13.8.15

La empatía es la solución definitiva a la inmensa mayoría de los problemas de la humanidad

EL DINERO ES SUEÑO, LAS DEUDAS TAMBIÉN

Valor, pago y deuda
El dinero no existe. Esto, que parece una tontería cuando lo oyes, es muy importante asumirlo porque inconscientemente seguimos pensando en él y en las deudas como algo real. Así que no lo busques en los bancos, ni en los cajeros, ni en los cheques, ni en los ordenadores… no lo encontrarás. De hecho, jamás lo podrás ver ni tocar.
Tampoco pienses que lo tocas cuando tocas un billete o una moneda, porque si tu gobierno decide que eso ya no es dinero, dejará de serlo. ¿Conoces algún elemento de la naturaleza que deje de existir solo por decisión humana? Además, los billetes y monedas no son dinero en sí, solo son contenedores de dinero, igual que un cheque o una cuenta bancaria.
No se sabe qué composición molecular tiene ni cuál es su peso atómico. No interactúa con otros elementos de la naturaleza.
Se puede imprimir en cualquier soporte. Una pequeña cantidad de él puede requerir una gran cantidad de metal o papel. Por ejemplo, la deuda exterior de EEUU puede llenar de papel todo un rascacielos y, a su vez, todo el dinero del mundo puede caber en el objeto más pequeño que te puedas  imaginar.
Su existencia solo es mental y las leyes que lo rigen son moldeables a voluntad.
Imagina que, de repente, la gente que rodea a Bill Gates ignorara su dinero. Se convertiría inmediatamente en alguien normal, lo que siempre ha sido. Su dinero existe solo en la medida en que los demás creen en su existencia. Sin embargo, si alguien tiene una manzana en la mano, por mucho que los demás intenten ignorarla, esa manzana seguirá estando ahí. Se la podrá comer cuando quiera.

Como dijimos, las llamadas autoridades pueden decretar que las monedas que utilizas ya no son dinero, desde ese momento ya no podrás hacer uso de ellas. Habrán perdido toda su utilidad. ¿Crees que si esas mismas personas decretaran que la silla en la que te sientas ya no es una silla ya no podrías usarla como tal o te caerías al suelo?
El dinero  tiene las mismas características físicas que el reino de Fantasía, del libro La Historia Interminable: en cuanto la gente empieza a dejar de creer en él, desaparece.  Entonces, ¿Por qué tanta gente llama “frikis” a quienes se reúnen en convenciones para hablar de Star trek pero luego escuchan muy serios todo lo que se habla en las cumbres sobre economía, teniendo estas un gran seguimiento periodístico?
La única diferencia entre ambos casos es que el primero no hace daño a nadie, mientras que el segundo puede destrozar la vida a millones de personas. Hasta hay carreras universitarias sobre economía que requieren años de estudio. Lo curioso es que hablar de esta realidad es algo que se rechaza casi inmediatamente. Enseguida se intenta ridiculizar a quien lo hace. Es como un sistema de autodefensa que salta automáticamente cuando peligra la realidad en la que creemos.

