EL CONTRA-IMPERIO: Mundialización y Cibernética
"Porque
tus mercaderes eran los príncipes de la tierra y tus sortilegios han extraviado
a todas las naciones" (Apocalipsis18:23).
Por sorprendente que pueda
parecer, el hecho de que René Guénon haya
evocado al final de El Reino de la Cantidad (cap. XXXIX) el próximo
advenimiento de una parodia "contra-iniciática" del Santo Imperio
casi no ha suscitado comentario, al menos que nosotros sepamos. Es necesario decir
que la noción de "contra-iniciación" ha sido después hasta tal punto
mancillada, por los propios "guénonianos", que se ha convertido en
difícil de utilizar. No cabe duda, no obstante, que en el espíritu de Guénon
ésta coincidía, en una perspectiva escatológica perfectamente tradicional, con
los "poderes de las tinieblas" que bajo la égida del Anticristo deben
instalar en nuestro mundo su reino provisorio.
En ese mismo capítulo Guénon
citaba además un tratado de Hipólito sobre el tema, y evocaba también al
"jefe de los awliyâ esh-Shaytân" o "santos de
Satán", expresión coránica (Corán 4:76) que designa a una
contra-jerarquía espiritual presidida por el Dajjâl (el Impostor),
reflejo invertido de la jerarquía iniciática suprema. Ello no impidió que la
visión de Guénon fuese claramente asimilada a un "conspiracionismo",
lo que hoy tiene por efecto situar ese aspecto de su obra en el campo bastante
mal frecuentado de los teóricos del complot, a menudo ridiculizados con razón
por los historiadores profesionales. Pero eso es olvidar que detrás de los
pseudo-complots sobre los cuales Guénon tenía perfecto conocimiento, existen
verdaderamente auténticos complots.
A este respecto puede pensarse
que prácticamente toda la literatura conspiracionista que se ha diversificado mucho, sólo sirve
para enmascarar la verdadera realidad asociando, más o menos conscientemente,
observaciones válidas sobre la existencia de tal organización a falsas o
delirantes interpretaciones que hacen la aproximación a estas cuestiones
prácticamente imposible. Estando minado el terreno, para nosotros es
indispensable precisar que abordamos este dominio desde una óptica que
sobrepasa completamente las divisiones políticas, a las cuales el mismo Guénon
era completamente ajeno. Es conocida la antigua inclinación de la Derecha
tradicionalista (pagana o religiosa) a denunciar un pretendido contubernio
judeo-masónico contra la nación, Derecha contra-revolucionaria cuyo
anti-capitalismo vuelve a encontrarse tanto en los socialistas hostiles al
liberalismo (por otras razones) como en los anarquistas y en ciertos
ecologistas.
Ahora bien, resulta que el
cuestionamiento legítimo de las grandes organizaciones favorables a la economía
liberal no ha sido emprendido desgraciadamente, hasta el momento, más que por medios
extremistas muy poco recomendables. A título de ejemplo, las obras que tratan
sobre la Comisión Trilateral emanan casi todas de estos últimos. Incluso
se encuentra su huella inesperada en Internet, donde el conspiracionismo
está muy implantado, ¡en los sitios consagrados a la ovnilogía!. No buscaremos
explicar aquí las causas de este género de asociación cuanto menos extraña,
teniendo por objeto este preámbulo mostrar simplemente hasta qué punto la idea
de complot se encuentra actualmente parasitada, quizás adrede.
Dicho esto, nuevas
investigaciones elaboradas de forma más independiente también han visto la luz
en los últimos tiempos haciendo posible en adelante una aproximación
tradicional (R. Guénon) de los resortes económico-financieros de la ultra-modernidad.
Naturalmente este artículo sólo tratará de esto, no siendo la mundialización
—puesto que de ella se trata— a fin de cuentas un fenómeno exclusivamente
económico sino la conclusión o fase terminal de la expansión planetaria del
síndrome de la modernidad.
