1.12.14

«Creemos morir por la patria, pero morimos por las industrias»

UNA CLASE DE HISTORIA QUE NUNCA NOS ENSEÑARAN EN LAS ESCUELAS

Entrevista al historiador Jacques R. Pauwels

"¿Las causas de la Primera Guerra Mundial? El reparto del mundo y el miedo al movimiento social"

¿Fueron el atentado contra el archiduque de Austria o nobles motivaciones de paz, de democracia y de libertad las causas de la Primera Guerra Mundial? 
Ninguna, responde el escritor e historiador Jacques Pauwels.

Las grandes potencias mundiales deseaban esta guerra desde hacía mucho tiempo para apropiarse de las colonias y para acabar de una vez por todas con las ideas revolucionarias que cada vez avanzaban más a toda Europa.

«En general se suele explicar la Gran Guerra como un trueno en medio de un cielo azul. Se supone que nadie lo ha visto venir ni nadie lo ha deseado. [...] En realidad, hacía veinte años que se acumulaban las nubes de la guerra. Era necesaria una guerra. Y las elites políticas de Europa la deseaban ya que consideraban que una guerra iba a suponer cosas fantásticas para ellas [...].»

Hace años que Jacques Pauwels está totalmente enfrascado en la historia de las revoluciones y de las guerras. Ya ha publicado varias obras al respecto.
La editorial EPO acaba de publicar, en neerlandés, su obra:
De Groote Klassenoorlog.1914-1918 
“1914-1918, la Gran Guerra de las clases”
que el 20 de septiembre publicará en francés la Editorial Aden y por lo tanto se venderá en la ManiFiesta*, una obra imprescindible sobre la Primer Guerra Mundial.  

Considera que hubo dos causas principales de esta guerra, por una parte el imperialismo y, por otra, el miedo a la revolución.

«Las grandes potencias industriales, los grandes bancos y las grandes empresas querían nuevas colonias (o semicolonias sobre las que ejercería un control indirecto) debido a sus materias primas, su mano de obra barata y sus posibilidades de inversión. Es indudable que una de las principales razones de la guerra reside en ello». Veamos la explicación. 

Volvamos a principios del siglo XX. ¿Acaso no se había repartido ya el mundo? 

No del todo. China, por ejemplo, un inmenso país débil con un enorme mercado de salidas, seguía estando totalmente abierto.

Además, no todos los países estaban satisfechos con su parte. En el aspecto de las colonias Alemania era el pariente pobre. Pensaba poder fagocitar Bélgica. Además, Gran Bretaña estaba dispuesta a firmar un acuerdo al respecto. No había que llegar necesariamente a una guerra. La competencia entre los países imperialistas también se podía resolver por medio de acuerdos mutuos. Entre la elite inglesa había un grupo bastante importante que hubiera preferido colaborar con Alemania en vez de con Francia. Estas personas estaban dispuestas a ceder el Congo belga a Alemania para satisfacer a este país.

Por lo tanto, es normal que Bélgica se implicara en esta guerra puesto que Bélgica también era un país imperialista.

Usted también habla de imperialismo social...

En efecto. Adquiriendo las colonias los países se podían desembarazar de sus ciudadanos «molestos»: las clases inferiores, que para la elite estaban superpobladas.

Se podían desembarazar de las personas demasiado pobres enviándolas a las colonias. El imperialismo era, por lo tanto, una manera de resolver los problemas sociales. Los pobres podían hacer carrera en las colonias. De este modo se convertían en patriotas en vez de seguir siendo unos pelmas. Dejándoles intervenir de manera agresiva en las colonias ya no planteaban el menor problema en la metrópoli.

Por ejemplo, había muchos hijos de agricultores sin trabajo debido a que la agricultura se estaba volviendo demasiado productiva. Se podía enviar a estos chavales al Congo como misioneros. Se envió allí a una veintena de misioneros de cada poblacho agrícola flamenco, se les puso un uniforme y a partir de entonces pudieron jugar a ser patrones en el país de los negros.

Usted afirma que el reto eran las colonias. En ese caso, ¿por qué no llevaron a cabo la lucha en las colonias? 

Todo esto acabó en una guerra mundial porque se trataba de posesiones imperialistas, pero esta guerra se desarrolló en Europa porque los países imperialistas estaban principalmente en Europa, con dos excepciones: Estados Unidos y Japón, que se pudieron permitir no intervenir directamente. Otros países, como Italia y Bulgaria, esperaron un poco pero finalmente entraron en guerra cuando comprendieron que había algo que ganar en la aventura.


Mapa de las posesiones coloniales al principio de la guerra -  Las causas de la Primera Guerra Mundial fueron el reparto de los nuevos mercados que ofrecía China, el reparto del petróleo de Mesopotamia, la lucha entre las grandes potencias imperialistas por las colonias. http://etudescoloniales.canalblog.com

¿No hubiera sido mejor permanecer neutrales en el caso de los países que no estaban concernidos directamente? 

Confinarse en la neutralidad tampoco dejaba de ser peligroso. ¿Por qué entró en guerra Estados Unidos? No para salvar la democracia o algo por el estilo, eso es una tontería. Al ser un país imperialista, estaba al acecho de una ocasión para extenderse y China se encontraba en la lista de sus pretensiones. No es que quisieran conquistar China, sino que querían penetrar en ella en el plan económico: ahí había mercado para sus productos, posibilidades de inversión, contratos interesantes en la construcción del ferrocarril, etc.

Pero otros países también miraban de reojo a China, como Japón, por ejemplo. Alemania y Francia ya tenían concesiones ahí, unas minicolonias. Japón, el gran competidor de Estados Unidos, declaró la guerra a Alemania con un pretexto y lo que hizo inmediatamente fue conquistar en China este trozo que era de Alemania. Esto no le gustó a los estadounidenses. Estados Unidos tenía que intervenir, de lo contrario se iba a encontrar con las manos vacías al final de la guerra.

Era como una lotería, quien no jugaba no podía ganar. En febrero de 1917, en Francia, el presidente del Consejo (jefe del gobierno de entonces, NDLR) había declarado que solo los países implicados en la guerra tendrían algo que decir en el reparto del mundo posterior a la guerra. En mi opinión, hay una relación entre esta declaración y el hecho de que en abril de ese mismo año Estados Unidos declarara la guerra a Alemania. Los ganadores de la guerra tenían la intención de recompensarse a sí mismos, los perdedores iban a perder, pero los neutrales no recibirían nada e incluso lo contrario, ya que quienes permanecieran neutrales podían ser sancionados porque no estaban en el campo de los vencedores.