¿Te has preguntado alguna vez por qué las grandes catástrofes que predicen los entendidos en economía pocas veces se cumplen? Todos hemos oído decir incluso a algún premio Nobel de economía “si x país hace x cosa ocurrirá x catástrofe”, siendo avalado por muchos otros, y luego no ocurre nada; “si x región no cambia x cosa, en x fecha ocurrirá x desastre”; “es imposible que el banco x pida x dinero sin que x se arruine”… y luego, nada de nada. La inexistencia del dinero hace que sus reglas sean moldeables a voluntad. Es infinito. Puede escasear o brotar a chorros de las fuentes más inesperadas.
Sus reglas no son fijas, sino que las moldean a voluntad quienes lo controlan oficialmente. Por eso, en tiempos de crisis, a los expertos les es tan difícil acertar, porque lo imposible se vuelve posible con total naturalidad. Así que cuando oigas que llegó una crisis, ten por seguro que esta se está dando por la conveniencia de unos pocos o para tapar un problema mayor… o ambas cosas a la vez.
Si las reglas del parchís nos dan problemas podemos cambiarlas, pero las del dinero no. ¿Por qué? Pues porque eso no interesa. Los puestos de privilegio que ostentan quienes dictan las normas estarían en peligro, así como la vida cómoda de ese pequeño porcentaje de la población que está encantada con dichas normas. Por eso nos hacen creer que si las cosas no son así nos irá terriblemente mal. Es como si un grupo de esclavos rezara para que al señorito los negocios le fueran bien, porque, si no, la cantidad de azotes que recibirán será mayor que de costumbre y la ración de comida, menor.
Es natural querer escapar de semejante situación en cuanto eres capaz de reconocerla. Estamos en una situación en la que cada vez más esclavos empiezan a percibir su situación, pero aún el resto les recrimina con la cantinela redactada por los amos: “Podemos romper nuestras cadenas, saltar la verja y ser libres, pero ¿cómo nos vamos a organizar, qué vamos a comer? ¿Cómo nos protegeremos unos de otros, si somos de lo peor? Aquí, al menos, el señorito nos organiza, nos da comida y techo, ¿conoces otra cosa mejor?”.
En realidad, el señorito no sabe hacer una mierda. La comida la hacen ellos, las chabolas donde viven las hacen ellos y ellos mismos se organizan; unos se encargan de unas cosas y otros de otras; otros se encargan de dirigir las labores e incluso de dar los azotes (a no ser que el señorito sea un sádico al que le guste darlos personalmente).
Solo siguen las directrices maestras del señorito al que no necesitan para nada y cuya única labor es encargarse de que lo crean imprescindible. Yo no imagino un grupo de esclavos en el que ninguno de ellos pueda sugerir la idea de escapar porque si no los demás le exigirán un plan exacto de cómo vivirán una vez en libertad. Lo primero es escapar, dejar atrás lo que les oprime. Luego se hará camino al andar.
Pocas cárceles son tan efectivas como las que crean el valor (dinero u otro medio), el pago y la deuda. No ves sus barrotes pero eres incapaz de ir más allá de ellos, no distingues sus límites pero eres incapaz de rebasarlos. Y si te preguntan, dices que vives en total libertad. Nos mueven a realizar los excesos y despilfarros más colosales con total naturalidad, nos impiden hacer lo necesario por muy vital que sea, también con total naturalidad. Es el mundo de lo absurdo y lo injusto en su máxima expresión. Y nos han hecho creer que somos incapaces de otra cosa.
Sabemos que es posible tener el plato lleno sin tener que luchar contra nadie. Y sabemos que hay suficiente para llenar todos los platos que están en la mesa. Y saberlo nos hace desear con todas nuestras fuerzas el sistema que por lógica y justicia deberíamos tener. Por eso, a medida que empezamos a despertar, empezamos a rebelarnos.
Probablemente esto rechinará en muchos oídos, pero no hay que luchar contra el sistema; es inútil. Además, ya se cae por sí mismo. Muchos son los motivos por los que cae, pero entre ellos está el que mucha gente ya está dejando de creer en él. Así que lo más efectivo que podemos hacer es darle la espalda, y cuantos más seamos quienes lo hagamos, más rápida será su caída. Por ejemplo, ¿por qué crees que se esfuerzan tanto en que vayas a votar? Poco les importa por quién lo hagas, lo que de verdad les importa es que sigas reafirmando físicamente tu creencia en el sistema. Eso también les vale para que cuando las cosas sigan yendo igual de mal nos echemos la culpa unos a otros: “disfrutad lo votado”, “tenemos lo que nos merecemos”, etc., son frases muy conocidas. Si a quienes nos gobiernan les dieran a elegir, preferirían mil veces ver a la gente saliendo a la calle a luchar contra el sistema aunque sea de forma violenta antes que empezaran a darle la espalda, porque ese sería su fin.
¿Te has preguntado por qué a quien te paga el sueldo le cuesta mucho menos esfuerzo reunir el dinero necesario para pagártelo que a ti? ¿Cómo es posible que a esa persona le baste simplemente con hacer llamadas, firmar papeles y hacer algunos desplazamientos para ganar lo suficiente como para pagar todos los sueldos que debe abonar y que al final le sobre? Las normas del sistema siempre lo han dictaminado así desde hace milenios.  Así que el capitalismo no es el sistema, solo es la forma actual de administrarlo.

