CÓMO SALIR DEL BLOQUEO PARADIGMÁTICO
LA MUERTE DEL PARADIGMA LIBERAL Y EL AUGE DE LA TECNOCRACIA
A pesar de los grandes conflictos entre diferentes países,
todos siguen obedientemente la misma
agenda globalista. Se trata del llamado Gran Reinicio o Agenda 2030 para el desarrollo sostenible,
adoptado en el seno de la ONU.
Y si todos los países, sin excepción, siguen la misma
agenda, el resultado que se obtendrá será común a toda la humanidad. Es decir,
la desaparición de todos los elementos de identidad colectiva religiosa,
civilizacional y cultural. Este es el vasto programa de las élites globalistas,
que se reduce a dos prioridades: DESPOBLACION Y CONTROL. Y los medios para
alcanzar estos objetivos demoníacos son los que proporciona la tecnociencia. Es
el complejo fenómeno de la destrucción del hombre como creación divina o, para
quienes no se adscriben a ninguna fe religiosa, del hombre tal como ha existido
a lo largo de la historia.
Y quien ignore este hecho evidente, prefiriendo quedarse sólo al nivel de ciertas rivalidades, incluso reales, entre varios Estados y grupos de Estados, comete al menos un error de perspectiva.
Más allá de los elementos de uniformización del mundo mencionados en el texto anterior (adhesión a la política genocida de la OMS, digitalización total de la sociedad, eliminación del dinero en efectivo e imposición de las CBDC, introducción de los documentos electrónicos, la expansión de la red 5G y aceptación del plan de desarrollo tecnológico 6G, adhesión al mito climático, etc. ), también hay que recordar la guerra sin cuartel contra la identidad sexual y la familia (la teoría de género y el feminismo forman parte de las convenciones de la ONU y de las políticas de la UE, la OTAN, etc.). Y el hecho de que los países del Este y del Sur no hayan alcanzado todavía el nivel de degradación del Occidente colectivo es una situación pasajera, porque ningún régimen político puede poner fin a la red mundial de Internet, ni a la inmensa ofensiva cultural que supone la hollywoodización del mundo.En otras palabras, la guerra cultural devastadora, la
ruptura de los códigos morales, la dinamitación de las tradiciones y la rápida
homogeneización del mundo están adquiriendo ritmos y proporciones colosales. Y
a este tipo de agresión
identitaria generalizada y omnipresente no se le pueden oponer únicamente los
medios económicos, tecnológicos y militares de que disponen los Estados que
pretenden constituir polos geopolíticos independientes.
Otro factor que debe tenerse en cuenta en nuestros análisis
geopolíticos es el hecho de que los Estados del mundo ya no representan actores
internacionales independientes. Las empresas transnacionales han subordinado
definitivamente a sus Estados, y el factor económico se ha apoderado del factor
político. Se trata de un hecho conocido desde hace varias décadas. En estas
condiciones, es una lamentable exageración sobrevalorar el papel de los hombres
de Estado en los puestos clave. Y si los Estados se han convertido en cáscaras
vacías, manipuladas por ciertos grupos privados, ¿hasta qué punto podemos
ignorar otro problema, bien conocido en la Modernidad?
Se trata del paradigma de la democracia que triunfó tras la
Revolución Francesa.
En las condiciones de los avances tecnológicos actuales y el
impacto de los medios de comunicación de masas en la mente colectiva, la ideología liberal basada en
el parlamentarismo,
el multipartidismo, el electoralismo y la religión de los
derechos humanos no es más que una gran ilusión cultivada por las
élites globalistas. Pero es precisamente este sistema de referencia el que se
considera en todas partes como la única forma de organización política de la
sociedad. Precisamente por ello, todos los países miembros de la ONU, incluidos
los tachados de antiliberales, se ven obligados a simular regularmente
determinados procesos electorales y a alimentar el mito de la soberanía del pueblo. Así, incluso los que
se autodenominan conservadores o comunistas son víctimas de los mitos
fundacionales de la Revolución Francesa. Y sin embargo, el liberalismo político que sustenta la
democracia de masas, asegurando la dominación de usureros y mercaderes,
parece hoy una realidad obsoleta. Hoy en día, las técnicas de control mental,
de moldeamiento del comportamiento y de gestión de la percepción permiten que
el llamado sistema democrático funcione en interés de las élites satanizadas.
Los círculos ocultos que se esconden detrás de organizaciones como el FEM (Foro Económico Mundial),
la Comisión Trilateral, el CFR (Consejo de Relaciones Exteriores), el Grupo
Bilderberg, el Club de Roma
y que operan a través de
organismos internacionales oficiales como la ONU, la UE, la OMS, la OMC, el
FMI, el Banco Mundial, el Banco de Pagos Internacionales, etc.
tienen instrumentos de dominación a los que ningún Estado puede resistirse. Se
trata de entidades nebulosas como Big
Money, Big Tech, Big Pharma y Big Media, con un impacto global
devastador. Ante semejante tsunami de proporciones diluvianas, cualquier
pretensión de independencia política y autonomía civilizatoria me parece o bien
una grosera ingenuidad o bien un simulacro.
