Actualmente,
una gran parte de la humanidad está pendiente de los mecanismos de
manipulación y conspiración del sistema (stablishment) y orientada
a una urgencia por “despertar” y “liberar sus consciencias”,
sin embargo, pocos conocen o están alertas a los mecanismos que
impiden esa, su voluntad.
Cuando
una persona quiere controlar a otra, utiliza uno o varios de estos
sistemas combinados:
EMOCIONAL:
se establece una relación emocional de una sola vía, donde una de
las partes es dominada y la otra dominante, de manera aparentemente
natural, por ejemplo una imagen exacerbada del amor y sentimiento de
pérdida.
POR
TEMOR: una de las partes aparenta ser más poderosa o más
controladora, violenta y controla a su contrapartida a través del
temor o la violencia.
POR
NECESIDAD: una de las partes es “demandante”, siente que tiene
necesidad de cosas que no puede proveerse por sí misma, el otro pasa
a ser el “proveedor”. De alguna manera el que da lo hace porque
obtiene de ello un beneficio y éste, generalmente, es la sumisión
del demandante.
Los
sistemas sociales funcionan de la misma forma, pero dada la
dificultad para controlar emocionalmente (a través, por ejemplo, de
la exacerbación del nacionalismo, o las causas raciales o
religiosas) y el peligro de gobernar por terror (aunque éste siempre
está presente como posibilidad potencial), se acentúa la función
de la NECESIDAD.
Así
el sistema pasa a ser “padre protector”, proveedor de todo:
seguridad, salud, educación, diversión, dinero.
Hay
mega-sistemas, gobiernos totalitarios, donde la mezcla
temor-necesidad es más pareja, al tiempo que el gobierno acapara
casi toda la actividad económica del país.
Esto
disminuye en la medida que tratamos con pueblos más cultos, con una
historia de fuerte defensa de sus derechos. Pero en general se
alienta la dependencia y el pueblo comienza a manejar la certeza de
que es el gobierno el que la DA, todo lo que necesita.
Lo
vemos potenciado cuando ocurren catástrofes tales como epidemias,
huracanes, terremotos, inundaciones, tsunamis, etc., donde el
gobierno toma protagonismo y distribuye las ayudas de acuerdo con su
propio criterio, que no siempre coincide con el de los damnificados o
sus reales necesidades.
Como
sea, estos últimos van a “esperar” la ayuda del gobierno,
haciendo poco o nada por sí mismos.
Finalizada
la emergencia, tampoco van a adquirir la experiencia como para tomar
precauciones y prevenir futuros acontecimientos, esto es porque
siempre van a contar con la presencia del gobierno para ayudarlos.
En
la medida en que el sistema protagoniza y controla las fuentes de
economía, salud, seguridad y educación, las va a ir adaptando a sus
propias necesidades, no a las del pueblo.
En
el plano individual equivale a decir que una de las partes va a
propiciar el aumento de la necesidad, antes que enseñarle a su
contraparte a obtener las cosas por sí mismo. Incluso puede llegar a
boicotear cualquier acción que le quite control sobre el otro.
El
sistema opera de la misma forma, apoyado por su gran aliado: la
religión.
Desde
el gran diluvio, Yahvé se aseguró que no sobrevivieran los
descendientes de Caín y sí prevalecieran los de Noé, su seguidor
incondicional. Aún cuando no logró eliminar a todos aquellos que no
lo adoraban, sí logro que sus partidarios controlaran el sistema.
De
allí en más se inicia el método de la religión por error y
castigo, donde el individuo no es capaz de hacer nada sin la ayuda de
Dios (pero peca si se equivoca), en una mezcla poco natural de amor,
temor y conveniencias.
Dios
recibe a los seguidores en su oficina, para escuchar sus pedidos.
Para sistematizarlos, los agrupa en oraciones. De allí en más y
según su juicio, dará o no la dádiva solicitada.
La
religión, así, nos transforma a todos en mendigos.
Dios
nos pone a prueba enviándonos enfermedades y miseria, nosotros
oramos y pedimos para que nos ayude y gritamos Aleluya! Milagro! si
la limosna es otorgada. O hacemos constricción y auto-análisis si
nos es negada. Si Dios no lo dio, es por algo.
Que
condición miserable la nuestra…
Y,
al mismo tiempo, que falta de responsabilidad.
La
expansión de la consciencia y la liberación interior debe venir,
incondicionalmente, ligada a la PRESCINDENCIA.
Prescindir
de la ayuda del gobierno, prescindir de la ayuda de Dios.
Después
de todo, el gobierno nos quita más de lo que nos da y de Dios, mejor
ni hablo.
Prescindir
del sistema conformado por el aglomerado iglesia, gobierno, seguros
de salud, bancos, corporaciones y escuelas, puede resultar difícil,
por eso hablamos siempre de transformarlos y caemos en el engaño.
Pero
si no tomamos debida cuenta de nuestras capacidades y poder interior,
esta cosa de la liberación no será más que palabrería, como hasta
hoy.
Observad
y veréis como el sistema corre para brindar socorro a las grandes
aglomeraciones de pobres, concentrados en barrios especiales e
ignora abiertamente a la clase realmente productiva, a la que tiene
atrapada a través del confort del que goza aquél que tiene un buen
empleo.
El
que no está en ninguno de los dos grupos y tampoco en el de la elite
de ricos, es un proscrito, un inadaptado, una persona que no es
viable dentro del sistema.
Y
ese proscrito es, finalmente, o un enfermo mental, o un verdadero
liberado… la gente común nunca notará la diferencia.
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