Hacia las distopías de ciencia ficción
El mañana ha llegado. Decían en Terminator que
la ciencia ficción de hoy es la ciencia del mañana. Este año 2020 supone un
inesperado avance hacia las distopías futuristas, convertidas en muchos casos
en predicciones ya superadas. El principal cambio de paradigma de nuestra era
viene de la mano del big data y sobre todo de las inteligencias artificiales. El
aceleramiento tecnológico es tan grande que en dos décadas podríamos ver
más cambios que en dos milenios, ¿cómo de cerca estamos de esos futuros
distópicos profetizados, entre otras, en Terminator, Black
Mirror o Westworld?
Imaginemos que viajamos al futuro… ¿con qué película lo
compararíamos al volver? ¿Estamos preparados para que la ficción se haga
realidad? En este artículo encontraréis algunas respuestas a estos debates, y
probablemente, aún más incógnitas.
El Big Data como origen de la mente de una IA
La sensación de estar viviendo como en una simulación se
ha exacerbado en los últimos meses de forma exponencial con cada nuevo suceso
de 2020. ¿Pandemia por un virus letal? ¿Cuarentenas? Eran sucesos que estaban
reservados para los mejores (o peores) blockbusters.
Se cuentan por
cientos de miles las familias que han visto desde el confinamiento de sus casas
la película Contagio (Steven Soderbergh, 2011),
estupefactos al visualizar una ficción prácticamente convertida en
documental: un virus letal originado en un país asiático se expande por el
mundo hiperconectado.
También con el coronavirus comenzamos a asistir a la
constatación de lo que ya sabíamos: cómo las grandes compañías de
internet controlan todos nuestros movimientos y almacenan nuestros datos. Las posibilidades de su uso
comienzan a hacerse efectivas en las aplicaciones de rastreo de infectados por
coronavirus. Sabemos que en Italia Facebook y otras grandes compañías han
facilitado datos al Ministerio de Innovación, permitiendo usar el big data
para dilucidar si las políticas de confinamiento están siendo respetadas. En
Corea del Sur cuentan con un sistema de alertas que notifica a través del
teléfono móvil a aquellos ciudadanos que vivan en una zona donde se ha
detectado un infectado, mostrando todos los lugares por los que pasó el
individuo.
A nivel internacional, los gigantes Google y Amazon han
unido sus fuerzas para utilizar su big data contra el virus. La aplicación en
la que trabajan ya es una realidad y está habilitada en nuestros teléfonos
móviles, aunque no seamos conscientes de ello: en este enlace de soporte de Google nos explican cómo
utilizar el sistema de notificaciones sobre exposición al COVID-19. Ya hemos
iniciado el camino hacia el control mediante el Big Data y las inteligencias
artificiales con aplicación real en la sociedad. ¿Cuáles serán los
siguientes pasos? ¿Cuántas películas más van a pasar de ser una
ficción a un documental de nuestros días?
Un ejemplo que reúne prácticamente todos los apartados
de este artículo es la serie Westworld. En las dos primeras temporadas, nos
muestran un parque temático del antiguo oeste en el que los invitados
(humanos) pueden satisfacer sus fantasías más salvajes con los anfitriones
(androides), incluyendo sus deseos más ocultos y violentos. Estos parques no
son más que una herramienta de grandes corporaciones para descifrar el
albedrío y comportamiento del ser humano hasta su nivel más subconsciente. La
información recopilada se usará para alimentar una Inteligencia Artificial:
Roboam.
Todos estamos alerta ante relatos de hipervigilancia como
el del Gran Hermano, de 1984. Sin embargo, para Yuval Noah Harari, autor de
Sapiens, el ser humano se desintegrará desde dentro en lugar de ser aplastado
por él. ¿Estamos alerta ante el futuro del big data? ¿Somos conscientes de las
distintas IAs y sus posibilidades?
