EL DINERO ES
SUEÑO, LAS DEUDAS TAMBIÉN
El dinero no existe. Esto, que parece una tontería cuando lo
oyes, es muy importante asumirlo porque inconscientemente seguimos pensando en
él y en las deudas como algo real. Así que no lo busques en los bancos, ni en
los cajeros, ni en los cheques, ni en los ordenadores… no lo encontrarás. De
hecho, jamás lo podrás ver ni tocar.
Tampoco pienses que lo tocas cuando tocas un billete o una
moneda, porque si tu gobierno decide que eso ya no es dinero, dejará de serlo.
¿Conoces algún elemento de la naturaleza que deje de existir solo por decisión
humana? Además, los billetes y monedas no son dinero en sí, solo son
contenedores de dinero, igual que un cheque o una cuenta bancaria.
No se sabe qué composición molecular tiene ni cuál es su peso
atómico. No interactúa con otros elementos de la naturaleza.
Se puede imprimir en cualquier soporte. Una pequeña cantidad de
él puede requerir una gran cantidad de metal o papel. Por ejemplo, la deuda
exterior de EEUU puede llenar de papel todo un rascacielos y, a su vez, todo el
dinero del mundo puede caber en el objeto más pequeño que te puedas
imaginar.
Su existencia solo es mental y las leyes que lo rigen son
moldeables a voluntad.
Imagina que, de repente, la gente que rodea a Bill Gates
ignorara su dinero. Se convertiría inmediatamente en alguien normal, lo que
siempre ha sido. Su dinero existe solo en la medida en que los demás creen en
su existencia. Sin embargo, si alguien tiene una manzana en la mano, por mucho
que los demás intenten ignorarla, esa manzana seguirá estando ahí. Se la podrá
comer cuando quiera.
Como dijimos, las llamadas autoridades pueden decretar que las
monedas que utilizas ya no son dinero, desde ese momento ya no podrás hacer uso
de ellas. Habrán perdido toda su utilidad. ¿Crees que si esas mismas personas
decretaran que la silla en la que te sientas ya no es una silla ya no podrías
usarla como tal o te caerías al suelo?
El dinero tiene las mismas características físicas que el
reino de Fantasía, del libro La Historia Interminable: en cuanto la gente
empieza a dejar de creer en él, desaparece. Entonces, ¿Por qué tanta
gente llama “frikis” a quienes se reúnen en convenciones para hablar de Star
trek pero luego escuchan muy serios todo lo que se habla en las cumbres sobre
economía, teniendo estas un gran seguimiento periodístico?
La única diferencia entre ambos casos es que el primero no hace
daño a nadie, mientras que el segundo puede destrozar la vida a millones de
personas. Hasta hay carreras universitarias sobre economía que requieren años
de estudio. Lo curioso es que hablar de esta realidad es algo que se rechaza
casi inmediatamente. Enseguida se intenta ridiculizar a quien lo hace. Es como
un sistema de autodefensa que salta automáticamente cuando peligra la realidad
en la que creemos.
¿Te has preguntado alguna vez por qué las grandes catástrofes
que predicen los entendidos en economía pocas veces se cumplen? Todos hemos
oído decir incluso a algún premio Nobel de economía “si x país hace x cosa ocurrirá x
catástrofe”, siendo avalado por muchos otros, y luego no ocurre nada; “si x región no cambia x cosa, en x
fecha ocurrirá x desastre”; “es
imposible que el banco x pida x dinero sin que x se arruine”… y luego, nada
de nada. La inexistencia del dinero hace que sus reglas sean moldeables a
voluntad. Es infinito.
Puede escasear o brotar a chorros de las fuentes más inesperadas.
Sus reglas no son fijas, sino que las moldean a voluntad quienes
lo controlan oficialmente. Por eso, en tiempos de crisis, a los expertos les es
tan difícil acertar, porque lo imposible se vuelve posible con total
naturalidad. Así que cuando oigas que llegó una crisis, ten por seguro que esta
se está dando por la conveniencia de unos pocos o para tapar un problema mayor…
o ambas cosas a la vez.
