La magia (como la fuerza en el universo de “star wars“) puede ayudarnos a concentrar mejor nuestra energía donde la necesitamos. esta pequeña guía te dirá cómo
Hasta que el
inconsciente no se haga consciente, el subconsciente dirigirá tu
vida y tú le llamarás destino.
Carl G. Jung
La Fuerza
estará contigo, siempre.
Obi-Wan
Kenobi
La Magia es una
expresión contemporánea de distintos tipos de magia ritual. Existen
varias escuelas y técnicas, pero para los fines de este artículo
nos limitaremos a exponer sólo a grandes rasgos los mecanismos
conscientes e inconscientes que se entrelazan y quedan expuestos a un
entendimiento simplemente racional y abierto, sin necesidad de
iniciaciones previas ni mucha fe: la verdad debe ser evidente por sí
misma.
Comencemos por
el modo común a toda experiencia humana: el deseo.
Alguien –tú,
quien quiera que seas— desea algo; puedes tener un mejor empleo,
una casa, una pareja que te ame. Ser humano es desear. ¿Qué se
interpone entre tú y tu deseo? Un solo obstáculo, pero recurrente:
la mente.
Nuestra
mente es una interfaz inestable, abierta hacia dentro de nosotros y
hacia el mundo, formando un continuo de experiencias, expectativas,
recuerdos y sentimientos que aparecen como oleadas incontrolables y
que incluso en nuestros días más felices nos acecha con memorias
súbitas, con mareas de desazón. Si vemos por un momento estas
oleadas de información como
una forma de energía podremos
comenzar a entender cómo organizarla: la atención consciente no es
más que energía organizada.
Magia
para la concentración
En
su novela Lullaby,
Chuck Palahniuk, autor de Fight
Club,
traza un fascinante recorrido por la magia moderna: Helen Hoover
Boyle, una agente inmobiliaria rica y practicante de magia, busca un
antiguo grimorio –libro de encantamientos— para volverse más
poderosa; en el camino, el desbordante poder de la intención y la
repercusión (los engranes del acto mágico) queda expuesto. Pero si
es el deseo quien dirige nuestra energía, nos veremos sujetos a sus
designios.
No
importa si creemos o no en la magia: lo importante es entender que
parte de nuestra experiencia vital pasa desapercibida para nuestra
conciencia. Es lo que el psicoanálisis llama al inconsciente,
no porque sea algo que pasa “tras bambalinas”, sino porque lo que
llamamos “conciencia” también está impregnada de esa pulsión,
de ese deseo que no logra concretarse en una forma: queremos
trabajar, por ejemplo, pero perdemos el tiempo, nos distraemos con
mil cosas. ¿Cómo romper ese goce, cómo hackear la conciencia para
que se libere del deseo? En otras palabras, ¿cómo darle lugar al
inconsciente para que no tome el lugar de nuestro destino?
Una manera
–entre otras— de hacer esto es entender el lenguaje por el que el
inconsciente se comunica. Lo primero es entender que nuestro
inconsciente –el jardín de nuestro deseo más profundo, secreto
incluso para nosotros, al igual que lo más íntimo del ser— tiene
un lenguaje propio que no siempre pasa por lo verbal: el inconsciente
habla en símbolos.
Piensa por un
momento en el logo de Coca-Cola, en el de Starbucks, en la bandera de
tu país de origen. Los logos corporativos, la comunicación oficial
de los países y gran parte de nuestra experiencia mundana están
atravesados por simbolismos, por objetos significantes que apelan no
sólo a nuestra conciencia, sino a nuestros impulsos inconscientes.
Observas el logo de Coca-Cola al final del comercial y se te antoja
una bebida fría; escuchas el himno nacional y un sentimiento
patriótico e inexplicable aflora en ti. ¿Cómo utilizar este mismo
mecanismo para realizar cambios en tu vida?
Para
el Chaos
Magick,
el inconsciente puede reprogramarse a través de estados
alterados de conciencia,
lo que el poeta Arthur Rimbaud llamó “el largo, inmenso y racional
desarreglo de los sentidos”.
Llevar
la conciencia al punto en que puede perderse no es tan terrible como
pudiera pensarse. A veces este proceso ocurre por sí mismo ante
experiencias extremas: la meditación, incluso una comida deliciosa,
el uso de algunas drogas con fines rituales o introspectivos y, de
manera especialmente efectiva, la
explosión cataclísmica del orgasmo son
experiencias en donde el inconsciente –nuestro verdadero yo—
queda expuesto ante nosotros (o nosotros, la máscara, frente a
ello).
Estas
experiencias límite sirven para romper la resistencia de la mente
consciente a los cambios. Jason Louv lo ha comparado a aquella
famosa escena de Star
Wars donde
Luke Skywalker vuela en su X-Wing: la Estrella de la Muerte es
nuestro cerebro y el reactor es el portal al inconsciente, los
pensamientos son naves enemigas tratando de apoderarse de tu atención
para evitar que llegues al centro de tu mente con un impecable
desarreglo de tus sentidos… En otras palabras, lo único que se
interpone entre nosotros y nuestro deseo somos
nosotros mismos.
Magick, al igual
que la filosofía, son sólo formas de conocerse a sí mismo, y en
ocasiones, de desconocerse para dar paso a versiones de nosotros que
no sabíamos que podíamos encarnar. Este es el sentido del
desarreglo de los sentidos.
