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1.12.15

Toda la literatura conspiracionista que se ha diversificado mucho, sólo sirve para enmascarar la verdadera realidad

EL CONTRA-IMPERIO: Mundialización y Cibernética
"Porque tus mercaderes eran los príncipes de la tierra y tus sortilegios han extraviado a todas las naciones" (Apocalipsis18:23).

Por sorprendente que pueda parecer, el hecho de que René Guénon haya evocado al final de El Reino de la Cantidad (cap. XXXIX) el próximo advenimiento de una parodia "contra-iniciática" del Santo Imperio casi no ha suscitado comentario, al menos que nosotros sepamos. Es necesario decir que la noción de "contra-iniciación" ha sido después hasta tal punto mancillada, por los propios "guénonianos", que se ha convertido en difícil de utilizar. No cabe duda, no obstante, que en el espíritu de Guénon ésta coincidía, en una perspectiva escatológica perfectamente tradicional, con los "poderes de las tinieblas" que bajo la égida del Anticristo deben instalar en nuestro mundo su reino provisorio.

En ese mismo capítulo Guénon citaba además un tratado de Hipólito sobre el tema, y evocaba también al "jefe de los awliyâ esh-Shaytân" o "santos de Satán", expresión coránica (Corán 4:76) que designa a una contra-jerarquía espiritual presidida por el Dajjâl (el Impostor), reflejo invertido de la jerarquía iniciática suprema. Ello no impidió que la visión de Guénon fuese claramente asimilada a un "conspiracionismo", lo que hoy tiene por efecto situar ese aspecto de su obra en el campo bastante mal frecuentado de los teóricos del complot, a menudo ridiculizados con razón por los historiadores profesionales. Pero eso es olvidar que detrás de los pseudo-complots sobre los cuales Guénon tenía perfecto conocimiento, existen verdaderamente auténticos complots.

A este respecto puede pensarse que prácticamente toda la literatura conspiracionista  que se ha diversificado mucho, sólo sirve para enmascarar la verdadera realidad asociando, más o menos conscientemente, observaciones válidas sobre la existencia de tal organización a falsas o delirantes interpretaciones que hacen la aproximación a estas cuestiones prácticamente imposible. Estando minado el terreno, para nosotros es indispensable precisar que abordamos este dominio desde una óptica que sobrepasa completamente las divisiones políticas, a las cuales el mismo Guénon era completamente ajeno. Es conocida la antigua inclinación de la Derecha tradicionalista (pagana o religiosa) a denunciar un pretendido contubernio judeo-masónico contra la nación, Derecha contra-revolucionaria cuyo anti-capitalismo vuelve a encontrarse tanto en los socialistas hostiles al liberalismo (por otras razones) como en los anarquistas y en ciertos ecologistas.


     Ahora bien, resulta que el cuestionamiento legítimo de las grandes organizaciones favorables a la economía liberal no ha sido emprendido desgraciadamente, hasta el momento, más que por medios extremistas muy poco recomendables. A título de ejemplo, las obras que tratan sobre la Comisión Trilateral emanan casi todas de estos últimos. Incluso se encuentra su huella inesperada en Internet, donde el conspiracionismo está muy implantado, ¡en los sitios consagrados a la ovnilogía!. No buscaremos explicar aquí las causas de este género de asociación cuanto menos extraña, teniendo por objeto este preámbulo mostrar simplemente hasta qué punto la idea de complot se encuentra actualmente parasitada, quizás adrede.

     Dicho esto, nuevas investigaciones elaboradas de forma más independiente también han visto la luz en los últimos tiempos haciendo posible en adelante una aproximación tradicional (R. Guénon) de los resortes económico-financieros de la ultra-modernidad. Naturalmente este artículo sólo tratará de esto, no siendo la mundialización —puesto que de ella se trata— a fin de cuentas un fenómeno exclusivamente económico sino la conclusión o fase terminal de la expansión planetaria del síndrome de la modernidad.

     En efecto, el dominio de la lógica mercantil, aunque convertido aparentemente en un fin en sí mismo, sólo sirve de medio de transporte a una utopía tecno-científica que en sí no hace sino desembocar en esa parodia de Imperio de la que hablaba Guénon, cuando no más precisamente aún, en la del Centro del Mundo.

