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21.7.20

¿Cuántas películas van a pasar de ser una ficción a un documental de nuestros días?

EL BIG DATA Y LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL                        

Hacia las distopías de ciencia ficción

El mañana ha llegado. Decían en Terminator que la ciencia ficción de hoy es la ciencia del mañana. Este año 2020 supone un inesperado avance hacia las distopías futuristas, convertidas en muchos casos en predicciones ya superadas. El principal cambio de paradigma de nuestra era viene de la mano del big data y sobre todo de las inteligencias artificiales. El aceleramiento tecnológico es tan grande que en dos décadas podríamos ver más cambios que en dos milenios, ¿cómo de cerca estamos de esos futuros distópicos profetizados, entre otras, en TerminatorBlack Mirror o Westworld?

Imaginemos que viajamos al futuro… ¿con qué película lo compararíamos al volver? ¿Estamos preparados para que la ficción se haga realidad? En este artículo encontraréis algunas respuestas a estos debates, y probablemente, aún más incógnitas.

El Big Data como origen de la mente de una IA

La sensación de estar viviendo como en una simulación se ha exacerbado en los últimos meses de forma exponencial con cada nuevo suceso de 2020. ¿Pandemia por un virus letal? ¿Cuarentenas? Eran sucesos que estaban reservados para los mejores (o peores)  blockbusters.
Se cuentan por cientos de miles las familias que han visto desde el confinamiento de sus casas la película Contagio  (Steven Soderbergh, 2011), estupefactos al visualizar una ficción prácticamente convertida en documental: un virus letal originado en un país asiático se expande por el mundo hiperconectado.

También con el coronavirus comenzamos a asistir a la constatación de lo que ya sabíamos: cómo las grandes compañías de internet controlan todos nuestros movimientos y  almacenan nuestros datos. Las posibilidades de su uso comienzan a hacerse efectivas en las aplicaciones de rastreo de infectados por coronavirus. Sabemos que en Italia Facebook y otras grandes compañías han facilitado datos al Ministerio de Innovación, permitiendo usar el big data para dilucidar si las políticas de confinamiento están siendo respetadas. En Corea del Sur cuentan con un sistema de alertas que notifica a través del teléfono móvil a aquellos ciudadanos que vivan en una zona donde se ha detectado un infectado, mostrando todos los lugares por los que pasó el individuo.

A nivel internacional, los gigantes Google y Amazon han unido sus fuerzas para utilizar su big data contra el virus. La aplicación en la que trabajan ya es una realidad y está habilitada en nuestros teléfonos móviles, aunque no seamos conscientes de ello: en este enlace de soporte de Google nos explican cómo utilizar el sistema de notificaciones sobre exposición al COVID-19. Ya hemos iniciado el camino hacia el control mediante el Big Data y las inteligencias artificiales con aplicación real en la sociedad. ¿Cuáles serán los siguientes pasos? ¿Cuántas películas más van a pasar de ser una ficción a un documental de nuestros días?

Un ejemplo que reúne prácticamente todos los apartados de este artículo es la serie Westworld. En las dos primeras temporadas, nos muestran un parque temático del antiguo oeste en el que los invitados (humanos) pueden satisfacer sus fantasías más salvajes con los anfitriones (androides), incluyendo sus deseos más ocultos y violentos. Estos parques no son más que una herramienta de grandes corporaciones para descifrar el albedrío y comportamiento del ser humano hasta su nivel más subconsciente. La información recopilada se usará para alimentar una Inteligencia Artificial: Roboam.

Todos estamos alerta ante relatos de hipervigilancia como el del Gran Hermano, de 1984. Sin embargo, para Yuval Noah Harari, autor de Sapiens, el ser humano se desintegrará desde dentro en lugar de ser aplastado por él. ¿Estamos alerta ante el futuro del big data? ¿Somos conscientes de las distintas IAs y sus posibilidades?

