28.12.15

No es que no encontremos la verdad, es que no nos atrevimos a buscarla.

RELATIV-ISMO O VERDAD

Todos queremos encontrar la verdad, todos queremos saber de ella, tenerla para nosotros y vivir en la perpetua despreocupación que da tener la razón siempre. No dudar de nada, saberlo todo, conocer lo que fue, es y sera. Este utópico grial que muchos creen poseer, otros aspiran encontrar y que todos en algún momento pretendemos hallar. Hoy está inaccesible, gracias a nuestras propias trabas mentales, la educación y la vida atada a unos dogmas de fe, en cualquier tipo de idea que condicione nuestro pensamiento hacia unos patrones, nos hace perder el enfoque y la perspectiva, para siquiera aproximarnos a rozar ese absoluto.

La verdad no admite matices, la verdad ES, con mayúsculas, sin aristas, ni relativas razones, opiniones o subjetividades, solo ES y no admite moldes ideológicos. Cuando algo es cierto, no es posible discutir, no es posible enfrentarse y no es posible crearse puntos de vista alternos. Parece de perogrullo, pero solo hay que entrar en la web, para darse cuenta que hoy la verdad es tan relativa como la mentira, todo es adjetivado, analizado y matizado hasta tal punto que es discutible hasta lo más obvio.

Sea el tema que sea, siempre hay alguien más listo, con más argumentos y con más léxico que tú, para opinar incluso de tu vida como si te conociera mejor que tú mismo. El relativismo ha infectado tanto las mentes que ya no somos capaces de ver nada con absoluta nitidez, ahora todo es relativo, por lo tanto todo se discute, se debate y se opina. En un principio puede ser hasta democrático, pero llevado al extremo no hace más que perpetuar el absurdo, llegando a la sordidez más surrealista, alargando una eterna agonía en la que la razón de la sinrazón campa a sus anchas destrozando cualquier ápice de certeza.


El siglo XX nos mostró el relativismo como un gran descubrimiento científico, pero en realidad lo que nos enseñaron fue a crear distancia con el absoluto. La verdad dependía de varios factores sujetos a relativos puntos de enfoque, con lo que al final solo manejamos distintas formas fragmentadas de verdad, adjetivadas, analizadas y matizadas. Hemos preferido hipotecarnos el futuro abrazándonos a conjeturas irresolubles, teorías indemostrables e hipótesis inconclusas.

La verdad es fractal y siempre ES verdad tenga la forma o el tamaño que tenga, no admite discusión, opinión o análisis que valga, es lo que conocemos como absoluto, veas desde el punto de vista que lo veas jamás variara un ápice su integridad.

Si no entiendes este concepto, llena un vaso con agua y pregunta a tus seres cercanos, familia o amigos que opinen sobre lo que ven, todos opinaran de forma distinta, todos relativizaran sobre la cantidad, la pureza, la temperatura o lo que sea, pero nadie discutirá sobre su contenido, porque esa es la verdad. Todos podremos ver el vaso medio lleno o medio vacío, pero nunca habrá disparidad en admitir que el contenido es agua.

Esto es lo hemos perdido, nos fijamos solo en el continente y no en el contenido, lo que nos hace perdernos en relativismos y pasar por alto el absoluto, la verdad integra y sin matices. Nos distraemos en perpetuos tiras y aflojas, midiendo, analizando y sopesando cualquier cosa, obviando casi de forma deportivamente enfermiza, lo que nos une y solo vemos aquello que nos enfrenta, que por norma es tan relativo y subjetivo, que no debería hacernos perder un segundo, pero en cambio llevamos miles de años discutiendo pequeños detalles que potencian la diferencia y no la unión.

Unión que hoy es tan relativa que nadie podría decir que somos de la misma especie, hasta ahí, llega la estupidez relativista, que como todos los conceptos paridos desde este sistema, el cual ideologiza y etiqueta hasta el absurdo, esos “ismos” que son los trapos a los que todos entramos a poco que nos los muestran. Batallas que no son nuestras batallas, pero a las cuáles vamos a muerte a la mínima que piden voluntarios.

La inactiva forma de ser, que nos muestra el programa del modo “ser normal”, indica que el relativismo nos empuja a dos amplias y profundas lagunas mentales, aquella en las que se naufraga en el integrismo de la razón, en la que lo relativo se transforma en verdad y lo arbitrario e inconcluso en dogma, y por otro lado, la que nos empuja a no comprometernos con la verdad alejándonos de ella con falsa modestia, tratando de no parecer un fanático, un irracional o un loco, para al final parecer un estúpido.

Lagunas mentales llenas de pensamientos vacuos, relativo a lo propio y lo ajeno, relativo a la vida y la obra, los actos y la justicia, todo un océano de relativos presuntos, que hacen que naufraguemos sin remedio en la eterna divagación. Jamás concluimos nada, no nos cercioramos de nada, no tenemos ni una sola certeza, ni un solo recuerdo de algo que sea verdad y que no haya nadie que lo rebata, todo queda etéreo, difuso y adimensional, lo relativo de lo relativo, pero ninguna verdad.

Esta es la burocracia de letra pequeña y clausula indescifrable, matices que propician que nada se concrete y todo redunde eternamente, un loop de apostillamientos, tesis y doctrinas que abogan por mantenernos relativamente aislados, presuntamente dispersos y razonablemente cuerdos. Lo relativamente normal en estos casos es estar encasillados, etiquetados y listos para ser consumidos, en un sistema donde en lo relativo, es en el estado mas próximo que estarás de la razón y la cordura, pero jamás trates de cruzar a la acera de los locos, porque eso sería acercarse peligrosamente a la verdad.

Relativismo o verdad, esa es la disyuntiva, la profunda y verdadera elección, tomar el acaramelado relativismo, dulce, cómodo, aceptable y creíble o buscar la espinosa y amarga verdad. Dicen que la verdad ofende, pero solo ofende al necio que prefirió vivir engañado, pensando que todo lo que ve, oye, toca o huele es lo único que es y será, por eso es tan difícil aceptar la verdad cuando te acercas a ella, por eso crea trauma, por eso asimilarla es una tarea titánica, porque vivir en la absoluta y completa mentira hace que todo sea relativamente sencillo y es mejor lo relativo a lo comprometido, lo último requiere responsabilidad y aceptar nuestra posición en el tablero de juego.

Mucho continente y poco contenido, esa es la moraleja que cualquiera puede  sacar de todo esto, no hay hilo conductor, ni contenido, solo muchos detalles de nada que carezca de verdadero interés general, de verdadera sustancia indiscutible e inapelable, nada es lo que tenemos, nada absolutamente, esa es hoy por hoy la única verdad indiscutible y absoluta. La mentira y lo relativo es lo único que tenemos, es lo único que es aceptado y es lo único que admitiremos como prueba argumental de cualquier duda que nos acucie.

No es que no encontremos la verdad, es que no nos atrevimos a buscarla.


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