En efecto, el dominio de la
lógica mercantil, aunque convertido aparentemente en un fin en sí mismo, sólo
sirve de medio de transporte a una utopía tecno-científica que en sí no hace
sino desembocar en esa parodia de Imperio de la que hablaba Guénon, cuando no
más precisamente aún, en la del Centro del Mundo.
Si asumimos aquí el término
"conspiración", a pesar de las terribles contaminaciones de que ha
sido víctima, debemos decir que no permite definir completamente la situación.
Esta palabra implica, en efecto, la coordinación de acciones voluntarias que
emanan de individuos con un fin en común. Ahora bien, los "agentes"
del mundo moderno, tan lejos como se remonte, no tienen a menudo más que un
papel extremadamente definido, específico, y sobre todo no tienen generalmente
consciencia de las consecuencias últimas de sus actos. Esto nos lleva además a
precisar que uno de los errores fatales del conspiracionismo ordinario es el de
focalizar la culpabilidad del mal sobre un grupo o un personaje mientras que lo
que se observa es más bien una especie de disolución de la responsabilidad, por
lo demás sintomática de la época. Ello no impide que existan indiscutiblemente
en la actualidad muchas "redes de influencias" más o menos vinculadas
entre sí cuya función es seguramente la de situar este
"contra-Imperio" mundial en el seno de un marco histórico por lo
menos opaco.
Las fuentes pletóricas a las
cuales hemos tenido acceso sólo son citadas, en su mayor parte, a título
documental. Al limitarse la militancia anti-mundialista a un tratamiento
bastante exterior de los hechos, no podríamos apoyarnos inconsideradamente
sobre sus producciones cada vez más abundantes. A modo de ejemplo, ya no es
extraño hoy oír hablar de despotismo a propósito de la sociedad global, lo que
es cierto, pero encuentra su límite en la creencia en una necesaria renovación
democrática en la que se cree como remedio [1]. Del mismo modo, parece ingenuo
querer impedir la mundialización que, como el escándalo, debe llegar. El
verdadero sentido de la inevitabilidad no es, naturalmente, el que sus
promotores creen percibir. No obstante, algunos querrían sustituir la
mundialización en curso por otra humanización más humanista, lo que también
parece limitado.
[1] El hecho de asociar la situación actual al totalitarismo
recuerda las sorprendes previsiones de Tocqueville concernientes a la aparición
de una nueva forma de tiranía en el interior mismo de las democracias (De la
Démocratie en Amérique, libro II, 4ª parte, 29).
Lo que querríamos pues poner
de relieve en las siguientes líneas y que sólo se empieza a presentir, son los
vínculos que existen entre los múltiples aspectos constitutivos de esta
globalización: política, técnica, científica, cibernética, social, económica,
etc., a fin de mostrar la amplitud de las apuestas que disimula.
En su reseña de
los Protocolos de los Sabios de Sión, Guénon evocaba, siempre a propósito
de esta parodia del Santo Imperio, "el establecimiento ulterior de
un Regnum supranacional", remitiendo prontamente al lector a su
obra sobre El Rey del Mundo (1981). Ahora bien, esta alusión a una
entidad política situada por encima de las naciones, debe llevarnos a
reconsiderar un episodio decisivo de la historia europea. En el capítulo VII de
ese libro, apoyándose sobre Saint-Yves d’Alveydre (Mission de l’Inde), Guénon
mencionaba en efecto la ruptura definitiva entre Oriente y Occidente como
consecuencia de los "tratados de Westfalia que en 1648 terminaron la
guerra de los Treinta Años" (op. cit., p. 71). En efecto, se
recordará que esos tratados provocaron la pérdida de influencia de los
Habsburgo y sobre todo el hundimiento del Sacro Imperio. El advenimiento del
principio de igualdad entre Protestantes y católicos supuso la fragmentación religiosa
de Occidente, y en cuanto al dominio político, dieron nacimiento al sistema
internacional, fundado sobre la soberanía de los Estados-nación.