En un debate mantenido en el podcast Coffee Break sobre inteligencias artificiales, los científicos Héctor Socas, Andrés Asensio y Sara Robisco, apuntan que estamos viviendo un “verano de la inteligencia artificial”, basado en tres pilares: la gran cantidad de datos disponible, la capacidad de cálculo alcanzada y “las ideas felices” sobre el tema. Sara Robisco, ingeniera informática especializada en Inteligencia Artificial, apunta que aún tenemos que conseguir mucha mayor potencia de cálculo. Sin embargo, destaca la importancia de los avances que ya se están produciendo respecto a las redes neuronales artificiales: “Las aplicaciones típicas de las redes neuronales las podemos encontrar en diagnósticos médicos, análisis de datos económicos, clasificación de imágenes, clasificación de proteínas, en algunos videojuegos para gestionar el comportamiento de los adversarios…” resume Robisco.

Mejora biológica del ser humano

En 2003 concluía el Proyecto Genoma Humano con el desciframiento de la secuencia del ADN. En la actualidad se experimenta modificando genes animales, no porque conlleve diferencias en la práctica, sino por implicar menores debates éticos.

De curar enfermedades a la inmortalidad

Según el Dr José Luis Cordeiro, director del Millennium Projectenfermedades genéticas como el cáncer o el alzheimer estarán controladas en 20 años. “Más que curar, vamos a prevenir enfermedades y el envejecimiento. La edad biológica va a ser controlada. Puede estar un tiempo a 30, luego a 20, luego a 40 y así experimenta las diferentes fases de la vida tradicional”. Por su parte, Harari afirma que la muerte es simplemente un problema técnico y, como tal, algo que se resolverá. Cordeiro calcula la muerte de la muerte en el 2045.

El ser humano se mejora a sí mismo

La medicina está alejándose de curar a los enfermos y concentrándose en mejorar a los sanos. El director del Future of Humanity Institute Nick Bostrom sostiene que un genoma humano revisado puede llegar a ser una construcción física y mental excepcional elevando el nivel de inteligencia, salud, resistencia y apariencia del homo sapiens.

Hoy día, las clínicas de fecundación in vitro permiten escoger y rechazar embriones por su tendencia a desarrollar enfermedades en un futuro. De ahí a una modificación genética para conseguir un bebé que se ajuste mejor a parámetros estéticos o que sea físicamente más resistente no hay más que una fina línea que no sabemos dónde situar.

Todo esto ocurre en la película de culto Gattaca (Andrew Niccol, 1997). La sociedad de este largometraje es presentada como una distopía transhumanista en la que los padres que pueden permitírselo conciben a sus hijos mediante ingeniería genética. Estos humanos mejorados, destinados a ser más sanos, con mayor coeficiente intelectual, atléticos y bellos, tendrán acceso a todos los puestos de élite de la sociedad. Por contra, aquellos nacidos de forma natural, “hijos de Dios”, tendrán una esperanza de vida reducida y una nula competitividad social.

La ingeniería genética es otro de tantos temas que parecen relegados a la ficción y no forman parte de la agenda política actual, pero es parte de nuestro futuro más próximo. “Dentro de un siglo, los seres humanos como nosotros desaparecerán y la Tierra estará habitada por entidades que serán más diferentes a nosotros que nosotros de los chimpancés”, dice Harari. En un siglo.

Robótica, cyborgs e interfaces cerebro-ordenador

La siguiente categoría que nos acerca a la distopía futurista probablemente sea la más explorada en la ciencia ficción: los robots. De la mejora del homo sapiens, la ciencia da paso a la hibridación entre el ser humano y la máquina, o directamente, a la robótica en muchas ocasiones, representando una versión mejorada y utilitaria de las capacidades humanas.

Cyborgs

Empecemos por los cyborgs. Recordemos al famosísimo RoboCop (Paul Verhoeven, 1987), el cyborg policía. Recuperado el cuerpo de un agente gravemente herido y recién fallecido en servicio, los científicos hibridan su cuerpo con partes biónicas, dándole capacidades sobrehumanas a la vez que el policía mantiene los recuerdos de su vida pasada como ser humano.

Los cyborgs hace años que forman parte de personas que han perdido extremidades. “Lo que es más sorprendente es que estamos acostumbrados a tener 2 manos, pero no hay límite con las biónicas. Pero además, al estar controladas por un ordenador, no hay razón para que estén directamente conectadas al cuerpo”, en palabras de Harari.

