5.12.18

El sistema en el que vivimos no es pasivo sino que analiza e influencia

EL OSCURO MUNDO DE LA IDENTIDAD    

Ya casi todo el mundo sabe que nuestra identificación como personas, con nombre y apellido, impuestos al nacer, guarda relación con el derecho mercantil, con documentación similar a los conocimientos de embarque (bill of lading) que se extienden para designar propiedad de la mercadería en tránsito, incluyendo los esclavos, identificación destinada a ponernos bajo la jurisdicción de las leyes y los juzgados; pero que de ninguna manera define nuestra identidad como seres. Así pasamos de SER a ESTAR, sometidos bajo una legislación similar a la que se aplica a las corporaciones.
El objetivo predominante de la oligarquía (gobierno de unos pocos) ha sido, desde sus comienzos, auto-declararse propietarios de las tierras y de las personas, fauna y flora contenidas en ellas.
En detrimento de la creencia popular de que cada uno puede ser propietario de “su” tierra, existe la realidad de que esas tierras pertenecen a un banco (hipotecas) o al gobierno, dada su capacidad de expropiarlas por falta de pago de impuestos o por simple estrategia.
Pero la realidad es que no podemos ser dueños de la tierra y apenas somos dueños de nosotros mismos.

Irónicamente, por añadidura, nos hacen pagar por esa tierra que nunca nos pertenecerá, por el agua, los alimentos que producimos y como si eso fuera poco, simplemente por vivir.
Para mantener la vigencia de esta situación, vemos que se han organizado una serie de instituciones que, paradójicamente, son similares en los derechos mercantil y civil, por no decir que son la misma cosa.
Así como el mundo de la economía y las finanzas no existiría sin el patrón dinero, la base de la aplicación del derecho civil y comercial es la IDENTIDAD. Por esta razón los gobiernos (y antes que ellos, la iglesia) se esmeran en tener su “mercadería” bien registrada y controlada. Sobre esa base pactarán con otros gobiernos y gestionarán sus préstamos, utilizando como “garantía” sus tierras y los habitantes de las mismas.
A medida que la tecnología y el mercantilismo tomaban poder sobre cada uno de los individuos que formaban parte de su “stock”, avanzaban con métodos cada vez más sofisticados para mantener una contabilidad clara.
Comenzó con el registro obligatorio de los nacimientos, iniciado como ya expresé por la iglesia, con el sencillo registro escrito en papel, hasta nuestros días, en que se ha digitalizado a niveles extremos.
Sin embargo, no tenemos ni idea de hasta qué punto nuestra identidad ficticia nos compromete frente a un sistema para el cual lo importante no es que seas bueno o malo, sino, sobre todas las cosas QUE NO SEAS ANÓNIMO. Y esto implica que, además, de un nombre y un número (el seguro social), tengas un archivo de condiciones de salud (seguro médico), un registro exacto de tus actividades comerciales (cuenta bancaria y tarjeta de crédito), un estado de tu comportamiento en el mundo comercial (récord de crédito), otro de tu actuación legal (registros y certificados policiales) y finalmente y para redondear el paquete, información sobre cómo piensas, tus gustos y tus relaciones humanas (redes sociales) y sobre cada movimiento que haces sobre el planeta (celulares).
No sabemos si el sistema tiene “voces de alerta” para todos y cada uno de los habitantes del planeta, pero sí sabemos que la mayoría de nosotros está estrechamente vigilado y las alertas surgen cuando se trasgreden ciertos parámetros.
El 11 de mayo de este año se estrenó, bajo el sistema on-demand (Netflix y otros), la película británica ANON (https://en.wikipedia.org/wiki/Anon_(film)), que muestra la alternativa de un futuro donde el ojo humano está ligado a toda la información por una red de proxis que le brindan datos de cada persona y objeto que ve, el problema central del film es la existencia de hackers cuya identidad surge como anónima y que implantan o borran segmentos de la vida de las personas. El sistema funciona solamente si cada individuo se mantiene transparente y visible.
De la misma forma, el sistema, en la realidad, se asegura de poseer no sólo la información de identidad de cada individuo, sino un registro clasificado de su forma de pensar, gustos y movimientos.
La mayoría de nosotros (y me incluyo) no hemos dado importancia al hecho, debido a que consideramos que nuestra conducta es “legal” y no tenemos nada que ocultar, es decir, somos “chicos buenos” y nadie se va a fijar en nosotros; aunque, por otro lado, nuestra necesidad de reconocimiento y pertenencia nos lleva a tener actitudes agresivas y desagradables en nuestras relaciones en las redes sociales.
El sistema en el que vivimos no es pasivo, quiero decir que no se conforma con percibir y registrar, sino que analiza e influencia.
Para ello utiliza su conocimiento de nuestra conducta masiva y lo parametriza y estratifica en “grupos de conducta”, herramienta que utiliza para la venta de productos, inducción de creencias e ideas y manipulación del comportamiento social.
Con sencillos elementos como un video en YouTube o un post en Facebook o la utilización de “influenciadores” (blogueros y programas seguidos por mucha gente) pueden producir estados de ánimo y hasta acciones masivas de protesta.
Estos influenciadores por lo general adhieren a otros mayores (como es el caso de MUNDO DESCONOCIDO un programa de YouTube que es seguido por muchos de ellos que, luego, diseminan la información como si fuera propia), el cual, a su vez, obtiene su data de escritores como David Ike o Zacharias Sitchin, aprovechando que la gente lee poco o nada y necesita la información digerida.
Resumiendo, el panorama completo es que nosotros mismos nos encargamos de registrar a nuestros hijos y mantener nuestra información al día para el sistema, so pena de convertirnos en proscriptos y no poder comprar ni un chicle.
Al final del camino, llegan la vejez y el retiro jubilatorio (la declaración oficial de que ya no sirves para nada) a través del cual, el sistema te mantiene manso y con bajos recursos hasta que sobrevenga tu instante final.
Toda una vida de mierda, inscrita, clasificada y manipulada del principio al fin.

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