigo a los seres
superiormente evolucionados para crear una nueva configuración psíquica que se
convertirá en el asiento del poder oculto sobre la conciencia de la
Tierra.
Para que el final del ciclo coincida con la expresión de las
necesidades reales de la humanidad, el hombre tendrá que ver la realidad oculta
de su yo y comprender que el vínculo universal, como lo sabrá al comienzo
mismo de su fusión, representa solo una pequeña parte de su futura y universal
realidad. Los hombres del mañana conocerán niveles de experiencia tan
ajenos a la conciencia de las masas que se verán obligados a vivir en un lugar
al margen de la humanidad involutiva. La elevación del ritmo vibratorio de
la conciencia se hará por vía interpuesta, es decir que los hombres ya listos
para entrar en contacto con los mundos paralelos serán llevados telepáticamente
al encuentro de aquellos que tendrán en la mano las claves de acceso a estos.
mundos
La Tierra no pertenece al hombre como él la cree. Forma
parte de una herencia mantenida en la evolución de la conciencia por fuerzas
cuya inteligencia va más allá del hombrecillo, ese ser que cree que sólo la
lógica puede hacerle comprender los misterios de la vida. Vienen tiempos
en que este hombrecito se dará cuenta de que lo invisible de la vida es dueño
de sus sentidos y que se extiende a niveles de organización que requieren más
que la lógica de una mente inferior para revelarse a él en todo su esplendor y
en todas sus formas El desarrollo de una conciencia superior sólo puede venir
a través de la experiencia de choques lo suficientemente grandes como para
elevar su conciencia a pesar de sí mismo, porque el hombre moderno está
orgulloso de su inteligencia.
El final del ciclo coincidirá con la última impresión de
otro tiempo de conciencia, que será parte del descenso a la Tierra de una nueva
energía creativa ajena a su experiencia anterior. El hombre se volverá
cada vez más perceptivo de la realidad, la lógica de sus sentidos le servirá
para comprender los fenómenos inferiores de la vida y otra forma de percepción
y comprensión lo acercará al infinito, perteneciendo estas zonas energéticas a
esferas de experiencia más allá de lo material. Cuando haya comprendido
plenamente que la muerte no forma parte de la conciencia humana integral, el
hombre entrará en un tiempo en que la vida no tiene fin; su conciencia es
etérea y su relación con lo invisible se vuelve objetiva.
La conciencia de la humanidad debe crecer en la
ciencia. Debe integrarse en la vida cósmica para que el hombre ocupe el
lugar que le corresponde en el universo. El cosmos es una vasta conciencia
y el hombre es parte de ella. Pero sus sentidos deben ser liberados de su
pesadez, pues la materia es sólo un aspecto de la conciencia humana. Más
allá se encuentra un mundo cuyos cimientos descansan en la estrecha relación
entre la mente y la conciencia en evolución. Hasta que éste haya
conquistado su propia inteligencia, tendrá que vivir de la materia y sufrir del
espíritu, porque el espíritu sólo puede integrarse cuando el hombre ha
comprendido la realidad que se extiende más allá de su reflejo
egoico. Esta realidad se unirá a él, lo instruirá en las otras dimensiones
y le hará real lo invisible. El hombre descubrirá que la evolución
representa su regreso a la fuente; durante su viaje por lo invisible de la
vida, se encontrará con inteligencias que no pertenecen a la evolución de la
Tierra sino a la del hombre y su conciencia. La evolución de la Tierra
estará asegurada y el hombre hará de su planeta un nuevo paraíso.
La evolución de la conciencia está relacionada con la
apertura de los centros psíquicos. El hombre nuevo pasará de un estado
mental a otro antes de beneficiarse de su relación con lo invisible. El
final del ciclo favorecerá esta apertura de los centros y el hombre verá que la
vida y su realidad se extienden más allá de lo que la razón puede
vislumbrar. El final del ciclo y el advenimiento de una nueva ciencia son
dos aspectos profundamente perturbadores de la nueva evolución. El hombre
se enfrentará a posibilidades que habría creído, hace sólo unas pocas
generaciones, producto de una fértil imaginación. Estas cosas sucederán en
un abrir y cerrar de ojos, y el impacto que causarán será grande.
La conciencia extraerá de esta nueva experiencia una energía
que la liberará de lo conocido para proyectarla hacia un futuro irreconciliable
con el pasado. La evolución del género humano es inseparable de las
fuerzas de lo invisible, que servirán al hombre nuevo en la medida en que tenga
el poder de recibirlas y someterlas a su voluntad creadora. El final del
ciclo no puede ser percibido por la humanidad en general, porque los centros
psíquicos del hombre no están suficientemente abiertos a la energía
evolutiva. Seres evolucionados y sensibles a su inteligencia interior
verán la curva de los acontecimientos que llevarán a la civilización actual a
su cita final. Tendrán acceso a percepciones cada vez más objetivas del
futuro de la raza y podrán protegerse en consecuencia.
El final del ciclo planetario de la vida trae siempre a la
raza un pesado fardo sobre sus hombros debilitados por el sufrimiento y la
angustia de un futuro incierto. Por otra parte, el hombre nuevo, cada vez
más consciente de la interpenetración de lo real y lo planetario, elevará su
visión de los acontecimientos y verá que el futuro es grande y
prometedor. La gran capacidad de vivir permanentemente la propia
conciencia será la mejor ayuda del hombre y la fuente de su mayor fuerza.
El desarrollo de esta permanencia se fortalecerá a medida
que perciba la naturaleza de los acontecimientos del final del ciclo, según su
sensibilidad interior. Sentirá una mayor luz descendiendo dentro de él y
una comprensión más amplia de los principales acontecimientos que cambiarán el
curso de la civilización. Estos seres, quienes se retirarán cada vez
más de la vida humana involutiva, se reunirán al final del ciclo en un espacio
creado por las fuerzas cósmicas para su protección e indemnización; porque
entonces grandes vientos sacudirán la Tierra, última señal que atestigua la aparición
de la edad de oro.
Bernard de Montréal – Extracto de “La
génesis de lo real”
20-11-2020
[Fuente: Urantia
Gaia ]
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