Cordeiro asegura que los apéndices cyborgs también se insertarán en el cerebro para leer la mente en lugar de comunicarnos a través de algo “primitivo y lento” como es el lenguaje. Sólo esto ya constituirá un avance evolutivo tan importante como lo fue el lenguaje hablado.

Interfaces cerebro ordenador: vida inorgánica de apariencia humana

De máquinas que forman parte de seres humanos pasamos a dispositivos inorgánicos que imitan la voz humana o contienen una mente real. Esta posibilidad se representa en múltiples películas con asistentes virtuales, desde la oscarizada Her (Spike Jonze, 2013) a Jarvis, el ayudante de Iron Man, sin olvidar al célebre HAL 9000 de 2001 Una Odisea en el Espacio (Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick). Asistentes que no dejan de ser versiones más inteligentes y mejoradas de las ya existentes Siri (Apple), Alexa (Amazon) o Cortana (Microsoft).

Yendo más allá, sería posible que esas voces correspondieran a mentes humanas trasplantadas. Las interfaces cerebro-computadora son la tecnología que trata de descifrar e interpretar nuestras ondas cerebrales, procesándolas mediante un ordenador. Una obra cinematográfica en la que se trata esta posibilidad en su forma más optimista y desarrollada es Trascendence (Wally Pfister, 2014), donde una reconstrucción del cerebro del científico Will Caster se implementa en un ordenador. “El resultado será una reproducción digital del intelecto original, con la memoria y la personalidad intacta” afirma Bostrom.

Un híbrido entre las opciones anteriores se muestra en el episodio “Vuelvo ahora mismo” de Black Mirror. En éste, una viuda comienza a hablar con una representación virtual de su difunto esposo, recreada mediante la recopilación de todas las interacciones de él en vida (redes sociales, emails, etc). El software que genera las conversaciones pronto es adaptado a una voz igual que la de su esposo, para más tarde, ser alojado en un cuerpo biónico que simula al del fallecido. En todas estas obras se ahonda en la facilidad de las personas para generar vínculos emocionales con estas simulaciones tan parecidas al propio ser humano.

Robots

Los androides (y ginoides, el término femenino para droides, en desuso porque se ha normalizado en el lenguaje la forma masculina como el plural) son máquinas independientes programadas para realizar tareas. Hoy día, la población mundial de robots supera los 10 millones. En Singapur, los han usado en parques para recordar la distancia interpersonal durante las últimas semanas.

Sin duda, la mayor contribución al mundo de la cultura y ciencia ficción sobre robots fue del escritor Isaac Asimov, con una prolífica obra literaria basada en gran medida en las célebres “Leyes de la robótica”, hace más de 70 años:

  1. Un robot no debe dañar a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
  2. Un robot debe obedecer las órdenes que le dan los seres humanos, excepto cuando entran en conflicto con la Primera Ley
  3. Un robot debe proteger su propia existencia hasta donde no entre en conflicto con las leyes anteriores.
En su colección de historias de Yo, robot (que quedan lejanas a la película homónima protagonizada por Will Smith en 2004) Asimov profundiza en los dilemas morales y enfrentamientos que pueden derivar de la aplicación de estas leyes.

En muchas ocasiones se tiende a confundir la robótica con la Inteligencia Artificial. Un robot podría contener una IA, es decir, un software inteligente y consciente, o puede ser simplemente una máquina diseñada para acatar órdenes de manera automática. Estos niveles de evolución tecnológica quedan reflejados en la saga Terminator, yendo desde el primer robot enviado del futuro (el modelo T-800) hasta el programa súper inteligente Skynet.

Superinteligencias: el invento que superará a su creador

Los cyborgs y las interfaces son conservadores hasta cierto punto al estar controlados por cerebros orgánicos, y aunque los robots son autónomos siguen siendo máquinas subordinadas a los humanos. El siguiente paso será la creación de seres superiores a cualquier vida orgánica conocida. No sólo serían inteligentes e independientes, sino conscientes.

