Musa
de poetas, inspiración de músicos y cantantes, incógnita de
científicos, aspiración de filósofos, misterio de
investigadores... nadie ha podido nunca definir con exactitud el
Amor, pues su realidad sobrepasa la capacidad de la mente, se escurre
en el intelecto, empapa las emociones y expande los sentimientos
hasta límites insospechados.
Podemos
llegar a tener un atisbo de él, acercarnos de puntillas, acariciarlo
sin aspavientos, llegar a sentirlo como resonante energía que todo
lo abarca y penetra, pero no hacerlo nuestro, no apoderarnos de él,
no aprisionarlo, no secuestrarlo, no definirlo. Pues en cuanto lo
intentamos se deforma, se empequeñece, se vulgariza, se suplanta con
nuestros acotados pensamientos, conceptos artificiosos, y el envase
imperfecto de las palabras.
El
Amor tiene íntima relación con su hermana la Verdad, y no me
refiero a la verdad de cada uno como particularidad, en la cual solo
uno mismo tiene competencia, sino que me refiero a la Verdad que a
todos nos abarca, por la cual existimos, nos movemos y tenemos
nuestro Ser; me refiero a esa Verdad que es causa y origen de la
creación, que es lo real, lo genuino, lo auténtico, que pertenece a
la Fuente... Como le pertenece el Amor, porque a pesar de nuestra
pequeña y acotada visión del mundo y el universo, a pesar de
nuestra escasa y distorsionada decodificación de la realidad que nos
rodea, solo la Verdad y el Amor pueden ser los pilares y cimientos de
la creación, pues cualquier otra cosa no perduraría, no podría
sostenerse.
El
Amor es la energía cuántica por excelencia que todo lo une, lo
conecta, lo mantiene en armonioso equilibrio y cohesión, es la
sustancia misma de la creación y de la materia, pues sin ese
equilibrio y cohesión nada permanecería unido, no tendría
consistencia, ni podría existir siquiera el mundo de las formas, los
cuerpos, los átomos y las constelaciones de estrellas.
Un
cuerpo humano es luz condensada, está hecho de amor, como un animal,
como un insecto, un árbol, una piedra, el agua, el fuego, el aire
que nos rodea, el éter que nos circunda y la misma luz que nos
penetra. Todo está unido por hilos invisibles que nos une y conecta,
seamos o no conscientes de ello. Pero esta luz del amor, que a nadie
discrimina, nos encargamos nosotros de teñir, matizar, opacar y
oscurecer con la subjetividad de nuestra consciencia, pues igual que
nuestros sentidos nos muestran un rango acotado de la realidad que
nos contiene y cada uno lo percibe a su manera, así también cada
cual, en su subjetividad, percibe y siente un rango específico del
amor.
Muy
diferente es el Amor percibido desde el Ser, pues éste lo recibe
directamente de la Fuente como emanación energética de unidad, de
pertenencia, desde donde participa y bebe de la energía y
Consciencia original, sin distorsión. Lo más cercano que tenemos
como reflejo en esta realidad subjetiva es el amor de un hijo que
siente y recibe de sus padres como extensión de pureza, donde no
cabe el deseo de ningún mal ni daño alguno, sino procurar que
crezca sano y feliz, en alegría y equilibrio, libre y conocedor el
verdadero Amor.
Este
es el reflejo del Amor como energía cuántica pura que porta y
contiene nuestra redención, la causa de nuestro origen y el motor de
nuestro propósito de vida, esta es la conexión que debemos
restablecer para liberarnos, el arma secreta que se nos ocultó, esa
arma que no puede ser negada, pero si tapada con deseos y
distorsionada con pasiones, con religiones, con falsos ideales y
políticas, con sexo, con romanticismo barato, con posesiones, y con
placeres efímeros y temporales que nos mantengan ocupados,
distraídos de nuestra realidad interna, de nuestra consciencia, de
nuestro SER, para que sigamos siendo unidades programables y
manipuladas, disponibles para ser manejadas.
Dentro
de la paz de la consciencia, si nos centramos en nuestro punto de
quietud, en el silencio reluciente de una mente en calma, brotará
inagotable el Amor así como emana el agua de un manantial, regándolo
todo con sus aguas, calando hasta los huesos e iluminándolo todo con
su luz: cuerpo, alma y espíritu. Experimentaremos la Unidad como
Verdad inmanente en la Creación, la futilidad del ego y el juego de
la existencia. Y todo ello porque habremos dejado de estar dispersos
en esos múltiples puntos de atención de una consciencia revertida,
volcados en un mundo de deseos, miedos y preocupaciones, alejados los
unos de los otros para recluirnos en la cárcel de nuestros
pensamientos, en el laberinto de la mente y en la fascinación de
nuestras ilusiones.
No
me resisto ahora a recordar las palabras de Cristo cuando dijo:
"conoced la verdad y ella os hará libres"... palabras que
siguen resonando en el transcurrir de los siglos. Porque ¿no es un
gran acto de Amor que a aquello que es creado se le otorgue el libre
albedrío, la capacidad de elegir por él mismo, la capacidad de ser
libre?
De
esta manera llegamos a otra inflexión del Amor, ya que siendo unidad
no limita, siendo conexión no es acaparador, y siendo enlace no
encadena; sino que el verdadero Amor entraña una gran dosis de
desprendimiento, de respeto, de consideración hacia el prójimo, y
en nada se parece a la posesión, a la imposición o al concepto
equivocado de propiedad.
Detrás
de lo que creemos ser está lo que en verdad Somos, pero no puede
manifestarse sin la energía del Amor. Espero que puedas
“en-amor-arte” porque la luz brillará en ti, y solo quien está
“en-amor-a-do” puede alcanzar la Verdad, ésa que nos hará
Libres.
Ángel
.º.
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