13.3.25

Que la historia haga justicia para valorar la integridad de la práctica médica.

CUANDO LA JUSTICIA HABLA           

La sentencia del tribunal de justicia de la Unión Europea como revulsivo contra la persecución de médicos por la verdad, por Natalia Prego 

Dedicado a todos los médicos que, por fidelidad al juramento hipocrático, fuimos perseguidos, censurados o sancionados por atrevernos a ejercer el principio de prudencia. A quienes pusimos la ética por encima del mandato burocrático y pagamos el precio de nuestra integridad.

Una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea TJUE que podría revertir las sanciones y los expedientes sancionadores contra los médicos que cuestionábamos ha caído como una bomba en el tablero de juego, sacudiendo los cimientos de una narrativa que se creyó inquebrantable.

La justicia desarma a los colegios médicos, dejando al descubierto el atropello cometido contra aquellos profesionales que, en el ejercicio de nuestro criterio, nos negamos a seguir órdenes ciegamente. No era obligatorio, sentencia ahora el Tribunal, y con ello los médicos perseguidos por alertar sobre trombosis y miocarditis encontramos, por primera vez, una grieta en la presunta fortaleza de aquellos que nos expedientaban.  

Pero la batalla no ha terminado. ¿Quién responderá por la caza de brujas contra los médicos que advertimos sobre los efectos adversos? ¿Cómo explicarán ahora las sanciones los mismos colegios que pretendían inhabilitarnos, o que expulsaron, nos ridiculizaron en los medios y nos condenaban al ostracismo? Silenciados por prudentes, los Médicos por la Verdad hemos encontrado una inesperada coincidencia en la justicia europea, un respaldo que podría desmontar pieza a pieza el relato oficial.  

Los colegios médicos están en la encrucijada: reconocer que erraron o insistir en un castigo que ahora parece insostenible. Médicos por la Verdad vs. el dogma oficial, una confrontación que hasta ayer parecía perdida, pero que hoy puede dar un giro inesperado. Y mientras la evidencia avanza, del escarnio a la reivindicación, una pregunta persiste en el aire: cuando la verdad finalmente se imponga, ¿quién responderá por los médicos que fuimos castigados por decirla demasiado pronto?  

I. El silencio implacable y el grito de los expedientados 

En noviembre de 2021, cuando la narrativa oficial de la pandemia se reforzaba con amenazas de sanciones y censura, me atreví a hablar. “Se dan múltiples fenómenos trombóticos”, afirmé, levantando una tormenta de reacciones inmediatas. Poco después, el Colegio de Médicos abrió un expediente sancionador en mi contra, advirtiendo que mis declaraciones ponían en peligro la estrategia sanitaria.  

Lo que entonces era una afirmación condenada al ostracismo, hoy encuentra un inesperado aliado en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE). La sentencia C-586/23 publicada el 30 de enero de 2025, que desestimó el recurso de Giovanni Frajese contra la comercialización de las vacunas covid, se ha convertido en una paradoja legal: por un lado, parece validar la posición oficial de la EMA, pero también proporciona un arsenal argumentativo para aquellos que fuimos perseguidos por negarnos a recomendar la vacunación generalizada indiscriminada.  

II. La Sentencia que cambia el tablero 

El fallo del TJUE, aunque desfavorable para Frajese, contiene afirmaciones que socavan las bases de las sanciones impuestas a médicos críticos. En un giro inesperado, la propia justicia europea reconoce que las autorizaciones de comercialización de las vacunas no imponen ninguna obligación directa sobre los médicos. Así lo deja claro el Tribunal: “Las decisiones impugnadas no crean ninguna obligación para los médicos de prescribir y administrar estas vacunas a sus pacientes”

¿Cómo justificar, entonces, los expedientes sancionadores contra quienes optamos por la prudencia? Si la propia justicia europea deja en claro que no existía una imposición legal para recomendar la vacunación, el Colegio de Médicos no tenía base para sancionarme, ni tampoco a los integrantes de Médicos por la Verdad. La premisa sobre la que se edificó la persecución se tambalea: si no hubo obligación, no pudo haber incumplimiento. 

III. La prudencia no es herejía 

El Juramento Hipocrático y el principio de precaución 

Desde Hipócrates, el médico tiene un mandato ineludible: «Primero, no hacer daño» (“Primum Non Nocere”). Este principio fundamental exige que, ante la incertidumbre, el médico opte por la prudencia y el análisis detallado.

Cuando las vacunas de ARNm contra la COVID-19 fueron autorizadas bajo condiciones excepcionales, la comunidad científica se enfrentaba a una paradoja: una solución de la que no se disponía de datos suficientes sobre sus posibles efectos a medio y largo plazo.  

Las vacunas contaban con la aprobación de la EMA, dice el tribunal, pero este razonamiento ignora la realidad de cómo se impuso la vacunación en la práctica. A pesar de la ausencia de una obligación formal, la presión mediática, institucional y social generó un clima en el que disentir se convirtió en un acto de rebeldía con consecuencias profesionales y personales. 

