LA VERDAD SOBRE LA ECONOMÍA
La mayoría de
nosotros no nos damos ni cuenta.
Pero
vivimos inmersos en dos realidades distintas a la vez.
Nuestro
cuerpo vive en el mundo real y tangible, sometido a las leyes de la naturaleza,
mientras nuestra mente permanece inmersa en las ficciones abstractas con la que
ha sido programada, hasta el punto de crear una realidad paralela dominada por
un conjunto de leyes y lógicas imaginarias.
Un
ejemplo paradigmático de ello y que ya hemos mencionado varias veces por
resultar un ejemplo visual y didáctico, es el del propio dinero.
Un
billete solo es un trozo de papel.
Si
ese papel adquiere un determinado valor monetario y es considerado “dinero” es
porque nosotros, por convención social, lo hemos decidido así dentro de nuestras
mentes.
Al
realizar esa maniobra de abstracción, creamos, de la nada, una realidad
aumentada que superponemos sobre la realidad física.
En el
mundo real y tangible, el billete solo es y siempre será, un trozo de papel con
bonitos y coloristas gráficos. Sin embargo, en la realidad paralela de ficción
que programa nuestras mentes, ese billete es considerado “dinero” y en muchos
casos llegaremos a matar por conseguirlo.
Más
allá del típico ejemplo del billete, lo cierto es que la economía en su
totalidad, se ha convertido en el ejemplo más evidente de cómo nuestras
creaciones abstractas, vacías de valor real, se han apoderado de nuestra mente
y han sometido por completo nuestras vidas.
En la
economía actual, los grandes negocios no están basados en la producción o la
fabricación de productos reales y tangibles, sino en la especulación, dominada
por el mundo financiero, el sector de la economía que precisamente no produce
nada tangible ni útil.
El
entorno financiero es un mundo de fantasía donde se crean productos imaginarios
derivados de otros productos imaginarios y gobernados por complejas leyes
abstractas, que permiten ganar indecentes cantidades de “dinero”, otro ente
imaginario cuyo valor solo reside en nuestra mente.
Como
vemos, la economía actual representa el máximo exponente del onanismo abstracto
en el que vivimos sumergidos los seres humanos.
Imaginemos a un
granjero que tiene vacas productoras de leche.
Esa leche tiene un valor real y un valor abstracto asociados.
Su valor real reside en su valor nutritivo, en el alimento que representa y en los beneficios físicos que nos aporta.
Su valor abstracto reside en el valor monetario que damos a cada litro de leche, algo que solo existe dentro de nuestra psique.
Esa leche tiene un valor real y un valor abstracto asociados.
Su valor real reside en su valor nutritivo, en el alimento que representa y en los beneficios físicos que nos aporta.
Su valor abstracto reside en el valor monetario que damos a cada litro de leche, algo que solo existe dentro de nuestra psique.
Pues
bien, en el mundo actual, el mayor volumen de ganancias económicas relativo a
esa leche se encuentra en los valores abstractos derivados del valor monetario
de esa leche.
Una
vaca produce un litro de leche que es vendido a una empresa de productos
lácteos, que a su vez forma parte de un conglomerado económico del campo de la
alimentación. Esa gran compañía cotiza en bolsa y el valor de sus acciones
fluctúa diariamente; una vez en bolsa, las grandes entidades financieras
realizan apuestas sobre el valor futuro de las acciones de esa empresa, comprando
y vendiendo esas estimaciones de valor futuro, que a su vez están sometidas a
las fluctuaciones de los tipos de interés sobre cuyo valor futuro se producen
nuevas apuestas y estimaciones que son compradas y vendidas, etc, etc, etc…
Así
funciona básicamente el mundo de los derivados financieros.
Eso
significa que un granjero gana unos míseros céntimos de euro por un litro de
alimenticia y nutritiva leche, pero derivados de ese producto real y tangible,
se generan miles de euros basados en abstracciones sin valor que solo existen
en la mente de los especuladores. Una realidad virtual que acaba afectando
gravemente el funcionamiento del mundo real, pues puede terminar arruinando al
granjero con un simple clic de ratón o con un mero baile de dígitos en una pantalla.
Un
mundo ficticio donde algunas personas ganan ingentes cantidades de dinero sin
hacer nada útil ni productivo y a las que sin embargo, la sociedad considera
unas triunfadoras. Personas y entidades estériles, que acumulan ganancias
literalmente comprándose y vendiéndose dígitos en una pantalla, ceros y unos
que solo existen en el frío vientre de una computadora.
