¿DESTRUCCIÓN DE LA HUMANIDAD O DESPERTAR DE LA CONCIENCIA?
"Lobezno Inmortal" la última creación de
Hollywood. Estereotipo del héroe contemporáneo: en un mundo urbanita duro,
inhumano y en total decadencia, el ser humano no puede más, está furioso, se
rebela y para ello saca su lado más animal, más primario y brutal, más
agresivo, menos HUMANO. Desde los años 80, Hollywood colabora a la
destrucción de nuestra sagrada humanidad y diseñando nuestra visión del
mundo: la única vía de salvación es la violencia.
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Como en la Naturaleza, en el mundo de las acciones y expresiones humanas todo está unido, porque todo interfiere en todo. Y la estética que nos rodea no es sino la parte visible de un momento de la historia de la Humanidad que corresponde a la decadencia de un ciclo económico y social, un cataclismo global que está llevando sin pausa el planeta a su destrucción y al ser humano a las cloacas de la infrahumanidad.
En
esta investigación veremos cómo la biología oficial, el neodarwinismo,
es la que conviene al modelo económico anunciado por Adam Smith, el
capitalismo ultraliberal imperante en el mundo globalizado. Como describiré en
el primer capítulo, el neodarwinismo contemporáneo no es una
verdadera ciencia,
sino una teoría falsamente científica que se impone como una teología, legitima
la ideología del poder económico y político, y apoya el desarrollo
tecnológico de la biogenética para los intereses de dicho poder.
Hace
2500 años, Platón en La República
alertaba de la necesidad de que los magistrados controlaran al rebaño sin que
éste tuviera conocimiento de ello. ¿Conspiraba Platón? No. Simplemente
describía una realidad que lleva miles de años aconteciendo: la Humanidad
perezosa, irresponsable, consintiente y miedosa es tratada por sus élites como
ganado. Y los “magistrados” griegos se llamarán después patricios romanos,
luego señores feudales, más adelante emperadores, reyes o nobleza, en términos
marxistas oligarquía político-financiera y ahora tecnócratas, los mercados,
OTAN, FMI o Banco Central Europeo. Pero todo esto es lo mismo: es el Poder.
La Teoría de la Conspiración está muy de moda. Sin
embargo, en mi opinión no existe conspiración alguna, pues el
poder nunca conspira, el poder se ejerce. Es lo propio del poder. Los
conspiradores precisamente son los que no tienen el poder. Si podemos
considerar la existencia de una conspiración, ésta se situaría en los albores
de la Revolución Francesa, cuando las viejas élites aristocráticas fueron
reemplazadas a sangre y fuego, tras diez años de guerra civil, por otras nuevas
provenientes de la banca internacional y la industria incipiente.
Se
conspira siempre en secreto y contra el poder. Si estuviera yo alertando de una
posible conspiración, significaría que un grupo minoritario está intentando
tomar el poder. Y evidentemente, esto no es así. El poder, del que me
dispongo a describir algunos de sus mecanismos, ya está plenamente instalado
y hace tiempo que
ya no necesita conspirar. En cuanto a actuar en el secretismo,
es lo propio del poder, como muy bien decía ya Platón.
Si bien es cierto que
buena parte de lo que aquí presento se ha ocultado, a la vista de todos está
que un grupo minoritario tiene un poder extraordinario y desde hace mucho
tiempo. Otra cosa es que se haya ocultado, no fuéramos conscientes de ello, o
que no lo queramos ver. Este llamado Nuevo Orden
Mundial es muy viejo, y hablar de Teoría de la Conspiración para describir el momento
histórico presente no tiene sentido.
El
poder siempre ha tenido nombres y apellidos, sobre todo apellidos pues, como se
ejerce en largos períodos de tiempo, las estructuras dinásticas, los
linajes, las familias, los clanes o las castas son indispensables a su
existencia y mantenimiento. Sin embargo, para mayor agilidad de lectura, me
referiré a él con el término general de las élites o Elite Internacional, pues, como veremos, no se trata
de una élite específica, de una familia ni de un país. Las élites siempre han
existido.