¿Cómo es eso?

Tomemos el ejemplo de Portugal. En 1916 también los portugueses declararon la guerra a Alemania, no porque creyeran tener que estar ahí cuando se repartieran los premios, sino porque consideraron que iba a tener que pagar el precio de su neutralidad si no entraban en guerra. Sabían que ya antes de la guerra los británicos habían propuesto a Alemania las colonias portuguesas. Por consiguiente, los portugueses se dijeron que iban a perder sus colonias si permanecían neutrales. Así pues, los portugueses tenían mucho miedo de perderlo todo si permanecían neutrales. Y, ¿qué hizo Portugal? Declaró la guerra a Alemania, para gran desilusión de los británicos. ¿Tenía Portugal algo contra Alemania? No, nada en absoluto, pero por esas razones imperialistas no se podía permitir confinarse en su neutralidad.

Siempre se ha dicho que los británicos entraron en guerra porque los alemanes habían violado la soberanía belga, pero sin duda esa no fue la verdadera razón.

No, simplemente necesitaban una excusa, ya que de todos modos Gran Bretaña deseaba la guerra con Alemania. Ya había llegado en secreto a un acuerdo con Francia que obligaba al ejército británico a acudir en ayuda de los franceses.

¿Por qué llegaron los británicos a este acuerdo con los franceses? Porque querían la guerra con Alemania y sabían que Alemania siempre había sido enemigo de Francia. Los británicos y los franceses nunca habían sido amigos, pero se convirtieron en amigos porque tenían un enemigo común.

¿Por qué quería Gran Bretaña la guerra con Alemania?

La potencia política y económica de Gran Bretaña se basaba en el control de los siete mares: “Gran Bretaña gobierna los mares” . La flota británica tenía que seguir siendo tan importante como el conjunto de las demás para poder dominar a cualquiera. Pero a finales del Siglo XIX y principios del XX los alemanes también empezaron a construir barcos. Se trataba de barcos modernos que no navegaban gracias al carbón, sino al petróleo. Gran Bretaña tenía carbón, pero carecía de petróleo, por lo tanto tenía que comprar el petróleo a Estados Unidos, a la Standard Oil. Pero como era una gran potencia, a Gran Bretaña no le gustaba depender de Estados Unidos, ya que eran grandes rivales, incluso enemigos.

Gran Bretaña quería una fuente independiente de petróleo, así que se puso a buscar. Primero por Persia, el actual, Irán, donde los británicos habían llegado a un acuerdo con los rusos para repartirse el petróleo. Inmediatamente después se descubrió gran cantidad de petróleo en Mesopotamia, el actual Iraq, que formaba parte del Imperio Otomano, en aquel momento “el hombre enfermo de Europa”**. Ya antes de la guerra los británicos habían arramblado con una parte de este país y lo habían denominado Kuwait. Los británicos instalaron ahí, en el trono, a un emir, que era su amigo. No un demócrata, sino alguien bien dispuesto a hacer el juego.

Un poco después también se encontró petróleo en la ciudad de Mosul y Mesopotamia se convirtió claramente en el objeto del deseo de los británicos. Pero pertenecía a los otomanos y Mosul se encontraba más lejos, en el interior, y era difícil apropiarse de ella. Pero, ¿qué descubrieron entonces los británicos? Que el Imperio Otomano y Alemania tenían un proyecto común de construcción de un ferrocarril que uniera Bagdad y Berlín. Los alemanes tenían intención de llevar este petróleo de Mesopotamia a su propia marina de guerra. Y los británicos debían impedirlo costara lo que costara. ¿Cómo? Por medio de la guerra. Cuando estalló la guerra, el ejercito anglo-indio, que ya se encontraba en los alrededores, desembarcó inmediatamente en Mesopotamia.

El ejército británico en Europa era demasiado débil para luchar contra el ejército alemán. Por lo tanto, necesitaba aliados. Francia y Rusia, que también eran enemigos de Alemania, tenían ejércitos enormes. Y así fue como se llegó a un acuerdo militar con Francia.

¿Quiere usted decir que en realidad no faltaba más que una ocasión de entrar en guerra con Alemania?

¡Exacto! Y a los británicos les sirvió que Alemania invadiera Bélgica. Pretendieron que la violación de la neutralidad de Bélgica era un gran problema. Sin embargo, cuando los japoneses atacaron la concesión alemana en China, los británicos acudieron a ayudar a los japoneses sin preguntar, además, a China si podían atravesar el país. Aquello también era una violación. Los propios británicos lo habían hecho en China lo que los alemanes hicieron en Bélgica. La idea de que los británicos entraron en guerra para proteger a Bélgica era una enorme ficción, era una excusa.

En su libro demuestra que además del reparto del mundo, había una segunda razón para la guerra: era una ocasión de frenar el movimiento social. 

En efecto. El imperialismo es un sistema que funciona a beneficio de los grandes actores del sistema capitalista: los bancos y las grandes empresas, que necesitan materias primas y que en el plano internacional están activos en el sector minero, en la construcción de ferrocarriles, etc. Estas personas tenían problemas con sus trabajadores.

Estos trabajadores empezaron a reclamar mejores condiciones de trabajo, crearon sindicatos, tenían sus propios partidos querían salarios más altos, más democracia, derecho a voto, etc. Para los capitalistas este movimiento social era una espina en el pie. Además, los partidos socialistas cada vez obtenían más votos. «¿Cuándo parará esto?», pensaba la elite, que a todas luces tenía miedo de una revolución.

Pero aunque esto no acabara en una revolución, aunque los socialistas simplemente tuvieran que ganar las elecciones (y estaban cerca de ello), la elite temía que todo cambiara. Había que poner fin a todo eso, hacer retroceder esta democratización.

¿Qué se podía hacer en contra de esto? En primer lugar, se deportó a las colonias a los elementos más molestos. Este imperialismo social resolvió ya una parte del problema. El británico Cecil Rhodes afirmó que el imperialismo era necesario para evitar una guerra civil.