Esto
es la economía actual: una enorme orgía de valores abstractos y convenciones
imaginarias que solo existen en nuestras mentes; el fruto lógico de la
esclavitud a la que nos han sometido nuestras propias creaciones psíquicas.
Algo
que no debería ser así y que por más vueltas que le demos, no tiene ningún
sentido, por más bibliotecas que podamos llenar explicando cómo funciona todo
este complejo sistema y por más que nos empeñemos en llamarlo “ciencia
económica”.
Porque
al fin y al cabo, un granjero produce leche, que es algo real y tangible.
La leche y sus derivados alimentan a las personas, que son seres reales y tangibles.
Incluso el estiércol de las vacas sirve para producir abono, que es algo útil, real y tangible. Y el abono sirve para hacer crecer vegetales, cosas reales y tangibles, que sirven de alimento tanto a personas como a las propias vacas, productoras de carne, leche y estiércol.
La leche y sus derivados alimentan a las personas, que son seres reales y tangibles.
Incluso el estiércol de las vacas sirve para producir abono, que es algo útil, real y tangible. Y el abono sirve para hacer crecer vegetales, cosas reales y tangibles, que sirven de alimento tanto a personas como a las propias vacas, productoras de carne, leche y estiércol.
Y
llegados aquí, debemos preguntarnos: ¿cómo puede ser que en nuestro mundo tenga
menos valor el estiércol de una vaca que una “opción de compra de futuros”,
cuando el estiércol tiene hondas implicaciones en nuestra supervivencia,
mientras que la “opción de compra de futuros” es un simple invento abstracto
que no nos aporta nada tangible?
Quizás
ha llegado la hora de llamar a las cosas por su nombre: la caca de vaca tiene más valor y utilidad que todo el mundo financiero
en su conjunto.
Porque
sin estiércol no hay nitratos, ni abono, las plantas no crecen y apenas habría
vida vegetal ni animal en el planeta.
Ni
tan solo habría vida para esos pseudo-robots humanos que colman las bolsas y
que pululan por las bulliciosas oficinas de las entidades financieras.
Sin
“opciones de compras de futuro”, “permutas de incumplimiento crediticio”,
“índices bursátiles” o “primas de riesgo”, el mundo continuaría existiendo
igual, las plantas seguirían creciendo y proliferarían los animales y la vida
bajo la luz del sol y el azul del cielo.
Porque
todos esos instrumentos financieros no son nada, solo son invenciones,
ficciones abstractas que solo sirven para que miles de millones de personas
alrededor del mundo sufran una vida de esclavitud, mientras algunas otras,
sentadas ante la pantalla de un ordenador sin hacer nada productivo ni
beneficioso para los demás, acumulen ingentes cantidades de dígitos imaginarios
en sus cuentas corrientes.
Esos
son los amargos frutos que nos brinda la “economía abstracta”. La llamamos así
porque es un sistema económico que ha crecido al servicio, no de los valores
tangibles y reales, sino de las propias herramientas abstractas que en su
momento creó el hombre para que fueran un instrumento de intercambio útil.
Llegados
a este punto, no tardarán en aparecer economistas indignados que argumenten que
estos son razonamientos simplistas. Que sin el desarrollo de la ciencia
económica, aquella que estudia el funcionamiento de la “economía abstracta”, no
habríamos alcanzado las altas cotas de progreso actuales, que nos han permitido
el aumento de población y los avances tecnológicos de los que disfrutamos.
Nos dirán que sin los complejos instrumentos financieros actuales, no fluiría el dinero, ni el crédito, aquello que pomposamente califican como “la savia de la economía”…
Nos dirán que sin los complejos instrumentos financieros actuales, no fluiría el dinero, ni el crédito, aquello que pomposamente califican como “la savia de la economía”…
Y
tendrán razón, toda la razón.
Aunque
en realidad lo que quieren decirnos es que sin la ciencia económica, todos
nosotros no seriamos unos esclavos desde que nacemos hasta que morimos,
condenados a luchar toda la vida por acumular trozos de papel con los que
adquirir miles de objetos y productos que no necesitamos.
Sin
la “economía abstracta”, basada en entidades puramente ficticias, el auténtico
valor de las cosas seria su valor intrínseco y no el valor abstracto monetario
que ha hecho que todas las cosas en el mundo tengan un precio, incluidas las
personas, hasta el punto de llegar a ser compradas, vendidas y tratadas como
simples trozos de papel.
Sin
el desarrollo de la ciencia económica y de la “economía abstracta”, quizás
nunca habríamos llegado a Marte, un auténtico hito para nuestra especie, pero
tampoco deberíamos afrontar la profunda vergüenza que implica el hecho de
enviar artefactos a otros planetas mientras somos incapaces de solucionar los
graves problemas que generamos en el nuestro.
