DISPOSICIÓN AL CAMBIO
Nuestro estilo de vida nos empuja a estancarnos en las rutinas y
cuando nos enfrentamos a un mínimo cambio en estas, nos supone un auténtico
quebradero mental y moral, nos venimos abajo y nos encontramos con una multitud
de sentimientos encontrados. Estamos tan acomodados que al enfrentarnos a un
sistema de crisis o cambio de paradigma obligatorio, nos derrumbamos y nos
quedamos estáticos como un conejo ante los faros de un coche. Ese rechazo al
cambio hace que las circunstancias que no controlamos acaben por atropellarnos,
pero esto ocurre solo porque creemos que hay un orden que opera desde fuera y
es superior a nuestro propio orden.
No solo nos supone un problema cambiar
nuestra rutina, también nos plantea un drama cambiarnos a nosotros, nos
quedamos dándole vueltas al coco pensando en el cómo o el por qué, sin llegar a
ningún lado. Para el resto del mundo, somos algo que no somos, mostramos
orgullosos esa pantalla de alta resolución, para esconder nuestras miserias,
escondidos en la apariencia vivimos acomodados en un personaje que al final a
la mínima zozobra no aguanta y se derrumba. Tememos el juicio al morir porque
no somos capaces de juzgarnos en vida, la hipocresía nos delata y preferimos
mirar el defecto ajeno que empezar a pulir los propios. Pero no es cuestión de
ser perfectos, solo de ser mejores, conocernos un poco más y saber cuáles son
nuestras posibles “taras”, pecados si eres religioso, errores si eres del lado
de la razón.
No todo es moral o emocional, también tenemos
que estar dispuestos a cambiar nuestra mentalidad. Poner en constante tela de
juicio todo aquello que creemos asentado y damos por cierto, dudar de lo más
sagrado, de lo más inamovible, poner bajo el microscopio absolutamente todo,
para ir quitándonos capas y capas de creencias, que sin querer o queriendo, nos
limiten.
Lo institucional, lo sistemático, lo recurrente, lo mental y lo
espiritual. Hemos sido el fruto de múltiples programaciones y debemos ponerlas
absolutamente todas en crisis, apartarlas e intentar vivir sin ellas. Si después de despojarte de unas cuantas te
sientes mejor, con la mente más receptiva y abierta a nuevas posibilidades,
estarás en el camino de tener el control sobre tus propios dogmas. Es
importante que seamos capaces de poder ser impermeables, que cuando nos llegue
el conocimiento, este no nos coarte y nos convierta en siervos creyentes.