     Si asumimos aquí el término "conspiración", a pesar de las terribles contaminaciones de que ha sido víctima, debemos decir que no permite definir completamente la situación. Esta palabra implica, en efecto, la coordinación de acciones voluntarias que emanan de individuos con un fin en común. Ahora bien, los "agentes" del mundo moderno, tan lejos como se remonte, no tienen a menudo más que un papel extremadamente definido, específico, y sobre todo no tienen generalmente consciencia de las consecuencias últimas de sus actos. Esto nos lleva además a precisar que uno de los errores fatales del conspiracionismo ordinario es el de focalizar la culpabilidad del mal sobre un grupo o un personaje mientras que lo que se observa es más bien una especie de disolución de la responsabilidad, por lo demás sintomática de la época. Ello no impide que existan indiscutiblemente en la actualidad muchas "redes de influencias" más o menos vinculadas entre sí cuya función es seguramente la de situar este "contra-Imperio" mundial en el seno de un marco histórico por lo menos opaco.

     Las fuentes pletóricas a las cuales hemos tenido acceso sólo son citadas, en su mayor parte, a título documental. Al limitarse la militancia anti-mundialista a un tratamiento bastante exterior de los hechos, no podríamos apoyarnos inconsideradamente sobre sus producciones cada vez más abundantes. A modo de ejemplo, ya no es extraño hoy oír hablar de despotismo a propósito de la sociedad global, lo que es cierto, pero encuentra su límite en la creencia en una necesaria renovación democrática en la que se cree como remedio [1]. Del mismo modo, parece ingenuo querer impedir la mundialización que, como el escándalo, debe llegar. El verdadero sentido de la inevitabilidad no es, naturalmente, el que sus promotores creen percibir. No obstante, algunos querrían sustituir la mundialización en curso por otra humanización más humanista, lo que también parece limitado.

[1] El hecho de asociar la situación actual al totalitarismo recuerda las sorprendes previsiones de Tocqueville concernientes a la aparición de una nueva forma de tiranía en el interior mismo de las democracias (De la Démocratie en Amérique, libro II, 4ª parte, 29).

     Lo que querríamos pues poner de relieve en las siguientes líneas y que sólo se empieza a presentir, son los vínculos que existen entre los múltiples aspectos constitutivos de esta globalización: política, técnica, científica, cibernética, social, económica, etc., a fin de mostrar la amplitud de las apuestas que disimula.

     En su reseña de los Protocolos de los Sabios de Sión, Guénon evocaba, siempre a propósito de esta parodia del Santo Imperio, "el establecimiento ulterior de un Regnum  supranacional", remitiendo prontamente al lector a su obra sobre El Rey del Mundo  (1981). Ahora bien, esta alusión a una entidad política situada por encima de las naciones, debe llevarnos a reconsiderar un episodio decisivo de la historia europea. En el capítulo VII de ese libro, apoyándose sobre Saint-Yves d’Alveydre (Mission de l’Inde), Guénon mencionaba en efecto la ruptura definitiva entre Oriente y Occidente como consecuencia de los "tratados de Westfalia que en 1648 terminaron la guerra de los Treinta Años" (op. cit., p. 71). En efecto, se recordará que esos tratados provocaron la pérdida de influencia de los Habsburgo y sobre todo el hundimiento del Sacro Imperio. El advenimiento del principio de igualdad entre Protestantes y católicos supuso la fragmentación religiosa de Occidente, y en cuanto al dominio político, dieron nacimiento al sistema internacional, fundado sobre la soberanía de los Estados-nación.

     Muy recientemente, Kimon Valaskakis se ha interrogado sobre la desaparición progresiva de este sistema en provecho de un gobierno mundial completamente sometido a los intereses económicos de las grandes firmas transnacionales. Aunque éste hace votos por la puesta en marcha de un "pilotaje planetario actuante" susceptible de impedir las numerosas derivas actuales —en particular mafiosas— de la globalización, nos parece más lúcido insistir sobre los vínculos estructurales que unen, de manera lógica, el desarrollo máximo de la industria capitalista a escala mundial con el famoso debilitamiento de las naciones previsto por Marx [2].

[2] Incluso si algunos de esos análisis históricos son justos, la filosofía general de Marx es errónea debido a su materialismo dialéctico. Los marxistas, además, nunca han puesto en cuestión el modo de producción industrial, que es uno de los pedestales de la sociedad moderna.

     La toma de poder por "los actores no-estatales" calificados púdicamente de "grupos de interés particular", tales como las sectas o los lobbies financieros, es en realidad un fenómeno lógico. Contrariamente a lo que piensan, en efecto, los que critican justamente esta situación, la modernidad no es reformable. A menos de hacerla desaparecer completamente (lo que ocurrirá), no es posible ir contra lo que procede de su esencia a la vez queriendo conservar alguno de sus aspectos constitutivos. El dominio actual de las multinacionales que provoca la "erosión" de los Estados-nación, ha podido ver la luz gracias a una suerte de aglutinamientos de organizaciones (ONU, OCDE, OMC, FMI, OTAN, etc.) muy numerosas, pero también gracias a importantes lobbies cuyo papel es el de ejercer una influencia directa sobre las instancias políticas, por lo demás ampliamente favorables a sus puntos de vista.