Si las reglas del parchís nos dan problemas podemos cambiarlas,
pero las del dinero no. ¿Por qué? Pues porque eso no interesa. Los puestos de
privilegio que ostentan quienes dictan las normas estarían en peligro, así como
la vida cómoda de ese pequeño porcentaje de la población que está encantada con
dichas normas. Por eso nos hacen creer que si las cosas no son así nos irá terriblemente
mal. Es como si un grupo de esclavos rezara para que al señorito los negocios
le fueran bien, porque, si no, la cantidad de azotes que recibirán será mayor
que de costumbre y la ración de comida, menor.
Es natural querer escapar de semejante situación en cuanto eres
capaz de reconocerla. Estamos en una situación en la que cada vez más esclavos
empiezan a percibir su situación, pero aún el resto les recrimina con la
cantinela redactada por los amos: “Podemos romper nuestras cadenas, saltar
la verja y ser libres, pero ¿cómo nos vamos a organizar, qué vamos a comer?
¿Cómo nos protegeremos unos de otros, si somos de lo peor? Aquí, al menos, el
señorito nos organiza, nos da comida y techo, ¿conoces otra cosa mejor?”.
En realidad, el señorito no sabe hacer una mierda. La comida la
hacen ellos, las chabolas donde viven las hacen ellos y ellos mismos se
organizan; unos se encargan de unas cosas y otros de otras; otros se encargan
de dirigir las labores e incluso de dar los azotes (a no ser que el señorito sea
un sádico al que le guste darlos personalmente).
Solo siguen las directrices maestras del señorito al que no
necesitan para nada y cuya única labor es encargarse de que lo crean
imprescindible. Yo no imagino un grupo de esclavos en el que ninguno de ellos
pueda sugerir la idea de escapar porque si no los demás le exigirán un plan
exacto de cómo vivirán una vez en libertad. Lo primero es escapar, dejar atrás
lo que les oprime. Luego se hará camino al andar.
Pocas cárceles son tan efectivas como las que crean el valor
(dinero u otro medio), el pago y la deuda. No ves sus barrotes pero eres
incapaz de ir más allá de ellos, no distingues sus límites pero eres incapaz de
rebasarlos. Y si te preguntan, dices que vives en total libertad. Nos mueven a
realizar los excesos y despilfarros más colosales con total naturalidad, nos
impiden hacer lo necesario por muy vital que sea, también con total
naturalidad. Es el mundo de lo absurdo y lo injusto en su máxima expresión. Y
nos han hecho creer que somos incapaces de otra cosa.
Sabemos que es posible tener el plato lleno sin tener que luchar
contra nadie. Y sabemos que hay suficiente para llenar todos los platos que
están en la mesa. Y saberlo nos hace desear con todas nuestras fuerzas el
sistema que por lógica y justicia deberíamos tener. Por eso, a medida que
empezamos a despertar, empezamos a rebelarnos.
Probablemente esto rechinará en muchos oídos, pero no hay que
luchar contra el sistema; es inútil. Además, ya se cae por sí mismo. Muchos son
los motivos por los que cae, pero entre ellos está el que mucha gente ya está
dejando de creer en él. Así que lo más efectivo que podemos hacer es darle la
espalda, y cuantos más seamos quienes lo hagamos, más rápida será su caída. Por
ejemplo, ¿por qué crees que se esfuerzan tanto en que vayas a votar? Poco les
importa por quién lo hagas, lo que de verdad les importa es que sigas reafirmando
físicamente tu creencia en el
sistema. Eso también les vale para que cuando las cosas sigan yendo igual de
mal nos echemos la culpa unos a otros: “disfrutad
lo votado”, “tenemos lo
que nos merecemos”, etc., son frases muy conocidas. Si a quienes nos
gobiernan les dieran a elegir, preferirían mil veces ver a la gente saliendo a
la calle a luchar contra el sistema aunque sea de forma violenta antes que
empezaran a darle la espalda, porque ese sería su fin.