En un debate mantenido en el podcast Coffee Break sobre inteligencias artificiales,
los científicos Héctor Socas, Andrés Asensio y Sara Robisco, apuntan
que estamos viviendo un “verano de la inteligencia artificial”, basado
en tres pilares: la gran cantidad de datos disponible, la capacidad de cálculo
alcanzada y “las ideas felices” sobre el tema. Sara Robisco, ingeniera
informática especializada en Inteligencia Artificial, apunta que aún tenemos
que conseguir mucha mayor potencia de cálculo. Sin embargo, destaca la
importancia de los avances que ya se están produciendo respecto a las redes
neuronales artificiales: “Las aplicaciones típicas de las redes neuronales las
podemos encontrar en diagnósticos médicos, análisis de datos económicos,
clasificación de imágenes, clasificación de proteínas, en algunos
videojuegos para gestionar el comportamiento de los adversarios…” resume
Robisco.
Mejora biológica del ser humano
En 2003 concluía el Proyecto Genoma Humano con el
desciframiento de la secuencia del ADN. En la actualidad se experimenta modificando
genes animales, no porque conlleve diferencias en la práctica, sino por
implicar menores debates éticos.
De curar enfermedades a la inmortalidad
Según el Dr José Luis Cordeiro, director del Millennium Project, enfermedades
genéticas como el cáncer o el alzheimer estarán controladas en 20 años.
“Más que curar, vamos a prevenir enfermedades y el envejecimiento. La edad
biológica va a ser controlada. Puede estar un tiempo a 30, luego a 20, luego a
40 y así experimenta las diferentes fases de la vida tradicional”. Por su
parte, Harari afirma que la muerte es simplemente un problema técnico y, como
tal, algo que se resolverá. Cordeiro calcula la muerte de la muerte en
el 2045.
El ser humano se mejora a sí mismo
La medicina está alejándose de curar a los enfermos y
concentrándose en mejorar a los sanos. El director del Future of Humanity Institute Nick
Bostrom sostiene que un genoma humano revisado puede llegar a ser una
construcción física y mental excepcional elevando el nivel de inteligencia,
salud, resistencia y apariencia del homo sapiens.
Hoy día, las clínicas de fecundación in vitro permiten
escoger y rechazar embriones por su tendencia a desarrollar enfermedades en un
futuro. De ahí a una modificación genética para conseguir un bebé que se
ajuste mejor a parámetros estéticos o que sea físicamente más resistente no
hay más que una fina línea que no sabemos dónde situar.
Todo esto ocurre en la película de culto Gattaca (Andrew
Niccol, 1997). La sociedad de este largometraje es presentada como una
distopía transhumanista en la que los padres que pueden permitírselo conciben
a sus hijos mediante ingeniería genética. Estos humanos mejorados, destinados
a ser más sanos, con mayor coeficiente intelectual, atléticos y bellos,
tendrán acceso a todos los puestos de élite de la sociedad. Por contra,
aquellos nacidos de forma natural, “hijos de Dios”, tendrán una esperanza de
vida reducida y una nula competitividad social.
La ingeniería genética es otro de tantos temas que
parecen relegados a la ficción y no forman parte de la agenda política
actual, pero es parte de nuestro futuro más próximo. “Dentro de un
siglo, los seres humanos como nosotros desaparecerán y la Tierra estará
habitada por entidades que serán más diferentes a nosotros que nosotros de
los chimpancés”, dice Harari. En un siglo.
Robótica, cyborgs e interfaces cerebro-ordenador
La siguiente categoría que nos acerca a la distopía
futurista probablemente sea la más explorada en la ciencia ficción: los
robots. De la mejora del homo sapiens, la ciencia da paso a la hibridación
entre el ser humano y la máquina, o directamente, a la robótica en muchas
ocasiones, representando una versión mejorada y utilitaria de las capacidades
humanas.
Cyborgs
Empecemos por los cyborgs. Recordemos al
famosísimo RoboCop (Paul Verhoeven, 1987), el cyborg
policía. Recuperado el cuerpo de un agente gravemente herido y recién
fallecido en servicio, los científicos hibridan su cuerpo con partes
biónicas, dándole capacidades sobrehumanas a la vez que el policía mantiene
los recuerdos de su vida pasada como ser humano.
Los cyborgs hace años que forman parte de personas que
han perdido extremidades. “Lo que es más sorprendente es que estamos
acostumbrados a tener 2 manos, pero no hay límite con las biónicas. Pero
además, al estar controladas por un ordenador, no hay razón para que estén
directamente conectadas al cuerpo”, en palabras de Harari.
