14.6.23

El orden universal exige que toda conciencia rechace ser dominada por fuerzas ajenas

EL FIN DE LOS TIEMPOS                            

La próxima época reemplazará a la involución, y el final de esta última anunciará una nueva garantía de vida en la Tierra, resultado de una profunda transformación del modo de existencia que conocemos hoy. El fin de la civilización moderna se hará sentir gradualmente, a medida que crezca la escalada de conflictos, insolubles en las condiciones actuales del entendimiento humano. Llegará el momento en que los gobiernos ya no tendrán soluciones a los crecientes problemas de la humanidad; este tiempo ya comienza a hacerse sentir, pero mucho sufrimiento aún cargará la vida antes del final de este período.

Así como en la vida personal el hombre vive situaciones que parecen insolubles, así en el plano internacional la humanidad experimentará conflictos cuya oposición de intereses dificultará la resolución; esto se debe a la ignorancia de la gente y a la ausencia de inteligencia creativa por parte de los gobiernos. Este período oscuro será seguido por una nueva forma de civilización en el corazón de la cual el hombre descubrirá diferentes fuerzas creativas. 

En la vida personal, un cambio de rumbo requiere una profunda crisis para que se manifiesten nuevas energías. Será así al final del presente ciclo. La humanidad vivirá una crisis tan grave que el hombre sabrá, sin la menor duda, que está a punto de experimentar algo nuevo del que desconoce el poder creador y transformador.

La crisis mundial y planetaria tendrá su origen en estas fuerzas psíquicas de la humanidad, las cuales deben ser profundamente transformadas para que nazca una civilización totalmente modificada en sus principios de vida y evolución. La humanidad verá su conciencia invertida. La crisis mundial permitirá al hombre ascender en una escala superior de evolución, según nuevos principios generados por la crisis, que pondrán en tela de juicio todas las formas de ideologías que dividen a los pueblos. De esta profunda crisis nacerá una nueva visión de la vida planetaria, y los pueblos se unirán contra la muerte del espíritu. El hombre es totalmente inconsciente de las fuerzas vitales en la Tierra, ya que no comprende el funcionamiento evolutivo de un planeta experimental en desarrollo psíquico. 

El final del ciclo servirá como punto de partida para una nueva reconciliación con la vida, a la que los pueblos se apegarán a toda costa, porque la crisis habrá empañado peligrosamente la conciencia de la humanidad al hacerle experimentar los horrores de su propia iniciación planetaria. La mente humana debe despertar y elevarse por encima de las ideologías sectarias, y el gran conocimiento de la humanidad debe ser entregado a las masas para que se beneficien de lo que es grande y noble en espíritu y tengan la explicación final de la naturaleza de la vida y la evolución. El conocimiento ya no puede negarse a los pobres de la Tierra, ya que es a la mente lo que el alimento es al cuerpo material. 

El cuerpo emocional de la humanidad sufrirá intensamente. Este sufrimiento ya existe en el hombre, pero aún no ha llegado a su clímax. Una gran ley de la evolución de los sistemas es que todo cambio en la naturaleza de las cosas va acompañado o precedido de un gran sufrimiento, es decir, de una gran energía que transforma. Las condiciones para esta transformación se han establecido desde la fundación de las esferas y son parte de la fuerza interior de la conciencia colectiva en evolución.

La crisis global involucrará a todas las naciones y afectará a todas las personas. Es la universalidad de la crisis y su aparente insolubilidad lo que despertará la conciencia, haciendo reflexionar con más rigor y concreción al hombre de la calle y al hombre de Estado. La crisis mundial pondrá fin a las ilusiones políticas de las naciones, según las cuales el hombre puede hacer frente a todas las eventualidades. Las consecuencias de estas ilusiones ya han sido reveladas en ciertas obras herméticas, pero el hombre aún no las ha experimentado y aún no puede comprender su verdadero significado.

El final del ciclo generará fuerzas que determinarán la dirección futura de la humanidad.  Aquellos en la nueva conciencia humana ya están viendo los beneficios a largo plazo de la crisis global, pero pocos conocen las consecuencias vitales. El hombre es demasiado inconsciente para ver lo que no puede verse con los ojos del ego; dotado de una conciencia despierta, puede fácilmente sentir que el futuro de la humanidad le abrirá de par en par las puertas de lo imposible. Desde la visión de lo imposible, la conciencia futura penetrará en los secretos de la vida, que le permitirán comprender lo que está reservado a los iniciados de la nueva alianza, entre el hombre y el doble. Esto le dará acceso al destino de las naciones,

