Puede parecer una sentencia
excesivamente categórica y premeditada, pero si apelamos a la razón simple, se
puede llegar a exponer esta sentencia de forma que no se te cortocircuite
ninguna neurona. Si nos ponemos en el peor de los supuestos que puedes llegar a
afrontar en tu vida, seguramente la muerte sea el peor de todos. Morir es para
muchos (quizás todos) el mayor temor al que se puede uno enfrentar, es la causa
de miedo más extendida, más incluso que el miedo a la guerra o al cáncer, ya
que está muy extendido el razonamiento que después de esta vida, no hay nada.
Evidentemente que si eres de los que piensas esto, cualquier cosa que te diga a
continuación te sonara elucubrativa e insostenible, pero si la ciencia está
demostrando que la muerte no existe, ¿Por qué habría de existir la enfermedad?
Quizás estés pensando, la muerte no
existe, pero morimos y la enfermedad no existe, pero enfermamos. En realidad
no, lo que llamamos muerte es el fruto de la ignorancia de lo que somos, al tener
como única referencia la vida física, perdemos toda referencia de las
posibilidades que ofrece la transición llamada muerte, cuando naces tomas el
cuerpo y cuando mueres lo sueltas, no hay mucho más que rascar, el dolor, el
sufrimiento y el drama es solo consecuencia de la negación de esa otra
realidad, es la concentración de todos nuestros sentidos únicamente en lo
físico y palpable.
Con la enfermedad sucede un poco igual,
según está estructurado socialmente nuestro “modus vivendi” lo raro seria que no
enfermásemos, pero a pesar de todo esto, somos capaces de sobrevivir y no
enfermar si no queremos. Todos conocemos algún caso en el que alguien está
completamente sano (o al menos en apariencia) y al finalizar su vida laboral,
le aparecen los típicos achaques, y enfermedades de todo tipo.
Seguramente el trabajo y la
preocupación de sostener la estabilidad económica de su hogar, le ocupaba tanto
espacio mental y emocional, que no quedaba sitio para la enfermedad, ni
siquiera se otorgó la posibilidad de caer enfermo por lo tanto estuvo blindado,
una vez que la responsabilidad desapareció, su sistema se deprimió, su atención
se diluyo y abrió la puerta a la enfermedad.
Existen muchas causas para enfermar,
son muchos los focos que están abiertos y muchas las formas de somatizar los
síntomas en nuestro sistema. Vivimos en un entorno netamente enfermo así que
acabar contaminado es solo una consecuencia puramente ambiental. Todo lo que
nos rodea nos enferma, todo pensado y diseñado para que enfermes, desde el mismo
instante en el que la primera bocanada de aire llene tus pulmones. El cuerpo
avanza y crece en una constante lucha por la supervivencia, un gasto de energía
y recursos ingente que provoca que eludir la enfermedad sea una tarea
complicada.
Existen varios focos
básicos por los cuales llegamos a enfermar, tocare las que creo las principales
causas, de las cuales derivan muchas más, pero no voy a profundizar tanto y voy
a enumerar estos modos en los que permitimos que la enfermedad entre en
nuestras vidas, sin que nos percatemos de ello.
Causa Emocional:
Una de las causas más comunes de
enfermedad es la acumulación de emociones negativas. Tras acumular durante años
múltiples emociones en nuestro organismo, estas se enquistaron y se
indigestaron provocando que el cuerpo reaccione ante tanta acumulación de
energía emocional densa. Según sea esta emoción enquistada, así será su reflejo
en nuestro cuerpo, lo más común son tensiones musculares, trastornos del
sistema digestivo, circulatorio, nervioso y óseo, además de la desregulación de
las glándulas como la tiroides e incluso llegar al temido cáncer.
Las relaciones emocionales de tipo
toxico derivan en patologías a largo plazo, la relaciones conflictivas ya sea
con familia, parejas o amistades, con procesos en el que las situaciones de
chantaje son frecuentes, acaban transformando esas emociones en quistes
energéticos difíciles de extirpar. Evidentemente lo normal es que la causa
emocional vaya acompañada de cualquier otra de las causas restantes, pero el
vivir en una contante confrontación emocional, provoca que nuestro sistema se
deprima y abra la puerta a la enfermedad.