Muy recientemente, Kimon
Valaskakis se ha interrogado sobre la desaparición progresiva de este sistema
en provecho de un gobierno mundial completamente sometido a los intereses
económicos de las grandes firmas transnacionales. Aunque éste hace votos por la
puesta en marcha de un "pilotaje planetario
actuante" susceptible de impedir las numerosas derivas actuales —en
particular mafiosas— de la globalización, nos parece más lúcido insistir sobre
los vínculos estructurales que unen, de manera lógica, el desarrollo máximo de
la industria capitalista a escala mundial con el famoso debilitamiento de las
naciones previsto por Marx [2].
[2] Incluso si algunos de esos análisis históricos son
justos, la filosofía general de Marx es errónea debido a su materialismo
dialéctico. Los marxistas, además, nunca han puesto en cuestión el modo
de producción industrial, que es uno de los pedestales de la sociedad
moderna.
La toma de poder por "los
actores no-estatales" calificados púdicamente de "grupos de interés
particular", tales como las sectas o los lobbies financieros, es en
realidad un fenómeno lógico. Contrariamente a lo que piensan, en efecto, los
que critican justamente esta situación, la modernidad no es reformable. A
menos de hacerla desaparecer completamente (lo que ocurrirá), no es posible ir
contra lo que procede de su esencia a la vez queriendo conservar alguno de sus
aspectos constitutivos. El dominio actual de las multinacionales que provoca la
"erosión" de los Estados-nación, ha podido ver la luz gracias a una
suerte de aglutinamientos de organizaciones (ONU, OCDE, OMC, FMI, OTAN, etc.)
muy numerosas, pero también gracias a importantes lobbies cuyo papel
es el de ejercer una influencia directa sobre las instancias políticas, por lo
demás ampliamente favorables a sus puntos de vista.
Entre los más conocidos cabe
citar al famoso Grupo Bilderberg fundado en 1954 por David
Rockefeller y el príncipe Bernhard entre otros. Ha reunido siempre anualmente a
un centenar de "líderes globales". Según los investigadores
del Corporate Europe Observatory (Amsterdam), este Grupo ha jugado
especialmente un cierto papel en la formación de la Unión Europea. Se
encuentran entre sus miembros personajes conocidos tales como Etienne Davignon
antiguo presidente de la Comisión Europea y presidente de la Société
Générale de Bélgica, Henry Kissinger o James Wolfensohn, presidente
del Banco Mundial.
Citemos también a la no menos
famosa Comisión Trilateral fundada en 1973 igualmente por David
Rockefeller y por Zbigniew Brzezinski, ex-consejero del Presidente Carter,
defensor del "modelo global de modernidad" que representa a
sus ojos Estados Unidos, matriz exclusiva de una "nueva conciencia
planetaria".
Menos secreta que
el Grupo Bilderberg, la Trilateral reunió a más de trescientos
actores de la escena internacional provenientes únicamente de América del
Norte, Europa y Japón. Entre sus miembros conocidos se encuentran los últimos
Presidentes de Estados Unidos, Henry Kissinger, Robert Mac Namara, Giovanni
Agnelli, Raymond Barre o Michel Albert. Dirigida actualmente por Paul Revay,
la Eurozona fue gestionada mucho tiempo por Georges Berthoin, antiguo
colaborador de Jean Monnet [3] y hoy Presidente Europeo Honorario. Señalemos
también que desde su conferencia de Roma en 1983 (donde
la Trilateral fue recibida con gran pompa por Juan Pablo II) se
cuenta igualmente la participación de Romano Prodi, presidente de
la Comisión Europea [hasta 2004]. Este trilateralismo consensual se
reencuentra naturalmente en el Foro Económico Mundial de Davos, donde
los participantes, afirmaba Samuel P. Huntington (miembro de la Trilateral y autor
de El Choque de las Civilizaciones), "controlan prácticamente
todas las instituciones internacionales, numerosos gobiernos y la mayor parte
de las capacidades económica y militar del globo". ¡No se podría ser más
claro!.
