SALIRSE PARA SOBREVIVIR
España frente a una OTAN convertida en instrumento de
hegemonía y una UE servil a intereses del Sionismo Revisonista. El euro se ha
devaluado un 300% frente a la peseta.
España vive bajo un espejismo fatal: que sigue siendo un
Estado libre en el concierto internacional. Pero la OTAN, lejos de ser aliada
para su defensa, se ha transformado en la maquinaria estratégica de quienes
quieren imponer conflictos, controlar geopolíticamente y hacer de las naciones
piezas negociables. Nuestra permanencia en esa estructura es una rendición
silenciosa.
Durante décadas nos vendieron la OTAN como pacto de seguridad colectiva y la UE como espacio de prosperidad compartida. Pero la trayectoria concreta nos ha demostrado lo contrario: que la independencia se suspende ante mandatos exteriores, que las decisiones clave se toman fuera, y que somos una pieza más dentro del tablero de intereses mayores.
Si la OTAN exige que todos los miembros dirijan al menos el
5% del PIB al gasto militar, eso no es una “norma de equidad”: es una exacción
política. España, con su deuda excediendo el 100% del PIB, con salarios
mediocres y servicios públicos saturados, no puede soportar ese peso. Al
aceptarlo, estaríamos destruyéndonos desde dentro para sostener una estructura
extranjera.
La Unión Europea, con su política monetaria, sus normas de
libre competencia y su diseño institucional, ha sido un arma silenciosa de
dominación: sometiéndonos desde el lado económico, estructural, tecnológico.
Quienes esperaban que “Europa nos salvara” han sido engañados.
La entrada de España fue vendida como paso hacia la
modernidad estratégica, bajo el paraguas de “defensa colectiva”. Pero desde
entonces, hemos cedido nuestras capacidades de decisión militar, política
exterior y alianzas autónomas.
El referéndum de 1986 prometió límites: no integración
completa en estructuras militares, no armas nucleares, retirada progresiva de
bases extranjeras. Pero esos límites fueron decorativos: jamás se respetaron.
En cambio, España se transformó en plataforma logística para intervenciones
globales sin tener voz real.
Hoy, sin embargo, la OTAN ya no actúa como alianza
defensiva, sino como instrumento activo de expansión militar. Como dice
Meyssan, los belicistas expulsados del aparato estadounidense han reubicado su
influencia en la OTAN y la ONU, usándolas como palancas de guerra. Esa
estrategia revela que las estructuras multilaterales que se suponen
“pacificadoras” pueden ser colonizadas por agendas belicistas.
Además, la OTAN ya controla partes fundamentales del “Grupo
de Contacto sobre la Defensa de Ucrania”, imponiendo doctrinas de guerra y
centralizando decisiones estratégicas. Eso no es defensa: es manipulación
militar de conflictos que escapan al interés español.
La demanda de un 5% del PIB no pretende defendernos:
pretende convertirnos en engranaje militar global. Nuestra deuda con la OTAN no
se salda en seguridad, sino en servidumbre.
Desde Maastricht y la Unión Monetaria, España sacrificó su
política monetaria, sus mecanismos de protección industrial, su soberanía
energética. Sectores como la minería, la siderurgia, la agricultura rentable,
la construcción naval y la tecnología han sido sacrificados en función del gran
diseño europeo.
El euro, lejos de igualarnos, ha sido diseñado para favorecer
el excedente alemán: con una moneda fuerte controlada desde Berlín, con reglas
rígidas de déficit, con políticas de austeridad que asfixian las posibilidades
de reindustrialización en el sur de Europa.
Desde el 1 de enero de 2002, el euro se ha devaluado frente
a la peseta en una proporción real del 300 %. Ésa es la evidencia que nadie quiere mirar. Lo que entonces
costaba 100 pesetas hoy cuesta 300, y ese simple hecho resume el fracaso de la
integración europea. El euro no fortaleció nuestra economía: la vació. Por
eso, salir de la Unión Europea y
de la OTAN ya no es una consigna ideológica, sino una cuestión de
supervivencia nacional. Permanecer es aceptar el expolio; salir es empezar a
recuperarnos.
Los fondos europeos, muchas veces presentados como ayudas,
han sido instrumentos de condicionamiento: inversiones sujetas a normas, a
concursos competitivos, a dependencia de cumplimiento de políticas dictadas
desde Bruselas.
Bruselas impone liberalizaciones, regulaciones, competencia
sin fronteras, pero no reconstruye el tejido productivo: eso queda para los
Estados subordinados. Así, hemos sido condenados a especializarnos en servicios
turísticos, mano de obra barata, energía importada.
La Transición fue celebrada como liberación política, pero
su diseño fue supervisado desde poderes externos que buscaban evitar rupturas
radicales. La Constitución misma, los mecanismos de control del Estado, las
fuerzas armadas, los pactos del 78: todo fue pensado para encajar en un sistema
internacional dominado.
Los partidos mayoritarios (PP y PSOE) funcionan como
operadores directos de las élites financieras y las agendas externas. La
alternancia es una puesta en escena, una forma de conjurar disenso sin alterar
la subordinación estructural.