     Entre los más conocidos cabe citar al famoso Grupo Bilderberg fundado en 1954 por David Rockefeller y el príncipe Bernhard entre otros. Ha reunido siempre anualmente a un centenar de "líderes globales". Según los investigadores del Corporate Europe Observatory (Amsterdam), este Grupo ha jugado especialmente un cierto papel en la formación de la Unión Europea. Se encuentran entre sus miembros personajes conocidos tales como Etienne Davignon antiguo presidente de la Comisión Europea y presidente de la Société Générale de Bélgica, Henry Kissinger o James Wolfensohn, presidente del Banco Mundial.

     Citemos también a la no menos famosa Comisión Trilateral fundada en 1973 igualmente por David Rockefeller y por Zbigniew Brzezinski, ex-consejero del Presidente Carter, defensor del "modelo global de modernidad" que representa a sus ojos Estados Unidos, matriz exclusiva de una "nueva conciencia planetaria".

     Menos secreta que el Grupo Bilderberg, la Trilateral reunió a más de trescientos actores de la escena internacional provenientes únicamente de América del Norte, Europa y Japón. Entre sus miembros conocidos se encuentran los últimos Presidentes de Estados Unidos, Henry Kissinger, Robert Mac Namara, Giovanni Agnelli, Raymond Barre o Michel Albert. Dirigida actualmente por Paul Revay, la Eurozona fue gestionada mucho tiempo por Georges Berthoin, antiguo colaborador de Jean Monnet [3] y hoy Presidente Europeo Honorario. Señalemos también que desde su conferencia de Roma en 1983 (donde la Trilateral fue recibida con gran pompa por Juan Pablo II) se cuenta igualmente la participación de Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea [hasta 2004]. Este trilateralismo consensual se reencuentra naturalmente en el Foro Económico Mundial de Davos, donde los participantes, afirmaba Samuel P. Huntington (miembro de la Trilateral y autor de El Choque de las Civilizaciones), "controlan prácticamente todas las instituciones internacionales, numerosos gobiernos y la mayor parte de las capacidades económica y militar del globo". ¡No se podría ser más claro!.

[3] Considerado como el "padre" de la Comunidad Europea, Monnet (1888-1979) fue desde el principio de su carrera muy próximo a los medios anglo-sajones y contribuyó sobre todo a construír una Europa "socia" de EE.UU.

     Existen hoy numerosas organizaciones ligadas a la Trilateral. Citemos por ejemplo al Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI) creado en 1979 por R. Barre y dirigido por Thierry de Montbrial. Sin extendernos, señalemos que el IFRI, considerado por Jacques Chirac como un "centinela vigilante del universo geopolítico", tiene como socio estadounidense al Cordell Hull Institute que, según Susan George, "tiene como misión promover la libertad de comercio" mundial. Entre las grandes empresas que financia el IFRI se encuentra especialmente la Société General de Bélgica, pero también Danone, Saint Gobain, Lafarge y Renault, que pertenecen a otro lobby que ejerce una gran influencia a nivel continental: el European Roundtable of Industrialists (ERT). Las 45 multinacionales que forman parte de él (BP, Bertelsmann, Bayer, Hoffmann-La Roche, Rhône-Poulenc, etc.) disponen de un "acceso privilegiado a la Comisión" y trabajan en una "des-reglamentación completa de las industrias". El ERT interviene en Europa en el dominio de los transportes, la biotecnología, la educación, etc. Esta última en particular es objeto actualmente de un plan global de privatización vía Internet y el e-learning, cuyo fin sería hacer una "economía del conocimiento" competitiva. Se comprenden aquí los temores de ver emerger un verdadero gobierno mundial oculto.

     Existe de hecho una gran cantidad de otros lobbies que, mediante personas intermediarias, están todos en relación mutua. La Cámara Estadounidense de Comercio (AMCHAM), la Cámara Internacional de Comercio (CIC) y la Unión de Confederaciones Industriales y Patronales Europeas (UNICE) están entre las más importantes junto con el TransAtlantic Bussiness Dialogue (TABD), el 80% de cuyas recomendaciones son seguidas por los gobiernos estadounidense y europeos. Estas pocas indicaciones sólo dan una descripción extremadamente sumaria de la situación real y de la manera en que nuestro mundo es dirigido, seguramente de forma poco transparente.

