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© COLECTIVO O INDIVIDUAL
Cuando hablamos de “sociedad” debemos entender que hablamos
de individuos porque “sociedad” es un término abstracto, por eso es a cada
“individuo” y a su propia situación a la que debemos referirnos.
Las generalizaciones sólo generan confusiones. Así que dejemos
a cada uno que se manifieste desde su potencial y se abra camino por cuenta
propia según sus objetivos y valores.
Esto no quiere decir que no se pueda realizar trabajo en grupo pero debe ser un grupo de afinidad reconocida donde todos remen en la misma dirección. Sino que cada uno tire hacia donde mejor le parezca.
La insistencia en enfrentar lo colectivo con lo individual
-casi siempre con trasfondo de juicio moral favorable al primer caso- ha
llevado al hombre a una desorientación capital.
Si hago lo que a mí me gusta, no está bien visto. Si hago lo
que le gusta a la mayoría, yo he hecho un esfuerzo sin gratificación (física o
mental).
Debido a un adoctrinamiento de hace tiempo, muchos se han
acomodado a los beneficios de lo colectivo en detrimento del esfuerzo personal.
Esta postura nos ha llevado a un estado de cosas
deplorables: dependencia, sometimiento, parasitismo, inoperancia... que no
contribuyen al progreso ni a la evolución humana.
La tarea personal que cada uno puede realizar es amplia y
diversa. Acciones extraordinarias o pequeños logros pero frutos siempre de la
propia iniciativa y creatividad.
En cualquier caso se trata de nuestra aportación personal al
mundo que nos acoge y del que sacamos provecho. En contraprestación a lo que
recibimos o usufructuamos, nosotros le entregamos nuestra parte.
No estamos en este mundo para cuidar de nadie más que de
nosotros mismos, pero hay que ser responsables de los pies a la cabeza y dar lo
mejor de lo que atesoremos.
Seguro que si hacemos un trabajo provechoso desde nuestra
capacidad, aunque sea en provecho nuestro, también aprovechará a muchos otros
como nosotros nos aprovechamos de lo que han hecho otros antes.
Así que no vale distraerse: no hemos de dejarnos engatusar
con narrativas de “servicio a los demás” que sólo suponen un derroche de
energía y una merma en la propia autoestima.
Nuestro esfuerzo debe comportar una gratificación (física o
moral) como recompensa y estímulo para seguir creando y contribuyendo a hacer
avanzar el mundo.
Si nuestro trabajo ha de revertir en otro, debe ser por dos
solas razones: O es un intercambio en el que ambos salimos beneficiados o bien
es en detrimento propio para un bien mayor. En ningún caso se puede dar un
intercambio del que salgamos perjudicados.
Es una regla bastante comprensible y justa. Yo te doy A y tú
me das B (donde tanto A como B tienen un valor similar). Sólo nosotros debemos
evaluar si el perjuicio que nos ocasiona una transacción es aceptable por un
objetivo mayor (salvar a quien amamos perdiendo nuestra vida)
Definir una filosofía ética según la escala de valores
propia y ser consecuentes con ella es la clave para ir bien por la vida y
ahorrarse malentendidos y derroches inútiles de energía.
O así me lo parece.
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Joan Martí - elcamidelavida@gmail.com - 13
febrero 2024
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