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18.10.16

Detrás de lo que creemos ser está lo que en verdad Somos

HABLEMOS DE AMOR                                                                     

Musa de poetas, inspiración de músicos y cantantes, incógnita de científicos, aspiración de filósofos, misterio de investigadores... nadie ha podido nunca definir con exactitud el Amor, pues su realidad sobrepasa la capacidad de la mente, se escurre en el intelecto, empapa las emociones y expande los sentimientos hasta límites insospechados.

Podemos llegar a tener un atisbo de él, acercarnos de puntillas, acariciarlo sin aspavientos, llegar a sentirlo como resonante energía que todo lo abarca y penetra, pero no hacerlo nuestro, no apoderarnos de él, no aprisionarlo, no secuestrarlo, no definirlo. Pues en cuanto lo intentamos se deforma, se empequeñece, se vulgariza, se suplanta con nuestros acotados pensamientos, conceptos artificiosos, y el envase imperfecto de las palabras.

El Amor tiene íntima relación con su hermana la Verdad, y no me refiero a la verdad de cada uno como particularidad, en la cual solo uno mismo tiene competencia, sino que me refiero a la Verdad que a todos nos abarca, por la cual existimos, nos movemos y tenemos nuestro Ser; me refiero a esa Verdad que es causa y origen de la creación, que es lo real, lo genuino, lo auténtico, que pertenece a la Fuente... Como le pertenece el Amor, porque a pesar de nuestra pequeña y acotada visión del mundo y el universo, a pesar de nuestra escasa y distorsionada decodificación de la realidad que nos rodea, solo la Verdad y el Amor pueden ser los pilares y cimientos de la creación, pues cualquier otra cosa no perduraría, no podría sostenerse.


El Amor es la energía cuántica por excelencia que todo lo une, lo conecta, lo mantiene en armonioso equilibrio y cohesión, es la sustancia misma de la creación y de la materia, pues sin ese equilibrio y cohesión nada permanecería unido, no tendría consistencia, ni podría existir siquiera el mundo de las formas, los cuerpos, los átomos y las constelaciones de estrellas.

Un cuerpo humano es luz condensada, está hecho de amor, como un animal, como un insecto, un árbol, una piedra, el agua, el fuego, el aire que nos rodea, el éter que nos circunda y la misma luz que nos penetra. Todo está unido por hilos invisibles que nos une y conecta, seamos o no conscientes de ello. Pero esta luz del amor, que a nadie discrimina, nos encargamos nosotros de teñir, matizar, opacar y oscurecer con la subjetividad de nuestra consciencia, pues igual que nuestros sentidos nos muestran un rango acotado de la realidad que nos contiene y cada uno lo percibe a su manera, así también cada cual, en su subjetividad, percibe y siente un rango específico del amor.

Muy diferente es el Amor percibido desde el Ser, pues éste lo recibe directamente de la Fuente como emanación energética de unidad, de pertenencia, desde donde participa y bebe de la energía y Consciencia original, sin distorsión. Lo más cercano que tenemos como reflejo en esta realidad subjetiva es el amor de un hijo que siente y recibe de sus padres como extensión de pureza, donde no cabe el deseo de ningún mal ni daño alguno, sino procurar que crezca sano y feliz, en alegría y equilibrio, libre y conocedor el verdadero Amor.

Este es el reflejo del Amor como energía cuántica pura que porta y contiene nuestra redención, la causa de nuestro origen y el motor de nuestro propósito de vida, esta es la conexión que debemos restablecer para liberarnos, el arma secreta que se nos ocultó, esa arma que no puede ser negada, pero si tapada con deseos y distorsionada con pasiones, con religiones, con falsos ideales y políticas, con sexo, con romanticismo barato, con posesiones, y con placeres efímeros y temporales que nos mantengan ocupados, distraídos de nuestra realidad interna, de nuestra consciencia, de nuestro SER, para que sigamos siendo unidades programables y manipuladas, disponibles para ser manejadas.

Dentro de la paz de la consciencia, si nos centramos en nuestro punto de quietud, en el silencio reluciente de una mente en calma, brotará inagotable el Amor así como emana el agua de un manantial, regándolo todo con sus aguas, calando hasta los huesos e iluminándolo todo con su luz: cuerpo, alma y espíritu. Experimentaremos la Unidad como Verdad inmanente en la Creación, la futilidad del ego y el juego de la existencia. Y todo ello porque habremos dejado de estar dispersos en esos múltiples puntos de atención de una consciencia revertida, volcados en un mundo de deseos, miedos y preocupaciones, alejados los unos de los otros para recluirnos en la cárcel de nuestros pensamientos, en el laberinto de la mente y en la fascinación de nuestras ilusiones.

No me resisto ahora a recordar las palabras de Cristo cuando dijo: "conoced la verdad y ella os hará libres"... palabras que siguen resonando en el transcurrir de los siglos. Porque ¿no es un gran acto de Amor que a aquello que es creado se le otorgue el libre albedrío, la capacidad de elegir por él mismo, la capacidad de ser libre?

De esta manera llegamos a otra inflexión del Amor, ya que siendo unidad no limita, siendo conexión no es acaparador, y siendo enlace no encadena; sino que el verdadero Amor entraña una gran dosis de desprendimiento, de respeto, de consideración hacia el prójimo, y en nada se parece a la posesión, a la imposición o al concepto equivocado de propiedad.

Detrás de lo que creemos ser está lo que en verdad Somos, pero no puede manifestarse sin la energía del Amor. Espero que puedas “en-amor-arte” porque la luz brillará en ti, y solo quien está “en-amor-a-do” puede alcanzar la Verdad, ésa que nos hará Libres.

Ángel .º.

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