Pero no se podía deportar a todo el mundo. Hacia el década de 1900 cundía entre la elite un «miedo a la masa», la masa peligrosa que conocía un ascenso irresistible. La guerra era una solución para encauzar este problema. La elite quería volver a los tiempos de los señores que mandaban y de los esclavos que obedecían incondicionalmente. El objetivo era aniquilar las ideas revolucionarias, la vuelta atrás. Es precisamente el tipo de situación que se tiene en el ejército: nada de discusiones, nada de democracia y un bonito uniforme para todo el mundo. Se quería militarizar a la sociedad. Por consiguiente, se necesitaba una guerra y cuanto antes mejor.

¿Había prisa? 

En aquel momento todas las partes pensaban que no podían perder. Los franceses, los británicos y los rusos tenían una alianza, la Triple Entente. Creían que juntos eran invencibles. Los alemanes tenían Austria-Hungría de su parte, sus generales geniales y una industria enorme detrás que podía fabricar los mejores cañones.

Además, si esperaban demasiado pudiera ser que los socialistas ganaran las elecciones y entonces la elite temía la revolución. Los británicos y los franceses, por ejemplo, no podían esperar demasiado tiempo, porque temían que estallara la revolución en Rusia. En ese caso, habrían perdido a este aliado y sin lugar a dudas ya no podrían resultar victoriosos.

En un momento dado ya no se pudo esperar más. El atentado en Sarajevo no fue la razón de la guerra sino el pretexto para lanzarse por fin a ella, de la misma manera que la violación de la neutralidad belga no había sido una razón para emprender la guerra contra Alemania. Necesitaban un pretexto.

La guerra tenía unas causas geoestratégicas y servía a unos intereses nacionales. Pero, es cruel enviar a la muerte a millones de personas por esas razones, ¿no?

Sí, es cínico y particularmente cruel. Pero a principios del siglo XIX lo que prevalecía era el pensamiento social darwiniano. La elite consideraba que se encontraba en lo más alto de la escala social y que estaba compuesta por los mejores. Racionalizaban toda esta violencia y todos estos muertos: había demasiadas personas y una guerra llegaba en el momento oportuno para hacer un poco de limpieza, para aligerar un poco las clases inferiores

Es un error pensar que estos generales fueran unos sádicos. Eran personas muy normales que aplicaban lo que entonces era una idea común, es decir, que había una jerarquía entre las personas y que ellos estaban en lo más alto y quienes estaban en lo más bajo eran molestos y peligrosos, además de demasiado numerosos. La elite consideraba que tenía derecho a controlar a los demás. ¡Eso también valía para la elite belga! Porque no hay que olvidar que lo que los belgas hicieron en el Congo es mucho más grave que lo que los alemanes hicieron en Bélgica. Pero la Bélgica mártir es un hermoso tema para nuestros manuales de historia…

Cuando se ven las cosas desde este punto de vista se comprende por qué estos generales enviaban a cientos de miles de hombres a la muerte. No porque fueran crueles, sino porque estaban convencidos de hacer lo correcto.

El escritor francés Anatole France dijo entonces: «Creemos morir por la patria, pero morimos por las industrias». 

Se convenció a la gente que era noble morir por la patria: lo decía el cura y lo decía el burgomaestre, y la gente se lo tragaba.

El cura y el burgomaestre no eran los únicos en decirlo. Los partidos socialistas también lo dijeron justo antes de la guerra. 

En efecto, esa es la razón por la que tantos hombres partieron a la guerra con tanto entusiasmo, porque los socialistas también lo decían, salvo en algunos países como Italia. De hecho, esta es la razón por la que los italianos fueron menos entusiastas de la guerra.

¿Por qué cambiaron de opinión los socialistas? 

Hasta 1914 la mayoría de los socialistas todavía eran revolucionarios en teoría, pero ya no en la práctica. Habían trabajado en el seno del sistema por unas mejoras y unas reformas: tenían un poco más de democracia, se había ampliado el derecho a voto, la semana laboral era más corta, etc. Progresivamente los socialistas consideraron que las cosas empezaba a ir mejor. Con los beneficios del colonialismo (hacer trabajar a los negros) se podía pagar un poco mejor a los trabajadores de aquí. Por lo tanto, muchos socialistas lo consideraban una ventaja. Así fue como nació lo que Lenin denomina la aristocracia obrera. Para los simples trabajadores las cosas iban mejor. «¿Sigue siendo necesario hacer la revolución?», pensaban muchos socialistas. «Las cosas van bastante bien así, ¿no?».

Los dirigentes socialistas se volvieron cada vez más burgueses, formaban parte del sistema. El 21 de julio, [fiesta nacional belga] podían ir a estrechar manos a palacio...

Pero, ¡cuidado, no todos eran así! En Alemania había socialdemócratas que seguían siendo furibundamente hostiles a la guerra, lo mismo que Lenin en Rusia. Pero la mayoría se había aburguesado bastante. El sociólogo alemán Robert Michels ha estudiado el SPD alemán a partir de principios del siglo XIX. Su conclusión es que en el seno del partido obrero alemán se había desarrollado una jerarquía burguesa. Al largo plazo la dirección del partido tendría demasiado que perder con una revolución. No querían perder las cosas buenas que habían obtenido. Finalmente se pusieron de parte de la guerra.

Justo antes de la guerra los socialistas alemanes se habían reunido con el socialista francés Jean Jaurès***, entre otras personas, para pronunciarse en contra de la guerra, pero al día siguiente, finalmente aprobaron los créditos de guerra.

En las conmemoraciones de la Primera Guerra Mundial no se menciona lo que usted afirma del imperialismo y del temor a la revolución, por no decir que no se menciona en absoluto. ¿No es extraño? 

¡Pues sí! ¿Por qué no me han llamado todavía los periódicos De Standaard y De Morgen para hacer una entrevista? Tienen otras cosas que contar a la gente, a saber, que fue una guerra por la libertad, el derecho y la democracia. ¿Quién querría escuchar hoy que los estadounidenses entraron en guerra por objetivos imperialistas? ¿Quién no preferiría con mucho saber que fue para defender la democracia? Eso es lo que se dice todavía hoy.