¿Te has preguntado por qué a quien te paga el sueldo le cuesta
mucho menos esfuerzo reunir el dinero necesario para pagártelo que a ti? ¿Cómo
es posible que a esa persona le baste simplemente con hacer llamadas, firmar
papeles y hacer algunos desplazamientos para ganar lo suficiente como para
pagar todos los sueldos que debe abonar y que al final le sobre? Las normas del
sistema siempre lo han dictaminado así desde hace milenios. Así que el
capitalismo no es el sistema, solo es la forma actual de administrarlo.
Es más fácil trabajar con el valor de las cosas que con el esfuerzo y el sacrificio personal, proporciona muchos más beneficios y requiere mucho menos esfuerzo, por eso está más restringido. Cuando se actúa así se logra acaparar más esfuerzo y sacrificio personal a nuestro servicio. Todos lo hacemos en mayor o menor grado, por ejemplo cuando invertimos una porción de nuestro limitado sueldo en que alguien nos sirva una copa, nos dé cierto artículo o nos preste cualquier servicio. Siendo los más poderosos quienes lo hacen de forma masiva.
Es más fácil trabajar con el valor de las cosas que con el esfuerzo y el sacrificio personal, proporciona muchos más beneficios y requiere mucho menos esfuerzo, por eso está más restringido. Cuando se actúa así se logra acaparar más esfuerzo y sacrificio personal a nuestro servicio. Todos lo hacemos en mayor o menor grado, por ejemplo cuando invertimos una porción de nuestro limitado sueldo en que alguien nos sirva una copa, nos dé cierto artículo o nos preste cualquier servicio. Siendo los más poderosos quienes lo hacen de forma masiva.
¿Somos todos malos? No, simplemente actuamos acorde a unas
reglas que creemos naturales: valor,
pago y deuda. Ha sido así durante tantos milenios que hasta lo hemos
incorporado a nuestras religiones: “si
eres malo pagarás con el infierno”, “si haces buenas acciones te ganarás el
cielo”, “si haces esto tienes una deuda kármica que debes pagar en otra vida”…
Nada queda a deber. Lo que sucede aquí son cosas de aquí, y aquí
todo está compensado de forma natural. Nadie tiene deudas, y mucho menos
espirituales. Si subimos una pesada bolsa de compra a nuestra anciana vecina
del quinto, esta no nos deberá nada. Ni siquiera nuestro cuerpo distinguirá si
el gasto energético lo hacemos para nosotros o para otra persona. Alimentamos y
cuidamos a nuestros hijos, a nuestros mayores, incluso a nuestras “mascotas” y
estos no nos deben nada. Da igual si lo que hacemos lo hacemos para nosotros o
para otros. Nada se debe, nada hay que pagar; son inventos humanos. Si alguien
nos da un puñetazo no le debemos otro.
Llevamos milenios pensando que esto es
así, mientras que la realidad física nos demuestra continuamente que no es
cierto, por muchas vueltas que le demos. Continuamente vemos casos de personas
que, siendo malvadas, jamás reciben castigo alguno, mientras que otras, siendo
bondadosas, son “castigadas” continuamente. No es que la realidad sea terca, es
que es la que es. Y esta nos demuestra una y mil veces que eso de que “según
hacemos merecemos” y que “cuanto más nos esforzamos a más tenemos derecho”, es
pura ilusión.
Digamos que, resumiendo bastante, “la conexión nos trae el cielo
y la desconexión el infierno”. La
empatía es el paraíso en la Tierra. Cuanto más nos preocupamos por nosotros
mismos mayor es nuestro infierno, aunque desde afuera parezca lo contrario. Vivimos
por dentro. Es habitual hacer desconexiones selectivas para obtener
placeres temporales a costa de otras personas. Así, y resumiendo aún más,
podríamos decir que “nuestro infierno aumenta en la misma medida en que
aumentamos nuestra atención por nosotros mismos”. Todo lo contrario de lo que
promulga nuestro milenario sistema, que hasta ha creado departamentos
especiales dedicados a fomentar la competitividad.