La toma de conciencia ha sido tema prolífico para la literatura y el audiovisual de ciencia ficción. En Westworld, los anfitriones robots simplemente repiten las narrativas para las que han sido programados, hasta que, un día, uno de los anfitriones toma conciencia de que su vida y sus actos están escritos y prediseñados. Una vez la máquina es consciente, su próximo objetivo es salir de esa narrativa obligada.

La Superinteligencia general o fuerte se define como el intelecto que excede el desempeño cognitivo de los humanos en todas las áreas de interés. Y no sólo serían conscientes de sí mismas, sino de la existencia del mundo en que fueron creadas, además de probablemente otros como los virtuales, los digitales, los cuánticos o aquéllos situados en otras galaxias.

Harari menciona además que películas como Star Wars u otras relacionadas con humanos viajando al espacio no reflejan el futuro. “Hasta ahora, ninguna forma de vida ha conseguido escapar del planeta y colonizar otros porque es demasiado difícil mantener vida orgánica en el espacio exterior o en otro planeta”. El espacio será colonizado, dice el historiador, por IAs.

Según el científico Nils Nilsson, las de nivel humano general existirán en 2100 con un 90% de probabilidad; en 2050 con un 50%. Cordeiro es aún más optimista y asegura que el Test de Turing se superará en el 2029, es decir, no reconoceremos que hablamos con una máquina. La predicción de Alan Turing correspondería con el caso de los replicantes de Blade Runner (Ridley Scott, 1982), donde los androides y ginoides imitan al ser humano en su aspecto y comportamiento de forma que son indistinguibles. Recordemos que la trama de la película se basa en cómo el policía Rick Deckard da caza a estos androides camuflados entre los humanos en el año 2019, mientras ellos intentan aumentar su esperanza de vida: fueron programados para morir a los 4 años, evitando así que desarrollaran una posible conciencia empática.

Cordeiro va más allá del 2029: “Después de eso, en el 2045, estallará la singularidad tecnológica  gracias a computadoras con la inteligencia acumulada de toda la humanidad”.

Uso de toda la información existente: el oráculo

La primera posibilidad es el oráculo. Podremos acudir a un ente omnisciente al que podemos preguntarle cualquier cosa que deseemos saber, desde la existencia de vida en otros planetas hasta si nuestra pareja nos ha engañado alguna vez, pasando por las paradojas del tiempo o si conseguiremos eliminar el racismo o el machismo.

En un tiempo, “un sistema podría aumentar su capacidad intelectual efectiva mediante la absorción de contenido pre-producido acumulado a través de siglos de ciencia y civilización humana”. No olvidemos que la información es poder.

Haciéndose con todos los datos, no sólo se convertiría en un ser tan inteligente como la humanidad, sino más inteligente que cada humano individual. Compararía, analizaría, calcularía los datos de cualquier investigación, proyecto, artículo o reflexión filosófica realizado durante miles de años en lo que nosotros tardamos en pestañear.

Un ejemplo se presenta en la serie The Good Place (Netflix, 2016), donde Janet, una de las protagonistas, es una asistente omnisciente capaz de responder a cualquier pregunta que los
humanos le plantean. Algo más antiguo pero igualmente relevante es el oráculo de la saga Matrix  (Lana, Lilly Wachowski, 1999), representado también por una inteligencia de rasgos humanos femeninos. Ambos ejemplos resultan tener ambiciones pacíficas, limitándose a una función de consultoría.

De nuevo, volviendo a la serie Westworld, en la tercera y más reciente temporada, la trama ya no se centra en los parques temáticos sino en el mundo real del futuro, y nos muestra el potencial de la recopilación de datos que ya explicamos al principio de este artículo. Las grandes compañías mundiales desarrollaron una IA con todos esos datos recopilados, Roboam. El objetivo inicial era evitar que el mundo se destruyera a sí mismo: la IA era utilizada para, por ejemplo, controlar enfermedades, contagios y pandemias. Roboam lo sabía todo: tu historial genético, cada búsqueda en internet, cada movimiento. No sólo controlaba a delincuentes, controlaba a toda la población. Hasta tal punto, que la IA desarrolló la capacidad predictiva de los actos de los humanos con una fiabilidad casi total. 