Mi relato no pega en el marco actual. Mi mirada sobre la historia va contracorriente. Sin embargo, las personas que leen mi libro consideran que es una manera de comprender la historia. Si uno examina la historia de esta manera, se empieza a plantear preguntas sobre las guerras de hoy, a decirse que nuestros dirigentes nos suelen contar mentiras e incluso que dicen lo contrario de lo que piensan. Se llama contrarrevolución a la revolución, defensa al ataque. Vivimos tiempos orwellianos.

Para comprender la Primera Guerra Mundial hay que comprender el siglo XIX. La Primera Guerra Mundial es hija del siglo XIX. El siglo XIX es hijo de la Revolución Francesa y la Primera Guerra Mundial es la madre del siglo XX.

Y esta guerra mundial desencadenó una revolución que a su vez desencadenó una revolución mundial porque explicó cómo a través de la Revolución Rusa la guerra también tuvo influencia en China, en India y más lejos.

Últimamente he estado en el extremo sur de Chile, en Patagonia. En 1918 estallaron allí huelgas y revueltas, una minirrevolución que a todas luces estaba inspirada en la Revolución Bolchevique. Se aplastó aquella revolución, pero se hicieron concesiones para reducir su influencia. Chile fue el primer país con un Estado de bienestar y la razón fue esa, pero este tipo de cosas no se leen en ninguna parte.

Aquí, con ocasión de las conmemoraciones solo se nos habla de Westhoek, del Yser y de Ypres , y después también un poco de lo que pasó al otro lado de la frontera, en Verdun y en la Somme. Y, sin embargo, ¡fue una guerra mundial!

Notas de la traductora:

* ManiFiesta es la fiesta de la solidaridad que celebra cada año en Bélgica en semanario Solidarité.

** En palabras del zar ruso Nicolás I en 1853 durante una conversación con el embajador británico.

*** Recordemos que Jean Jaurès fue asesinado por un fanático nacionalista tres días después del estallido de la guerra precisamente por su postura en contra de ella.

Jacques R. Pauwels es escritor. Nació y creció en Bélgica, aunque reside en Canadá desde 1969. Es autor de El mito de la guerra buena: EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial, Hondarribia, Hiru, 2002. Su último libro es De Groote Klassenoorlog. 1914-1918, Editions EPO, 2014. En venta por internet en la página web PTB-shop (solo en neerlandés). El 20 de septiembre de 2014 se publicó en francés, Éditions Aden.

Fuente: http://www.solidaire.org/index.php?id=1340&type=98&tx_ttnews[tt_news]=38812&cHash=adb9dce2a3e925c554b941adcc46adb2



PERO, ¿QUIÉN DIABLOS GANÓ LA II GUERRA MUNDIAL?
Michel Collon. Canarias-Semanal

«Sí, ¡ pero los estadounidenses nos liberaron en el 45 !»
¡Cuántas veces he tenido que oír decir eso! En la escuela.
Pero también en los debates sobre las guerras actuales de Estados Unidos.

La del 39-45, ¿la única "buena" guerra de los EE.UU.? Puede que haya que matizar. Algunos hechos inquietantes han sido documentados en un excelente libro del historiador Jacques Pauwels (1). Sus documentos irrefutables demuestran que gran parte de las empresas de Estados Unidos colaboraron directamente con Hitler, y no sólo al comienzo de la guerra :  Du Pont, Union Carbide, Westinghouse, General Electric, Goodrich , Singer, Kodak, ITT, JP Morgan, IBM, ITT, Coca Cola, FORD, OPEL, General motors y otras muchas respetadas por los nazis y que obtuvieron enormes ganancias; ...

Peor aún. La gran novedad estratégica de Hitler fue la "Blitzkrieg", la guerra relámpago: dirigir muy rápidamente sus tropas hacia el corazón del enemigo. Para ello, dos condiciones esenciales: camiones y gasolina. Como Alemania no tenía ninguno de los dos, fue la compañía Esso la que aprovisionó la gasolina, mientras que los camiones provenían de las fábricas alemanas de Ford y General Motors.

"Que esta guerra dure el mayor tiempo posible"

Pauwels muestra que:

1 . Una gran parte de la patronal de Estados Unidos era pro-Hitler en los años 30 y 40.

2 . Eso cambió sólo cuando las ventas de las empresas estadounidenses fueron puestas en peligro por la agresividad comercial de Alemania en América Latina y en otros lugares. Y las ocupaciones japonesas confiscaban todo el comercio de Asia.

De hecho, los Estados Unidos jugaron a una doble carta. Deseaban que la guerra durase mucho tiempo. ¿ Por qué ?

Por un lado, las enormes ganancias que sus empresas hacían en Alemania estaban aumentando. Por otro lado, se enriquecían por los préstamos a Gran Bretaña, que soportaba todo el peso financiero de la guerra. Por cierto, Washington también ponía como condición que Londres abandonase sus colonias después de la guerra. Así se hizo. Los Estados Unidos se las arreglaron para aprovecharse de la Segunda Guerra Mundial, debilitando a sus rivales y convirtiéndose en la única superpotencia capitalista.

Henry Ford: "Ni los Aliados, ni el Eje deberían ganar la guerra. Los EE.UU. deberían proporcionar a ambas partes los medios para seguir luchando hasta que ambos se desmoronen."

El futuro presidente Harry Truman, 1941: " Si Alemania gana, debemos ayudar a Rusia y si Rusia gana, debemos ayudar a Alemania, para que muera el máximo de cada lado."

Ese juego cínico sólo terminó cuando la Unión Soviética derrotó a Hitler. Sólo entonces, los Estados Unidos se apresuraron a salvar sus intereses en Europa.

El pasado 6 de junio, se pretendió que la guerra había sido ganada en Normandía y no en Stalingrado. No se dirá que Hitler perdió el 90 % de sus soldados en el Este. Que por un soldado de EE.UU. muerto, hubieron 53 soviéticos. Los libros de texto a veces son raros, ¿no?

Eso es todo. Siento mucho, lectores, haberos arrebatado una de vuestras últimas ilusiones. Este mes podréis reflexionar sobre todo ello. Este Junio se cumplió el X aniversario del desembarco en Normandía. Allí acudió George Bush, cuyo abuelo financió a Hitler.

¿En qué clase de mundo vivimos, verdad?

