EL MAYOR ENGAÑO EN LA HISTORIA DE LA SALUD
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Con el título “El engaño más grande en la historia de la salud”, y el subtítulo “Una cortina de humo para un mundo sin libertad” se presenta la primera versión alternativa de la pandemia COVID, completamente alejada de las tesis oficiales de la OMS y los diferentes gobiernos e instituciones sanitarias.
Un libro escrito y publicado por necesidad y por obligación,
en el que participan treinta autores de distintas disciplinas. Un amigo y
colaborador del libro me dijo: “Ojalá no hubieras tenido que publicarlo nunca”.
Y tenía razón.
Este trabajo cuenta, sin ningún tipo de censura, todo lo que nos ocultan y desvela los bulos oficiales sobre esta crisis política covidiana –disfrazada de pandemia—, que son de vital importancia para la sociedad; una sociedad dormida y amedrentada, incapaz de reaccionar salvo para pulsar el mando del televisor y escuchar el parte oficial de contagiados; dispuesta a obedecer las consignas insensatas de sus amos tiranos.
Es un deber moral intentar aportar luz en estos momentos
de oscuridad y confusión. Esta es la razón del libro.
La situación actual es el mayor ataque a la humanidad en
toda su historia. Nada que ver con las guerras o las pestes del pasado. Esta
plandemia ha sido diseñada en las cloacas del sistema, igual que se
programan los conflictos bélicos, el precio del trigo o se formularon las
teorías sobre el género o la persecución a la raza blanca para propiciar un
mestizaje involutivo, antropológicamente hablando. El fin de esta
pandemia es el control del “rebaño”, y para que el sometimiento se
acepte sumisamente hacen falta grandes dosis de miedo e incertidumbre, que se
han ocupado de inocular, a base de mentir sobre un virus “asesino” sobre
contagios que no son tales, sobre pruebas PCR que no sirven para detectar carga
viral, sobre asintomáticos inventados y mil patrañas más que no se corresponden
con la realidad.
El mayor problema de nuestro tiempo es que la mentira es
un arma institucionalizada y la censura ha llegado a cotas alarmantes.
Los autores del libro –casi por unanimidad— reconocen que
existe una enfermedad llamada COVID, con sus neumonías, trombos, afecciones
neurológicas y muertes, y que ha habido muchos mayores fallecidos en los
primeros meses de 2020, sobre todo, en residencias. Ahora bien, que sea debido
a un virus “asesino” y “supercontagioso” llamado SARS-CoV-2, que no ha sido
aislado, purificado y secuenciado, según los postulados de Koch, tendrían que
demostrarlo, y nadie lo ha hecho.
El libro es muy crítico con la tesis oficial del virus,
los asintomáticos o los contagios, y se invita a buscar el origen de
la enfermedad en otros focos, como determinados adyuvantes de las
vacunas de la gripe, léase el polisorbato 80 –según consta
en el estudio del Hospital de Barbastro de julio de 2020— o el triton-x, y
otros componentes, como el polémico “óxido de grafeno” encontrado
en los viales de las vacunas, según el análisis preliminar del científico de la
Universidad de Sevilla, Pablo Campra, quien asegura que hay
indicios razonables de la existencia de este material, a falta de estudios
concluyentes.
(Hay que decir que tanto la universidad como el científico
han sido presionados y “obligados” a frenar la investigación).
Curiosamente, los directivos de algunos laboratorios
farmacéuticos lo son, a su vez, de empresas que comercializan grafeno. Este
estudio se está intentando tapar y ridiculizar incluso por una parte de la
disidencia, cosa nada fácil de entender.
El estudio de las muertes por COVID no ha sido
correctamente realizado. ¿De qué fallecían los ancianos enfermos de gripe y
neumonía en los años 2017, 2018 y 2019, todos ellos vacunados contra la gripe?
Muchos estamos seguros de que morían por lo mismo que ahora se llama COVID. Lo
que ha cambiado es la forma de diagnosticar y los protocolos. Porque, ahora,
los hospitales reciben dinero por cada enfermo covid ingresado, mayor cantidad
si está intubado, y mayor aún si muere. ¡Es una desvergüenza total
traficar con la enfermedad y la muerte! Pase que lo hagan los
políticos, que ya sabemos de qué pie cojean, pero que lo hagan los médicos
encargados de velar por la salud de los ciudadanos, clama al cielo.
