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27.9.24

Si mucha gente dice “NO”, este sistema, que parece inatacable, puede empezar a fallar

LA VERDAD SE PUEDE DECIDIR       

¡NO! ES EL BOICOT

Despiertas cada mañana, tomas un café y te preparas para afrontar un nuevo día en un mundo que siempre va más allá. Ves injusticia en todas las partes, desde multinacionales que explotan sin vergüenza los recursos humanos y naturales, hasta gobiernos que parecen estar estancados en la inacción o, peor aún, aliándose con aquellos que están destruyendo el planeta para su beneficio. Cuando actúas, en el momento en que aparece esta máquina tentacular, no puedes hacerlo, y tienes que resignarte.

Sin embargo, en tu fondo persiste una pregunta: ¿qué puedo hacer yo, un simple ciudadano? ¿Qué pasaría si dijera que la respuesta está ahí, en tu bolsillo, cada vez que sacas tu ticket? Sí, tienes más poder de lo que crees. Todo el mundo entiende que lo has usado, que cada dólar que desperdicias, tiene el potencial de atacar u oponerte a este sistema. Este es un acto simple pero radical, es quizás la clave para recuperar nuestro control sobre este mundo porque es nuestro escape.

En un mundo donde el dinero es el amor indiscutible, donde una élite insaciable se apodera sin la menor vergüenza, dejando que los más desposeídos reciban las migajas, resulta crucial recordar que nosotros, simples ciudadanos, no estamos indefensos. En realidad, nuestra nueva fortaleza está en otras partes: en nuestra nueva cartera. El boicot es el arma de elección de quienes nunca han sido esclavizados por un elenco de ricos, tienen el privilegio de utilizar nuestros nuevos fondos propios para consolidar su dominio.

La palabra “boicot” no es antigua. En 1880, sucedieron una serie de acciones orquestadas por Charles Parnell, un líder nacionalista irlandés, contra el boicot a Charles Cunningham, un terrateniente abusivo. El mensaje era simple: esto es sólo un mensaje social. Parnell pronunció el discurso instando a la población a tratar a Boicot como a un paria, un leproso de los tiempos modernos. Este es el primer boicot que es ante todo moral, una forma de manifestar el disgusto colectivo por la injusticia.

Con el paso de los años, adquirió una dimensión mayor y se convirtió en una pequeña parte de la resistencia colectiva. En 1900, en Bialystok, el Imperio zarista pagó el camino cuando los trabajadores, rebelados por el deseo de sus padres y cinco jóvenes, organizaron un boicot a los cigarrillos Janovski. Los activistas llegaron incluso a arrebatar cigarrillos de las manos de los fumadores para quemarlos. ¿El resultado? El fabricante cedió y reincorporó a las chicas a la fábrica.

¿Y cómo olvidar a Gandhi, este indiscutible maestro de la no violencia, que en 1920 llamó a boicotear la ropa inglesa para denunciar el saqueo de los recursos indios por parte del Imperio Británico? Este boicot no tiene una sola colección de textiles, salvo que hay una pieza simbólica en la llegada de un imperio.

El boicot, por tanto, es más que un simple rechazo a comprar; Es un gesto político, un acto de rebelión. Tomemos el ejemplo del boicot a los autobuses de Montgomery en 1955. Es un deseo colectivo de participar en un sistema segregacionista, roto por el coraje de Rosa Parks, que anuncia el fin de la segregación racial legal en Estados Unidos. Cuando la política se hizo añicos, el boicot triunfó.

Hoy en día, cuando las multinacionales están al mando del control democrático, el boicot supone un arma eficaz, capaz de provocar importantes pérdidas económicas y al mismo tiempo empañar la imagen pública del objeto de la empresa. La economía globalizada e hiperconectada permite que esta forma de protesta se propague a la velocidad del rayo, afectando a millones de consumidores. Las leyes sociales, estos nuevos campos de batalla, sus ahora vectores de boicot, de los cuales cada gusto, cada acción, puede contribuir a desestabilizar una empresa.

Vemos lo que está pasando en Francia, donde el boicot se percibe como una práctica marginal, incluso exótica. Bajo el ministerio de Michèle Alliot-Marie, una circular ordenó a las autoridades fiscales reprimir firmemente las acciones de boicot, en particular las dirigidas a los productos israelíes. En este caso, el lobby sionista intervino para acusar al boicot de provocación a la discriminación, sancionado con un año de prisión y una multa de 45.000 euros. Sin embargo, el Estado francés llama sin complejos a boicotear a Rusia, mostrando así flagrante error en la aplicación de las leyes.

Cada euro gastado es un voto por el mundo que amamos. La historia está llena de ejemplos en los que al boicot le costó pensar que podía actuar sin consecuencias. El Boston Tea Party, un acto de rebelión contra los impuestos británicos, fue el preludio de la independencia. De manera similar, el boicot negro durante el apartheid en Sudáfrica contribuyó a la causa de uno de los regímenes más racistas de la historia moderna.

Incluidas las multinacionales, la mayoría de ellas no están exentas. Harley-Davidson, Budweiser, Target... Estas gigantes empresas se han desplomado sobre sus ganancias tras intentar surfear las controvertidas olas ideológicas transgénero. Incluye Coca-Cola o Mac Donald's que apoya a los israelíes. El boicot les ha llamado al orden, demostrando que los consumidores no se dejan engañar y que tienen el poder de golpear donde más les duele: ¡en el monedero!

En este mundo donde los valores culturales y deportivos a menudo quedan oscurecidos por consecuencias depravadas o degradantes, desconectados de la realidad, el boicot también se erige como una fuerza responsable y necesaria. Estas son las vistas que sólo se viven gracias a los subsidios estatales y al cumplimiento de un sistema fallido, alimentado por nuestra indiferencia. ¿Por que deberíamos alentar acontecimientos que no sólo son desvalorizados por nuestra cultura, sino que también perpetúan discursos sesgados y manipulaciones, similares a los de los periódicos de propaganda, ahora abandonados por un público informado? 

