LA REALIDAD QUE NOS OCULTAN
¿Qué está pasando en nuestros cielos?
La manipulación del clima se hace visible estos días con
mayor evidencia. Ni un solo rincón de España se escapa a la invasión de aviones
fumigadores que trabajan a destajo para tintar de gris el azul de nuestros
cielos. Las denuncias al Seprona y en los juzgados se han convertido en algo
rutinario. Pero es demasiado tarde.
El cambio climático provocado por las élites, con la complicidad de los
políticos e instituciones mundiales es ya imparable. El espacio aéreo ya no nos
pertenece. Pero esta historia empezó a fraguarse hace muchos años. Los programas para controlar el clima, utilizados como arma de guerra, datan de
los años sesenta. Los Estados Unidos los pusieron en práctica por primera vez
durante la guerra de Vietnam.
Bajo el nombre de “Operación Popeye” se llevaron a cabo una serie de actuaciones, entre ellas bombardear las nubes con ioduro de plata para provocar lluvias torrenciales y alargar el periodo del monzón con el fin de inundar la Ruta Ho Chi Minh, que era el eje de comunicación para el tránsito de soldados y víveres del Vietcong.
Los equipos de la US Air Force, que tenían sus bases en Tailandia, mantuvieron contra Laos una guerra climática que duró cinco años. Cada equipo se componía de dos aviones C-130 escoltados por dos F-4.En este tiempo, se destruyeron arrozales para causar hambrunas y los bosques que servían de refugio a los soldados vietnamitas. Las consecuencias para la población y para el medioambiente fueron desastrosas.
Una vez finalizada la contienda con la caída de Saigón, salieron a la luz los episodios de guerra climática de Estados Unidos en la región asiática. Se descubrió entonces que Monsanto y la Dow Chemical fabricaban para el Pentágono los denominados “herbicidas del arco iris”, de los que el más conocido es el agente naranja, fabricado a base de dioxinas y probado en la reserva natural del Yunque en Puerto Rico.
Después de Vietnam, Estados Unidos y la Unión Soviética, de
manera bilateral y sin contar con el resto del mundo, deciden excluir las
guerras ambientales y climáticas de los temas ecológicos. Redactan entonces la
Convención sobre la Prohibición del uso de Técnicas de Modificación del Medio
Ambiente con fines militares u hostiles. La ONU admite el acuerdo través de dos
convenios, no sin ciertas reticencias, ya que en el documento se establece que
las dos superpotencias se reservan diversas vías para eludir la prohibición que
se imponía al resto de las naciones.
Aunque no sea de dominio público, las armas climáticas existen. Desde hace años
se está empleando tecnología para crear lluvias, tormentas, rayos y cualquier
situación meteorológica en cualquier parte del mundo. Pero también se está
utilizando para todo lo contrario, es decir, deshacer frentes de lluvia o de
nieve y generar sequías. Está claro que quien esté en posesión de estas armas
para manipular el clima a voluntad es el rey del mundo, al poder controlar los
recursos de la Tierra; y no hablamos de minas ni de petróleo, sino de recursos
alimentarios. Es escalofriante pensar que un país pueda controlar la lluvia, y
castigar a los que no se avienen a sus exigencias con sequías prolongadas, que
se traducen en hambrunas provocadas.
Poseyendo el clima para 2025: el informe de la Fuerza
Aérea que causa escalofríos
Estados Unidos ha incorporado esta tecnología de guerra como
parte de su política exterior, tal como consta en el informe de la Fuerza Aérea
norteamericana titulado “Poseyendo el clima para 2025”. El equipo de Guardacielos,
que se ha ocupado de su traducción al castellano, hace la siguiente entradilla:
“2025 es un estudio diseñado para cumplir con una directiva del jefe de
personal de las Fuerzas Aéreas orientada a analizar los conceptos, capacidades
y tecnologías necesarias, con el fin de que los Estados Unidos sigan siendo la
fuerza que domine el aire y el espacio en el futuro. El estudio, presentado el
17 de junio de 1996, fue desarrollado por el Departamento de Defensa, de la
Escuela de Medioambiente y Libertad académica, con el objetivo de avanzar
conceptos relacionados con la defensa nacional”.
Veamos una muestra del citado informe, del que nunca se ha hablado en la prensa
oficialista:
En los Estados Unidos, la modificación climática formará parte de la política
de seguridad nacional, con aplicaciones nacionales e internacionales. Nuestro
gobierno perseguirá esa política a varios niveles, en función de sus intereses.
Estos niveles incluirían acciones unilaterales, participación en un marco de
seguridad como la OTAN, en el marco de afiliación a organismos internacionales
como la ONU, o actuando en coalición. Considerando que en 2025 nuestra estrategia
nacional de seguridad incluirá la modificación climática, su utilización en la
estrategia militar nacional será algo natural. Además de los grandes beneficios
que esta capacidad operativa aportaría, otra motivación adicional para la
modificación climática es controlar y derrotar a posibles adversarios.