Si
el cuerpo humano se mueve por su energía, nuestra sociedad como cuerpo social
es igualmente dependiente de la energía. Por tanto, el mundo se
controla a través del control de la energía, siendo el dinero, además del
petróleo, el vehículo principal y motor de la energía de la sociedad
globalizada. Así, el control del dinero y del petróleo dará poder, y el
control absoluto de la energía dará un poder absoluto.
En
consecuencia, el poder está en manos de los que controlan los sistemas
financieros, todos ellos vinculados a las petroleras: Rothschild, JP Morgan,
Warburg, Rockefeller, Goldman Sachs, Kuhn & Loeb, Harriman, Ford,
Vanderbilt, Carnegie, Shacht, Bush, entre otros, son algunos de los poderosos
linajes que llevan el control en la actualidad, y ese control se hace posible a
través de los organismos por ellos creados como la Reserva
Federal, el FMI, el Banco Mundial, el Banco Central
Europeo, el FBI, la CIA, la ONU, la OTAN, el CFR (Council of
Foreign Relations), el Club Bilderberg, el Club de Roma, la Trilateral;
pero hay muchos otros organismos menos visibles como el Instituto Tavistock, el
General Education Board, el Teachers’ College, el Johns’ Hopkins Hospital o el
mismo Hollywood, todos ellos colaboran y hacen posible que esta élite ejerza su
control, esta vez a través de la
educación, la salud, la alimentación y la industria del
ocio.
En
estos últimos dos siglos los trabajadores han luchado para tener más tiempo
libre, pero luego no saben qué hacer con él y lo dedican a la adquisición de
cultura basura, la cultura del espectáculo. Esto no es sólo una opinión descrita por Guy Debord sino
ya una evidencia. La industria del espectáculo es la proveedora de
imágenes, vacías y falsas que entretienen el vacío de sus consumidores pasivos,
consintientes y entregados a su propia enajenación, sin oponer resistencia
alguna a su paulatina autodestrucción, en ausencia completa de sentido crítico
alguno. Movidos por su pereza y su comodidad, los seres humanos se ponen
ellos mismos los grilletes de su esclavitud.
Esta investigación
corresponde a una toma de conciencia de la gran mentira en la que estamos
viviendo; cada día miles de personas se están dando cuenta, simultáneamente en
muchos ámbitos del conocimiento y en muchas partes del mundo, no sólo porque
está globalizado sino también porque estamos interconectados de manera
invisible y sutil.
Sin
embargo, observo un gran pesimismo y hastío en la sociedad y creo que no
está justificado. Creo, por el contrario, que deberíamos estar celebrando
todo lo que hemos comprendido. Lo que muchos estamos escribiendo en esta
última década no lo pensábamos cuando teníamos veinte años. ¿Acaso estábamos
equivocados? No, simplemente no tocaba, no estábamos preparados. Esa es
la maravilla: cada día, cientos o miles de jóvenes, y menos jóvenes,
están descubriendo la realidad y tienen ahora toda la vida para
desarrollar una participación en la Tierra desde otro paradigma y
construir un mundo más humano y respetuoso.
Otro
mundo es posible. Y está aconteciendo. La situación de esclavitud,
sumisión de la Humanidad y destrucción de la Naturaleza no data de las mareas
negras ni de la energía nuclear, ni siquiera de la revolución industrial,
es muy antigua: Felipe II destruyó un magnifico bosque para construir sus
naves, desparecidas en unas horas de tormenta, provocando lo que llamamos hoy
el Desierto de
los Monegros. Ni a él ni a nadie,
en más de 400 años, se le ocurrió que se podía volver a plantar aquel magnífico
bosque. Y nuestros padres, aunque no padecían los transgénicos,
vivieron dos guerras mundiales y no supieron qué había detrás, quién las
provocó, quién las financió y quién realmente las ganó. Quiero decir con esto que en el
pasado no había manipulación genética, pesticidas ni SIDA pero hubo otros
procesos igualmente controladores, destructores y degradantes para el ser
humano.
La
Historia que nos han contado, la Historia implantada en nuestras mentes
por los manuales de la historiografía oficial, es la historia de la
guerra, la historia de la destrucción de la Humanidad por las elites.