Cordeiro asegura que los apéndices cyborgs también se
insertarán en el cerebro para leer la mente en lugar de comunicarnos a través
de algo “primitivo y lento” como es el lenguaje. Sólo esto ya constituirá un
avance evolutivo tan importante como lo fue el lenguaje hablado.
Interfaces cerebro ordenador: vida inorgánica de
apariencia humana
De máquinas que forman parte de seres humanos pasamos a
dispositivos inorgánicos que imitan la voz humana o contienen una mente real.
Esta posibilidad se representa en múltiples películas con asistentes
virtuales, desde la oscarizada Her (Spike Jonze, 2013) a
Jarvis, el ayudante de Iron Man, sin olvidar al célebre HAL 9000 de 2001
Una Odisea en el Espacio (Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick).
Asistentes que no dejan de ser versiones más inteligentes y mejoradas de las
ya existentes Siri (Apple), Alexa (Amazon) o Cortana (Microsoft).
Yendo más allá, sería posible que esas voces
correspondieran a mentes humanas trasplantadas. Las interfaces
cerebro-computadora son la tecnología que trata de descifrar e interpretar
nuestras ondas cerebrales, procesándolas mediante un ordenador. Una obra
cinematográfica en la que se trata esta posibilidad en su forma más optimista
y desarrollada es Trascendence (Wally Pfister, 2014), donde
una reconstrucción del cerebro del científico Will Caster se implementa en un
ordenador. “El resultado será una reproducción digital del intelecto
original, con la memoria y la personalidad intacta” afirma Bostrom.
Un híbrido entre las opciones anteriores se muestra
en el episodio “Vuelvo ahora mismo” de Black
Mirror. En éste, una viuda comienza a hablar con una representación
virtual de su difunto esposo, recreada mediante la recopilación de todas las
interacciones de él en vida (redes sociales, emails, etc). El software que
genera las conversaciones pronto es adaptado a una voz igual que la de su
esposo, para más tarde, ser alojado en un cuerpo biónico que simula al del
fallecido. En todas estas obras se ahonda en la facilidad de las personas para
generar vínculos emocionales con estas simulaciones tan parecidas al propio
ser humano.
Robots
Los androides (y ginoides, el término femenino para
droides, en desuso porque se ha normalizado en el lenguaje la forma masculina
como el plural) son máquinas independientes programadas para realizar tareas.
Hoy día, la población mundial de robots supera los 10 millones.
En Singapur, los han usado en parques para recordar la distancia
interpersonal durante las últimas semanas.
Sin duda, la mayor contribución al mundo de la cultura y
ciencia ficción sobre robots fue del escritor Isaac Asimov, con una prolífica
obra literaria basada en gran medida en las célebres “Leyes de la robótica”,
hace más de 70 años:
- Un robot no debe dañar a un ser humano o, por inacción, permitir que
un ser humano sufra daño.
- Un robot debe obedecer las órdenes que le dan los seres humanos,
excepto cuando entran en conflicto con la Primera Ley
- Un robot debe proteger su propia existencia hasta donde no entre en
conflicto con las leyes anteriores.
En su colección de historias de Yo, robot (que
quedan lejanas a la película homónima protagonizada por Will Smith en 2004)
Asimov profundiza en los dilemas morales y enfrentamientos que pueden derivar
de la aplicación de estas leyes.
En muchas ocasiones se tiende a confundir la robótica
con la Inteligencia Artificial. Un robot podría contener una IA, es decir, un
software inteligente y consciente, o puede ser simplemente una máquina
diseñada para acatar órdenes de manera automática. Estos niveles de
evolución tecnológica quedan reflejados en la saga Terminator,
yendo desde el primer robot enviado del futuro (el modelo T-800) hasta el
programa súper inteligente Skynet.
Superinteligencias: el invento que superará a su creador
Los cyborgs y las interfaces son conservadores hasta
cierto punto al estar controlados por cerebros orgánicos, y aunque los robots
son autónomos siguen siendo máquinas subordinadas a los humanos. El siguiente
paso será la creación de seres superiores a cualquier vida orgánica
conocida. No sólo serían inteligentes e independientes, sino
conscientes.