Dicho desarreglo
puede obtenerse de distintas formas, como hemos dicho: la meditación,
el baile, la hiperventilación, el ayuno, la privación de sueño, el
dolor… Pero el sexo puede ayudar a vencer las resistencias tan bien
como cualquiera de estos métodos.
En La Magia, un
sigil es la materialización del deseo. Por ejemplo, si tu deseo es
“Quiero conocer al amor de mi vida” o simplemente “Quiero tener
un trabajo satisfactorio”, lo primero es poner el deseo en una
frase impecable: como en la leyenda del genio de la lámpara que
concede deseos, la formulación del deseo para construir un sigil
debe ser precisa y, de preferencia, constructiva.
Un contraejemplo
de esto es “Quiero dejar de perder el tiempo”. No es una buena
frase porque se queda en lo superficial, no toca el núcleo del
deseo. ¿Por qué quieres dejar de perder el tiempo? En lugar de eso,
hay que pensar qué haríamos con ese “tiempo perdido” y ponerlo
en acción en la frase-sigil; “Quiero terminar de escribir mi
libro” o “Quiero tener mi propia casa” son ejemplos
constructivos de este método.
Cuando tengas tu
frase (usemos como ejemplo “Quiero tener mi propia casa”),
quítale las vocales. Tendrás algo como esto: QRTNRMPRPCS.
Las mayúsculas
en La Magia Magick tienen también un sentido ritual cuya explicación
tomaría mucho tiempo. Por lo pronto, digamos que esa cadena de
consonantes es una síntesis simbólica de tu deseo. Luego, procede a
quitar las letras que se repiten y tendrás una versión aún más
compacta: QRTNMPCS.
Ahora, toma las
letras y realiza un dibujo con ellas, un símbolo. Este es un sigil
en construcción:
Juega
con el orden y coloca las letras como más te guste. Sé creativo.
Haz que el acomodo final se parezca a un símbolo terminado, según
tus propios criterios estéticos. Ten
siempre en mente tu intención.
De lo que se trata es de crear un “Acceso Directo” entre el
símbolo-sigil y tu deseo inconsciente.
Tu sigil te
recordará tal vez a otras cosas, pero lo más probable es que no se
parezca a nada. Este es el efecto que tienen en algunas personas las
cartas del Tarot: una imagen simbólica sumamente sintética y
sincrética que apela al inconsciente, pues sirve como una especie de
“malla” contra las moscas de la conciencia. La mente consciente
no puede leer el sigil, no puede transitarlo, y tampoco puede
sabotearlo.
Dejar que las
cosas pasen
A menudo se
piensa la magia como una forma de control, pero se trata más bien de
lo contrario. Un paso importante luego de realizar el sigil es
olvidarte de él. Guárdalo en algún lugar durante algunas semanas,
no pienses en él, no lo saques, no recuerdes. El inconsciente lo
recordará, mientras que la mente consciente lo olvidará.
Como
enfatizan muchos practicantes de La Magia Magick, incluido Alan
Moore, la magia no es sino una forma de cambiar un estado de
conciencia. No hay nada “oculto” en ello. Es un salto de fe. Es
lo que hacemos todos los días, pero de manera torpe y fuera de un
contexto ritual. El sigil no es más que un símbolo al que se ha
investido de significado: se trata de un espejo donde tu deseo puede
reflejarse a
pesar de tus intentos conscientes por sabotearlo.
Ahí radica su poder.
Luego
de unas semanas, viene lo bueno: activar el sigil. Esto puede
lograrse, como dijimos, de muchas formas. La idea es observar el
sigil mientras se está en un estado alterado de conciencia. Algunos
practicantes de Magick pueden crear un sigil sonoro o un sigil mural,
pero el método que presentamos aquí expone claramente la base de la
síntesis simbólica.
Digamos que el
sigil es como un programa .exe y que al activarlo a través de un
estado alterado de conciencia su sentido se instalará en el
inconsciente, reprogramándolo.
Una de las
formas más fáciles y divertidas de activar el sigil es mediante la
energía sexual. A solas o acompañado por alguien, de preferencia
utilizando la experiencia para producir un ambiente ritual y
acogedor, deberás entrar en el estado orgásmico mientras piensas
(es decir, mientras proyectas tu mente hacia) el sigil. Observa tu
sigil en el momento del orgasmo. Puede que te sientas raro
haciéndolo, pero no permitas que nada te distraiga (son las naves de
Darth Vader tratando de apartarte del acceso a tu inconsciente).
Lo siguiente es
destruir el sigil físico. Puedes adornar el ritual tanto como
quieras o personalizarlo, pero el asunto es que el soporte físico
debe destruirse. Cuando lo destruyas, haz cualquier otra cosa y
olvida que pasó.
Tal
vez te sientas extraño masturbándote mientras miras un dibujo
extraño que recuerda vagamente a letras: esa es la idea. Es terapia
de shock para la mente racional, para la duda que no deja avanzar. El
punto es un desarreglo ordenado de los sentidos que
el inconsciente puede interpretar.
Pero
la única manera de conocer la propia mente es experimentar por uno
mismo, de primera mano, estas técnicas. Podríamos resumir lo
expuesto hasta aquí en una famosa escena: Que la Fuerza esté
contigo, quien quiera que seas.
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