     No cabe duda de que esta "gobernación" neoliberal, a la vez muy organizada aunque totalmente acéfala, no está solamente al servicio de formidables intereses económicos. Es una infraestructura completamente sometida al avance mundial de esta Máquina occidental moderna, trituradora de pueblos, de hombres y de entornos naturales. La imagen de una Hidra mecánica superpoderosa para definir a Occidente [4] nos recuerda evidentemente el papel fundador del Mecanicismo en la formación de una concepción puramente materialista del mundo corporal. Como se atrevió a decir alguien últimamente a propósito de Descartes, este modelo lleva en sí "una idea embrionaria de la robótica", pero también, en su conjunto, de la cibernética.

[4] Etimológicamente, el término "Occidente" designa el Poniente, pero también el hecho de sucumbir, perecer (occire).

     Desde el siglo XVII, habiendo sido reducida el alma pensante a la actividad electroquímica del cerebro, se ha convertido en banal concebir a éste como un computador y viceversa. Ahora bien, parece bastante claro hoy que la cibernética es uno de los principales resortes mito-tecnológicos de la mundialización.

     Todo el mundo sabe que la tradición hebrea del Golem está en el origen de la utopía de un computador / criatura dotado de una inteligencia superior. La influencia de esta tradición sobre los sabios de origen judío es un hecho admitido. Moshe Idel lo ha reconocido últimamente a propósito de Norbert Wiener (1894-1964), "padre de la cibernética" y autor de God and Golem Inc. [5]. Este vínculo es tan marcado que Gershom Scholem incluso aconsejó a Haïm Pekeris (Instituto Weismann de Rehovot) llamar al computador que acababa de construír ¡"Golem Nº 1"!. Lo más curioso es que en el discurso que hizo para su inauguración, Scholem presentó a nuestros cibernéticos como "cabalistas modernos" [6] de los cuales proclamaba ¡su superioridad sobre los antiguos!.


[6] Ésta es una buena ilustración de lo que Guénon entendía por "nomadismo desviado". Véase Le Regne de la Quantité, p. 147, n. 2 y p. 222, n. 1.

     El caso de John von Neumann (1903-1957), otro pionero de la informática, merecería ser evocado. Matemático superdotado, se interesó en la teoría de las máquinas "vivas" y de los autómatas celulares auto-reproducibles.

     Entre las prolongaciones más inquietantes de la cibernética contemporánea se encuentra la idea, sostenida por numerosos investigadores en el mundo, según la cual a partir de ahora se trata de elaborar una "interfaz" entre el hombre y la máquina, como querría Nicolas Negroponte (L'Homme Numérique, 1995), fundador en 1985 del famoso Medialab en el Massachussets Institute of Technology (Boston), cuando no se trata sino de una fusión pura y simple entre ambos, tal como espera Ray Kurzweil [7].

[7] Dicho autor evoca el proyecto de escanear el cerebro humano por medio de nano-robots, a fin de "retro-concebirlo" mejor de forma artificial. La posibilidad para esos nano-robots de habitar en el cerebro debería permitir "acceder a una realidad virtual totalmente convincente en la cual se podrá sumergir completamente", pero también "añadir a nuestro cerebro potentes formas de inteligencia no biológicas".

     Pero la representación más desconcertante de esta tecno-utopía es quizá la del francés Joël de Rosnay. Muy fuertemente influído por Teilhard de Chardin (1881-1955), del que se conocen sus vínculos con la teoría de la Evolución, Rosnay ha retomado del jesuíta las ideas de "planetización", de advenimiento de una "súper-Humanidad", de "edificación de un súper-complejo orgánico social", de una "totalización planetaria de la consciencia humana" y, punto esencial para nosotros aquí, de "ascenso sobre nuestro horizonte interior de algún centro cósmico psíquico, de algún polo de consciencia suprema" (Chardin, L'Avenir de l'Homme). ¡Ciertamente estamos con ello muy próximos al contra-Imperio! Este proceso darwiniano de concretización de una "envoltura pensante de la Tierra (la Noosfera)"(Chardin), anuncia en J. de Rosnay el nacimiento de "un embrión planetario gigantesco", fruto de una combinación "neo-biológica" entre lo vivo y lo artificial. Gracias a la conexión biomecánica entre los cerebros y el computador ("biótica") conectados en red, podrá pues advenir un "cerebro planetario" (Rosnay,  L'Homme Symbiotique, 2000), un verdadero "cerebro global".