En Europa Occidental y en el “mundo occidental, en general, es decir, no sólo en países como Francia, Alemania y Gran Bretaña, sino también en los Estados Unidos y Canadá, numerosos historiadores y periodistas llevan décadas estudiando la asignatura pendiente sobre la historia de la Segunda Guerra Mundial. El resultado ha sido: Un enorme, interminable tsunami de artículos, libros y documentales – sin olvidarnos de las producciones de Hollywood, como ‘La lista de Schindler’ y ‘Valkyrie’ – que se inspira en hechos históricos y que el público se los cree. Por lo tanto, podemos aprender lecciones históricas importantes estudiando los hechos.

Ahora bien, aunque desde luego no podemos quejarnos por la gran cantidad de estos « trabajos históricos”, la calidad del guión principal, ó corriente principal, como se dice en Inglés, suele dejar mucho que desear. En primer lugar, el mensaje es casi siempre el mismo: La Segunda Guerra Mundial fue « La guerra de Hitler”. En otras palabras, para los historiadores occidentales se trataba de una deliberada guerra desencadenada por un monstruo, Hitler, quien fue asistido por un puñado de otros « malvados gangsters nazis”, como Goering y Goebbels, que habían seducido al pueblo alemán.

Pero, ¿Cuál es la verdad? ¿Quién fue Hitler? Quien lo ayudó a llegar al poder? ¿Qué intereses representaba? ¿Quién apoyó al fascismo alemán y sus variantes? y ¿Quiénes eran los beneficiarios del régimen nazi en Alemania y en otros países donde los regímenes fascistas tomaron el poder?. Tales preguntas nunca son respondidas en la historiografía de la visión occidental de la Segunda Guerra Mundial. Casi nunca encontramos un análisis serio del fenómeno del fascismo en general y el fascismo alemán en particular, es decir, el llamado  » Nacional Socialismo” ó el llamado simplemente “nazismo”. La razón es que este tipo de análisis pudiera revelar los vínculos entre el fascismo y el capitalismo, y no sólo en Alemania, si no también en otros países.

Dicho análisis también revelaría cómo los capitalistas alemanes realmente querían una guerra y ayudaron a instalar a Hitler a asaltar el poder, ya que podían contar con él para, primero, rearmar el país, lo que fue para ellos un negocio extremadamente lucrativo, y, luego, comenzar la guerra de conquista y saqueo de sus sueños. Y, obviamente, soñaban principalmente con una guerra contra la Unión Soviética, que era un país no sólo de posibilidades ilimitadas en términos de materias primas necesarias para la industria alemana, sino también la gran fuente de inspiración y aliento para muchos de los enemigos naturales de los capitalistas alemanes, es decir, la izquierda, los comunistas y otros países anticapitalistas.

Veamos el segundo defecto en la historia occidental de la Segunda Guerra Mundial:

Mientras Hitler era el malo, y con razón, los aliados occidentales representaban el bien, el bien absoluto. Los estadounidenses, en particular, quiere hacernos creer que ellos fueron a la guerra sólo por razones altruistas, para defender la justicia, la democracia, la libertad, etc. De hecho, en la Segunda Guerra Mundial los estadounidenses persiguieron sistemáticamente y sin piedad solo a sus propios intereses, especialmente los beneficios económicos, beneficios económicos para sus empresas. Por ejemplo, la esperanza de lograr, y que de hecho obtuvieron los mercados y oportunidades para sus bienes industriales y de materias primas en Europa, Oriente Medio, Extremo Oriente y gran parte del mundo.

Cito rápidamente otra falla importante en la historiografía occidental de la Segunda Guerra Mundial. Casi siempre colocan a los aliados occidentales como los grandes ganadores de la guerra, cuando, en realidad, fue la Unión Soviética la que derrotó a la Alemania nazi.

¿Crees que hay similitudes entre la crisis de los años 30 y la crisis de hoy día?
Hay similitudes importantes, sin duda, entre la « Gran Depresión” como dicen en los Estados Unidos, y la gran e interminable crisis económica que estamos viviendo hoy en día. Por ejemplo, hoy en día, como en los años 30, el gran flagelo es, sin duda, el desempleo. En otras palabras, las principales víctimas de estas crisis eran en los años 30, y también lo son ahora, las clases medias y bajas. Por otra parte, las clases altas, las élites, apenas sufren, o incluso no sufren nada en absoluto, es mas, las empresas aumentan sus ganancias a pesar de las crisis. Ya en los años 30 para mantener altos beneficios hubo que capturar los mercados y fuentes de materias primas, lo que explica las guerras coloniales en Etiopía y China y la represión despiadada de los movimientos de rebelión e independencia en varias colonias de las potencias occidentales.

También hoy ocurre lo mismo, la necesidad de tener en sus manos – o simplemente proteger – los mercados y fuentes de materias primas como el petróleo, nos dice que las operaciones militares, incluyendo las guerras abiertas y encubiertas, es un renacimiento colonial en Irak Afganistán, Libia, Siria, Mali, etc. Pero aquella crisis de los años 30 en última instancia condujo a una guerra general entre las grandes potencias. Es posible que la crisis contemporánea también conduzca a una guerra general entre las grandes potencias, como entre Estados Unidos y China o Rusia.

Pero también hay diferencias entre la crisis de los años 30 y la crisis contemporánea En los años 30 « la Gran Depresión” « Se consideró en general, y con razón, como una crisis, el sistema capitalista internacional tal vez fatal. Sin embargo, había una alternativa socio-económica, un contra sistema – en esa época existía el sistema socialista – lejos de ser perfecto, ¡es cierto! – pero se estaba construyendo una alternativa al capitalismo en la Unión Soviética, un país que no fue afectado por la crisis, un país en el que no existía el desempleo entre las víctimas de la crisis, hubo mucha gente que esperaba, pues, que la terrible crisis económica representaba una oportunidad para seguir el ejemplo soviético y trabajar para la transición hacia un futuro mejor, para un futuro socialista.

Mas, también, por el contrario, el temor a un cambio revolucionario tal, inspirado en el modelo soviético, obligó a las elites políticas y económicas de varios países, como los Estados Unidos Roosevelt a hacer algo para mejorar las vidas de las víctimas de la crisis, por ejemplo, mediante la creación de empleos a través de los grandes proyectos gubernamentales. Hoy en día, al contrario, no existe ninguna alternativa al sistema capitalista, y eso significa que las élites ya no se sienten obligadas a otorgar las más mínimas concesiones a las víctimas de la crisis.