Gracias a un excelente sistema de adoctrinamiento, la juventud sale al mundo
con un pensamiento único: el hombre es un mono evolucionado inteligente que
compite con su prójimo porque sólo sobrevive el más apto; la guerra es
inevitable pues el hombre siempre lo ha conseguido todo gracias a ella; es en
las sociedades capitalistas donde existe la verdadera democracia y la libertad,
en los otros sistemas políticos sólo hay pobreza, censura y represión; lo mejor
que puede hacer una mujer moderna es trabajar como un hombre y usar
anticonceptivos; las religiones son un atraso; las tradiciones también; todo lo
que no se puede medir y comprender racionalmente es superstición, magia y
tontería; las medicinas tradicionales son supersticiones y no funcionan tan
bien como las químicas porque no tienen fundamento científico comprobado en
laboratorio; la Naturaleza es imperfecta, está llena de peligrosos virus y
bacterias y huele mal, y menos mal que la ciencia y la química pueden
mejorar tanta imperfección; la raza blanca
es más inteligente que las demás y ha alcanzado logros que las otras razas,
inferiores por primitivas y atrasadas, no han conseguido; el colmo de la
cultura, la sabiduría y la educación se encuentra en las ciudades, el campo es
atrasado, inculto, primitivo y aburrido. Esta es, en pocas palabras, la
Historia de la Humanidad escrita en los manuales escolares y atornillada por
generaciones de pedagogos sumisos que premian la repetición y castigan el
espíritu crítico. Pero algo está cambiando, porque ya no nos creemos que
sea la única Historia posible. Algo dentro de nuestro ser nos dice que todo eso
no es del todo cierto.
Yo también creo que el proceso
histórico de la Humanidades el de la destrucción, sin prisa pero sin
pausa, de su ser sagrado y de la destrucción de su vínculo con la Madre Tierra,
proceso que se ha acelerado desde la II Guerra Mundial. Pero también creo
que antes estábamos en una ignorancia mayor, pues, por ejemplo, creíamos
a pies juntillas que Darwin era un geólogo y naturalista, y un gran
científico que había descubierto LA VERDAD; o que vivíamos en una democracia
porque cada cuatro años metemos un papelito en una urna. Algo está pasando que
nos estamos dando cuenta de que vivíamos en una ilusión: nos está llegando la
luz.
Muchos se sienten
abrumados por el panorama desolador de la realidad. Pero es soberbia e
ingenuidad pensar que porque nos hemos dado cuenta, esto YA tiene que cambiar.
Estas cosas son lentas pues se trata de un proceso que lleva desarrollándose
varios miles de años, y el despertar debe ser experimentado por cada uno
en su propio ser. El proceso de destrucción del planeta y del hombre es
nuestro camino, triste o dramático, pero éste es. Si hubiera otro, ¿podríamos
señalar en la historia cuándo nos equivocamos y tomamos el camino malo? ¿En qué momento empezamos a
hacerlo mal? No, no hay equivocación, sino
errores que son necesarios para aprender, y en ello estamos, aprendiendo de
nuestros errores. La Humanidad está aprendiendo que éste NO es el camino, que
así no podemos seguir.
Pensar
que hay unos malos muy malos que mandan y destruyen mientras la mayoría es buena
y sufre, es el cuento victimista de siempre. No hay víctimas ni verdugos sino
un proceso hecho de acciones y
consecuencias. Esto ha sido posible porque la Humanidad es crédula, miedosa,
cómoda y perezosa, y consiente porque prefiere que otros asuman la responsabilidad.
Y esa pereza nos hace poner un papelito en una urna cada cuatro años para
después, con la conciencia de haber participado en la democracia, cerrar muy fuerte los ojos
con la ilusión de que esos otros que toman las decisiones y se ocupan de TODO,
hasta de la educación de nuestros hijos, lo hagan TODO BIEN. Ya es hora de
despertar y dejar de esperar
que venga un líder que nos organice. Es hora de participar activamente en la
gestión de la res publica y
tomar responsabilidades.
La humanidad está
donde está porque éste es su camino. Y estamos viviendo el principio del
despertar. Ahora hay que apagar la televisión, desperezarse, lavarse la cara y
empezar a trabajar. Ya sólo que yo haya podido escribir esto y que tú,
lector, lo estés leyendo, ya es un motivo para la alegría. Celebremos, pues,
con gozo este camino hacia la transformación.
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