     Para J. de Rosnay, Internet es naturalmente el germen de ese Cerebro del cual el ciberespacio, ese sustituto (ersatz) del mundo de la imaginación, es la ficticia morada. En su destacable ensayo sobre Le Culte de l’Internet (2000), Philippe Breton ha mostrado cuáles son los cimientos místico-religiosos que fundamentan el apasionamiento actual por ese nuevo medio. En sus progenitores y seguidores se encuentra en efecto una influencia cruzada del antiguo gnosticismo anticorporal, de la New Age, del teilhardismo e incluso del budismo zen.

     La idea general es que a Internet se la considera favorecedora de la realización de un mundo mejor, de una especie de comunidad psíquica global descorporizada, "ciudadela de luz", cuyo aspecto pseudo-mesiánico es patente. Esta caricatura de una "nueva Jerusalén" panóptica donde reina la transparencia y la ubicuidad, culmina hoy en un deseo de supervigilancia generalizada que recuerda singularmente al Espejo extraordinario gracias al cual el Preste Juan puede ver en todas direcciones [8], lo cual es en efecto una prerrogativa del Rey del Mundo.

[8] Jacqueline Pirenne, La Légende du Prêtre Jean, Estrasburgo, 1992, p. 63.

     Dicho esto, incluso si a nivel de las apariencias y a contrario sensu esta ciber-utopía ya no tiene centro [9], no por ello es menos conducida por vías oscuras hacia la realización de ese contra-Imperio. Los proyectos en genética que vislumbran la "Gran Salud" de un hombre convertido en "perfecto" gracias a la ciencia también lo prueban.

[9] Se reencuentra sin embargo, a través del ejemplo de las doce estrellas de la bandera europea, la tendencia a imitar la constitución de los centros espirituales auténticos. Cf. Guénon, Le Roi du Monde, pp. 38-39.

     El movimiento New Age [10] y su proyecto de religión mundial es naturalmente solidario de este tecno-profetismo, pero sería abusivo querer identificarlo con el Mal absoluto, como querría la literatura conspiracionista que emana del integrismo católico, la cual da paradójicamente la impresión de pertenecer a sus legiones cuando alguno de sus miembros sitúa a Agartha en el corazón de la subversión moderna, mezclando así alegremente verdad y mentira e invirtiendo totalmente el orden normal de las cosas. Con toda seguridad no cabe esperar nada, todo lo contrario, de ese tradicionalismo que, a través del Opus Dei [11] particularmente, juega más bien el juego de esa subversión.

[10] La Nueva Era no es otra cosa de hecho que una prolongación del sincretismo ocultista del siglo XIX. No tiene pues ningún poder de revitalización de las religiones tradicionales, como se da a entender.

[11] Sobre esta sociedad muy próxima a Juan Pablo II, cf. François Normad, La Inquietante Ascensión del Opus Dei, 1995 http://sinmiedoalopusdei.blogspot.com/2015/08/ascension-del-opus-dei.html . El autor evoca la bancarrota del Banco Ambrosiano (1982), dirigido en esa época por Roberto Calvi (tesorero de la logia P2), en la cual estaban implicados miembros del Opus Dei. A este respecto véase la inquietante obra de David Yallop, Au Nom de Dieu, 1994.

     Lejos de agotar el tema, esperamos que esta corta síntesis habrá permitido al lector descubrir qué vínculos existen entre las diferentes potencias organizadoras del mundo contemporáneo. Lejos de ser neutra, la esfera político-mercantil se encuentra, sin ninguna duda, entre ellas.

     La instalación de la futura "comunidad civil universal" que Kant comparaba a un "autómata" [12], no es de hecho sino un ídolo, una parodia de la Humanidad primordial. En la hora actual, una toma de conciencia significativa de la nocividad del mundo moderno es señalable a diferente nivel, incluso si no se trata aún de salir del punto de vista social. Pero, como decía Michel Hulin, son "los excesos del Kali-yuga los que contribuyen a poner en marcha las condiciones de su regeneración" [13], que una "élite muy pequeña" llegará a cumplir en el momento requerido.–

[12] Idea de una Historia Universal desde un Punto de Vista Cosmo-Político (7ª proposición). En este opúsculo Kant estimaba, a propósito de "la realización de un plan oculto de la Naturaleza para producir una constitución política perfecta", que "la Filosofía bien podría tener también su milenarismo". La confusión entre supra-nacional y universalidad es desde entonces recurrente. Existe actualmente un proyecto de Parlamento mundial.

[13] Michel Hulin, Décadence et Renouvellement: La Doctrine des Âges du Monde dans l'Hinduisme, Eranos, vol. 54, p. 199.

por Patrick Geay


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