DESAPRENDER LA INDEFENSIÓN APRENDIDA
Una sociedad libre debe producir personas libres.
Es decir, personas con capacidad de elección y de discernimiento; de comprender
lo que les pasa y de ser capaces de cambiar su situación si así lo deciden.
La teoría de
indefensión aprendida
Durante los años 70,
Martin Seligman desarrolló una interesante teoría que, si bien en un principió
sirvió para explicar comportamiento animal, posteriormente se ha mostrado con
gran capacidad explicativa para un número importante de fenómenos humanos,
especialmente si observamos la situación en la que se encuentra la sociedad de
hoy día.
¿Por qué no somos
capaces de reaccionar ante alguna de las situaciones que vivimos?
La indefensión, es una
teoría investigada y desarrollada por el psicólogo Martin Seligman, para
comprender los procesos por los que somos incapaces de
reaccionar ante situaciones dolorosas. Su teoría se basa en
la idea de que la persona se inhibe
mostrando pasividad cuando las acciones
para modificar las cosas, no producen el fin previsto.
Realizó experimentos
con dos perros en una jaula, a los que se les daba choques eléctricos. Uno de
ellos, tenía la posibilidad de cortar la corriente, con un golpe de hocico; el
otro, no. El primer perro, mantuvo la alerta y la energía, mientras que el
otro, vivió asustado, nervioso y cayó en una depresión. Su actitud fue de completa indefensión, aun cuando cambiaron
las condiciones y ya tenía la posibilidad de cambiar la situación.
La “indefensión
aprendida” hace referencia a la condición de un ser humano o animal que ha aprendido a comportarse pasivamente, sin poder hacer nada
y que no responde a pesar de que existan oportunidades para ayudarse a sí
mismo, evitando las circunstancias desagradables o mediante la obtención de
recompensas positivas.
Esta teoría se
relaciona con depresión clínica y otras enfermedades mentales resultantes de la percepción de ausencia de control sobre el
resultado de una situación. Aquellos organismos
que han sido ineficaces o menos sensibles para determinar las consecuencias de
su comportamiento se dicen que han adquirido indefensión aprendida.
Doctrina del Shock
La mayor parte de esta
manipulación mediática y política está encaminada a postrarnos en un estado de
shock, para que, temerosos y paralizados, no reaccionemos ante
las injusticias sociales y las pérdidas de derechos que se nos imponen al ser tratadas como “inevitables” y motivadas por un “poder
superior” muy alejado de nosotros.
Las leyes, recortes,
medidas y ajustes de los gobiernos o la junta directiva de una empresa nos son administrados gradualmente como un veneno
que nos somete a una ansiedad constante, que cuentan, además, con el falso legitimador de los medios de
comunicación y líderes de opinión.
Pero John Dewey ya nos advertía que una sociedad libre
debe producir personas libres. Es decir, personas con capacidad
de elección y de discernimiento; de comprender lo que les pasa y de ser capaces
de cambiar su situación si así lo deciden.
Para que esto sea
posible, es necesario que las
personas tengan garantizado el acceso al conocimiento, y sepan además
manejar de forma crítica la información que recibe. Mediante el poder actual de
los medios de comunicación como nuestra principal fuente de información y
análisis de la realidad, es posible inducir este estado depresivo en buena
parte de la población para mantenerla en un
estado de pasividad. A esta sutil
estrategia debemos sumar muchas más aunque entre ellas, también destacan el
efecto “cortina de humo” para desviar nuestra atención.
“Mantener la Atención del público distraída,
lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia
real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para
pensar; de vuelta a la granja como los otros animales.” - Cita del texto Armas silenciosas para
guerras tranquilas -
Terrible, ¿verdad?
Pero más terrible aún es el darnos cuenta de que esta inoculación de
indefensión aprendida es lo que están haciendo ahora mismo con nosotros. Nos tratan de convencer de que aceptemos resignadamente
pérdidas de derechos y privatizaciones de bienes públicos sin resistir ni
protestar. La consigna: que hagamos
lo que hagamos no va a servir para nada.
Los españoles, por
ejemplo, ven la corrupción como uno de los grandes problemas del país. Sin
embargo, parece que la aparente indignación no va acompañada de una rendición
de cuentas en las urnas. La capacidad de asombro de la ciudadanía parece
permanentemente puesta a prueba, y lo normal sería que la
indignación social hubiera dado un paso más allá de la movilización social en
las calles. Sin embargo, en los
últimos años ha cundido la impresión de que la corrupción parece salirle mejor
al político que al empresario, pues en rara ocasión parece afectar a las urnas.
En la ciencia política
la paradoja de la corrupción se ha convertido ya en un concepto clásico:
mientras que la corrupción en sí misma se considera un comportamiento
reprobable y vergonzante, algunos políticos corruptos mantienen intacta (o
casi) su popularidad. Un fenómeno que tiene un reflejo fiel en la escena
política española.
¿Por qué los votantes
españoles muestran una preocupante tolerancia con los candidatos implicados en
casos de corrupción? ¿Por qué el previsible castigo electoral tiene un alcance
más que limitado?
Son varias las
posibles causas de esta permisividad. Explicaciones que no son excluyentes ni
alternativas, sino que se complementan para perfilar los porqués de la
manifestación de esa paradoja en la política española.
La Autoculpabilidad
Consiste en hacer
creer al individuo que es solamente él el
culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de
su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de
rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se
culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos
es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay opción de
cambio.
En países como Grecia,
Portugal, Italia o España, donde llevamos tiempo sufriendo este salvaje saqueo
de lo común, la depresión se
extiende como una epidemia entre las clases populares y el número de suicidios
se dispara.
De hecho, cada
catástrofe económica o humanitaria supone una coartada perfecta para adoptar
medidas traumáticas sobre la población, que las acepta porque se transmite el mensaje de “no hay otra salida”. Esta crisis
económica es un claro ejemplo de ello.
El mensaje de “no hay otra salida” significa también que “no hay otra economía que la nuestra“, “no hay otra forma de acceder al
conocimiento que la nuestra”, o “no hay otra
forma de medicina que la nuestra”. No hay, en suma, alternativas.
Este es el corolario de esta información negativa y uniformizadora que transmiten los medios de comunicación
convencionales.
referencias:
LEY LEY LEY y ORDEN uni VER SOL
ResponderEliminarORA ORA ORIENTE LUZ Y VISIÓN
NADA PIDA Q NO VEN LO Q PIDEN JESUS MESIAS