¿Puede explicar por qué las fuerzas que enmarcaban la clase obrera contra el fascismo en las sociedades occidentales hoy en día han perdido su espíritu de lucha? 

Al final de la Segunda Guerra Mundial, un concepto que fue ampliamente aceptado en Europa era que el fascismo, que incluía el fascismo alemán ó nazismo, fueron manifestaciones del capitalismo extremo. La derrota del fascismo fue, por lo tanto, una derrota del capitalismo. Y el triunfo de la lucha contra el fascismo fue una victoria para la lucha contra el capitalismo. La posición era, por tanto, potencialmente revolucionaria en toda Europa, y los países liberados por el Ejército Rojo. Los antifascistas más radicales, a saber, los comunistas, llegaron al poder y se trasladaron al campo de los regímenes socialistas. En los países de Europa Occidental, al contrario, las élites tradicionales fueron capaces de evitar tal escenario. Compraron la lealtad del pueblo, por así decirlo, hacíale sistema capitalista existente y, al mismo tiempo se le restó importancia a la atracción del modelo socialista con la introducción de importantes reformas políticas y sociales.

Así fue que se creó en Gran Bretaña, Alemania, Francia, Bélgica, etc, – pero no en las colonias extranjeras! –

El famoso  » Estado de bienestar” en el que ciudadanos disfrutaron de pleno empleo, salarios relativamente altos, pago de vacaciones, seguro de desempleo, pensiones, etc. El objetivo de esta transformación fue, por supuesto, para evitar reformas más radicales para prevenir el cambio verdaderamente anticapitalista, el cambio revolucionario. Sin embargo, se presentaron estas reformas como una fruta que surgió espontáneamente desde la cornucopia del capitalismo mismo.

El sistema capitalismo despiadado de antes había supuestamente “se había reformado de un día para otro por un sistema para el bien y la felicidad de todos” Por lo tanto, la clase obrera de los paises capitalistas occidentales no tenían necesidad de los partidos socialistas o comunistas o incluso de los sindicatos. Este mito creado por el capitalismo ha sido un gran éxito, y los trabajadores, entre ellos, casi todos los socialistas y e incontables comunistas han terminado creyéndolo, para desarmar y abandonar la lucha de clases.

Pero en 1990, con el colapso del socialismo real en la Unión Soviética y los otros países socialistas se eliminó la competencia Socialista contra el capitalismo. El capitalismo, por lo tanto, dejó de sentir la necesidad de “alentar” a sus trabajadores para mantener su lealtad. Era el fin del capitalismo con « rostro humano » y de las concesiones otorgadas, llegando así a su fin el llamado “Estado de Bienestar”. Y esto ha sido un desastre para la clase obrera que se ha encontrado inerme y desarmada y no era, por lo tanto, capaz de defenderse con eficacia en una lucha de clases que ella creía, ingenuamente, que todo había terminado.

Hoy somos testigos de intervenciones militares en todo el mundo dirigidas por las antiguas potencias coloniales, como la de Francia en el norte de Malí. ¿Estas guerras pueden traer o producir cualquier tipo de estabilidad en el mundo? ¿Podría darnos su opinión al respecto? 

Yo no creo en ninguna de las declaraciones oficiales ofrecidas por nuestros líderes en Washington, París, Bruselas, etc. para explicar y justificar las guerras en Afganistán, Libia, Siria, Mali, etc. En realidad, esto no es para luchar contra el terrorismo o para promover el empoderamiento de la mujer, o es el ejercicio de un propósito humanitario, en absoluto. Son guerras de neo-coloniales en su naturaleza, con el objetivo de mantener o recuperar importantes fuentes de materias primas como el petróleo, el uranio, el cobre, los diamantes, etc, así como encontrar los mercados para los productos industriales incluidas las armas, de las grandes potencias. Estas guerras también se utilizan a menudo para instalar o mantener en el poder a los antiguos regímenes afines a las potencias coloniales, y, a la inversa, para eliminar los regímenes que no están dispuestos a cooperar con Washington, París, Londres, etc.

Finalmente, estas guerras también son útiles en otra perspectiva: Mientras que sus costos son socializados, es decir, son pagados por los contribuyentes en el país que hace la guerra; los beneficios generados por la producción de armas, sofisticadas y costosas, que son enviadas a esas guerras son privatizados, es decir, la ganancia va dirigida a una élite de empresas privadas; estas guerras son en última instancia, para redistribuir la riqueza de una manera perversa, es decir, de pobres a ricos.

Por último, también es dudoso que estas guerras puedan producir cualquier tipo de estabilidad en el mundo. De hecho, es casi seguro que conducen a nuevas formas de inestabilidad a nuevas rivalidades y a nuevos conflictos, tal vez incluso a una nueva guerra general entre las grandes potencias. Después de todo, está claro que las operaciones militares en Libia y Malí, por ejemplo, están también destinadas a prevenir el acceso de China a las materias primas y los mercados de África.

Usted tiene un proyecto de libro que saldrá pronto, ¿puede darnos algunos detalles?

Aden Ediciones Bruselas publicará pronto mi nuevo libro, titulado “La Gran Empresa con Hitler”. Allí explico cómo el “big business” alemán, es decir, la gran industria y las altas finanzas de este país, no sólo contribuyeron decisivamente a la instalación de Hitler en el poder, sino que también eran los mayores beneficiarios de su régimen dictatorial y criminal.

Los grandes capitalistas de Estados Unidos también apoyaron a Hitler en su marcha irresistible al poder y las grandes compañías americanas proporcionaron a Hitler, especialmente a través de sus filiales alemanas, una proporción muy grande de camiones, tanques, aviones, petróleo, aluminio, cobre y caucho que necesitaban para sus su Blitzkrieg, o “Guerras Relámpago”. Incluso, continuaron haciéndolo después de Pearl Harbor y ganaron mucho sobre todo con la contratación de mano de obra de los trabajadores. Casi todas las grandes empresas estadounidenses tenían acuerdos lucrativos con Hitler, por ejemplo, Ford, General Motors, IBM, ITT, Standard Oil (hoy Exxon), Texaco, Coca Cola, Eastman-Kodak – y la fábrica especialista en máquinas de coser (Singer) le produjo a Hitler, en su filial alemana, miles de ametralladoras …!