Todavía le llevará algún tiempo a la humanidad comprender la nueva realidad de la próxima época. Eventos clave, cuyo orden va más allá de la lógica puramente material del hombre, derribarán las concepciones de la mente inferior, para que el hombre pueda entrar en una nueva fase de evolución que debe transformar profundamente la conciencia de la humanidad, a todos los niveles de conciencia planetaria. Las masas humanas sabrán cosas que hoy el hombre de la calle se niega a contemplar, porque ha sido demasiado condicionado por la involución. Las concepciones actuales de la vida deben ser destruidas para que una nueva vida eche raíces. El hombre tendrá que darse cuenta de que el cosmos es una vasta empresa evolutiva, a niveles de experiencia más allá de la imaginación involutiva.

Las próximas generaciones conocerán acontecimientos que el hombre prevé, pero que sólo podrá afrontar con una inteligencia basada en una voluntad verdaderamente creadora. Las naciones se deleitan en los juegos astralizados de la conciencia planetaria, pero el precio de estos juegos será alto; las fuerzas de la vida astral alcanzarán efectivamente un nivel de poder que hará palidecer en comparación las acciones demoníacas de los peores demagogos que la humanidad haya conocido. El impacto será tal que el hombre finalmente tendrá que reconocer que la vida futura de la humanidad no puede basarse en los principios de la antigua civilización.

El final del ciclo coincidirá con la presencia de fuerzas ocultas cuyo poder será mundial. La terminación del papel puramente político de los gobiernos hará surgir de la conciencia planetaria una nueva energía creativa, lo suficientemente poderosa como para desviar, durante mucho tiempo, las corrientes de energías inferiores que han paralizado la conciencia del hombre desde el comienzo de la era. El carácter global de la crisis trastornará los valores humanos a tal punto que los hombres reconocerán que la vida tiene muchas dimensiones, y que un aspecto de estas dimensiones está activo en la Tierra para permitir que el ser continúe su evolución dentro de un marco cada vez mayor con vida más equilibrada. La humanidad anteriormente iba a ser autosuficiente, mientras que en el futuro será ayudada por esferas despiertas, y esta ayuda será reconocida mundialmente. La época de involución será reemplazada por una gran visión basada en la reunión de las fuerzas psíquicas del planeta.

La crisis no será rechazada por los hombres de luz, porque ya saben que hay que vivirla para que el sobresalto eleve a lo humano; pero su significado hermético se hará público para que aquellos que tienen suficiente luz puedan beneficiarse de lo que es parte del conocimiento universal, y el hombre despierto pueda atravesar estos grandes acontecimientos sin sufrir psicológicamente. A medida que se vaya desmitificando el final del ciclo, el hombre consciente podrá reconocer en él los elementos básicos a partir de los cuales se construyeron las grandes profecías de la humanidad.

Uno de estos elementos básicos profetizados por los grandes videntes de la historia será el inminente contacto entre los hombres de la Tierra y otros seres vivos provenientes de las profundidades de la galaxia. Este contacto con el hombre ya no puede camuflarse psicológicamente, porque la evolución requerirá ese contacto, lo que provocará una confrontación entre diferentes niveles de realidad. Mientras no se establezca oficialmente este contacto, los hombres seguirán siendo seres englobados por la pequeñez de su visión, y seguirán viviendo según las leyes involutivas de una civilización que ha perdido el sentido de la realidad. Que el hombre desconozca la realidad es algo que se explica por su ignorancia milenaria, pero que permanezca en esa ignorancia es imposible, porque la vida ejerce todos los poderes sobre la conciencia de la humanidad.

Los hombres han debatido durante mucho tiempo la realidad del fenómeno OVNI, mientras que aquellos que lo experimentaron vieron cómo sus propias vidas y actitudes cambiaban frente a la experiencia que dice mucho sobre el universo en general. El final del ciclo arrojará luz sobre este contacto entre el hombre y las demás especies, y el choque de vida que de él resultará obligará al hombre a despertar a otra dimensión de la realidad, a contemplar un futuro ventajoso desde todos los puntos de vista de su conciencia planetaria y universal.

