EL VIAJE DE REGRESO
El viaje de regreso comienza el día que decides no alejarte
más de la vida, de quien eres, y te comprometes a hacer el esfuerzo de
acercarte de nuevo al origen de dónde vienes, a la realidad que todavía eres, a
la conciencia que vive en tu interioridad.
El regreso puede empezar en cualquier momento. No sucede en un sitio determinado ni depende de nada en particular. No puede preverse. Sencillamente acontece, de repente y sin previo aviso, y tiene lugar en el preciso instante en que uno se da cuenta que el destino no es otro que el origen.
Salir del huevo
El viaje de regreso se inicia cuando cambia la perspectiva
que se tenía del viaje. El retorno implica un cambio de mentalidad, una
inversión de prioridades, que se expresa como una asimilación entre origen y
destino.
El regreso se inicia cuando el viajero se da cuenta de que
algo ha cambiado. Este descubrimiento le invita a dejar atrás todo lo que
comporte un alejamiento o una separación del corazón, y le lleva a tomarse la
vida como un reencuentro permanente. Todo lo que tiene lugar a partir de este
momento tiene que ver con el prefijo (re): recordar, redescubrir, remitir,
reavivar, recuperar…
El retorno es como la abertura de un huevo o como la
metamorfosis de una mariposa: inevitable. Retornar significa permitir que la
vida se pueda vivir a sí misma. Retornar, por tanto, implica aprender a dejar
de hacer planes y tener objetivos y pasar a entregarse y ponerse a disposición.
El descubrimiento
El cambio se produce cuando te das cuenta que esta vida que
estás viviendo proviene de un vacío original, de un silencio primordial, desde
el que has emergido como lo ha hecho el universo, y comprendes que esta
existenciación no se dirige a ningún sitio concreto, sino que está destinada a retornar
a ese mismo vacío original.
La matriz/fuente de todas las cosas no es algo, y está viva
en el interior de cada cosa. Descubrirla es alcanzar una etapa inevitable en el
proceso de la vida, porque una vez has descubierto que en el corazón se aloja
esta presencia ausente todo cambia totalmente.
Cuando descubres que el origen y el destino están en el
mismo no-lugar, y que puedes sentir su fuerza dentro de ti, te desapegas de las
cosas cotidianas que te rodean, y a pesar de que éstas no dejen de existir, te
relacionas con ellas de otra manera.
El incendio
Dicen los budistas que es como si te das cuenta que en el
mundo en que habitas hay un incendio, y que no tiene sentido quedarse jugando
con los objetos de la sala en la que te encuentras. Quizás no te resulte fácil
escapar del incendio, pero poco a poco te vas despegando de las cosas que te
rodean, y te vas dando cuenta que lo importante es que hay fuego.
Cuando te das cuenta de que en el otro lado del fuego está
la fuerza que lo origina, y que esa misma fuerza lo ha originado todo, entonces
eres consciente de que no tienes alternativa: te entregas, dejas correr tus
objetivos personales, y te diriges al otro lado. Te dispones a cruzar el fuego.
El océano
Te abres al devenir: que sea lo que tenga que ser. Sabes que
haber emprendido el camino de regreso a la fuente no implica que, de inmediato,
vuelvas a estar allí. Mientras vas volviendo van pasando cosas, y debes ir encarándolas
e ir participando, y así es como vas avanzando.
Digamos que antes de emprender el camino de regreso ibas
caminando por la arena de la playa, y que el día que te bañas en el mar es
cuando empieza el camino de regreso: te dejas llevar por las olas, sabedor de
que no podrás hacer nada para revertir la fuerza de las mareas.
El agua del océano está hecha de la misma sustancia que tu
naturaleza primordial. Tu destino y el suyo están ligados. Sabes que si te
estás bañando en el mar significa que estás volviendo a casa.
La acción impersonal
Por eso sigues implicado con el mundo, todavía hay vida
fuera. Pero ya no lo haces como una cuestión personal, ya no tienes objetivos
para el mundo, ya no quieres aportarle nada, porque sabes que todo acabará
quemándose y se extinguirá.
Sencillamente, actúas y aportas cosas porque no puedes dejar
de hacerlo, y te conformas con hacer y aportar lo que te parece natural, lo que
encuentras justo, lo que parece conveniente. No actúas desde el ego, pues, y no
pretendes crear nada nuevo. Sólo actúas desde la apertura a la matriz creadora,
desde la fuente de la voluntad, y permites que todo siga su curso natural hasta
la extinción, que se producirá de forma natural, con la misma naturalidad que
todo surgió.
El viaje de regreso comienza el día que te das cuenta de que
esta vida proviene de un vacío original, de un silencio primordial, y que no
hay otro destino posible: sólo te falta regresar a ese vacío y ese silencio, y ahí
te diriges.
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