UN
INVIERNO DE CAOS
Nadie habla sobre ello aún.
Pero en estos momentos tenemos sobre la mesa todos los
ingredientes para un cóctel explosivo que puede alterar gravemente nuestras
vidas en los próximos meses.
Porque si las autoridades deciden expandir la “epidemia de miedo”
hacia el ébola, si se producen casos de infección por ébola en diferentes
países y continentes y al final acaba creciendo el temor entre la población
hasta convertirse en paranoia,
este invierno promete convertirse en un caos absoluto
que tardaremos mucho tiempo en olvidar. ¿Por qué
razón?
Por culpa de un molesto invitado que nos visita cada año: la gripe
Y es que la combinación entre la gripe y el ébola puede resultar devastadora.
Y no, no
estamos hablando de una mutación de los virus o de una mortal combinación
genética entre ambos, ni de ninguna fantasía médica por el estilo.
El caos
puede llegar a producirse por causas mucho más mundanas.
Recordemos
que en sus primeros estadios, la gripe y el ébola comparten muchos de sus
síntomas: fiebre alta, dolor de cabeza, dolores musculares, dolor de garganta y
debilidad generalizada.
¿Qué
sucederá, pues, cuando entre otoño e invierno empiece la “temporada de la
gripe” y centenares de miles de personas alrededor del mundo comiencen a
mostrar esos síntomas inicialmente compartidos con el virus del ébola?
Estamos
hablando, de media, de entre 3 y 5 millones de personas que anualmente
presentan síntomas severos de gripe en todo el mundo. Y hablamos solo de
síntomas severos. Porque según algunos datos, entre el 5% y el 20% de la
población mundial se infecta de gripe común, cada año.
La única
forma de dirimir cuáles de ellos, en sus estadios iniciales, estarán infectados
de gripe o cuáles de ellos pueden estar infectados por el ébola, será
sometiéndolos a análisis y aislamiento preventivo.
Y eso
será prácticamente imposible de conseguir. ¿Cómo lo harán las autoridades
sanitarias para aislar y analizar a tantos millones de personas en todo el
planeta?
Buscar a
los posibles infectados por ébola entre tantos infectados por gripe sería como
buscar una aguja en un pajar.
Enfrentarnos
o no a esta potencial situación caótica, depende, en gran medida, de la
atención mediática que se le preste al ébola y de la sensación de temor o en
casos extremos, de paranoia, que el virus acabe generando entre la población.
Para
ello, la respuesta y la actitud que ofrezcan las autoridades y la imagen que
nos vendan a través de los medios, resultará crucial.
Básicamente, las autoridades pueden ofrecer dos tipos de
respuesta: minimizar el problema o maximizar el problema, cada una de las cuales
nos aboca a una serie de posibles escenarios.
1-LAS
AUTORIDADES MINIMIZAN EL NIVEL DE AMENAZA DEL ÉBOLA
En
principio, ésta sería la mejor opción para la ciudadanía.
Si eligen
este camino, las autoridades, con la ayuda de los medios de comunicación,
evitarán que el miedo a la epidemia de ébola derive en un estado de paranoia
generalizado entre la población.
Se
ofrecerá una imagen de control de la situación y de tranquilidad y la epidemia
de ébola se convertirá en un tema secundario del que nadie deberá preocuparse
excesivamente.
Así pues,
éste sería el escenario más deseable, pues en principio, evitaría el posible
caos generado por la combinación de ambos brotes víricos.
De todas
formas, minimizar el peligro del ébola, presenta dos posibles desarrollos de
los acontecimientos muy diferenciados entre sí, que dependen de si la epidemia
de ébola, es efectivamente controlada o no:
Opción A-El brote de ébola es debidamente controlado por las
autoridades sanitarias
En tal
caso, la “temporada de gripe” se desarrollará con normalidad, como cada año y
será posible diferenciar positivamente los posibles casos de ébola de los casos
de gripe estacional común.
La vida
transcurrirá como hasta ahora y permitirá, incluso, que los productores de vacunas
contra el ébola obtengan buenos beneficios, aunque no resulten tan
cuantiosos como los obtenidos en un escenario de pánico generalizado.
Ésta es
la situación que todos deseamos.
Opción B-Las autoridades sanitarias no consiguen controlar
adecuadamente el brote de ébola
En este
caso nos enfrentamos a un escenario temible, pues existiría la posibilidad de
que la epidemia de ébola se extendiera inadvertidamente, camuflada entre los
síntomas de la gripe común.
En tal
caso, el número real de infectados por ébola sería distorsionado, voluntaria o
involuntariamente por las autoridades, al menos inicialmente, hasta que toda
medida preventiva contra la expansión de la epidemia resultara ya inefectiva.
Así pues,
esta segunda opción acabaría derivando en una propagación descontrolada de la
epidemia de ébola y por lo tanto, en un estado real de pánico entre la
población cuando ello se hiciera evidente, llevándonos igualmente a las
situaciones expuestas en el siguiente apartado.
Éste
sería el peor escenario posible.
2-LAS
AUTORIDADES EXAGERAN EL NIVEL DE AMENAZA DEL ÉBOLA
Si por
contra, las autoridades y los medios de comunicación, exageran el peligro real
del brote de ébola, generarán una sensación de temor excesivo entre la
población, que podría acabar derivando, en el peor de los casos, en un estado
de paranoia generalizado.
Con la
llegada de la gripe estacional, éste escenario nos conduciría a un estado de
caos.
Poco
importaría entonces que la epidemia estuviera bajo control efectivo o no.
