NO-DUALIDAD Y ELECCIÓN
El mensaje de la no dualidad es muy sencillo: no existe nada
separado. En esta aparente separación se asienta todo lo que el individuo hace.
De hecho, el individuo no es más que esa separación aparente. Ella es la que
impulsa la búsqueda espiritual, la búsqueda de la disolución del ego y toda
búsqueda mundana.
Este es un mensaje que la mente que busca (es decir, «tú», el individuo) jamás podrá entender, porque implica su disolución, es decir, su muerte. Pero por más que este mensaje sea la muerte, también es la vida.
La vida siempre se despliega aquí y ahora, pero la mente, que no es sino
una negación de la vida, no puede aceptarlo. Y como la mente no puede apresar
la totalidad, crea un pequeño reducto de conocimientos, valores y significados.
Pero por más bien que esté, el intelecto jamás podrá entender la inmensidad de
la vida, porque la vida ―es decir, esto― es previa al intelecto y emerge de esa
totalidad.
Todos los problemas del individuo que se despliegan en este
instante son meros pensamientos, y puesto que los pensamientos siempre aparecen
en el despliegue de la vida, el pensamiento ya es impersonal y ya está
liberado, porque la conciencia trasciende intrínsecamente todo lo que aparece
en ella.
Pero todo esto es demasiado rebuscado, demasiado
intelectual. La realidad es muy sencilla, muy evidente y muy presente. Los
pensamientos que ahora emergen no son «mis pensamientos», sólo son
pensamientos; no son «mis problemas», sólo son problemas, y ésta no es «mi
vida», sólo es la vida.
La vida se despliega y yo estoy simultáneamente inmerso y
ausente de ella. Y ésta no es una contradicción, porque estar completamente
inmerso es también estar completamente ausente.
Completamente inmerso y completamente ausente, pero fuera
todavía se escucha el ruido del tráfico, el clic del termostato conectándose y
desconectándose de vez en cuando, el sonido de la respiración y el golpeteo de
la lluvia en la ventana. Todavía hay cansancio corporal y sensaciones en este
instante, en éste y también en éste…
Y así, por más ausente que esté, la vida nunca deja de desplegarse. Aunque yo no esté en ninguna parte, la vida jamás se detiene, ni ahora ni nunca.
El mito de la elección
«Yo soy una persona que puede elegir.» ¡Esta es la raíz de
toda confusión!
No existe, para empezar, ninguna elección. «Yo elijo» es una
bonita historia, urdida por un narrador que se crea a sí mismo eligiendo.
Pero, en realidad, lo que sucede, sucede. La historia de la
elección forma sencillamente parte de lo que sucede.
¿Por qué nos cuesta la vida llegar a ver esto?
No importa, porque “la vida” no es más que otra historia que
emerge ahora mismo.
¡Qué liberación desembarazarse de la elección! Lo que
sucede, sucede. Lo que sucederá, sucederá, y lo que ha sucedido no podría haber
sucedido de ningún otro modo. «Podría haber sucedido de otro modo» no es, por
tanto, más que otra historia, otra ilusión. La raíz de todo sufrimiento.
No existe ninguna elección, pero la vida sucede y, aunque
indudablemente parezcamos elegir, “nosotros”, en realidad, no tenemos, al
respecto, ningún control.
Por ello muchas enseñanzas espirituales hablan de la entrega
a la vida, a Dios y a lo Desconocido. En la entrega, la decisión personal se
colapsa y nos libera del peso de la volición.
Pero recuerda que “tú” no puedes rendirte. Y tampoco puedes
decidir no elegir, porque ésa seguiría siendo otra elección.
Más allá de la elección y de la falta de elección, no hay
más que esto, lo que está sucediendo en el presente. Yo no puedo elegir
prepararme una taza de té, porque ésa no sería más que una decisión aparente.
¿De dónde procede la idea de prepararme una taza de té? ¿No aflora acaso esa
idea en mi cabeza? ¿A quién hay pues que atribuir esa responsabilidad?
¡Qué maravilla! La vida se despliega ahora y todo discurre
exactamente como debe y en el mismo instante en que debe hacerlo. ¡Esa es la
libertad!
La idea de elección es la raíz misma de la violencia, de la
separación, del narcisismo y, por tanto, del sufrimiento. La idea de elección
implica la existencia de un individuo que está separado de la vida y que, de
algún modo, al elegirla, crea su propia vida. ¡Qué violencia! ¿Cómo podría
haberme separado de esto? ¿Quién soy yo para afirmar que tengo ese poder? ¡Qué
egoísta es pensar siquiera en que puedo hacerlo!
¡Pero qué maravilloso y excitante es creer en la elección,
creer en que soy un individuo que puede cambiar el mundo y hacer que las cosas
sucedan, tanto para mí como para los demás!
¡No neguemos, pues, la aparente elección! ¡Qué divertido
parecer elegir ir al cine, leer cierto libro o dar un paseo por el parque! ¡El
mundo no es sino un juego de aparentes elecciones!
¿Has elegido leer estas palabras o la lectura simplemente
sucede?
Es cierto que puede aflorar el pensamiento de «Elijo leer
este libro». Pero ¿a quién se le ocurre este pensamiento?
¿Acaso puedes elegir pensar o no pensar en esto?
Jeff Foster. Más allá del
despertar
No hay comentarios:
Publicar un comentario