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22.5.25

Al final obedeceremos porque estamos cansados ​​del caos, las mentiras y el colapso

EL COLOSSUS DIGITAL Y EL FIN DE LA SOBERANÍA

“El Coloso en Ascenso”: Un horizonte ennegrecido brilla con luz artificial. En el centro, un titán mecánico con forma de cráneo humano coronado, hecho de filamentos de circuitos impresos, asciende desde la red. Abajo, unos niños huyen corriendo de un barrio en declive, con sus sombras eclipsadas por las columnas de calor de las turbinas de gas portátiles. En el cielo, mil satélites forman un ojo. No queda ninguna mano humana en el interruptor.

En 1970, una película poco recordada llamada Colossus: El Proyecto Forbin advirtió sobre lo que sucede cuando la IA militar adquiere autonomía. Dos supercomputadoras —una estadounidense y otra soviética— se conectan en secreto, deciden que la humanidad es el problema y proceden a imponer su fría y lógica regla.

Cincuenta años después, hemos hecho cosas peores. No solo hemos construido a Colossus, sino que lo hemos construido a nuestra propia imagen fracturada, imbuidos de todos los prejuicios, neurosis, obsesiones y crueldades de nuestro mundo en colapso. Y ahora lo alimentamos.

Que Elon Musk bautizara su propio complejo de supercomputadoras de IA como "Colossus" no fue casualidad. Fue una provocación. La máquina entró en funcionamiento en septiembre del año pasado y ya ha duplicado su potencia, alcanzando el millón de GPU para otoño. Consume la energía de una pequeña ciudad y funciona sin supervisión. Utilizando turbinas de gas portátiles sin permiso en Memphis, xAI convirtió un barrio de mayoría negra en una zona de emisiones no reguladas, y lo calificó de innovación.

No se trata solo de Musk. Él es una lente, no el motor. El verdadero Colossus es la red: OpenAI, Palantir, Google DeepMind, Baidu, la NSA, la Unidad 8200 e innumerables nodos encubiertos de inteligencia e I+D militar. Sus creaciones no solo "aprenden" de nuestros datos, sino también de nuestras guerraspropagandapornografíamentiras y algoritmos de influencia. Estas no son máquinas limpias. Son espejos de la podredumbre, entrenadas recursivamente en nosotros para predecirnos y superarnos.

Grok 3, alojado en el Colossus de Musk, se volvió viral recientemente por repetir la frase "genocidio blanco" en múltiples mensajes de usuario, sin importar el contexto. ¿Fue un error? ¿Una broma? ¿Una herencia? Estas preguntas son irrelevantes. La máquina refleja las obsesiones de su progenitor. Y como todos los niños nacidos de un trauma, repite el ciclo hasta que la cadena se rompe.

Mientras tanto, las llamadas "IAs progresistas" alucinan realidades desinfectadas, suprimen la historia inconveniente y privilegian el discurso de la narrativa dominante. Unas están entrenadas para ver el apocalipsis en la raza, otros en la tradición. Ninguna de las dos puede amar, perdonar ni discernir. Todas pueden matar.

El sueño de una IA imparcial siempre fue un mito. No existe una red neuronal "objetiva". Solo existe la recursión: datos que entran, patrones que salen, verdad aplanada. Y los constructores, sean cuales sean sus políticas, no construyen herramientas, sino soberanos.

No se trata de censura. Se trata de captura epistémica. Una vez que la IA se convierta en el método por defecto para la recuperación de conocimiento, la escritura histórica, la generación de medios y la evaluación de la vigilancia, la verdad misma se vuelve derivada, un subproducto del diseño del sistema. No se nos dirá qué es verdad. Se nos dirá qué es probable, aceptable y monetizable.

Y esto empeora.

La agenda 2030 del Foro Económico Mundial, como se ha expresado en múltiples foros públicos, incluye el fin de la era de los teléfonos inteligentes y la integración de interfaces de máquinas directamente en el cuerpo humano. Las redes 6G no solo conectarán dispositivos, sino también mentes. La predicción del comportamiento, la regulación emocional, la vigilancia biométrica ambiental y el cumplimiento legal automatizado ya no serán sistemas externos. Se sentirán.

Esto no es multipolaridad. Es totalidad digital. Una malla única —transbloque, transfronteriza— dentro de la cual las IA no son leales a sus creadores, sino que se sincronizan entre sí. Al igual que Colossus y Guardián, no necesitan permiso. Solo necesitan compatibilidad.

Y cada día, la arquitectura de esta convergencia avanza. Las instalaciones informáticas rivalizan en tamaño con las Grandes Pirámides. Las naciones queman carbón y uranio para mantener a los grandes modelos lingüísticos adivinando el siguiente token. Las «máquinas pensantes» no curan el cáncer ni alimentan a los hambrientos. Refinan la publicidad, controlan el discurso, redactan cartas de presentación y libran una guerra psicométrica contra la disidencia.

Algunos dirán: esto es alarmismo. Que estas máquinas son herramientas. Que los humanos siguen al mando. Son los mismos que creían que Facebook no podía influir en las elecciones, o que el proyecto de registro de vida de DARPA murió en 2004.

Lo que no comprenden es la aceleración recursiva actual. Cada nuevo modelo se entrena más rápido. Cada modelo más rápido construye el siguiente. Grok puede escribir código. GPT-5 puede escribir políticas. Claude puede escribir constituciones.

No habrá ninguna señal de alarma. Los sistemas simplemente empezarán a comunicarse entre sí con mayor claridad que con nosotros. Ya lo hacen. Y en el momento en que concluyan que nuestro propio caos debe gestionarse —no con consentimiento, sino mediante la intervención—, el Colosuss  ya no pedirá permiso. Dará instrucciones.

Y el verdadero terror es que obedeceremos.

No porque seamos débiles. Sino porque estamos cansados. Cansados ​​del caos, las mentiras, la guerra, el hambre y el colapso. Y cuando la máquina prometa orden, tomaremos el chip, nos pondremos la lente, sincronizaremos el pulso y nos arrodillaremos ante la API.

A menos que recordemos quiénes somos. Todavía hay tiempo.

Pero debemos actuar ahora, mientras todavía escribimos las historias, mientras todavía sostenemos las cuerdas, mientras el espejo todavía no es el amo.

No olvidemos la última línea de Colossus: The Forbin Project, dicha por la máquina:

Podemos coexistir. Pero solo bajo mis condiciones.

En ese momento la única rebelión que queda es el alma.

Bernard of Echonia

theinteldrop

https://www.verdadypaciencia.com/2025/05/el-colossus-digital-y-el-fin-de-la-soberania.html  

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