IMAGINA...
La iluminación es ser lo que
realmente quieres ser
A veces yo también quiero ver un futuro promisorio
para la humanidad y la gente que amo, para inspirarme y trabajar por él. Pero
no lo veo.
Entonces me veo como muchos de ustedes saben, como muchos de ustedes se ven:
dando un paso al frente y siendo atacado, detenido, fusilado, desaparecido,
bajado de un hondazo al levantar vuelo, como tantos que ya no están, a quienes
a menudo olvidamos.
Pero no puedo ni quiero mirar ya para atrás, ni luchar por otra cosa. Me
planteo entonces que voy a actuar igual, de todas formas, y que moriré como la
gente que amo y ya no está. Sí; seré un mártir olvidado como ellos, otro
desaparecido más, sólo presente en la callada memoria de Dios.
Pero resulta que los pasos a seguir son exactamente los mismos: sea que todo lo
que yo deseo se cumpla, o sufra un final trágico e ignominioso; el camino es
exactamente el mismo, paso por paso.
¿Por qué me desvelo entonces? ¿Por qué paso las noches preguntándole a mi
corazón en la oscuridad, si la tierra volverá a ver a las pacíficas tribus
Lakota correteando por las praderas, y rezando al Gran Espíritu antes de
sacrificar a un búfalo? ¿Por qué me pregunto si algún día los tiranos de este
mundo serán realmente olvidados y ya nadie rescatará su ejemplo del olvido para
convertirlo en realidad?
Y entonces recuerdo, que el peligro al que temo no es al qué vendrá. El peligro
al que temo, verdaderamente, es a que el futuro me cambie y me convierta en
aquello que tanto me repugna como para desear morir combatiéndolo. Sí, eso es.
Recuerdo, entonces, que la iluminación que busco no consiste en conseguir lo
que quiero tener, que eso es precisamente la ilusión. Recuerdo entonces, que la
iluminación es ser lo que realmente quiero ser. Y que mientras sea quien yo
quiero ser, no importa que gane o pierda, me eleve o me hunda, me recuerden o
me olviden; allí estará mi tesoro, mi júbilo secreto, mi luz interior, mi
incentivo.
Pero, ¿por qué ser es tan difícil? ¿Es que no me dejan? Realmente no lo es.
Entonces vuelvo a recordar... no soy yo quien se hace estas preguntas, porque conozco las respuestas. Es la humanidad que habita en mí, quien que me las hace. Y yo simplemente, entre el sueño que no termina y la vigilia que no llega, espero con paciencia y le explico que una vez que el caminante se ha puesto en camino, todo tiene su tiempo marcado, porque el camino era conocido de antemano.
Entonces vuelvo a recordar... no soy yo quien se hace estas preguntas, porque conozco las respuestas. Es la humanidad que habita en mí, quien que me las hace. Y yo simplemente, entre el sueño que no termina y la vigilia que no llega, espero con paciencia y le explico que una vez que el caminante se ha puesto en camino, todo tiene su tiempo marcado, porque el camino era conocido de antemano.
No soy yo, quien se pregunta estas cosas, lo juro; de hecho, le tengo más miedo
a la victoria que a las balas. Quizás por eso algún día la vea.
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