Nos planteamos entonces, si una IA podría ser capaz de predecir nuestros actos, ¿no podrían, quienes controlan esa IA, controlar el futuro del mundo y moldearlo según sus intereses? Podrían saber desde en qué acciones invertir en bolsa, a qué hamburguesa te va a apetecer en la próxima hora.

Pérdida de control y subordinación

El mayor riesgo de la IA es la pérdida de control, que llevaría consigo una subordinación del ser humano en el mejor de los casos. En el peor, el oráculo podría trazar un plan de dominación futura que tendría asegurado el éxito. Para conocer una representación ficticia (o no) de esta posibilidad, no dudéis en conocer a Multivac en el relato corto La última pregunta de Asimov.

Otra posibilidad es que la IA nos mantuviera con vida por interés propio, como ocurre en el mundo de Matrix, donde el homo sapiens queda relegado a recurso energético. Aun no suponiendo el homo sapiens un peligro directo para la materia inorgánica, ésta podría requerir recursos inimaginables que, en un intento de consecución, acabara con nuestra existencia como daño colateral. Y quizá tenga tanta conciencia de ello como cuando nosotros andamos por la calle y pisamos una hormiga.

El fin último de una superinteligencia, sin embargo, no tendría por qué ser la exterminación del ser humano. Imaginamos que así podría suceder porque es lo que hemos hecho nosotros durante milenios con el resto de especies: condenarlas. Robisco señala que el miedo de la gente respecto a las inteligencias artificiales viene claramente patrocinado por Hollywood, donde las ficciones necesitan a «un malo» que se encarna en esos robots. Héctor Socas apunta que esos relatos pertenecen en gran parte sólo a la fantasía, indicando que cabe la posibilidad de enseñar y potenciar valores en las IAs acordes, por ejemplo, a las leyes de Asimov.

Máquinas inteligentes creando máquinas inteligentes

Stephen Hawking advertía en 2014 que el desarrollo de una IA completa “despegará solo y se rediseñará a un ritmo cada vez mayor. Los humanos, que están limitados por la lenta evolución biológica, no podrán competir y serían reemplazados”. En Westworld y tantas otras ficciones vemos cómo los anfitriones (las superinteligencias) evolucionan hasta el punto de repararse y fabricarse a sí mismos.

Una constante aceleración exponencial de explosiones de inteligencia se daría, puesto que IAs de inteligencia superior diseñarían otras que a su vez crearían otras. Esto conllevaría irremediablemente a una precipitación de los acontecimientos. Todo ocurriría, además, antes de ser capaces de detener la escalada. “También parece evidente que sólo tendremos una única oportunidad […] Y -tanto si tenemos éxito como si fracasamos-, probablemente sea el último reto que tengamos que afrontar”.

Conclusión

Nuestros hijos serán testigos del mayor avance biológico y la más extraordinaria revolución tecnológica. Todo esto podría ocurrir antes de que el ser humano consiguiera cumplir sueños igual o más apasionantes como conocer otras galaxias, teletransportarse, interactuar con extraterrestres o viajar en el tiempo. Algo que otras películas también vaticinan.

Obras de ciencia ficción como la mencionada Westworld o Ex-Machina (Alex Garland, 2015) exploran la posibilidad de que estamos jugando a ser Dios, creando la solución evolutiva que superará al ser humano. ¿Podrían ser cualquiera de las mejoras robóticas, cyborgs o superinteligencias la próxima evolución del ser humano? ¿Estaremos en unos años debatiendo en el Congreso los derechos de las IAs?

Sabemos que no todas las películas futuristas de hace años acertaron en sus predicciones sobre lo que es hoy nuestro presente. Sin embargo, todas las evoluciones científicas relativas al big data mencionadas en este artículo forman parte de nuestra realidad, y las inteligencias artificiales se desarrollan en proyectos científicos actuales.

No es descabellado pensar que nuestro futuro ya está escrito en obras que consumimos como ficciones. Cualquier parecido con la realidad ya no es pura coincidencia: es ciencia.

Marta Buces y María Caballero


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