Si no asistimos a estas manifestaciones denunciando las prácticas de quienes las montaron, podemos enviar un mensaje constante: no toleramos que nuestro nuevo patrimonio sea gestionado por intereses comerciales y valores perdidos. Cada plaza no reservada, cada entrada sin compra, se convierte en un acto de resistencia que puede obligar a los organizadores a repensar sus elecciones y restaurar una cultura digna. No permitimos que estas reacciones degradantes prosperen en la oscuridad de nuestro silencio; Comprometámonos juntos a hacer oír nuestra voz y reclamar un espacio cultural que refleje nuestras verdaderas aspiraciones.

En Francia, la situación es más grotesca. El IVA, presentado como un impuesto para el bien común, en realidad no es más que un Estado institucionalizado. Un cargo del 20% es una carga pesada, pero los productos se benefician de descuentos preferenciales. El IVA se ha convertido en una carga para los trabajadores, un obstáculo al consumo que sólo aumenta las desigualdades. Sin embargo, paradójicamente, es también el único impuesto que podemos boicotear. Imagínese por un momento si el 10% de la población vende productos sujetos al IVA, utilizando circuitos cortos, mercados locales o productores directos. La verdad es que nuestros ingresos están financiados, por nuestros pequeños marqueses, por ministros o senadores, con sus travesuras financiadas por nuestros impuestos y, con ellas, la confianza de las élites de que no queremos más financiar sus vacaciones.

Nos toman a todos por ovejas, pero eso es subestimarnos. La población francesa está compuesta principalmente por castores, castores y castores, además de hombres.

El boicot es nuestra máxima defensa pacífica contra un sistema que sólo sirve a un puñado de privilegiados detestables. Es un arma silenciosa pero devastadora, capaz de provocar los peores ataques posibles, o incluso destruirlos... Porque, en última instancia, no pierde su poder, si no lo consume.

Si solo tienen nuestro dinero, enviemos un mensaje claro: no tenemos porque financiar nuestra servidumbre. La historia ha demostrado que el boicot es un arma formidable. Entonces, ¿por qué no utilizas el rendimiento completo? Las empresas, los gobiernos y las élites tienen que perder. Todo lo que tenemos que hacer es ganar.

¿Quién se beneficia realmente de este alimento?" Si no te gusta, debes saber que puedes decidir NO. El boicot está aquí, en tus manos. Es hora de usarlo.

El boicot, el arma de esta ciudad, puede hacer daño a los gigantes. Basta una mínima coordinación, un motivo de indignación, y la olla de las injusticias llega a hervir bajo la presión colectiva. Sí, el boicot es la venganza de los “pequeños” contra los “grandes”. Si no consumes un producto, sólo tú estás sujeto a una rebelión silenciosa; Ponemos en la máquina un granito de arena en el engranaje bien engrasado del beneficio.

Las empresas, estos colosos con pies de barro, se burlan de las peticiones o de los discursos inflamados sobre justicia social. Sin embargo, estamos hablando de billetes y vemos cómo se rompen los oídos, se rompen las palabras y se siembra el pánico en los consejos administrativos. Entonces, en el fondo, el boicot es un poco como un consumidor, un hombre educado que puede decir: “¡Con mi dinero no!”.

El boicot, que fue una simple reacción de descontento, se convirtió en un arma política por derecho propio. Ofrecer a nuestros ciudadanos una vía para expresar su desacuerdo con un sistema injusto y construir un mundo más equitativo, donde la cena no dicte todas las reglas. El boicot es el color de las almas conscientes, demostración de que la ciudad, aunque sea sólo en su pantalla, incluso puede ser vista por la gente.

Entonces, si preguntas a los lectores, nunca debes subestimar el poder de tu ticket. Cada palabra es un voto, cada palabra es un mensaje. En este mundo donde las injusticias han sucedido, aunque sean las brillantes fugas de los supermercados, el boicot tiene una de las pocas armas que tenemos a nuestro alcance para resistir, cambien de mercancía. Es aquel que responde a la impotencia, una forma de decidir no es un sistema que parece invencible.

Y el boicot es ante todo mucho más que un simple acto de consumo consciente; Es una declaración de guerra silenciosa contra la injusticia. Es el arma de los oprimidos, una forma de recuperar el poder que nos han sustraído. Imagínese por un momento si millones de personas decidieran, juntas, iniciar un negocio que esté destruyendo nuestro nuevo planeta, explotando a los trabajadores o alimentando conflictos. Imagínese el impacto. Las empresas no son insensibles a las pérdidas financieras; son vulnerables a ellos. Para contribuir a vuestra prosperidad estáis obligados a repensar vuestras estrategias, a considerar prácticas más prácticas, a tener el poder de hacerlo, en última instancia, en manos de quienes consumimos.

El boicot es la promesa de un mundo mejor, un mundo donde nuestras decisiones individuales se toman para crear un cambio colectivo. Es un acto con capacidad de transformar la realidad. Es una muestra que no sólo somos espectadores pasivos, sino actores del cambio. Si hay mucha gente que dice “NO”, este sistema, que parece inconcebible, puede empezar a fallar.

Tú puedes decidir si el mundo es más justo, más equitativo y más respetuoso de los valores que todos tenemos. El boicot es la voz que puede cuestionar el futuro que todos anhelamos.

Phil BROQ.

te hubiera advertido

http://www.verdadypaciencia.com/2024/09/el-verdadero-poder-de-decir-no-es-el-boicot.html  

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