La toma de conciencia ha sido tema prolífico para la
literatura y el audiovisual de ciencia ficción. En Westworld, los
anfitriones robots simplemente repiten las narrativas para las que han sido
programados, hasta que, un día, uno de los anfitriones toma conciencia de que
su vida y sus actos están escritos y prediseñados. Una vez la máquina es
consciente, su próximo objetivo es salir de esa narrativa obligada.
La Superinteligencia general o fuerte se define como el
intelecto que excede el desempeño cognitivo de los humanos en todas las áreas
de interés. Y no sólo serían conscientes de sí mismas, sino de la
existencia del mundo en que fueron creadas, además de probablemente
otros como los virtuales, los digitales, los cuánticos o aquéllos situados en
otras galaxias.
Harari menciona además que películas como Star
Wars u otras relacionadas con humanos viajando al espacio no reflejan
el futuro. “Hasta ahora, ninguna forma de vida ha conseguido escapar del
planeta y colonizar otros porque es demasiado difícil mantener vida orgánica
en el espacio exterior o en otro planeta”. El espacio será colonizado, dice el
historiador, por IAs.
Según el científico Nils Nilsson, las de nivel humano
general existirán en 2100 con un 90% de probabilidad; en 2050 con un 50%.
Cordeiro es aún más optimista y asegura que el Test de Turing se
superará en el 2029, es decir, no reconoceremos que hablamos con una
máquina. La predicción de Alan Turing correspondería con el caso de los
replicantes de Blade Runner (Ridley Scott, 1982), donde los
androides y ginoides imitan al ser humano en su aspecto y comportamiento de
forma que son indistinguibles. Recordemos que la trama de la película se basa
en cómo el policía Rick Deckard da caza a estos androides camuflados entre
los humanos en el año 2019, mientras ellos intentan aumentar su esperanza de
vida: fueron programados para morir a los 4 años, evitando así que
desarrollaran una posible conciencia empática.
Cordeiro va más allá del 2029: “Después de eso, en el
2045, estallará la singularidad tecnológica gracias a computadoras con
la inteligencia acumulada de toda la humanidad”.
Uso de toda la información existente: el oráculo
La primera posibilidad es el oráculo. Podremos acudir a
un ente omnisciente al que podemos preguntarle cualquier cosa que deseemos
saber, desde la existencia de vida en otros planetas hasta si nuestra pareja
nos ha engañado alguna vez, pasando por las paradojas del tiempo o si
conseguiremos eliminar el racismo o el machismo.
En un tiempo, “un sistema podría aumentar su capacidad
intelectual efectiva mediante la absorción de contenido pre-producido
acumulado a través de siglos de ciencia y civilización humana”. No olvidemos
que la información es poder.
Haciéndose con todos los datos, no sólo se convertiría
en un ser tan inteligente como la humanidad, sino más inteligente que cada
humano individual. Compararía, analizaría, calcularía los datos de
cualquier investigación, proyecto, artículo o reflexión filosófica
realizado durante miles de años en lo que nosotros tardamos en pestañear.
Un ejemplo se presenta en la serie The Good Place (Netflix,
2016), donde Janet, una de las protagonistas, es una asistente omnisciente
capaz de responder a cualquier pregunta que los
humanos le plantean. Algo más antiguo pero igualmente
relevante es el oráculo de la saga Matrix (Lana, Lilly Wachowski,
1999), representado también por una inteligencia de rasgos humanos femeninos.
Ambos ejemplos resultan tener ambiciones pacíficas, limitándose a una
función de consultoría.
De nuevo, volviendo a la serie Westworld, en
la tercera y más reciente temporada, la trama ya no se centra en los parques
temáticos sino en el mundo real del futuro, y nos muestra el potencial de la
recopilación de datos que ya explicamos al principio de este artículo. Las
grandes compañías mundiales desarrollaron una IA con todos esos datos
recopilados, Roboam. El objetivo inicial era evitar que el mundo se destruyera
a sí mismo: la IA era utilizada para, por ejemplo, controlar enfermedades,
contagios y pandemias. Roboam lo sabía todo: tu historial genético, cada búsqueda
en internet, cada movimiento. No sólo controlaba a delincuentes, controlaba a
toda la población. Hasta tal punto, que la IA desarrolló la capacidad
predictiva de los actos de los humanos con una fiabilidad casi total.