Las realidades mencionadas están ampliamente descritas en
multitud de libros y estudios. Pero no se puede dejar de admitir que, por el
momento, no ha sido posible identificar medios eficaces de resistencia a estas
tendencias extremadamente poderosas. El paradigma liberal como expresión de la religión política de Occidente,
tal y como ha sido expuesto por una brillante pléyade de autores,
entre los que destacan Alain de Benoist y Alexandre Douguine, es cosa del pasado. La propia "civilización del dinero"
que ha surgido en los últimos siglos en el Occidente globalizado está a punto
de desaparecer. En una sociedad sin dinero en efectivo, la
función de estas unidades convencionales asignadas electrónicamente será
radicalmente distinta a la actual.
La teoría política
liberal ha cumplido su desafortunada función histórica, siendo hoy abandonada
por las élites globalistas que la han utilizado para dominar a las masas,
apoderarse de la riqueza mundial, subyugar a sus Estados y concentrar todo el
poder político a escala mundial. Las élites globalistas ya no necesitan sus herramientas teóricas ni su
expresión política, jurídica y económica.
Pero la muerte del Homo economicus no significa el
renacimiento del Homo hierarchicus como expresión de la tradición. Louis Dumont
lo ha dicho todo sobre este tema, pero su excelente investigación se refiere
sin embargo a una época que ha llegado a su fin lógico. La sacralización de los
dogmas del capitalismo clásico, la deificación de un Adam Smith, el carácter
axiomático del darwinismo social en economía, la libre competencia y la
propiedad privada son cosas del pasado, que ya no son más que un simulacro o un
camuflaje propagandístico. La historia del capitalismo como "destrucción
creativa" (Werner Sombart) termina su ciclo.
Hoy, la oligarquía globalista o la superclase mundial
(Rothkopf, Geofroy) se apropia de la realización completa de una estrategia de
esclavización y control. La Plutocracia establece una tiranía global absoluta
con otro nombre: Tecnocracia. Big Money asegura la dominación mundial gracia a
Big Tech. Al triunfo de la ideología económica, excelentemente descrito por
Dumont, le ha seguido el triunfo de la ideología tecnocrática. En la actualidad, cualquier análisis
geopolítico que ignore la entrada en el escenario histórico de un nuevo
fenómeno -la Tecnocracia- es incompleto e implícitamente distorsionador.
El estadounidense Patrick Wood es indispensable para comprender en profundidad
estas realidades, que están teniendo un impacto global sin precedentes en la
historia.
Una realidad complementaria a la descrita anteriormente se
denomina transhumanismo. Klaus Schwab nos introdujo en este concepto en 2016
con su libro "La cuarta revolución industrial". Y ningún país del
mundo parece capaz de resistirse a este peligro para la existencia misma de la
humanidad. Al contrario, la tecnofilia y el encanto provocados por la aparición
de la Inteligencia Artificial, así como la digitalización total del mundo, han
afectado tanto a las masas como a los gobernantes. El filósofo y teólogo francés de origen rumano Jean Boboc ha realizado
una contribución fundamental para descifrar el transhumanismo. Y cualquier
análisis político que ignore este fenómeno de alcance y gravedad abrumadores es
parcial y, por tanto, incapaz de captar el panorama general del mundo actual.
La muerte del Imperio estadounidense y el nacimiento del
Imperio chino como motivo de júbilo entre los defensores de la multipolaridad
El otro tema común en los análisis de los autores de
nuestro bando antiglobalización opuestos a la hegemonía estadounidense es su
júbilo ante el ascenso de China en la escena mundial como líder económico y
tecnológico indiscutible. Odiar al Occidente colectivo como expresión del mal
absoluto y desafiar la dominación estadounidense crea a menudo la tentación de
suscribir, consciente o inconscientemente, la idea de la dominación china. La
Nueva Ruta de la Seda hace las delicias de los partidarios de la multipolaridad,
impidiéndoles a menudo ver la sorprendente realidad de que, si este
gigantesco proyecto chino tiene éxito, el mundo volverá a ser
unipolar, con un único centro de mando situado en Pekín. Recordemos que One
Belt One Road es una estrategia global de desarrollo de infraestructuras
adoptada por el gobierno chino en 2013 con el objetivo de invertir en más de
150 de los 193 estados existentes. Y por qué se impugna la unipolaridad bajo la
batuta estadounidense y se aplaude la unipolaridad al estilo chino?