[3] Considerado como el "padre" de
la Comunidad Europea, Monnet (1888-1979) fue desde el principio de su
carrera muy próximo a los medios anglo-sajones y contribuyó sobre todo a
construír una Europa "socia" de EE.UU.
Existen hoy numerosas
organizaciones ligadas a la Trilateral. Citemos por ejemplo
al Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI) creado en
1979 por R. Barre y dirigido por Thierry de Montbrial. Sin extendernos,
señalemos que el IFRI, considerado por Jacques Chirac como
un "centinela vigilante del universo geopolítico", tiene como
socio estadounidense al Cordell Hull Institute que, según Susan
George, "tiene como misión promover la libertad de
comercio" mundial. Entre las grandes empresas que financia el IFRI se
encuentra especialmente la Société General de Bélgica, pero también
Danone, Saint Gobain, Lafarge y Renault, que pertenecen a
otro lobby que ejerce una gran influencia a nivel continental:
el European Roundtable of Industrialists (ERT). Las 45
multinacionales que forman parte de él (BP, Bertelsmann, Bayer, Hoffmann-La
Roche, Rhône-Poulenc, etc.) disponen de un "acceso privilegiado
a la Comisión" y trabajan en una "des-reglamentación
completa de las industrias". El ERT interviene en Europa en el
dominio de los transportes, la biotecnología, la educación, etc. Esta última en
particular es objeto actualmente de un plan global de privatización
vía Internet y el e-learning, cuyo fin sería hacer una
"economía del conocimiento" competitiva. Se comprenden aquí los
temores de ver emerger un verdadero gobierno mundial oculto.
Existe de hecho una gran
cantidad de otros lobbies que, mediante personas intermediarias,
están todos en relación mutua. La Cámara Estadounidense de
Comercio (AMCHAM), la Cámara Internacional de Comercio (CIC) y
la Unión de Confederaciones Industriales y Patronales
Europeas (UNICE) están entre las más importantes junto con
el TransAtlantic Bussiness Dialogue (TABD), el 80% de cuyas
recomendaciones son seguidas por los gobiernos estadounidense y europeos. Estas
pocas indicaciones sólo dan una descripción extremadamente sumaria de la
situación real y de la manera en que nuestro mundo es dirigido, seguramente de
forma poco transparente.
No cabe duda de que esta
"gobernación" neoliberal, a la vez muy organizada aunque totalmente
acéfala, no está solamente al servicio de formidables intereses económicos. Es
una infraestructura completamente sometida al avance mundial de esta Máquina
occidental moderna, trituradora de pueblos, de hombres y de entornos naturales.
La imagen de una Hidra mecánica superpoderosa para definir a Occidente [4] nos
recuerda evidentemente el papel fundador del Mecanicismo en la formación de una
concepción puramente materialista del mundo corporal. Como se atrevió a decir
alguien últimamente a propósito de Descartes, este modelo lleva en sí "una
idea embrionaria de la robótica", pero también, en su conjunto, de la
cibernética.
[4] Etimológicamente, el término "Occidente"
designa el Poniente, pero también el hecho de sucumbir, perecer (occire).
Desde el siglo XVII, habiendo
sido reducida el alma pensante a la actividad electroquímica del cerebro, se ha
convertido en banal concebir a éste como un computador y viceversa. Ahora bien,
parece bastante claro hoy que la cibernética es uno de los principales
resortes mito-tecnológicos de la mundialización.
Todo el mundo sabe que la
tradición hebrea del Golem está en el origen de la utopía de un
computador / criatura dotado de una inteligencia superior. La influencia de
esta tradición sobre los sabios de origen judío es un hecho admitido. Moshe
Idel lo ha reconocido últimamente a propósito de Norbert Wiener (1894-1964),
"padre de la cibernética" y autor de God and Golem Inc. [5].