La modificación climática puede dividirse en dos grandes categorías: supresión
e intensificación de patrones climáticos. En casos extremos, se trataría de
crear patrones climáticos totalmente nuevos, la atenuación o control de
tormentas severas, o incluso la alteración global del clima, de enorme alcance
y/o de larga duración.
En los casos más livianos y menos controvertidos podría hablarse de inducir o
suprimir precipitaciones, nubes o nieblas por periodos cortos y a pequeña
escala sobre una región. Otras aplicaciones de menor intensidad podrían incluir
la alteración y/o el uso del espacio cercano como un medio para mejorar las
comunicaciones, interrumpir sensores activos y pasivos, u otros fines. En la
investigación para este estudio se adoptó la interpretación más amplia posible
de modificación climática de manera a considerar las mayores oportunidades
posibles para nuestro ejército en el 2025.
Es evidente que esta gente tiene entre manos el empleo de
armas climáticas, hoy por hoy, prohibido por la ONU, como ya expresamos. Por
eso había que maquillar el nombre y denominar a esto geoingeniería, una palabra
sin historia que además suena bien. El Grupo Intergubernamental de Expertos
(IPCC) reivindicó el uso de la geoingeniería en una de las asambleas generales
de las Naciones Unidas, en el apartado sobre el cambio climático. Así podían
seguir investigando y experimentando, a pesar de que las consecuencias para la
población y para la naturaleza pueden ser devastadoras.
El plan es satánico por demás, y Josefina Fraile, una heroína de nuestro
tiempo, que ha contribuido a dar a conocer este plan siniestro, lo recalca
siempre en sus intervenciones. Como estas armas climáticas están prohibidas por
Naciones Unidas, lo que hace Estados Unidos es planificar la existencia de un
problema global para después aportar una solución global. (Muy en su dinámica
de siempre. Recordemos que primero impulsa el narcotráfico y luego crea la DEA.
Se podrían poner muchos ejemplos). Así crearon la gran mentira de la
acumulación de CO2 en la atmósfera y la consecuencia del efecto invernadero.
Y, con los medios de comunicación del sistema siempre a favor de la corriente,
se instaura la doctrina del cambio climático, con sus santones, predicadores y
fieles adeptos. Si el problema fuera el CO2, hubiera sido más fácil reducir sus
emisiones, pero en lugar de eso se decidió acudir a algo tan “maravilloso” como
la geoingeniería, consistente en llenar nuestros cielos de aviones para asperger
aerosoles de partículas metálicas, para –según explican—formar un escudo y que
los rayos del sol no den directamente a la Tierra, sino que reboten en el
filtro y vuelvan al espacio. Como ya quedó dicho, los científicos nucleares
libres dicen que esto es una falacia y que es matemáticamente imposible.
La idea de este plan SOS para salvar al planeta se ideó en
los laboratorios de la bomba nuclear, y el autor de la brillante idea fue
Edward Teller, el padre de la bomba de hidrógeno, el físico más joven del proyecto
Manhattan.
Esta arma de guerra, sustanciada en forma de chemtrails, empezó en los Estados
Unidos en la década de los noventa y llegó a Europa en 1999 de la mano de la
OTAN, aunque en España ya se venían haciendo ensayos desde 1985, durante la primera
etapa socialista.
En estos momentos hay un programa global “imparable”, pues los estados son
cómplices de esta canallesca situación. Y además se están realizando
experimentos locales en determinadas áreas del mundo. Hay miles de denuncias en
los ayuntamientos y otras oficinas gubernamentales de todo el planeta, no por
parte de los investigadores de lo insólito o expertos en conspiraciones, sino
de los propios agricultores.
La mayor parte de los aviones que realizan esta siniestra
actividad son militares o de empresas que trabajan en conjunto. Estas aeronaves
no tienen ninguna marca de identidad ni bandera. Por lo que sabemos, son
aviones que están excluidos del sistema oficial del radar. En España y en otros
países, de la misma manera que se ha perdido la soberanía económica y se
depende de lo que dictaminen y ordenen los bancos internacionales, también se
ha cedido la soberanía sobre el alto espacio aéreo.
La OTAN es la gran soberana, y en otros países rige la misma regla, porque el
Nuevo Orden Mundial nos iguala a todos. Nunca las desgracias fueron tan
compartidas. Sin embargo, estos aviones fumigadores descienden a menos de 2.000
metros de altitud, para lo cual sí deben tener autorización de los gobiernos
respectivos. ¿La tienen? ¿En qué manos estamos?
(Fuente: https://www.alertadigital.com/; visto en https://buscandolaverdad.es/)
Visto en: http://astillasderealidad2.blogspot.com/2022/05/que-esta-pasando-en-nuestros-cielos-la.html
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