Sería oportuno recordar aquí la estrategia de las élites
globalistas para desindustrializar los países occidentales y transformar China
no sólo en una "fábrica del mundo", sino también en un proyecto piloto, un modelo de sociedad que se impondría a
todos los Estados. Convendría refrescar la memoria sobre el papel
de Henry Kissinger (su visita a Pekín en julio de 1971) para comprender mejor
los factores que aseguraron el salto económico y tecnológico de China. Ignorar el hecho de que las élites satánicas
tienen estrategias de larga duración, así como el hecho de que son
esencialmente apátridas, ejerciendo su dominio global como entidades
extraterritoriales, sería un lamentable error.
Mencionamos aquí sólo algunos elementos que ayudarían a los
investigadores que deseen profundizar en el tema de China como herramienta de las mismas élites
globalistas que estaban detrás del Imperio Británico y, tras la Segunda Guerra
Mundial, detrás de Estados Unidos.
1) En el informe
anual 2010 de la Fundación Rockefeller que describe una
hipotética pandemia que coincidiera extrañamente con la plaga Covid-19 lanzada
en 2020, los autores elogian la actuación de la China comunista para hacer
frente lo mejor posible a esta plaga inventada por los globalistas. Este elogio
es una prueba evidente de que las élites satanistas prefieren un gobierno
totalitario a uno que respete un mínimo de derechos civiles.
2) El 18 de octubre de 2019, el Centro John Hopkins para la
Seguridad Sanitaria de Nueva York (creado y financiado por el mismo clan
Rockefeller), en colaboración con el Foro Económico Mundial y la Fundación
Gates, organizó una reunión denominada Evento 201, un denominado ejercicio
pandémico. Entre los participantes se encontraban funcionarios de salud pública
estadounidenses y representantes de la industria farmacéutica, así como un alto
funcionario chino, el profesor George Fao, Director General del Centro de
Control y Prevención de Enfermedades de China, Presidente de la Sociedad China
de Biotecnología y Presidente de la Federación Asiática de Biotecnología. Y el
27 de diciembre de 2019, las autoridades chinas ya informaban del primer caso
de Covid-19 descubierto en Wuhan. Este ejercicio de simulación de pandemia fue un caso clásico de
programación predictiva en torno a la operación especial Covid-19 de las élites
satánicas diseñada para contribuir a la despoblación masiva del mundo. El
evento fue financiado por la 'Open
Philanthropy Project , propiedad del siniestro magnate George
Soros.
3) La próxima reunión del Foro Económico Mundial
tendrá lugar del 27 al 29 de junio de 2023 en China. Cualquier analista con un
mínimo de educación sabe que esta institución es una de las principales
herramientas de los globalistas.
Volvamos ahora a la expansión económica que prosigue a
expensas de Estados Unidos. Aunque así sea exactamente, ¿por qué habrían de
alegrarse de ello los antiglobalización? Personalmente sabía que los activistas
de la multipolaridad son por definición soberanistas, opuestos a la dominación
extranjera y que aspiran a restaurar la independencia de sus propios países. En
estas condiciones, el rechazo del colonialismo económico debería ser un
elemento clave en el pensamiento y la acción de un antiglobalista. La corriente
de pensamiento centrada en el proteccionismo económico, conceptualizada por
Friedrich List, que se inspiró en la obra de Alexander Hamilton, no ha perdido,
en mi opinión, nada de su actualidad. Y si en los siglos XVIII y XIX los dos
autores se oponían al imperialismo británico manifestado en el régimen de libre
comercio, ¿no debería un patriota actual -aunque sea seguidor de la teoría de
los "grandes espacios" de Carl Schmitt- preocuparse por el
imperialismo económico chino que se impone a través del mismo régimen de libre
comercio?
Sabemos que la dominación política de un país va precedida y
acompañada de su dominación económica. Como sabemos, existe una diferencia
fundamental entre una economía productiva (China) y una economía de consumo
(los 150 países que se verían invadidos por las inversiones y los bienes
chinos). Reconozcámoslo, oponerse a la unipolaridad estadounidense y a la vez
apoyar la unipolaridad china es de una ingenuidad preocupante. La
descolonización económica de los países del mundo, es decir, el rechazo a la
dominación del capital y las mercancías occidentales, no debe ir seguida de su
recolonización por China.
Además, la gigantomanía tan denostada bajo el comunismo y
rechazada en el caso de la dominación global de la corporatocracia occidental
no debería tratarse con tanta admiración y entusiasmo en el caso de China. Si
los chinos aspiran a hacer felices a 150 países con su presencia económica, se
deduce implícitamente que todos aceptarán el ingrato papel de "repúblicas
bananeras" chinas. El resto del mundo sólo proporcionaría al gigante
global chino materias primas, mercados y, posiblemente, mano de obra. En estas
condiciones, ¿qué espacio queda para nuestras aspiraciones hacia un orden
mundial multipolar?
