17.5.23

Propongo un modelo de rebelión contra el imperio del idiota y las élites que lo utilizan

EL ESTADO BUSCA APODERARSE DE LA VIDA DEL HOMBRE

SUS DECISIONES, SUS GUSTOS, SUS CREENCIAS, SUS IDEAS, SUS RELACIONES, SU FAMILIA, SU MISMA FELICIDAD...

Generación Idiota destaca el camino recorrido por muchas sociedades occidentales, enfermas de wokismo, hacia la “sociedad adolescente”. Además de tonterías, ¿podemos hablar de una generación perdida?

Agustín Laje: La generación estúpida se pierde en su incapacidad de mirar más allá de su propio ombligo narcisista. Este narcisismo insoportable, muchas veces disfrazado de “política despierta” y postura progresista, produce una cerrazón absoluta que se pierde en sí misma. Lo vemos, por ejemplo, en los más variados fenómenos, como los espacios seguros de ciertas universidades, la calificación de “discurso del odio” para anular cualquier idea que no se ajuste a la hegemonía progresista, la dominación del principio de autopercepción como medida de toda realidad posible, y el consecuente fin de la verdad como discurso que proyectamos hacia una realidad que está fuera de nosotros (esto es lo que podríamos llamar la "post-verdad")

Este odio a la verdadera diversidad (diversidad de pensamiento, de creencias, de ideas, de posiciones políticas) está arruinando definitivamente a la Generación Insensata, que se deja seducir por creer que la diversidad avanza simplemente porque uno puede teñirse el pelo de verde, sintiéndose en el cuerpo equivocado o acostarse con alguien del mismo sexo y celebrarlo (como un gran logro) durante un mes entero cada año.

En una sociedad basada en el adolescente egocéntrico o el niño rey, ¿cuál es el lugar de la vejez y la infancia?

Agustín Laje: Absolutamente ninguno. Por un lado, el adolescentecentrismo se basa en una regla general que se podría resumir en “lo nuevo es bueno, lo viejo es malo”. La vejez se presenta a una sociedad centrada en la adolescencia como algo esencialmente malo, en sentidos distintos pero similares: la vejez es anticuada; la vejez trae consigo una moralidad que, debido a la aceleración del cambio social, ya está superada; la vejez está tecnológicamente desfasada, en una sociedad marcada precisamente por el cambio tecnológico exponencial; la vejez, finalmente, en su proximidad a la muerte, recuerda la finitud de la vida, en una sociedad donde la muerte equivale al fin absoluto.

Con respecto a la infancia, muchos sociólogos y politólogos han denunciado en las últimas décadas una suerte de “proceso de infantilización”. Pero el infante es demasiado inocente y demasiado puro para confundirlo con el idiota adolescente que domina nuestro entorno cultural y político. El infante, como su misma etimología indica, no tiene voz. El infante es impotente: no puede determinarse a sí mismo, ni siquiera pretender hacerlo. Por el contrario, el idiota centrado en el adolescente reclama la plena autodeterminación, pero la deja incompleta o mutilada, porque el componente de responsabilidad individual sigue ausente.

Toda la actual obsesión sexual infantil (que cada día se radicaliza más) se debe al particular odio y desprecio que el idiota adolescente siente por la idea de una fase de la vida en la que el individuo de la especie humana vive bajo la dominación de las autoridades de su familia.

Recuerde a todas esas teóricas feministas de la década de 1970, que querían destruir toda autoridad familiar sobre los niños.

El “eterno adolescente” representaría el ideal del “superhombre” o del “hombre nuevo”. ¿Es Greta Thunberg  el mejor ejemplo de sociedad adolescente y redes sociales, su "reino de los cielos"?

Agustín Laje: Este es un ejemplo muy relevante por la amplitud de su cobertura mediática. Lo que Greta revela es algo fuera de ella, a saber, que nuestra cultura está lista para creer que una adolescente será el principio salvador de un apocalipsis climático. Greta misma es un personaje poco interesante. Mírala cuando, finalmente, fue interrogada en la calle por unos periodistas con los que no había concertado una entrevista de antemano: la pobre chica no pudo responder ni una sola pregunta inteligente que le habían hecho.

Lo interesante, en todo caso, es ver cómo las élites utilizan la imagen de la adolescencia, encarnada por Greta, para dirigir a las masas hacia unas expectativas, unas temáticas, unas consignas, unas emociones, etc. Todo esto no solo se hace con el poder de las redes sociales, porque Greta, en rigor, no es un personaje de las redes: es un personaje construido por las principales empresas multimedia.

Hace unos años, un video mostró a un hombre blanco de 6 pies de altura haciéndose pasar por una mujer asiática y la mayoría de los estudiantes universitarios aceptaron su percepción de la realidad. Después de cambiar de sexo a voluntad, ¿es hora de cambiar de edad? ¿El culto a la adolescencia abre la puerta al transaging?

Agustín Laje: La disolución del sexo como principio de realidad abre ciertamente la puerta a la disolución de cualquier otro rasgo identitario. Lo que sea. Piénselo de esta manera: si la materialidad del sexo (es decir, su realidad fisiológica, anatómica, genética, etc.) se ha derrumbado como la realidad del sexo frente a las presiones de la ideología de género (es decir, las construcciones culturales en torno a la sexualidad y, últimamente, la autopercepción como criterio definitorio de la identidad sexual), ¿por qué no habría de colapsar otro criterio que, como la edad, ni siquiera presenta una materialidad tan urgente? Efectivamente, la edad depende del paso del tiempo. Pero el tiempo parece ser algo mucho menos material que el sexo como biología. 