Mohsen Abdelmoumen y Jocelyne De Ruytter

Breve biografía de Jacques Pauwels:

Jacques R. Pauwels es un historiador, investigador y escritor independiente nacido en Gante, Bélgica, en 1946. En 1969, después de sus estudios de Historia en la Universidad de Gante, emigró a Canada y se estableció cerca de Toronto, Capital de la provincia inglesa de Ontario. Siguió estudios de doctorado en la Universidad de York en Toronto, especializándose en la historia social de la Alemania nazi, y recibió su doctorado en 1976, por tanto, se convierte en profesor de historia en varias universidades de Canadá, como la Universidad de Toronto y otras. En 1984, publicó su primer libro: Mujeres, nazis y Universidades:

Las mujeres en la Alemania nazi Estudiantes Universitarios, 1933-1945, Greenwood Press, Westport, Connecticut, EE.UU.. Recibió su doctorado en Ciencias Políticas, el mismo año en la universidad de Toronto y en 1995 su doctorado en ciencias políticas en la especialidad de Regulación de la Inversión Extranjera en Canadá. Ha publicado libros traducidos a varios idiomas, incluyendo El Mito de la Guerra Buena en los Estados Unidos y la Segunda Guerra Mundial Ediciones Aden, Bruselas, en 2005. En 2011 Un nuevo libro, Los Grandes Negocios con Hitler aparecer en Ediciones Aden a mediados de febrero.

Cuenta con su sitio Web Conferencias y entrevistas en línea en las que ha participado, así como sus múltiples publicaciones http://www.jacquespauwels.net
Publicado en francés aquí (con traducción al Inglés de Oximity): http://mohsenabdelmoumen.wordpress.com/2013/10/19/jacques-pauwels-a-la-nouvelle-republique-il-fallait-conquerir-ou-sauvegarder-des-marches-et-des-sources-de-matieres-premieres-2/

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PEARL HARBOUR : LOS INTERESES ECONOMICOS Y LA MANIPULACION DE LAS EMOCIONES HUMANAS

7 de diciembre, fecha en la que los estadounidenses recuerdan Pearl Harbour. Banderas a media asta, homenaje a los supuestos héroes y exaltaciones patrióticas. Pero, ¿qué encierra Pearl Harbour?, es decir, ¿qué y por qué ocurrió aquel suceso que hoy se rememora?En el año 1941 Estados Unidos se veía en una situación privilegiada y de poderío militar. Los países que tenían colonias en el Pacífico y Asia: Gran Bretaña con la India, Francia con Vietnam o los Países Bajos con Indonesia, por poner solo unos ejemplos de sus dominios, estaban en horas bajas y en una situación crítica por el dominio nazi en Europa. Por otra parte, Estados Unidos (EE.UU.) no había participado en la contienda bélica y se había fortalecido y enriquecido con las ventas realizadas a los países europeos implicados en la disputa. En esta situación vieron que era el momento propicio para intentar empezar a tomar estos dominios, centrándose en Japón, el mayor obstáculo y rival para conseguirlos. En el verano de 1941 la potencia norteamericana y sus aliados británicos, y también holandeses, ya imponían sanciones económicas y un embargo de petróleo a Japón.1

Todas estas circunstancias condujeron a que Japón, con un carácter bélico muy parecido a EE.UU., atacase el 7 de diciembre de 1941 Pearl Harbour, el puerto militar que tenían situado los norteamericanos en su colonia hawaiana. El fin era liberarse de la presión militar estadounidense en el Pacífico e indicar quién era el dueño de ese territorio y mercado. Estados Unidos en realidad había provocado ese ataque, con el propósito de tener una justificación para poder ahora atacar militarmente a Japón y someterlo, ya que este no había cedido ante las presiones diplomáticas y económicas. El ataque japonés no destruyó la gran flota americana, solo pudo producir un leve daño a Estados Unidos; esto fue así porque el gobierno norteamericano ya era conocedor de que esta agresión militar se iba a dar, al descodificar los planes de guerra de Japón.2

El gobierno estadounidense volvió a sacrificar ciudadanos suyos, como ya lo hiciera con el Lusitania en la Primera Guerra Mundial o con el Maine en Cuba, en 1898, con el objetivo de tener un pretexto de cara a su ciudadanía para poder declarar la guerra.

De esta forma y levantando el estandarte de  que  habían atacado a un territorio estadounidense y al propio ejército, aunque Hawai fuese en realidad una colonia a miles de kilómetros tomada por la fuerza, se podía ganar el apoyo de una población reacia a ir a una guerra exterior y de un Congreso no dispuesto tampoco a estas aventuras militares. Por otra parte, esto no implicaba  en absoluto una declaración  de guerra a Alemania, que el mundo de los negocios no deseaba, ya que el pacto entre las potencias del eje era de ayudarse si alguno de ellos era atacado, y este en principio no era el caso, ya que aquí Japón aparecía como agresor. Que Hitler declarase la guerra tres días después de la declaración de guerra de EE.UU. a la potencia nipona, fue algo inesperado; y se debió a una estrategia militar que decidió en ese momento el ejército alemán, con el supuesto objetivo de abrirle dos frentes a  Rusia con la ayuda de Japón.2

El presentar el ataque japonés como un acto despiadado e injusto, de una enorme cobardía contra unos ciudadanos y una nación que no querían la guerra, logró enormes apoyos. Y ya pocos se atrevieron, una vez que los tambores de guerra sonaron, a oponerse a una nación exaltada a través de la prensa, la televisión, el cine y la radio. Los japoneses pronto fueron demonizados para que el público los odiase.

