NO TE CREAS LA PELÍCULA
¿Por qué razón te preocupas por las andanzas del personaje
protagonista? ¿Por qué razón lloras, ríes, o pasas miedo?
Tratar de responder a estas cuestiones aparentemente tan anecdóticas
puede ayudarnos a entender el por qué de muchos mecanismos mentales que se
accionan en nuestra vida cotidiana.
Pongamos un ejemplo. Supongamos que estás en el cine viendo una
película.
Para empezar, analicemos la realidad tangible de las cosas: tú estás
sentado en una sala con otras personas. Tienes un nombre, una identidad y unas
circunstancias propias que te caracterizan.
Ante ti no hay nada más que una pantalla perfectamente delimitada en
la cual se proyectan secuencias de imágenes y se escuchan una serie de sonidos.
Sabes que fuera de la sala hay todo un mundo y conoces sus
características y sus lógicas de funcionamiento. Sabes que hay casas,
electricidad, coches, aviones, hombres, mujeres, mascotas, gobiernos, política,
religión, cultura, costumbres, etc.
Al mirar a la pantalla sabes que estás viendo un filme y sabes en qué
consiste: hay unos actores disfrazados y maquillados, rodeados de cámaras y
focos, tras los cuales se agolpan decenas de personas. Sabes que todo lo que
dicen ha sido escrito previamente y que todo lo que les rodea es un simple
decorado y que los saltos de imágenes y los cambios de plano forman parte de un
montaje que alguien ha realizado para narrarte visualmente una historia.
Es obvio que sabes todo eso. Y lo sabes gracias a tus mecanismos
mentales de detección de la realidad, mezcla de tus conocimientos adquiridos y
de tu percepción sensorial. Sin embargo, cuando ves una película, decides situar tu mente en un
estado especial: