TODO ES ESPONTÁNEO
Hay en el fondo de toda búsqueda espiritual una trampa
sutil: la ilusión de que somos sujetos autónomos que pueden alcanzar la verdad,
apropiarse de ella y hacerla suya. Pero, hemos de darnos cuenta de que no somos
el centro desde el cual emana la experiencia; somos, más bien, la expresión
momentánea e impersonal de una totalidad que no se deja poseer.
Pensarse como dueño de la propia existencia es aún moverse dentro de los límites del ego, ese artificio que se aferra a la idea de control. Pero la vida verdadera —la que fluye sin nombre, sin medida, sin propósito— no obedece a ese yo construido. Ella se vive a sí misma a través de nosotros de forma espontánea.