Esto, unido a los ya existentes sentimientos racistas hacia los asiáticos, que ya se habrían expresado con intensidad en la invasión de Filipinas, condujo hacia una ola de odio y desprecio que persiguió incluso a los ciudadanos norteamericanos de origen japonés que vivían en Estados Unidos.3 “El peligro amarillo”, “monos amarillos” y expresiones de similares características se utilizaban para mostrar superioridad y desprecio sobre los japoneses. Los sentimientos racistas llegaron a puntos extremos, considerando a los asiáticos  como a subhumanos y con un cerebro inferior, cuyos ojos rasgados no les permitían siquiera ver bien. Incluso el ataque sobre Pearl Harbour no fue considerado como un signo de inteligencia y de talento militar, sino que se atribuyó su carácter sorpresivo (para el gran público)  a la irracionalidad de los japoneses.4 Vemos, pues, que en este aspecto la Alemania nazi no era tampoco una excepción por sus sentimientos racistas y discriminatorios. Y de hecho Estados Unidos creó campos de concentración para los americanos de procedencia  japonesa, en uno de los episodios de histeria colectiva más oscuros de la historia norteamericana, que ya ha tenido unos cuantos.3
Pronto se desató también una ola patriótica dirigida por el eslogan “Recuerda Pearl Harbour”, que dura hasta nuestros días, y que representa un símbolo que usa el gobierno estadounidense cuando quiere provocar la unión sin fisuras de sus ciudadanos ante alguna campaña militar. El Memorial Arizona USS recuerda en la isla de Oahu, en Hawái, el día del ataque y las bajas norteamericanas; y todavía se rinde honor a ese día en escuelas y centros públicos colocando la bandera a media asta. Se olvida, sin embargo, que Hawái era, y en cierto modo sigue siendo, una colonia estadounidense, y que el ataque no fue tan sorpresivo ni tan a traición como se quiere dar a ver, sino que el mando militar y el gobierno sabían de ese ataque y que lo provocaron en gran medida también por el bloqueo económico, dejando que se produjera para tener la excusa deseada con la que poder declarar la guerra que se buscaba.
Los medios de movilización pública para realizar la exaltación de la justicia de la guerra y  la villanía del enemigo fueron muy amplios: prensa, mítines, pósteres, radio, televisión o cine.
Los pósteres tuvieron una gran influencia, con su poder de persuasión a través de las imágenes, que además eran y son capaces de llegar a una gran parte de la población, ya que no hay prácticamente limitaciones culturales o económicas para tener acceso  y entender su contenido. De ahí su amplio uso.

Cartel solicitando el alistamiento en la Primera Guerra Mundial 5

Cartel de propaganda contra Japón en la Segunda Guerra Mundial  4

En estas dos imágenes, en la de la arriba, de la Primera Guerra Mundial, 5 y en la de la abajo, de la Segunda Guerra Mundial, 4 se muestra un mensaje similar, expresado en el primer póster: “Quedándote en casa tú estás dando tu aprobación a este tipo de cosas”. En el segundo póster este mismo mensaje surge nada más ver la imagen, todavía agravado por su fuerte carácter racista y por lo impúdico y ultrajante que resulta. Se muestra a un soldado japonés, señalado como el enemigo, que seguramente busca representar al general Tojo, con un aspecto simiesco, con su postura encorvada y sus largos brazos hacia el suelo. También se exageran a propósito sus rasgos orientales, tratando de mostrar un ser subhumano y horrible de cara a la visión de los ciudadanos estadounidenses. Al personaje se le acompaña de una acción de destrucción, pillaje, muerte brutal (con seres humanos colgados de una soga e incendios) y de violaciones; donde el soldado lleva raptada a una mujer blanca, desnuda y colgada sobre sí en una postura completamente indecorosa. La figura de la mujer en esas condiciones y en esa situación tiene un efecto demoledor sobre el espectador que contempla dicha imagen, supone una afrenta inevitable que envía un mensaje camuflado pero directo de socorro, ultraje, compasión, venganza y justicia. ¿Quién puede quedarse en casa sin hacer nada mientras ocurren estos horribles crímenes? El poder de las imágenes era y es enorme, apelando a los sentimientos emocionales, que creaban y crean un sentimiento de  deber, de justicia, de venganza: de cumplir con ese deber de justicia hacia los compatriotas asesinados o mancillados y de venganza hacia el monstruoso enemigo.
Algo que se olvida habitualmente es que el contrario, al que se trata de combatir, también crea de cara a su público o nación un apoyo hacia su causa o hacia sus actuaciones similar a lo que se hace aquí. Los japoneses tenían también una sofisticada capacidad propagandística, incluso sus filmes resaltaban sobre todo el aspecto humano de los protagonistas, sus debilidades y fortalezas, para ganar la empatía de los espectadores. Así como la propaganda de guerra de Estados Unidos iba dirigida fundamentalmente hacia su propio país, la japonesa no solo iba destinada a Japón, sino también a otros países asiáticos.4
En la justificación de esa invasión del Pacífico y Asia para obtener fines comerciales, se alcanzó el punto más álgido cuando se procedió a apoyar, no condenar y decididamente también justificar el lanzamiento de bombas atómicas sobre ciudades con miles de civiles. Hoy en día tales actos abominables, entre los mayores crímenes contra la humanidad perpetrados en la historia, se siguen apoyando, se siguen justificando de algún modo o, al menos, no se condenan como un crimen de guerra, incluso como un genocidio, dado su carácter destructor y aniquilador. Y esta falta de condena y de arrepentimiento sincero se ve tanto en el propio gobierno estadounidense como  en el mundo de las grandes corporaciones y de los medios de comunicación corporativos, que han transmitido este pensamiento a las escuelas y a la enseñanza de la historia. Estados Unidos tiene hasta hoy el triste récord de haber sido el único país en el mundo en usar armas nucleares contra civiles en una guerra.
De Mikel Itulain. Justificando la guerra.
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Para ver la actuación del poder estadounidense en el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki:
Para ver la actuación de Hollywood respecto a Pearl Harbour:
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Notas:
1. Jacques Pauwels. El mito de la Guerra Buena. Hiru, 2002.
2.  Jacques Pauwels. 
Fall 1941. Pearl Harbor and the wars of Corporate America.Global Research. 11.12.2011.
3. Mikel Itulain. Estados Unidos y el respeto a otras culturas y países. Estados Unidos y la Segunda Guerra Mundial. Libertarias, 2012.
4. Anthony V. Navarro. A critical comparison between Japanese and American propaganda during World War II.  https://www.msu.edu/~navarro6/srop.html.
5. 
Wartime propaganda. World War I. The war to end all wars.http://www.100megspop3.com/bark/Propaganda.html

FUENTE

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