4.12.14

Un silencio vital, que te dará esa salud que te quitan las prisas y el estrés.

LA LEY DEL SILENCIO

La ley del silencio, esto que pareciera el titulo de una vieja peli de Gángsters, el nombre de un grupo pop ochentero o que recuerda a la Omertá mafiosa, para mi tiene un significado distinto y una connotación mas profunda. Muchos estamos habituados a oír las virtudes de la meditación, de cómo se llega a estados de una profundidad existencial y se obtiene la conexión con la fuente. Parece una asignatura obligatoria, en la que muchos cateamos y tenemos que dejarlo todo para la revalida en septiembre. No niego que la meditación tenga unas virtudes que la hagan esencial para llegar a la comprensión del Yo, pero esto requiere de una ambientación adecuada, un espacio adecuado y sobre todo, tiempo. Para aquellos que dispongan de un lugar de retiro donde poder abstraer la mente y silenciarla de todo ese ruido blanco que habitualmente la puebla, y tenga tiempo disponible, adelante, pero para aquellos que es difícil hacerse con esta disciplina, que no encuentran hueco en su día, que tienen trabajo, hijos o lo que es peor, vecinos, lo tienen mas complicado.

La mayoría de nosotros vivimos en núcleos urbanos, donde hay multitud de  distracciones y situaciones de escaso silencio, tráfico y claxons, aviones, perros que ladran, vecinos que ponen la música alta o abusan de la taladradora. Meditar en estas condiciones, supone una prueba que ni el mismísimo Buda podría superar, para obtener buenos resultados, no es tan importante aguantar la postura del loto, como encontrar un espacio de silencio, pues sin silencio, no solo tendrás que luchar con tu mente, sino con el ambiente. Según el diccionario, meditar es reflexionar y esto es algo que solemos hacer mas bien poco. Nuestra mente viaja rápido, se anticipa, está en todo, crea mucho ruido, da muchas vueltas y cuando consigues dominarla, te traiciona trayéndote a la cabeza, la cancioncilla de moda que tanto ponen en la radio. El estrés, el estar constantemente pensando en lo que vas a hacer mañana, lo que tienes que hacer mas tarde, lo que dejaste ayer por hacer, tareas y mas tareas, siempre estás ocupado y cuando logras tiempo para ti, te encuentras con una pila de libros por leer, otra de películas por ver y además un ratito para el Facebook.


Cuando te quieres dar cuenta ese rato de descanso mental, ese rato que dedicarte a ti, se esfumó y no lo empleaste para nada de provecho, es tiempo perdido o mal empleado. Vivimos dejando para mañana lo que debimos hacer ayer, y al final te debes tiempo a ti mismo, tiempo que jamás recuperas, tiempo que jamás llegaste a tener realmente. Por eso en un estado así, con una vida caótica y vertiginosa, ponerse a hacer la meditación es casi una utopía, pero no todo está perdido, no nos vamos a quedar fuera de esa introspección, solo por el mero hecho de tener obligaciones, de ser un urbanita o un abnegado progenitor. Lo primero es localizar los momentos del día en los que estamos solos y en esos instantes tratar de relajarnos, parar la maquina, centrarnos en nosotros y reflexionar, en lo que somos, a donde vamos, que es lo que nos gusta de nosotros, que no nos gusta tanto y podemos cambiar. Hacia donde vamos, cual es el camino que emprendimos y cuales son los posibles destinos, cuales son nuestros sueños y si podemos dedicarles nuestra energía, cuales son tus prioridades, tus valores… Somételo todo a juicio, y trata de desprenderte de todas esas cosas que realmente no son necesarias, de todas esas emociones que te hacen sentir mal, esos sentimientos que te bajan la autoestima, localízalos y purgarlos, al fin y al cabo, se trata de parar y mirar, igual que lo harías antes de cruzar una calle para no ser atropellado, debes hacerlo también, para que la vida no te pase por encima. Paramos y miramos, pero esta vez miramos dentro, miramos en nosotros, como nos sentimos y como nos gustaría sentirnos y que hacer para conseguirlo.

Tiempo para pensar, para reflexionar, para evaluar o lo que es lo mismo para meditar. Lo puedes hacer en cualquier momento, lo puedes hacer mientras paseas, mientras vas en transporte público, mientras corres o por que no, mientras estas en el baño. Es un pequeño momento que precisas en el día, para hacer balance, para evaluarte, para mejorarte, para asomarte a esa ventanita que tienes en tu interior y ver lo que te gusta y aun te es útil, te define y te identifica, o localizar lo que no te gusta, lo que te hace peor persona o no te aporta, ni aporta a nadie. Estas pequeñas introspecciones te irán puliendo poco a poco, rato a rato y con el tiempo iras logrando, sacar brillo a la persona que eres, iras dando valor a lo verdaderamente importante, identificaras lo que realmente te hace feliz y sabrás valorar lo que realmente importa y debes conservar en tu vida. Es probable que así no logres nunca la expansión de tu conciencia, pero al menos serás mejor persona y estarás mas a gusto contigo mismo y con tu conciencia en paz. Un ratito de silencio, un ratito contigo. Un silencio vital, que te dará esa salud que te quitan las prisas y el estrés.

Un ratito de silencio que poco a poco se convierte en ley para ti, tu rato donde bajarte del mundo y ver hacia donde gira, ver hacia donde giras tu con el y hacia donde quieres llegar. Un silencio que acabara invadiendo tus ratos mas ruidosos y que poco a poco lograras que ocupen los momentos mas vertiginosos de tu día. Sabrás ralentizar esa agobiante premura que lo invade todo, apenas notaras los empujones que el resto den a tus espaldas, miraras con deportividad los errores ajenos y no volverás a caer en la provocación, ni en la competitividad. Piénsalo un momento, cuanto tiempo lo pasas contigo, cuanto tiempo guardas silencio, cuanto tiempo le dedicas a escucharte. Empieza por aquí, empieza a aprender a parar, a reflexionar, a pensar. Calibra bien tu brújula y cambia el rumbo, para saber navegar en esta tormenta y llegar a buen puerto, no necesitas mas, que silencio.




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