El mismo ejercicio puede hacerse con cualquier otra característica de identidad personal. Por ejemplo, la nacionalidad. Si la nacionalidad es definida políticamente por el estado y, en ese sentido, es mucho menos material (y por lo tanto evidente por sí misma) que el sexo como biología, ¿por qué no podríamos abandonar también este principio de definición bajo la autodefinición a través de la autopercepción de la identidad nacional? Suena absurdo, pero es la misma lógica.

La moda y a la veneración de la novedad son cada vez más efímeras. ¿Son la insatisfacción y el consumo los estímulos de la generación estúpida?

Agustín Laje: Efectivamente, la moda es cada vez más efímera, y por eso es tan importante capturar el vacío. La moda sólo existe en la medida en que cambia, depende en cierto modo del autosabotaje permanente. Cuando todo el mundo “se pone a la moda”, la moda ya no puede cumplir su promesa de dar una apariencia de identidad.

Hablas de “descontento”, propio del adolescente, y creo que es así, aunque yo lo completaría con el problema de la identidad. ¿Descontento con qué? Insatisfacción con uno mismo, con quién o qué soy. La adolescencia, según Erik Erikson, es una etapa caracterizada por la ausencia de una identidad bien definida. El adolescente "tropieza" porque aún no sabe quién es realmente. Ahora bien, creo que en nuestra cultura está pasando exactamente lo mismo, pero a nivel sociológico.

La idea actual de que cada uno debe “inventar” su propia identidad crea demasiada tensión social, demasiada inquietud. Quizá éramos mucho más libres cuando ciertos rasgos de identidad no nos causaban tanto malestar, porque ya se habían tenido en cuenta antes.

¿Ha asumido el mundo del espectáculo el papel de nuevos héroes y santos para la generación de idiotas?

Agustín Laje: Este mundo se ha “democratizado”, por así decirlo. Es decir, la gran promesa del actual sistema de celebridad es que cualquiera, sin ningún criterio mediador, también puede ser famoso. La democratización de la celebridad ha destruido los criterios por los que uno se hacía famoso (habilidad excepcional, genialidad, sapiencia, heroísmo, santidad, etc.) La gran promesa de las redes sociales y sus sistemas basados ​​en likes y seguidores es precisamente esa: poder ser famoso siendo tan ordinario como yo.

Sin embargo, esta democratización de la celebridad ha sido seguida por una intensificación de nuestra relación con las propias celebridades, en la que estamos más influenciados por ellas que nunca. Vivimos con ellos todo el día, todos los días. Están en todos lados. Por eso se les llama hoy, más bien, influencers. En cierto modo, aceptamos que nos influyan: además, queremos ser influenciados por ellos porque, en una cultura centrada en la adolescencia, todos deseamos ser famosos también algún día.

La vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, presentó su proyecto político con el objetivo de hacer feliz a la gente.  No sabemos qué droga, qué Soma, usará, pero ¿todas estas buenas intenciones no esconden lo peor del totalitarismo?

Agustín Laje: Esconde lo que yo llamo en mi libro “el estado niñera”, que es en realidad una especie de totalitarismo ligero. El Estado busca apoderarse de toda la vida del hombre: sus decisiones, sus gustos, sus creencias, sus ideas, sus relaciones, su familia, ¡su misma felicidad! Ya lo hemos visto, por ejemplo, en Venezuela, donde el chavismo creó el “Ministerio de la Felicidad”.

La novedad del estado niñera es que trata a sus súbditos como si fueran, de hecho, adolescentes tontos. Ya no los priva de su libertad en nombre de la "lucha de clases", en nombre del "espíritu del pueblo", del "espíritu nacional", o de todo lo que sirvió de excusa liberticida a los totalitarismos del siglo XX: los priva de su libertad en nombre de la felicidad de los que priva.

El movimiento estúpido viene de arriba, de las élites. ¿Es la Nueva Derecha la rebelión, la respuesta a este totalitarismo?

Agustín Laje: Así termino el libro, proponiendo un modelo de rebelión contra el imperio del idiota y, por supuesto, sus titiriteros: las élites que lo utilizan. Si hay algo que reproduce el statu quo, el orden establecido, es el progresismo globalista. Mira lo cómodos que están todos estos neoizquierdistas en los foros de élite global; qué tan cómodos se sienten con la producción de las principales empresas de entretenimiento; qué tan cómodos se sienten con los mensajes que suelen ofrecer las estrellas del mundo del espectáculo; qué tan cómodos se sienten con los conceptos básicos del metacapitalismo; a gusto con las organizaciones internacionales más poderosas del planeta; a gusto con los “nuevos valores” de las multinacionales, que venden ideología en cada uno de sus anuncios; en casa en las potencias del establecimiento académico; cómodo, en fin, con todo lo que ostenta el poder político, social y económico.

Ante esta realidad, la Nueva Derecha, más que simplemente “conservadora”, es enteramente subversiva. Ella sueña con subvertir la dominación de estas élites. Ojalá este sueño pueda algún día, al menos hasta cierto punto, hacerse realidad.

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Álvaro Peñas (deliberatio.eu, El conservador europeo) habló con Agustín Laje sobre su último libro, “Generación idiota”.

Agustín Laje es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de Córdoba (Argentina)  Fundador y director de la Fundación Centro de Estudios LIBRE. Autor de los libros “Los mitos setentistas” (2011), “Cuando el relato es una farsa” (2013), “El libro negro de la Nueva Izquierda” (2016) y “La batalla cultural. Reflexiones para una Nueva Derecha”  (2022).

https://nouveau-monde.ca/letat-cherche-a-semparer-de-toute-la-vie-de-lhomme-ses-decisions-ses-gouts-ses-croyances-ses-idees-ses-relations-sa-famille-son-bonheur-meme/  

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