Tener fe en que un libro dice la
verdad, no es saber la verdad, sino mas bien no querer saberla. Más
cuando se trata de un libro como la Biblia que, ademas de haber sido
mutilado por la iglesia, es una copia de una copia de otro libro que
ni siquiera es hebreo.
Dejarle las cosas a dios (famoso
dicho “dios esta en control”) es típico de los pueblos pasivos
que son fácilmente manipulables. Para eso les enseñan esas frases y
muchas otras parecidas, que a fuerza de repetirlas terminan creyendo
que son verdad.
Ellos creen “estar con dios” y en
verdad trabajan para sostener la ignorancia, o sea la mentira, o sea
al diablo. Claro… los que piensan así no están confundidos, están
muy seguros… solo que viven en el error.
La prueba de esto que digo es que los
pueblos “muy religiosos” suelen ser los más brutos y pobres
(cristianos y musulmanes).
No hay dios-juez, como no hay lugares
de castigo, porque un universo punitivo sería malvado y nosotros
vivimos tan llenos de limitaciones que difícilmente seamos
imputables de algún delito cósmico.
Todos los pecados inventados por la
iglesia son verdaderos caprichos, base de una moral social que es
antinatural, caprichosa e hipócrita.
La ley universal es completamente
algo diferente a los “mandamientos” y su orden es la expansión y
preservación de la vida, por esta razón, la muerte, el sufrimiento
y el castigo no forman parte de la ley universal.
La ley universal es tan compasiva y
sabia que los cristianos llorarían de amargura si la conocieran.
Nada de infierno, nada de castigo.
Pero el ser un espíritu puro de luz como somos y estar atrapados en
esta rueda de nacimiento y muerte, podría considerarse un infierno.
Por lo tanto, el infierno es esta vida, no hay nada en el universo
más lleno de dolor que la vida en la tierra, una vida que está
manchada por la enfermedad y la muerte.
Entonces la pregunta siguiente es
¿por qué en un universo justo y bondadoso hay un lugar en el que se
sufre tanto?
Y este es el meollo de toda la
cuestión teológica y moral de la Tierra. La respuesta no quieren
oírla, porque se cae de madura: vivimos en este infierno porque
adoramos, invocamos y seguimos ciegamente a un “dios” que, en
verdad, es un demonio.
Si no nos aferramos a la percepción
de este mundo material y podemos, aunque más no sea, tener un atisbo
de que algo más, podremos deducir que fuera del cuerpo físico
difícilmente exista alguna razón imputable para enviarnos a sufrir
a alguna parte. Todo sufrimiento fuera del dolor físico es “álmico”,
es decir corresponde al campo del pensamiento y las emociones, las
cuales no saben distinguir entre el dolor que mata y el que proviene
de los recuerdos. Por lo tanto una persona muerta, anclada en
recuerdos dolorosos es posible que viva en un infierno después de su
deceso.
Por el contrario, una persona que
haya expandido su consciencia hasta el punto de liberarse de los
condicionamientos del sistema terrestre, podrá, posiblemente,
experimentar la mayor de las libertades, que es la de decidir cómo
continuará su eterna existencia.
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