Sin
la “economía abstracta” no tiraríamos cada año miles de toneladas de comida a
la basura para que no baje su precio, mientras millones de personas en todo el
mundo pasan hambre.
Sin
la “economía abstracta” no habría miles de familias sin techo ni hogar,
mientras las viviendas vacías se caen a pedazos porque nadie las habita.
Sin
la “economía abstracta”, fabricar armas para matar a millones de personas no
seria el negocio mas lucrativo del mundo.
Sin
la “economía abstracta” no necesitaríamos banqueros, economistas, analistas,
asesores financieros, brokers, agentes de bolsa, ministros de finanzas y de
hacienda, inspectores, agencias de calificación, ni agencias de rating y
evidentemente, como todos sabemos ya, sin todos ellos este planeta seria un
lugar inhabitable y triste, un espantoso páramo, pues todos ellos nos aportan
tanta felicidad, tanto bienestar, tantos avances y tanto progreso, y resultan
tan útiles y productivos para la humanidad, que no podemos ni tan sólo concebir
como acabaría el planeta sin su presencia…
Incluso,
en su infinita soberbia e incapacidad para imaginar mundos alternativos, estos
personajes llegan a afirmar que sin la “economía abstracta” el ser humano no
habría alcanzado tan altas cotas de civilización y progreso y que “el mundo no
avanzaría”.
Porque
claro, sin estructuras económicas y financieras…
¿Habría creatividad en el mundo? ¿Existiría la iniciativa? ¿La inventiva? ¿El Talento? ¿El Arte? ¿El Espíritu de exploración y aventura? ¿La competitividad y la capacidad de superación?
Incluso podríamos llegar a preguntarnos por aspectos humanos más negativos.
Sin estructuras económicas y financieras…
¿Existiría la necesidad de dominación sobre los demás? ¿La soberbia? ¿La ambición? ¿El egocentrismo?
¿Habría creatividad en el mundo? ¿Existiría la iniciativa? ¿La inventiva? ¿El Talento? ¿El Arte? ¿El Espíritu de exploración y aventura? ¿La competitividad y la capacidad de superación?
Incluso podríamos llegar a preguntarnos por aspectos humanos más negativos.
Sin estructuras económicas y financieras…
¿Existiría la necesidad de dominación sobre los demás? ¿La soberbia? ¿La ambición? ¿El egocentrismo?
¿Todas
esas cosas forman parte de la esencia humana o es que quizás las han inventado
esta panda de parásitos?
No
dejemos que nos engañen más.
La
economía y todas las estructuras económicas solo son instrumentos abstractos,
que deberían estar al servicio de las personas como lo están las matemáticas o
cualquier estructura lingüística que creamos, y no al revés, como sucede ahora.
Porque
digan lo que digan estos ejércitos de encorbatados y engominados hombrecillos,
aunque nos inunden con los datos que ellos mismos inventan continuamente, la
única verdad, la auténtica realidad tangible, es que la caca de vaca sigue
teniendo más valor real que todo el mundo financiero junto.
GAZZETTA
DEL APOCALIPSIS
Comentario
Adicional:
Mucha
gente puede caer en el error de pensar que los grandes financieros, aquellas
personas que de hecho están controlando el mundo, están obsesionados con
acumular dinero y que por lo tanto, son las primeras víctimas de esas
estructuras imaginarias que nos dominan.
Ciertamente,
es posible que en los estratos intermedios y bajos del escalafón del poder
económico sea así.
Pero
los grandes financieros, los que ocupan las posiciones más altas de la pirámide
del poder, no luchan por acumular dinero. Que nadie se engañe más al respecto.
La
mayoría de esas personas no son unos idiotas inconscientes: saben distinguir
muy bien lo que tiene un valor real y lo que tiene un valor ficticio.
Para
ellos, el dinero y el mundo de las finanzas en general, es el instrumento que
usan para apoderarse de los recursos naturales tangibles, es decir, de aquello
que tiene un valor real en la tierra.
Por
lo tanto, si queremos luchar contra ellos, no debemos centrarnos exclusivamente
en arrebatarles los bancos y el control del dinero, sino centrar nuestros
esfuerzos en arrebatarles las minas, las tierras, las plantaciones, los
recursos hídricos y los yacimientos gasísticos y petrolíferos.
La
partida por el control del futuro se juega ahí: de nada servirá acumular
bitcoins si ellos siguen poseyendo los recursos físicos reales; de nada servirá
construir nuestros propios artefactos con impresoras 3d en casa si ellos son
los que nos suministran el plástico, el grafeno y la electricidad…
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