El razonamiento del tribunal ignora la posición única del médico en la cadena de decisiones sanitarias: por un lado, no somos los responsables de autorizar fármacos, pero sí son quienes las prescriben (que no ha sido mi caso) y deben responder por sus efectos ante sus pacientes.  

El TJUE afirma: “Los médicos no estaban obligados a vacunar”; En la práctica, la presión institucional y la amenaza de sanciones transformaron la recomendación en un mandato de facto. Muchos profesionales fuimos suspendidos o apartados de sus funciones por manifestar dudas sobre la seguridad de las vacunas. 

“Las vacunas fueron autorizadas por la EMA y, por tanto, seguras”; La autorización de emergencia implica que los datos sobre efectos a medio y largo plazo aún no estaban disponibles en el momento de su implementación masiva. Un médico que advierte sobre esto no está desinformando, sino aplicando el principio de precaución. 

En mi expediente también me acusaba de afirmar que “La vacunación contra la COVID-19 produce miocarditis frecuente”, y uno de los cargos contra mí era según ellos que lo hiciera «sin demostración científica». Sin embargo, el TJUE aclara en su fallo que “ninguna disposición de las decisiones impugnadas y de sus anexos confiere a los médicos dispuestos a administrar las vacunas en cuestión la responsabilidad, o incluso la obligación de realizar una verificación de su seguridad y eficacia”. En otras palabras, el propio tribunal reconoce que la seguridad de las vacunas no era un dogma incuestionable, sino un proceso de evaluación en constante desarrollo. Sin embargo, fui acusada de “desinformar” porque hablé de trombosis y miocarditis. Fui perseguida. Hoy, la ciencia me respalda incluso en los prospectos de las llamadas «vacunas» covid constan expresamente estos efectos adversos. 

Lo que dijeron que era “bulo” ahora es ciencia: La miocarditis posvacunal está reconocida. 

Si el TJUE admite que los médicos no teníamos obligación de validar la seguridad absoluta de las vacunas; Por lo tanto, tenía derecho a expresar mis dudas, y mi postura se alineaba con el principio básico de la medicina: actuar con precaución ante la incertidumbre. Y la incertidumbre existía. 

IV. La tormenta no ha terminado 

Pese a lo que ha dictaminado el TJUE, las sanciones contra algunos Médicos por la Verdad críticos no han sido revocadas. La sentencia, aunque poderosa, necesita ser utilizada como un revulsivo legal. Ahora es el momento de que los expedientados lleven estos argumentos ante los tribunales nacionales, exigiendo la anulación de las sanciones impuestas.

Pero, ¿qué harán los colegios de médicos ante esta nueva situación? ¿Admitirán que castigaron injustamente a médicos profesionales por ejercer su derecho a la duda? ¿O doblarán la apuesta en un intento de justificar lo injustificable? La historia no ha terminado, pero una cosa es segura: la justicia ha hablado, y su eco repercute con fuerza en defensa de aquellos que nunca debimos ser silenciados.

Este artículo es una llamada a la acción para que la verdad no sea enterrada bajo expedientes disciplinarios. Yo misma y los Médicos por la Verdad enfrentamos la tormenta en solitario, pero ahora contamos con un nuevo partidario: la jurisprudencia europea. La pregunta ya no es si se hizo justicia, sino cómo se utilizará esta sentencia para restablecer el honor de aquellos que os negamos a traicionar nuestra libertad de conciencia. Y esa respuesta, como siempre, dependerá del coraje de quienes se atrevan a desafiar el relato oficial.

Este artículo está dedicado al Dr. Ángel Ruiz-Valdepeñas, al Dr. Luis de Benito, al Dr. Juanjo Martínez, al Dr. Koldo Aso, a la Dra. Nadiya Popel, a la Dra. Chinda Brandolino, la Dra. Roxana Bruno, el Doctor Heiko Schöning, el Dr. Mikael Nordfors (RIP), al Dr. Ryan Cole, el Dr. Bodo Schiffman, el Dr. Martin Hadtisch, al Dr. Sammy Javier Mancilla Cabeza (tristemente asesinado a balazos en 2022), Dra. Natalia Prego y a todos los Médicos por la Verdad que en todo el mundo, por no claudicar ante la presión institucional, han sido perseguidos, sancionados o apartados de su vocación; médicos que, al priorizar la ética y el bienestar de sus pacientes, fueron injustamente perseguidos y sancionados.

Que su ejemplo inspire a futuras generaciones a valorar la integridad en la práctica médica.

Que la historia haga justicia donde las instituciones han fallado.

https://loquepodemoshacer.wordpress.com/2025/03/13/creando-la-nueva-realidad-197-cuando-la-justicia-habla-la-sentencia-del-tribunal-de-justicia-de-la-union-europea-como-revulsivo-contra-la-persecucion-de-medicos-por-la-verdad-por-la-doctora-nat/  

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