En la actualidad, China es el sueño dorado de todos los
dictadores de la historia, con medicina forzosa, confinamiento y
encarcelamiento de sus propios ciudadanos en sus casas, vigilancia
generalizada, control social y ninguna libertad política ni civil. Esta es
precisamente la razón por la que China es alabada por representantes de las
élites globalistas-satánicas como Klaus Schwab y Bill Gates. Así que aquellos
que quieran saber cómo serán sus sociedades el día de mañana deberían mirar a
China hoy.
El camino hacia la libertad
A partir de 2020, hemos asistido al surgimiento de la
tiranía global bajo el disfraz de la medicina, y hemos visto lo que valen los
principios democráticos y la legalidad. Al mismo tiempo, han desaparecido
todas las ilusiones sobre la existencia de centros de poder verdaderamente
independientes. La plandemia de Covid-19, anunciada por el jefe del FEM como
una ventana de oportunidad para el "Gran Reinicio", echó por tierra
cualquier ilusión de que la tiranía digital global pudiera detenerse utilizando
los métodos tradicionales de lucha política: elecciones, protestas callejeras,
acciones legales, críticas en la prensa alternativa. El monstruo globalista ya
no necesita mantener la apariencia del Estado de Derecho. El terrorismo de Estado
y la imposición de medidas genocidas y liberticidas se han convertido en
prácticas cotidianas en todo el mundo.
Recordemos que la gobernanza mundial es ejercida sin
trabas por gobiernos títeres subordinados a las élites luciferinas. Y la
sucesión al gobierno no aporta ningún cambio sustancial, sirviendo únicamente
de telón de fondo a este siniestro espectáculo. El espectro político en todos
los países de democracia liberal se ha uniformizado definitivamente. La clase
política es rehén del mismo paradigma dominante. La subordinación de todos los
gobiernos de los países del mundo a la ONU y sus agencias (OMS, OMC, PNUD,
UNICEF, etc.) como expresión del Gobierno Mundial es evidente para cualquier
observador atento.
¿Qué debemos hacer? En primer lugar, hay que abandonar todas las ilusiones. Presentar lo deseable como una realidad y cultivar el mito de las rivalidades geopolíticas que trascenderían la agenda globalista-satanista no sólo es contraproducente, sino suicida. Lo que se necesita es un salto paradigmático más allá de las interpretaciones políticas y geopolíticas tópicas. Un análisis profundo, realista y sin restricciones de las jerarquías estatales es el preludio para desarrollar una plataforma de lucha ideológica y política eficaz.
Y puesto que actualmente no hay ningún país con un liderazgo
fuerte decidido a librar una batalla sin cuartel, hasta la muerte, contra las
élites satanistas que han usurpado el poder político a escala mundial, es
imperativo revelar este trágico estado de cosas. En este momento histórico y
crítico para la humanidad, el espíritu de sacrificio y coraje de las élites
intelectuales antisistema es la condición indispensable para nuestros esfuerzos
por despertar a las naciones. Cualquier intento de edulcorar la realidad y
evitar los riesgos de la confrontación directa con los gobiernos serviles a los
centros de mando globalistas puede ser fatal para el mundo entero.
La historia la sacan a la luz personajes fuertes y lúcidos.
El tiempo del mercader y del espíritu pequeño burgués debe quedar atrás. El
tiempo de los héroes llama a la puerta. El futuro depende de la
voluntad de algunas minorías que constituyen la verdadera élite de las
naciones. No podemos construir sobre los frágiles cimientos de la mediocridad y
la cobardía. Nuestro futuro estará comprometido si desaprovechamos el momento
oportuno.
Todos estamos de acuerdo en que asistimos al final de un
ciclo histórico que asociamos con la modernidad y el capitalismo. Los signos de
los tiempos hacen que algunos líderes religiosos cristianos vean acercarse el
desenlace apocalíptico. Sin embargo, utilizando la interpretación de René
Guénon, siguen esperando que no sea el fin del mundo, sino "el fin de este
mundo". No suscribimos la concepción hindú de la ciclicidad del tiempo,
sino que utilizamos simplemente esta figura retórica para decir que todos
deseamos el nacimiento de un mundo mejor.
El camino hacia esa meta pasa necesariamente por romper
con los viejos esquemas y cuestionar el liberalismo, pero también la
tecnocracia que tiende a ocupar su lugar. En este momento crucial de la
historia, necesitamos una gran revuelta mundial, irreconciliable y victoriosa
de las naciones. Un mundo nuevo sólo puede construirse sobre las ruinas
de un mundo viejo. La generación actual está destinada a convertirse en el
sepulturero del capitalismo globalista, pero también de la tecnocracia
demoníaca.
http://www.verdadypaciencia.com/2023/05/como-salir-del-bloqueo-paradigmatico.html
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