Es más fácil trabajar con el valor de las cosas que con el esfuerzo y el sacrificio personal, proporciona muchos más beneficios y requiere mucho menos esfuerzo, por eso está más restringido. Cuando se actúa así se logra acaparar más esfuerzo y sacrificio personal a nuestro servicio. Todos lo hacemos en mayor o menor grado, por ejemplo cuando invertimos una porción de nuestro limitado sueldo en que alguien nos sirva una copa, nos dé cierto artículo o nos preste cualquier servicio. Siendo los más poderosos quienes lo hacen de forma masiva.
¿Somos todos malos? No, simplemente actuamos acorde a unas reglas que creemos naturales: valor, pago y deuda. Ha sido así durante tantos milenios que hasta lo hemos incorporado a nuestras religiones: “si eres malo pagarás con el infierno”, “si haces buenas acciones te ganarás el cielo”, “si haces esto tienes una deuda kármica que debes pagar en otra vida”
Nada queda a deber. Lo que sucede aquí son cosas de aquí, y aquí todo está compensado de forma natural. Nadie tiene deudas, y mucho menos espirituales. Si subimos una pesada bolsa de compra a nuestra anciana vecina del quinto, esta no nos deberá nada. Ni siquiera nuestro cuerpo distinguirá si el gasto energético lo hacemos para nosotros o para otra persona. Alimentamos y cuidamos a nuestros hijos, a nuestros mayores, incluso a nuestras “mascotas” y estos no nos deben nada. Da igual si lo que hacemos lo hacemos para nosotros o para otros. Nada se debe, nada hay que pagar; son inventos humanos. Si alguien nos da un puñetazo no le debemos otro. 
Llevamos milenios pensando que esto es así, mientras que la realidad física nos demuestra continuamente que no es cierto, por muchas vueltas que le demos. Continuamente vemos casos de personas que, siendo malvadas, jamás reciben castigo alguno, mientras que otras, siendo bondadosas, son “castigadas” continuamente. No es que la realidad sea terca, es que es la que es. Y esta nos demuestra una y mil veces que eso de que “según hacemos merecemos” y que “cuanto más nos esforzamos a más tenemos derecho”, es pura ilusión.
Digamos que, resumiendo bastante, “la conexión nos trae el cielo y la desconexión el infierno”. La empatía es el paraíso en la Tierra. Cuanto más nos preocupamos por nosotros mismos mayor es nuestro infierno, aunque desde afuera parezca lo contrario. Vivimos por dentro. Es habitual hacer desconexiones selectivas para obtener placeres temporales a costa de otras personas. Así, y resumiendo aún más, podríamos decir que “nuestro infierno aumenta en la misma medida en que aumentamos nuestra atención por nosotros mismos”. Todo lo contrario de lo que promulga nuestro milenario sistema, que hasta ha creado departamentos especiales dedicados a fomentar la competitividad.
El mundo solo lo podemos cambiar nosotros y no el onírico mundo de las deudas y los pagos, regulados por el inexistente dinero.
Se deja morir por hambre y enfermedad a millones de personas en el mundo solo porque carecen de algo que ni siquiera existe. Debemos enviar dinero para que alguien en algún lugar decida que entonces sí vale la pena ayudarles. Si no se paga la ayuda, esta no se puede dar, por “una extraña ley de la física aún no esclarecida”.
Mensaje subliminal: “Si no pagas, no le ayudaremos”
Quienes sufren deben hacer méritos para recibir ayuda. Si no los hacen, entonces dependen de que la generosidad de unos motive la voluntad de otros que sí pueden ayudar pero les es “imposible” mientras no haya pago por medio. A su vez esta generosidad nos la paga Dios o nuestra conciencia, según dicte la creencia implicada en el proceso. Valor, pago y deuda.
¿De verdad crees que conquistamos el espacio gracias al dinero? ¿Crees que hay tanta gente pasando hambre por falta de dinero? ¿Crees que la razón por la cual no se logra encontrar la solución a tantos problemas es porque no se invierte el dinero suficiente? ¿En serio? El dinero no resuelve problemas, tampoco los crea. Todo eso lo hacemos nosotros solos. Analízalo bien y te darás cuenta.
La empatía es la solución definitiva a la inmensa mayoría de los problemas de la humanidad. Es la actitud más anti sistema que podamos tener. Y no creas que es una utopía, eso es lo que quieren que creas quienes tienen miedo al cambio. Aún no nos conocemos como especie. La historia no nos sirve como referencia porque siempre ha estado basada en el mismo sistema. Da igual la época o el lugar de la Tierra al que se refiera, siempre ha gobernado el mismo sistema: valor, pago y deuda. Nunca hemos intentado dar la espalda a este milenario modelo.
Internet es un maravilloso campo de pruebas que nos pone sobre la pista de cuál es nuestra verdadera forma de ser. ¿Nunca te preguntaste por qué la gente empezó de forma espontánea a compartir archivos a través de la Red en cuanto tuvo la oportunidad de hacerlo? La mayoría no recibe compensación alguna por ello ni la esperan, solo comparten por el placer de compartir. Ten la seguridad de que si por Internet se pudiera compartir también la comida se acabaría el hambre en el mundo.
El sistema lucha encarnizadamente contra esto, porque no soporta que se le deje de lado e inventa mil excusas para frenarlo, pero no puede porque es algo que está más allá de sus dominios. Es como decir que es algo que ocurre más allá del reino de Fantasía.
Siempre hay alguien que intenta recordarnos que “eso es imposible porque somos de lo peor” y que “en cuanto el sistema caiga comenzaremos a matarnos unos a otros”. Lo primero que nos viene a la mente es que se formarían dos clases de grupos, unos de colaboración y supervivencia y otros de salvajismo y rapiña, lleno de asesinos y violadores. ¿Qué hipotético grupo crees que sería el más numeroso, el de los que cooperan o el de los que asesinan? ¿A cuál te unirías tú: al de los asesinos, en donde debes dormir con un ojo abierto para no ser la próxima víctima, o al de los que cooperan, donde si tienes un problema los demás te ayudan? Además, no sabemos realmente cómo será. No hay referencias. No es un proyecto, es un camino… y el camino se hace al andar. Tampoco es una decisión sino que, en cuanto lo comprendes, se convierte en algo natural, como nacer.
El gusano no decide transformarse en mariposa, simplemente se transforma. Antes era un gran depredador de recursos, arrasaba cosechas enteras. Después, una vez convertido en mariposa, ayuda a polinización de millones de flores.
Fin  ¿…o comienzo?

Realización: Patricia, Carlos,  Andrea, Manolo, Estela, Tú, Emilio, María … y 7.000 millones de personas más.

Fuente: Parto Global


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