Nos
planteamos entonces, si una IA podría ser capaz de predecir nuestros actos,
¿no podrían, quienes controlan esa IA, controlar el futuro del mundo y
moldearlo según sus intereses? Podrían saber desde en qué acciones invertir
en bolsa, a qué hamburguesa te va a apetecer en la próxima hora.
Pérdida de control y subordinación
El mayor riesgo de la IA es la pérdida de control, que
llevaría consigo una subordinación del ser humano en el mejor de los casos.
En el peor, el oráculo podría trazar un plan de dominación futura que
tendría asegurado el éxito. Para conocer una representación ficticia (o no)
de esta posibilidad, no dudéis en conocer a Multivac en el relato corto La última pregunta de Asimov.
Otra posibilidad es que la IA nos mantuviera con vida por
interés propio, como ocurre en el mundo de Matrix, donde el homo sapiens queda
relegado a recurso energético. Aun no suponiendo el homo sapiens un
peligro directo para la materia inorgánica, ésta podría requerir recursos
inimaginables que, en un intento de consecución, acabara con nuestra
existencia como daño colateral. Y quizá tenga tanta conciencia de
ello como cuando nosotros andamos por la calle y pisamos una hormiga.
El fin último de una superinteligencia, sin embargo, no
tendría por qué ser la exterminación del ser humano. Imaginamos que así
podría suceder porque es lo que hemos hecho nosotros durante milenios con el
resto de especies: condenarlas. Robisco señala que el miedo de la gente
respecto a las inteligencias artificiales viene claramente patrocinado por
Hollywood, donde las ficciones necesitan a «un malo» que se encarna en esos robots.
Héctor Socas apunta que esos relatos pertenecen en gran parte sólo a la
fantasía, indicando que cabe la posibilidad de enseñar y potenciar valores en
las IAs acordes, por ejemplo, a las leyes de Asimov.
Máquinas inteligentes creando máquinas inteligentes
Stephen Hawking advertía en 2014 que el desarrollo de
una IA completa “despegará solo y se rediseñará a un ritmo cada vez mayor.
Los humanos, que están limitados por la lenta evolución biológica, no
podrán competir y serían reemplazados”. En Westworld y
tantas otras ficciones vemos cómo los anfitriones (las superinteligencias)
evolucionan hasta el punto de repararse y fabricarse a sí mismos.
Una constante aceleración exponencial de explosiones de
inteligencia se daría, puesto que IAs de inteligencia superior diseñarían
otras que a su vez crearían otras. Esto conllevaría irremediablemente a una
precipitación de los acontecimientos. Todo ocurriría, además, antes de ser
capaces de detener la escalada. “También parece evidente que sólo tendremos
una única oportunidad […] Y -tanto si tenemos éxito como si fracasamos-,
probablemente sea el último reto que tengamos que afrontar”.
Conclusión
Nuestros hijos serán testigos del mayor avance
biológico y la más extraordinaria revolución tecnológica. Todo esto podría
ocurrir antes de que el ser humano consiguiera cumplir sueños igual o más
apasionantes como conocer otras galaxias, teletransportarse, interactuar con
extraterrestres o viajar en el tiempo. Algo que otras películas también
vaticinan.
Obras de ciencia ficción como la mencionada Westworld o Ex-Machina (Alex
Garland, 2015) exploran la posibilidad de que estamos jugando a ser Dios,
creando la solución evolutiva que superará al ser humano. ¿Podrían ser cualquiera
de las mejoras robóticas, cyborgs o superinteligencias la próxima evolución
del ser humano? ¿Estaremos en unos años debatiendo en el Congreso los derechos
de las IAs?
Sabemos que no todas las películas futuristas de hace
años acertaron en sus predicciones sobre lo que es hoy nuestro presente. Sin
embargo, todas las evoluciones científicas relativas al big data mencionadas
en este artículo forman parte de nuestra realidad, y las inteligencias
artificiales se desarrollan en proyectos científicos actuales.
No es descabellado pensar que nuestro futuro ya está
escrito en obras que consumimos como ficciones. Cualquier parecido con la
realidad ya no es pura coincidencia: es ciencia.
Marta Buces y María Caballero
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