El fin de una época representa para la humanidad una gran transformación en su forma de pensar, y ésta se produce cuando las fuerzas en evolución han llegado al límite de su perfección posible. Entonces, una nueva dinámica es creada y establecida por las fuerzas vivas e invisibles de la vida, a través de una nueva red de conciencias. Tal transformación requiere que las formas presentes dentro de la civilización se vean profundamente afectadas durante la nueva era, el período que sigue al final de un ciclo. La evolución futura de la Tierra responderá a una profunda caída en el nivel de energía espiritual en el globo, creando así la necesidad de que los planes inyecten en la conciencia de la humanidad una nueva fuerza mental para obligar a la humanidad a reevaluar sus concepciones desde una conciencia ligada a los acontecimientos cósmicos que acaecerán en el globo y harán reaccionar al hombre ante la observación de su inconsciencia.  La humanidad pasará de un nivel de evolución a otro y comenzará su paso de involución en evolución, que la llevará a la realización de su segundo fundamento, el que representará la nueva era del hombre.

El estallido de la conciencia humana y su ascenso a otros planos de percepción se acentuará a medida que el hombre descubra que el intelecto, o la mente inferior, lo limita en el desarrollo de su vida integral. Su inconsciencia va de la mano con la actividad de la mente subjetiva. El final del ciclo involutivo cambiará esta condición en la vida del hombre, pero sólo en un número limitado de seres al comienzo de la evolución o del período de crecimiento real del yo. El fin de los tiempos, en su aspecto más velado y cósmico, permitirá al hombre nuevo traspasar los límites actuales de la mente y le abrirá nuevos horizontes, hacia los cuales se encaminará la humanidad para saborear la vida en la Tierra como esa experiencia conectada con la vida del éter, cuando la conciencia está plenamente despierta a sus posibilidades multidimensionales. La victoria sobre la muerte será el primer logro del hombre nuevo, objetivamente reconocido en el mundo. Tanto como el pasado habrá hechizado al hombre y mistificado su mente ingenua, tanto el futuro de la raza-raíz hará estallar en él partículas de realidad que harán de él un ser de luz.

El final del ciclo pondrá fin definitivamente a la incapacidad del hombre para ver más allá de sus sentidos materiales. Se convertirá en un extraordinario vidente, adelantado sobre sus hermanos espirituales de involución que vieron por los demás pero no vieron por sí mismos, porque no poseían la llave de la mente superior, que desata los recuerdos y hace de la nueva mente un fundamento de luz. El hombre nuevo entrará en un período de crecimiento psíquico que evolucionará según las necesidades de la evolución de la raza-raíz y de las nuevas fuerzas descendidas sobre la Tierra para la canalización de nuevas oleadas de vida; estos vendrán hacia el globo para beneficiarse de una apertura al éter de la mente, es decir a la mente-luz del hombre cósmico. Con su pertenencia psicológica y psíquica a la memoria de la humanidad, el alma separa al hombre de su realidad fundamental y de su derecho a conocer el más allá inmaterial. Que el hombre involutivo naciera de las tinieblas y se sumergiera en la materia para la evolución del alma es una cosa, pero que sea una parcela cósmica no realizada es otra. Un día, las tornas de la vida girarán a su favor, y él reconocerá su pertenencia a un mundo cuya definición no puede ser espiritualizada, por temor a retrasar la evolución de la mente superior.

La galaxia es más que un mundo de estrellas brillantes en el firmamento. Representa el hogar de los seres cuya naturaleza se cruza con la del hombre, en ámbitos de la vida que hoy no puede contemplar por su vínculo con el pasado del alma, ese recuerdo que fue para él, desde siempre, la causa de su ignorancia en el rostro de la definición de la realidad. El hombre no puede darse cuenta de que es diferente en naturaleza de lo que es en percepción. Ha lidiado tanto con sus sentidos que ya no percibe el significado de su realidad más allá de su sensibilidad física. 

El fin del ciclo es inevitable, pues el hombre debe crecer más allá de sus límites y finalmente reconocer su pertenencia al infinito. Esta conciencia integral hará de él un ser cuya suma de facultades psíquicas elevará la conciencia de la Tierra para darse cuenta de que es más grande que el hombre antiguo. Imbuidos de esta conciencia, los siglos dejarán de latir al ritmo de los años y otro tiempo aparecerá en la Tierra, mientras otros seres de otros lugares participarán creativamente en la actualización de una nueva civilización.

Los parámetros psicológicos o históricos de la humanidad involutiva no son aptos para la medición de un nuevo ciclo, pues éste invita a la conciencia a ir más allá de sus límites para descubrir en la infinidad de sus posibilidades. Éstos florecerán a medida que la humanidad complete su ciclo involutivo, deformada por la mente inferior del hombre dividida contra sí misma y que busca una solución para la cual puede encontrar la respuesta sólo a través de la fusión de su energía con los planos superiores de vida, que están en el origen de su vida. Mientras la involución estuvo llena de ilusiones pertenecientes a la experiencia del alma, la evolución será la claridad misma, una gran apertura a la infinidad del conocimiento universal. El final del ciclo instruirá al hombre en la decadencia de su mente y la necesidad de experimentar una inversión absoluta frente a las formas y valores que creó durante la involución para afirmar su conquista sobre la materia. Pero la vida también debe ser conquistada, y la conquista será parte del nuevo alcance de la conciencia humana más allá de las esferas puramente materiales del conocimiento racional.

