COSMISMO Y TRANSHUMANISMO
Religiones
industriales contra la naturaleza y la libertad.
Desde el siglo XVII la tecnociencia se ha consolidado
distinguiendo entre lo objetivo y lo subjetivo, lo físico y lo metafísico,
juicios de hecho y juicios de valor. Al denigrar lo “subjetivo”, lo
“metafísico” y los “juicios de valor” como otras tantas fuentes de confusión y
error, se ha impedido establecer su propio valor.
En otras palabras, la tecnociencia, fiel a sus principios,
no puede intervenir en la discusión sobre su significado y el uso de sus
productos. Aunque haya permitido la dispersión de ciertas supersticiones
atávicas, el riesgo es entonces hundirse en el autocrecimiento insensato y
suicida de sus mejoras, es decir, en el nihilismo.
Porque, después de la antigua
mutilación de la vida por las restricciones morales asfixiantes, la
tecnociencia abriría el camino a la omnipotencia que nos permitiría corregirla
y liberarnos de ella. Cualquiera que sea su forma, el nihilismo se reconoce por
su devaluación de la vida humana en la Tierra y su valorización de una vida
después de la muerte inexistente.