Este vínculo es tan marcado que Gershom Scholem incluso aconsejó a Haïm Pekeris
(Instituto Weismann de Rehovot) llamar al computador que acababa de
construír ¡"Golem Nº 1"!. Lo más curioso es que en el discurso que
hizo para su inauguración, Scholem presentó a nuestros cibernéticos
como "cabalistas modernos" [6] de los cuales proclamaba ¡su
superioridad sobre los antiguos!.
[5] PDF en castellano en http://luisguillermo.com/diosygolem/Dios_y_Golem_SA.pdf
[6] Ésta es una buena ilustración de lo que Guénon entendía
por "nomadismo desviado". Véase Le Regne de la Quantité, p.
147, n. 2 y p. 222, n. 1.
El caso de John von Neumann
(1903-1957), otro pionero de la informática, merecería ser evocado. Matemático
superdotado, se interesó en la teoría de las máquinas "vivas" y de
los autómatas celulares auto-reproducibles.
Entre las prolongaciones más
inquietantes de la cibernética contemporánea se encuentra la idea, sostenida
por numerosos investigadores en el mundo, según la cual a partir de ahora se
trata de elaborar una "interfaz" entre el hombre y la máquina,
como querría Nicolas Negroponte (L'Homme Numérique, 1995), fundador en 1985 del
famoso Medialab en el Massachussets Institute of Technology (Boston),
cuando no se trata sino de una fusión pura y simple entre ambos, tal como
espera Ray Kurzweil [7].
[7] Dicho autor evoca el proyecto de escanear el cerebro
humano por medio de nano-robots, a fin de "retro-concebirlo" mejor de
forma artificial. La posibilidad para esos nano-robots de habitar en
el cerebro debería permitir "acceder a una realidad virtual
totalmente convincente en la cual se podrá sumergir completamente", pero
también "añadir a nuestro cerebro potentes formas de inteligencia no
biológicas".
Pero la representación más
desconcertante de esta tecno-utopía es quizá la del francés Joël de Rosnay. Muy
fuertemente influído por Teilhard de Chardin (1881-1955), del que se conocen
sus vínculos con la teoría de la Evolución, Rosnay ha retomado del jesuíta las
ideas de "planetización", de advenimiento de una "súper-Humanidad",
de "edificación de un súper-complejo orgánico social", de
una "totalización planetaria de la consciencia humana" y,
punto esencial para nosotros aquí, de "ascenso sobre nuestro
horizonte interior de algún centro cósmico psíquico, de algún polo de
consciencia suprema" (Chardin, L'Avenir de l'Homme).
¡Ciertamente estamos con ello muy próximos al contra-Imperio! Este proceso
darwiniano de concretización de una "envoltura pensante de la Tierra
(la Noosfera)"(Chardin), anuncia en J. de Rosnay el nacimiento
de "un embrión planetario gigantesco", fruto de una combinación
"neo-biológica" entre lo vivo y lo artificial. Gracias a la conexión
biomecánica entre los cerebros y el computador ("biótica") conectados
en red, podrá pues advenir un "cerebro planetario" (Rosnay,
L'Homme Symbiotique, 2000), un verdadero "cerebro global".
Para J. de
Rosnay, Internet es naturalmente el germen de ese Cerebro del cual el
ciberespacio, ese sustituto (ersatz) del mundo de la imaginación, es la
ficticia morada. En su destacable ensayo sobre Le Culte de
l’Internet (2000), Philippe Breton ha mostrado cuáles son los cimientos
místico-religiosos que fundamentan el apasionamiento actual por ese nuevo
medio. En sus progenitores y seguidores se encuentra en efecto una influencia
cruzada del antiguo gnosticismo anticorporal, de la New Age, del
teilhardismo e incluso del budismo zen.