En ambos
casos, muchas de las consecuencias que sufriríamos serían similares:
Aumento de la paranoia ciudadana
A medida
que cientos de miles de personas presentaran los primeros síntomas de gripe, se
produciría un efecto de desconfianza creciente y recelo entre los propios
ciudadanos, que afectaría al correcto funcionamiento de la sociedad a todos los
niveles.
Establecimiento de medidas de control draconianas
Ese
estado de obsesión derivaría en la necesidad de establecer un control
exhaustivo de la población por parte de las autoridades.
Los
medios de transporte y todos los centros públicos se verían afectados por estos
controles. Esto podría repercutir gravemente en la economía de muchos países,
afectando al transporte de pasajeros y mercancías.
Se harían
necesarias grandes inversiones para establecer dichos controles de seguridad,
que deberían sufragarse con dinero público, aumentando así el nivel de
endeudamiento de los Estados.
Ese
dinero, fluiría hacia el sector privado, a través de aquellas empresas que
suministraran los recursos necesarios para establecer las medidas de control.
El
impacto económico que tendría la epidemia podría destruir, pues, todo atisbo y
posibilidad de recuperación económica tras la gran crisis (aunque tal
recuperación haya sido impostada).
De hecho,
podría llevarnos de cabeza a otro escenario de crisis aún peor.
Colapso de los centros médicos y del sistema sanitario
Ya hemos
visto el despliegue de recursos necesario para aislar y analizar a un solo
sospechoso de infección por ébola.
A medida
que miles de personas presentaran los síntomas de la gripe, tan difíciles de
diferenciar en sus estados iniciales de los del ébola, los centros sanitarios
se verían desbordados por las circunstancias.
Esta
incapacidad de las autoridades para afrontar la situación, podría derivar en un
crecimiento del descontento social, que por su lado, no podría vehicularse
adecuadamente a través de manifestaciones, que probablemente serían declaradas
ilegales por el peligro sanitario.
Crecería
la frustración ciudadana, convirtiendo la situación en una olla a presión a
punto de explotar, que requeriría, a su vez, una mayor presencial policial y un
mayor control y por lo tanto, un mayor gasto para las arcas públicas.
Pero las consecuencias podrían ser aún mucho peores
Como expusimos en un anterior artículo titulado: ¿ESTAMOS AL BORDE DE UNA GRAN EPIDEMIA?, el
miedo a una epidemia podría ser utilizado para empezar a implementar una serie
de reformas sociales, económicas y políticas de gran calado, que sentarían las
bases para un nuevo paradigma en el que nuestras libertades se verían
ampliamente restringidas.
Una de
las claves para realizar estas transformaciones radicaría en exagerar y
magnificar el alcance real de la epidemia de ébola.
Y la
gripe resulta ser el instrumento ideal para alcanzar dicho objetivo…
Confusión entre los casos reales de infectados por ébola e
infectados por gripe común
Ésta
circunstancia abriría las puertas a todo tipo de manipulaciones.
Muchas de
las personas infectadas por gripe podrían ser contabilizadas como casos de
ébola, creando así una “epidemia artificial” a nivel mediático.
Se
calcula que cada año mueren en todo el mundo entre 250000 y 500000 personas a
causa de la gripe común. Gran parte de esas víctimas podrían ser contabilizadas
ahora como víctimas del ébola, en medio del caos y el descontrol propios de la
situación.
Éste
sería quizás, el escenario deseado por aquellas empresas que pudieran realizar
un negocio directo a través del tratamiento del ébola, pues podrían aplicarlo a
muchos pacientes que solo estuvieran infectados por la gripe y obtener
suculentos beneficios por ello.
Los
mayores beneficiados, evidentemente, serían los productores de vacunas contra
el ébola, pues al exagerar la auténtica afectación de la epidemia, aumentarían
potencialmente la necesidad de su producto.
La gripe
se convertiría, pues, en su mejor socio.
CONCLUSIÓN
Queremos
dejar claro que todo lo que hemos expuesto en este artículo son solo
razonamientos y conjeturas y que nadie debe interpretarlo como una previsión.
No
estamos diciendo que este invierno vaya a ser un caos.
Solo
pretendemos advertir de las circunstancias que podrían llevar a ese caos y de
los peligros que puede representar la combinación entre ébola y gripe y de las
mentiras, manipulaciones y consecuencias que todo ello puede acarrear.
Os
invitamos a que vosotros también realicéis vuestros propios razonamientos y
tratéis de prever los posibles escenarios venideros, dependiendo de las
diferentes circunstancias que puedan presentarse.
Sí queda
claro, no obstante, que si se exagera o se maximiza el riesgo real de la
epidemia de ébola, las consecuencias pueden llegar a ser extremadamente graves
y este invierno podemos vivir el mayor caos de nuestras vidas.
Esperemos
que se imponga la cordura, y las autoridades, así como los medios de
comunicación, no traten de vendernos un pánico injustificado.
De todas
formas, todo estará en nuestras manos. Todo dependerá de nosotros.
Si las
circunstancias se desarrollaran por el peor camino posible, deberemos ser
nosotros, la población, los que no “compremos” ese miedo, los que mantengamos
la compostura y no nos dejemos arrastrar ciegamente a situaciones indeseables.
Deberemos
ser nosotros los que no veamos a nuestros propios vecinos como a nuestros
enemigos ni a las autoridades como a nuestros únicos salvadores.
Deberemos
ser cada uno de nosotros, a nivel personal, los que mantengamos el
equilibrio, la responsabilidad y la confianza en nuestro propio criterio.
Nos salvará antes la solidaridad que la obediencia, que a nadie le
quepa duda.
¿Superaremos
la prueba?
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