Aparte de los adyuvantes aludidos, los campos
electromagnéticos juegan un importante papel no solo como causa de la
COVID, sino en nuestro devenir en un futuro muy próximo, especialmente la
red 5G, tema tabú, completamente prohibido y censurado, tanto en los
medios oficiales como en los alternativos, sobre todo, si se lo relaciona con
el coronavirus. Y esto es muy grave, porque estamos hablando de nuestra salud y
la del planeta en su totalidad. El informe científico independiente sobre las
frecuencias de la 5G asegura que podría incluso afectar a la resonancia
Schumann.
El doctor José Luis Sevillano, a los pocos meses
de iniciarse esta crisis sanitaria, descubrió a través del estudio de sus
pacientes que los síntomas COVID eran una réplica de las secuelas de la
irradiación médica. Lo ha comunicado a su Colegio y ha pedido públicamente
que se investigue, sin ningún éxito. Todo lo contrario: está siendo perseguido,
como otros que se han atrevido a disentir. Por eso, muchos médicos no se
atreven; otros padecen la misma disonancia cognitiva que el resto de la
sociedad, y otros tienen conflictos de intereses.
La corrupción es tal que cuando un médico quiere aplicar
la ciencia basada en la evidencia, se le persigue. Es el modus operandi de la
mafia científica.
Los colaboradores del libro no son necesariamente
antivacunas pero sí contrarios a las vacunas COVID, dado que no se
trata de una vacuna al uso, elaborada a partir de un patógeno atenuado, sino
de un experimento génico, del que no conocemos las consecuencias para
nuestra biología, a medio y largo plazo. Llamarle vacuna a “esto”
es un recurso de la ingeniería verbal, dado que la sociedad identifica la
vacuna con salvar vidas. Es un proceso inconsciente, y los que manejan esto lo
saben. De hecho, incluso los oficialistas reconocen que no es una vacuna como
las anteriores, sino un medicamento experimental de ARN-m, autorizado para uso
de emergencia, pero no aprobado.
Se está experimentando con la población ilegalmente, puesto
que no se cumplen las garantías a las que –de momento— el ciudadano tiene
derecho: no existe un consentimiento informado, y sí muchas presiones,
amenazas, coacciones y chantajes, vulnerando todos los códigos éticos acordados
a partir de Núremberg.
Nunca se había producido algo así en los últimos setenta
años. Nunca habíamos estado rodeados de alguaciles improvisados pidiéndonos
certificados de vacunación o de PCR, requisitos ilegales, por ser cuestiones de
ámbito privado.
Los expertos independientes no dudan en manifestar que se
trata de una vacuna innecesaria e ineficaz.
Los propios vacunados han interiorizado la matraca oficial y
repiten como autómatas que no están inmunizados y que pueden contagiar –estamos
utilizando sus mantras—, aparte de seguir obligados a utilizar mascarilla y a
cumplir con el resto de restricciones “covidianas”.
Por otro lado, se están ocultando muertes y muchos efectos
secundarios. Y cuando alguien fallece a consecuencia de la vacuna se achaca a
la “coincidencia”. Los efectos secundarios no se registran, y las muertes ni
siquiera se mencionan.
Todo este experimento se está llevando a cabo bajo el
paraguas protector de la OMS, auténtica portavoz de quienes han
organizado esta farsa, y uno de los organismos más corruptos del mundo;
esto hay que decirlo alto y claro.
La pandemia es el pretexto para instaurar el control total
del ser humano, cosa que se sustanciará a través de las vacunas –estas y las
futuras—. No sabemos si modificarán nuestro genoma o causarán esterilidad,
porque nos movemos en un marco de hipótesis. Sin embargo, sospechamos que no
solo tendrá consecuencias para nuestro cuerpo físico, sino para nuestro cuerpo
energético, emocional y mental, incluso espiritual.