La idea general es que
a Internet se la considera favorecedora de la realización de un mundo
mejor, de una especie de comunidad psíquica global descorporizada,
"ciudadela de luz", cuyo aspecto pseudo-mesiánico es patente. Esta
caricatura de una "nueva Jerusalén" panóptica donde reina la
transparencia y la ubicuidad, culmina hoy en un deseo de supervigilancia
generalizada que recuerda singularmente al Espejo extraordinario gracias al
cual el Preste Juan puede ver en todas direcciones [8], lo cual es en efecto
una prerrogativa del Rey del Mundo.
Dicho esto, incluso si a nivel
de las apariencias y a contrario sensu esta ciber-utopía ya no tiene
centro [9], no por ello es menos conducida por vías oscuras hacia la
realización de ese contra-Imperio. Los proyectos en genética que vislumbran la
"Gran Salud" de un hombre convertido en "perfecto" gracias
a la ciencia también lo prueban.
[9] Se reencuentra sin embargo, a través del ejemplo de las
doce estrellas de la bandera europea, la tendencia a imitar la constitución de los
centros espirituales auténticos. Cf. Guénon, Le Roi du Monde, pp. 38-39.
El movimiento New
Age [10] y su proyecto de religión mundial es naturalmente solidario de
este tecno-profetismo, pero sería abusivo querer identificarlo con el Mal
absoluto, como querría la literatura conspiracionista que emana del integrismo
católico, la cual da paradójicamente la impresión de pertenecer a sus legiones
cuando alguno de sus miembros sitúa a Agartha en el corazón de la subversión
moderna, mezclando así alegremente verdad y mentira e invirtiendo totalmente el
orden normal de las cosas. Con toda seguridad no cabe esperar nada, todo lo
contrario, de ese tradicionalismo que, a través del Opus Dei [11]
particularmente, juega más bien el juego de esa subversión.
[10] La Nueva Era no es otra cosa de hecho que una
prolongación del sincretismo ocultista del siglo XIX. No tiene pues ningún
poder de revitalización de las religiones tradicionales, como se da a entender.
[11] Sobre esta sociedad muy próxima a Juan Pablo II, cf.
François Normad, La Inquietante Ascensión del Opus Dei, 1995 http://sinmiedoalopusdei.blogspot.com/2015/08/ascension-del-opus-dei.html
. El autor evoca la bancarrota del Banco Ambrosiano (1982), dirigido en esa
época por Roberto Calvi (tesorero de la logia P2), en la cual estaban
implicados miembros del Opus Dei. A este respecto véase la inquietante
obra de David Yallop, Au Nom de Dieu, 1994.
Lejos de agotar el tema,
esperamos que esta corta síntesis habrá permitido al lector descubrir qué
vínculos existen entre las diferentes potencias organizadoras del mundo
contemporáneo. Lejos de ser neutra, la esfera político-mercantil se encuentra,
sin ninguna duda, entre ellas.
La instalación de la
futura "comunidad civil universal" que Kant comparaba a un
"autómata" [12], no es de hecho sino un ídolo, una parodia de la
Humanidad primordial. En la hora actual, una toma de conciencia significativa
de la nocividad del mundo moderno es señalable a diferente nivel, incluso si no
se trata aún de salir del punto de vista social. Pero, como decía Michel Hulin,
son "los excesos del Kali-yuga los que contribuyen a poner
en marcha las condiciones de su regeneración" [13], que
una "élite muy pequeña" llegará a cumplir en el momento
requerido.–
[12] Idea de una Historia Universal desde un Punto de
Vista Cosmo-Político (7ª proposición). En este opúsculo Kant estimaba, a
propósito de "la realización de un plan oculto de la Naturaleza para
producir una constitución política perfecta", que "la Filosofía
bien podría tener también su milenarismo". La confusión entre
supra-nacional y universalidad es desde entonces recurrente. Existe actualmente
un proyecto de Parlamento mundial.
[13] Michel Hulin, Décadence et Renouvellement: La
Doctrine des Âges du Monde dans l'Hinduisme, Eranos, vol. 54, p. 199.
por Patrick Geay
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