EL SECTOR PRIMARIO
REFLEXIONES DESDE LA TRINCHERA
Soy nieto de agricultores y ganaderos. Mi abuelo materno es
el ser humano más fuerte y más sabio que he conocido jamás. Un hombre hecho a
sí mismo que se enfrentó a la adversidad con valentía y sacó adelante a su
familia contra viento y marea.
En casa de mis abuelos nunca faltó un plato de comida, un
techo donde cobijarse y una lumbre donde calentarse. Las vacas daban leche para
hacer yogur y queso, las gallinas ponían huevos, una vez al año se mataba el
cerdo o un becerro se despiezaba y se conservaba en sal. La tierra aportaba
legumbres, hortalizas y fruta.
Alimentos sanos sin procesar. Del campo a la mesa. Cuando faltaba algo se intercambiaba con algún vecino mediante trueque o pago acordado sin impuestos, sin intermediarios.
Mi abuelo jamás fue a la universidad, ni al instituto, ni
siquiera al colegio. Pero construyó un hogar con sus propias manos. Piedra
sobre piedra, sin estudios previos, sin títulos ni másteres. Hizo la cantería,
la albañilería, la carpintería, la cristalería y la fontanería de la casa donde
crió a sus hijos y vivió durante más de 90 años.
Mi abuelo jamás solicitó o aceptó una subvención del estado
y nunca consintió que los burócratas o los supuestos “expertos” le explicaran
como tenía que cultivar la tierra o criar al ganado. Aprendió de sus padres
(que a su vez lo habían hecho de sus abuelos) manteniendo una tradición
ancestral y una sabiduría que ha pasado de padres a hijos durante generaciones.
Asisto a la «rebelión» del sector primario, apoyado por el
transporte y la pesca. Para protestar contra la agenda 2030 y contra una forma
de hacer política que pretende deliberadamente borrarles del mapa a través de
impuestos y leyes diseñadas para tal fin.
Pero la solución no pasa por pedirle al sistema un poco de
benevolencia porque el sistema ha sido creado para la extorsión y el
exterminio. En mi opinión la solución pasa por recuperar la autonomía y
regresar a la esencia de los hombres que como mi abuelo y tantos otros se
negaron a doblegarse y actuaron en consonancia con los dictados de su corazón y
de su Alma.
Establecer una línea de comercio directa del agricultor al
consumidor, libre de impuestos, libre de intermediarios, al margen del estado y
de las instituciones sería un primer paso para la creación de un nuevo
paradigma libre y soberano. Pues para cambiar las cosas no hay que pedir
permiso. Hay que pasar a la acción.
Un abrazo enorme a todos los hombres y mujeres valientes que
cultivan sus tierras y crian su ganado porque ellos son la esencia, ellos son
el sustento.
La cabeza alta y la cara descubierta siempre. Energía y Rock
and Roll.
Mártin Sánchez
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