La sociedad no debate la soberanía porque la normalización
de la dependencia ha sido eficiente: se ha naturalizado que nuestras decisiones
“reales” no existan. La izquierda institucional muchas veces legitima el
sistema con retórica progresista mientras sus actos se someten a normas externas.
Así, la partitocracia se fusiona con el aparato del Estado,
y el ciudadano queda convertido en espectador.
¿Por qué salirse?
- Porque
seguir dentro es seguir hipotecándonos.
- Porque
la soberanía no es un lujo, es condición de supervivencia nacional.
- Porque
no es aislamiento: es recuperar capacidad de decisión sobre moneda,
comercio, defensa, alianzas.
- Porque
el mundo cambia: necesitamos estructuras flexibles, no alianzas rígidas de
dominio.
- Porque
financiar guerras de otros con nuestro presupuesto es perder dignidad.
¿Cómo salir?
- Conciencia
colectiva: explicar que no somos libres, que nuestras élites
entregaron el mando.
- Movimiento
soberanista transversal: unir izquierdas críticas, regionalismos,
sindicatos, jóvenes.
- Referéndum
constitucional: plantear a la ciudadanía la opción de salir de la OTAN
y la UE.
- Negociaciones
inteligentes: proyectar una salida ordenada, con alianzas
mediterráneas, ibéricas, del Sur global.
- Reestablecer
moneda propia / control monetario y un banco central al servicio
del desarrollo.
- Neutralidad
activa en defensa: fuerzas propias, sin bases extranjeras, rechazando
guerras ajenas.
- Reconstruir
industria estratégica: tecnología, energía, alimentación, soberanía
productiva.
Este camino exige rupturas, debates duros, sacrificios. Pero
la alternativa es seguir siendo colonia disfrazada de democracia.
Permanecer en la OTAN y en la UE hoy no es una opción
pasiva: es una traición activa a nuestros intereses nacionales. La OTAN ya no
es un escudo: es una máquina de guerra internacional que pretende integrarnos
en sus ordres mayoritarios. La UE no es comunidad: es un corsé estructural que
nos inmoviliza.
Salir no es rechazar el mundo, sino recobrar nuestro lugar
en él: no como súbditos, sino como sujetos con derechos y decisiones propias.
España no merece seguir como colonia. Podemos y debemos
reconstruir una política autónoma, una economía soberana y una defensa digna.
Con la mirada clara en la OTAN actual —dominada por agendas
de guerra global que ya han desplazado al “Tío Sam” como autor directo, pero
actúan por mecanismos supranacionales como la OTAN y la ONU — la elección ya no
es teórica: es urgente y existencial.
El expolio europeo: el euro frente a la peseta (3 a 1)
La gran mentira europea empieza a caer por su propio peso. Nos
prometieron estabilidad, prosperidad y convergencia. Nos dieron deuda,
precariedad y sumisión. Desde el 1 de enero de 2002, fecha en que España adoptó
el euro, la realidad económica demuestra que el euro se ha devaluado frente a
la peseta en una proporción de tres a uno.
Dicho de otra forma: lo que en 2002 costaba 100 pesetas hoy
cuesta 300. El café, el pan, la vivienda, la gasolina… todos los precios
confirman lo mismo: el euro, esa “moneda fuerte”, ha perdido tres cuartas
partes de su valor real frente a la peseta.
La consecuencia es devastadora. El ciudadano español, que
creía integrarse en la Europa del bienestar, ha visto cómo su salario se
estanca, sus ahorros se disuelven y su país se endeuda. La peseta se devaluaba
—sí—, pero lo hacía para proteger la economía nacional. El euro, en cambio, se
devalúa contra el ciudadano y a favor del sistema financiero que lo gobierna.
Veinte años después, la conclusión es incontestable: El euro
ha sido el instrumento perfecto del expolio. Ha vaciado la industria, ha
reducido la soberanía y ha transferido la riqueza real de los pueblos del sur a
los bancos del norte.
España no se ha beneficiado de Europa: ha sido saqueada por
Europa. La moneda común, lejos de unirnos, nos ha dividido entre los que mandan
y los que obedecen, entre los que imprimen dinero y los que lo mendigan.
Y nadie lo dice. Nadie recuerda que, desde el punto de vista
de la vida real, la peseta valía tres veces más que el euro de hoy.
Ésa es la medida exacta del fraude europeo: una devaluación
del 300 % en la moneda del pueblo, camuflada bajo el nombre de integración.
Por eso, salir de la Unión Europea y de la OTAN ya no es una
opción ideológica, sino una necesidad vital. Permanecer en estas estructuras
significa seguir entregando nuestra soberanía económica a Bruselas y nuestra
soberanía militar a Washington; seguir financiando guerras ajenas y
empobreciéndonos en nombre de una “seguridad” que no existe.
La única salida digna es recuperar el control de nuestra
moneda, de nuestras fronteras, de nuestra defensa y de nuestro destino: volver
a ser un país libre en un continente sometido.
EL SEXTANTE
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