La intransigencia del intelecto será reemplazada por la elevación cada vez más alta del pensamiento humano. Las generaciones futuras ya no buscarán limitar el acceso del hombre a su propia definición universal a través de las estructuras agonizantes de una mente que quiere fijarse en una permanencia que se le escapa por la ausencia de luz en ella.

El hombre nuevo evitará el asalto psíquico que azotará a la humanidad al final del ciclo, pues habrá comprendido su íntima relación con el doble cuya luz utilizará para desvincularse del poder de los reflejos subjetivos que asaltarán su ego cuando la vida de la Tierra será puesta en duda. Comprenderá que la nueva ola de vida que se está asentando en el globo es parte del descenso de las fuerzas cósmicas sobre un planeta que sólo ha conocido aislamiento temporal y espacial desde el origen de la conciencia egoica.  Las furtivas intrusiones de fuerzas de otros lugares para el estudio del hombre y la ayuda necesaria para la evolución de su sociedad eran sólo escasos recursos con los que podía contar la humanidad. Totalmente ignorante de las leyes cósmicas, el hombre hacía de estos encuentros experiencias de carácter espiritual que retrasaban una vez más la evolución de su conciencia mental. 

El orden universal exige que toda conciencia en evolución llegue a rechazar, absolutamente y a largo plazo, la necesidad de ser dominada por fuerzas ajenas a su conciencia. Proceso aplicable sólo cuando la conciencia supramental esté implantada en el globo y haya comenzado a liberar al hombre de su conciencia involutiva. La evolución de la sexta raza raíz preparará para esta futura condición de la humanidad.  Informará objetivamente al hombre de las leyes universales y construirá su autosuficiencia psicológica y psíquica, necesarias para que pueda pasar de un tiempo a otro, de una estrecha dimensión de conciencia a una apertura total hacia la conciencia cósmica.

El final del ciclo se hará evidente cuando la nueva conciencia se manifieste en el globo. Los acontecimientos mundiales tomarán una tangente cada vez más ominosa para el hombre a medida que la Tierra pase a otra era en la que la conciencia y las fuerzas psíquicas entren en contacto.

Las fuerzas psíquicas forman parte de estos mundos paralelos que se le abrirán objetivamente al hombre, para que pueda comprender el orden universal y los subplanos de ese mismo orden, que limitan su conciencia presente a un proceso de reflexión subjetiva, más que a un proceso de reflexión. El hombre nuevo establecerá un vínculo con proyectos de vida que ya no correrán el riesgo de convertirlo en un ser secundario. Habiendo superado los valores sociales de su civilización, atraerá consigo a los seres superiormente evolucionados para crear una nueva configuración psíquica que se convertirá en el asiento del poder oculto sobre la conciencia de la Tierra. 

Para que el final del ciclo coincida con la expresión de las necesidades reales de la humanidad, el hombre tendrá que ver la realidad oculta de su yo y comprender que el vínculo universal,  como lo sabrá al comienzo mismo de su fusión, representa solo una pequeña parte de su futura y universal realidad. Los hombres del mañana conocerán niveles de experiencia tan ajenos a la conciencia de las masas que se verán obligados a vivir en un lugar al margen de la humanidad involutiva. La elevación del ritmo vibratorio de la conciencia se hará por vía interpuesta, es decir que los hombres ya listos para entrar en contacto con los mundos paralelos serán llevados telepáticamente al encuentro de aquellos que tendrán en la mano las claves de acceso a estos. mundos

La Tierra no pertenece al hombre como él la cree. Forma parte de una herencia mantenida en la evolución de la conciencia por fuerzas cuya inteligencia va más allá del hombrecillo, ese ser que cree que sólo la lógica puede hacerle comprender los misterios de la vida. Vienen tiempos en que este hombrecito se dará cuenta de que lo invisible de la vida es dueño de sus sentidos y que se extiende a niveles de organización que requieren más que la lógica de una mente inferior para revelarse a él en todo su esplendor y en todas sus formas El desarrollo de una conciencia superior sólo puede venir a través de la experiencia de choques lo suficientemente grandes como para elevar su conciencia a pesar de sí mismo, porque el hombre moderno está orgulloso de su inteligencia.