Tenemos razones fundadas para deducir que las vacunas –quizá
no estas primeras—contendrán algún elemento capaz de funcionar como
receptor-emisor con el exterior. Esto no es especulación. El inefable Gates anunció
la “vacuna de puntos cuánticos” o microchips para que todos
los ciudadanos formasen parte de un censo global. Vendido, claro, como derecho.
Quizá el óxido de grafeno u otro elemento inoculado
pudiera ser el complemento del electromagnetismo de la 5G. Sé que esto
parece ciencia ficción, pero estamos más cerca de ello de lo que parece. Las
palabras del presidente de Chile, Sebastián
Piñera, y las del primer ministro británico Boris Johnson, que han dado la vuelta al mundo, son más que
claras.
China juega un importante papel, no solo en lo referente
a la pandemia, sino a la propia OMS. De entrada, su actual dirigente, Tedros
Adhanom fue designado gracias a los votos de China a través de Bill
Gates, una de las caras visibles de esto, pero un muñeco más en esta historia,
porque los nombres de los auténticos miembros de las cúpulas no aparecen en los
medios, ni siquiera en los alternativos. El papel de China es muy importante en
la historia del mundo futuro, tal como la tienen diseñada.
Dejando a un lado el fleco del reset económico, o
los virus diseñados en Wuhan –que, en realidad, son armas biológicas, es
decir, bioterrorismo—a mí me interesa la parte espiritual y de dominio; y
China aporta el modelo soñado por las élites: seres sin libertad, transhumanos
y animalizados, sin espiritualidad, sin historia verdadera, sin raíces,
antropológicamente destruidos, mentalmente uniformados, sometidos, manipulados
y controlados, con carnés de ciudadanía en función de su comportamiento, de
acuerdo a las exigencias del sistema dictatorial global. China también aporta
un importante componente de crueldad, que se sustancia en una especie de
psicopatología colectiva generalizada.
Esta situación nos está afectando mucho más de lo que parece.
De entrada, ha aumentado considerablemente la tasa de suicidios,
tanto de adultos como de menores. La venta de ansiolíticos se
ha disparado. Es muy preocupante el estado mental de la sociedad. En
el último año está padeciendo un Trastorno de Estrés Post Traumático colectivo
(TEPT), cada vez más complicado y complejo, asociado a otras patologías, aparte
de estar viviendo en un estado de programación cuasi hipnótica. Esta realidad
la vemos en consulta individualmente, pero también observando el comportamiento
y las reacciones públicas en masa. Y esto se cronificará con el tiempo,
convirtiéndose en un problema de muy difícil solución.
El libro es una llamada de atención a los científicos de
bien, médicos, sanitarios en general, jueces, fiscales, funcionarios, policías
y demás instituciones del Estado.
Sin la corrupción en las cúpulas, esto no habría sido
posible.
El libro es también un grito de alarma, una llamada al
despertar, una oportunidad para salir de esta farsa que nos tiene
hipnotizados.
En este mar de corrupción tan gigantesca por todos los
frentes, la sociedad va directa al precipicio. El ser humano
transhumanista y sin valores que están intentando moldear se aleja
completamente de nuestra esencia de seres imperfectos en ascenso a etapas más evolucionadas.
Es necesario un paradigma nuevo.
Hace tiempo que escribimos sobre la necesidad de otro
Núremberg, esta vez de verdad, no la pantomima de 1945, en la que los grandes
criminales se fueron de rositas a continuar su experimentación criminal en otros
países. No es fácil, porque la justicia está al servicio del Mal. Pero hay que
mantener viva la esperanza y seguir despertando conciencias, confiando en los
millones de personas que trabajan por el bien y lo justo, y en los equipos de
juristas que están presentando demandas contra los diferentes gobiernos y sus
sistemas sanitarios.
Nuestro gran reto es combatir esta distopía e impedir que
los entes de las tinieblas instauren su plan satánico.
Por Magdalena del Amo
(El engaño más grande en la historia de la salud. Una
cortina de humo para un mundo sin libertad, La Regla de Oro Ediciones,
Madrid, 2021).
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