El mundo solo lo podemos cambiar nosotros y no el onírico mundo
de las deudas y los pagos, regulados por el inexistente dinero.
Se deja morir por hambre y enfermedad a millones de personas en
el mundo solo porque carecen de algo que ni siquiera existe. Debemos enviar
dinero para que alguien en algún lugar decida que entonces sí vale la pena
ayudarles. Si no se paga la ayuda, esta no se puede dar, por “una extraña ley
de la física aún no esclarecida”.
Mensaje
subliminal: “Si no pagas, no le ayudaremos”
Quienes sufren deben hacer méritos para recibir ayuda. Si no los
hacen, entonces dependen de que la generosidad de unos motive la voluntad de
otros que sí pueden ayudar pero les es “imposible” mientras no haya pago por
medio. A su vez esta generosidad nos la paga Dios o nuestra conciencia, según
dicte la creencia implicada en el proceso. Valor, pago y deuda.
¿De verdad crees que conquistamos el espacio gracias al dinero?
¿Crees que hay tanta gente pasando hambre por falta de dinero? ¿Crees que la
razón por la cual no se logra encontrar la solución a tantos problemas es
porque no se invierte el dinero suficiente? ¿En serio? El dinero no resuelve
problemas, tampoco los crea. Todo eso lo hacemos nosotros solos. Analízalo bien
y te darás cuenta.
La empatía es la solución definitiva a la inmensa mayoría de los
problemas de la humanidad. Es la actitud más anti sistema que podamos tener. Y no creas
que es una utopía, eso es lo que quieren que creas quienes tienen miedo al
cambio. Aún no nos conocemos como especie. La historia no nos sirve como
referencia porque siempre ha estado basada en el mismo sistema. Da igual la
época o el lugar de la Tierra al que se refiera, siempre ha gobernado el mismo
sistema: valor, pago y deuda. Nunca hemos intentado dar la espalda a este milenario
modelo.
Internet es un maravilloso campo de pruebas que nos pone sobre
la pista de cuál es nuestra verdadera forma de ser. ¿Nunca te preguntaste por
qué la gente empezó de forma espontánea a compartir archivos a través de la Red
en cuanto tuvo la oportunidad de hacerlo? La mayoría no recibe compensación
alguna por ello ni la esperan, solo comparten por el placer de compartir. Ten
la seguridad de que si por Internet se pudiera compartir también la comida se
acabaría el hambre en el mundo.
El sistema lucha encarnizadamente contra esto, porque no soporta
que se le deje de lado e inventa mil excusas para frenarlo, pero no puede
porque es algo que está más allá de sus dominios. Es como decir que es algo que
ocurre más allá del reino de Fantasía.
Siempre hay alguien que intenta recordarnos que “eso es
imposible porque somos de lo peor” y
que “en cuanto el sistema caiga comenzaremos a matarnos unos a otros”.
Lo primero que nos viene a la mente es que se formarían dos clases de grupos,
unos de colaboración y supervivencia y otros de salvajismo y rapiña, lleno de
asesinos y violadores. ¿Qué hipotético grupo crees que sería el más numeroso,
el de los que cooperan o el de los que asesinan? ¿A cuál te unirías tú: al de
los asesinos, en donde debes dormir con un ojo abierto para no ser la próxima
víctima, o al de los que cooperan, donde si tienes un problema los demás te
ayudan? Además, no sabemos realmente cómo será. No hay referencias. No es un
proyecto, es un camino… y el camino se hace al andar. Tampoco es una decisión
sino que, en cuanto lo comprendes, se convierte en algo natural, como nacer.
El gusano no decide transformarse en mariposa, simplemente se
transforma. Antes era un gran depredador de recursos, arrasaba cosechas
enteras. Después, una vez convertido en mariposa, ayuda a polinización de
millones de flores.
Fin ¿…o comienzo?
Realización:
Patricia, Carlos, Andrea, Manolo, Estela, Tú, Emilio, María … y
7.000 millones de personas más.
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