El final del ciclo coincidirá con la última impresión de otro tiempo de conciencia, que será parte del descenso a la Tierra de una nueva energía creativa ajena a su experiencia anterior. El hombre se volverá cada vez más perceptivo de la realidad, la lógica de sus sentidos le servirá para comprender los fenómenos inferiores de la vida y otra forma de percepción y comprensión lo acercará al infinito, perteneciendo estas zonas energéticas a esferas de experiencia más allá de lo material. Cuando haya comprendido plenamente que la muerte no forma parte de la conciencia humana integral, el hombre entrará en un tiempo en que la vida no tiene fin; su conciencia es etérea y su relación con lo invisible se vuelve objetiva.

La conciencia de la humanidad debe crecer en la ciencia. Debe integrarse en la vida cósmica para que el hombre ocupe el lugar que le corresponde en el universo. El cosmos es una vasta conciencia y el hombre es parte de ella. Pero sus sentidos deben ser liberados de su pesadez, pues la materia es sólo un aspecto de la conciencia humana. Más allá se encuentra un mundo cuyos cimientos descansan en la estrecha relación entre la mente y la conciencia en evolución.  Hasta que éste haya conquistado su propia inteligencia, tendrá que vivir de la materia y sufrir del espíritu, porque el espíritu sólo puede integrarse cuando el hombre ha comprendido la realidad que se extiende más allá de su reflejo egoico. Esta realidad se unirá a él, lo instruirá en las otras dimensiones y le hará real lo invisible. El hombre descubrirá que la evolución representa su regreso a la fuente; durante su viaje por lo invisible de la vida, se encontrará con inteligencias que no pertenecen a la evolución de la Tierra sino a la del hombre y su conciencia. La evolución de la Tierra estará asegurada y el hombre hará de su planeta un nuevo paraíso.

La evolución de la conciencia está relacionada con la apertura de los centros psíquicos. El hombre nuevo pasará de un estado mental a otro antes de beneficiarse de su relación con lo invisible. El final del ciclo favorecerá esta apertura de los centros y el hombre verá que la vida y su realidad se extienden más allá de lo que la razón puede vislumbrar. El final del ciclo y el advenimiento de una nueva ciencia son dos aspectos profundamente perturbadores de la nueva evolución. El hombre se enfrentará a posibilidades que habría creído, hace sólo unas pocas generaciones, producto de una fértil imaginación. Estas cosas sucederán en un abrir y cerrar de ojos, y el impacto que causarán será grande.

La conciencia extraerá de esta nueva experiencia una energía que la liberará de lo conocido para proyectarla hacia un futuro irreconciliable con el pasado. La evolución del género humano es inseparable de las fuerzas de lo invisible, que servirán al hombre nuevo en la medida en que tenga el poder de recibirlas y someterlas a su voluntad creadora. El final del ciclo no puede ser percibido por la humanidad en general, porque los centros psíquicos del hombre no están suficientemente abiertos a la energía evolutiva. Seres evolucionados y sensibles a su inteligencia interior verán la curva de los acontecimientos que llevarán a la civilización actual a su cita final. Tendrán acceso a percepciones cada vez más objetivas del futuro de la raza y podrán protegerse en consecuencia.

El final del ciclo planetario de la vida trae siempre a la raza un pesado fardo sobre sus hombros debilitados por el sufrimiento y la angustia de un futuro incierto. Por otra parte, el hombre nuevo, cada vez más consciente de la interpenetración de lo real y lo planetario, elevará su visión de los acontecimientos y verá que el futuro es grande y prometedor. La gran capacidad de vivir permanentemente la propia conciencia será la mejor ayuda del hombre y la fuente de su mayor fuerza. 

El desarrollo de esta permanencia se fortalecerá a medida que perciba la naturaleza de los acontecimientos del final del ciclo, según su sensibilidad interior. Sentirá una mayor luz descendiendo dentro de él y una comprensión más amplia de los principales acontecimientos que cambiarán el curso de la civilización. Estos seres, quienes se retirarán cada vez más de la vida humana involutiva, se reunirán al final del ciclo en un espacio creado por las fuerzas cósmicas para su protección e indemnización; porque entonces grandes vientos sacudirán la Tierra, última señal que atestigua la aparición de la edad de oro.

Bernard de Montréal – Extracto de “La génesis de lo real” 

20-11-2020 [Fuente: Urantia Gaia ]

Visto en: https://nouveau-monde.ca/la-fin-des-temps/  

No hay comentarios:

Publicar un comentario