Causa Mental:
Lo común en el modo de vida actual es
que seamos inducidos a ponernos siempre en lo peor, pensamos de forma negativa
casi por defecto, es muy común que ante un dolor de cabeza repetitivo, la
primera causa que nos venga a la cabeza sea el desarrollo tumoral, en lugar de
una causa por situación de estrés o nervios, por ejemplo. La mayoría de la
gente son hipocondríacos en potencia, y su mente siempre le está poniendo la
zancadilla, provocando que ante cualquier síntoma por mínimo que sea, se auto
diagnostiquen siempre lo peor.
Esa mala costumbre de ponerse siempre
en lo malo, crea una tendencia que a la larga acaba por materializarse
físicamente en nuestro cuerpo. Estamos prácticamente ordenando a nuestro
sistema que se rebele y luche contra sí mismo, por lo que a la larga
comenzaremos acumular múltiples cuadros que se manifiestan directamente por
orden nuestra. Es una auto programación en la que detrás no existe enfermedad,
pero que vamos a manifestar los síntomas tal cual se generarían de existir una
enfermedad real.
Causa Verbal:
Esta va perfectamente en sintonía con
la anterior, ya que a un pensamiento negativo, le acompaña un lenguaje
igualmente polarizado. Ya aparecía en el evangelio aquella sentencia que decía,
“Una palabra tuya bastará para sanarme…” Pero esa misma palabra, sirve también
para enfermarte, eso debes tenerlo claro. El poder del verbo es inmenso y según
decretemos así concretaremos.
Es muy habitual hablar de la enfermedad
a la ligera, muchos son los que parecen regocijarse en el dolor ajeno y
mantienen en su boca un verbo completamente enfermo; el dolor, el sufrimiento y
la depresión, son también producidos por causas verbales, es muy común oír,
estoy fatal, estoy para el arrastre, me explota la cabeza, me quiero morir,
etc… Pensamos que esas expresiones no van a ningún lado, maldiciones de burro
las llaman, pero al final todo es un suma y sigue.
Causa Ambiental:
El ambiente en el que vivimos
evidentemente también influye a la hora de desarrollar una patología, es un
enemigo pasivo que actúa las 24 horas. Las prisas, el estrés o la anticipación,
van haciendo que comencemos a somatizar poco a poco causas, que si bien, no las
generamos nosotros, finalmente acaban influyéndonos. Un modo de vida
competitivo y estresante, donde el trabajo, la familia, las facturas y el
horario priman sobre nuestra salud, provoca que abramos de par en par nuestro
organismo. A todo esto hay que sumarle la contaminación electromagnética y la
constante radiación de todo tipo de aparataje que emite en distintas
frecuencias de radio y de micro-ondas, que perturban en gran medida nuestro
equilibrio energético
Causa Química:
Esta causa es la que a priori parece
más evidente, a diario y cada vez más, estamos expuestos a sustancias que
alteran y contaminan nuestros sistemas, provocando un lento e irreparable daño.
Desde la contaminación ambiental en la que estamos expuestos a gases y metales
pesados, los procesados de agua y alimentos, así como las altas dosis
medicamentosas a las que nos exponemos inconscientemente, provocan que vivamos
perpetuamente resentidos en nuestra salud. Este es un factor que podríamos
ubicar en nuestro entorno por defecto, que está ahí presente de forma constante
quieras o no, minando lentamente nuestro sistema, sobre todo en grandes núcleos
urbanos donde la contaminación es aún mayor, una causa que se suele pasar por
alto y que arrastra más patologías de las que pensamos.
Causa Kármica:
Esta es una causa inducida también, ya
que traemos de otras vidas patologías que acaban aflorando en nuestro presente.
Esta causa que podríamos llamar kármica para entendernos, pero que no es
causada por karma real, que trae oculto la aceptación previa de acuerdos,
pactos y contratos, en la que nos comprometemos a pasar por ciertos procesos de
dolor y merma, con el fin de purgar causas pendientes de ciclos anteriores.
Estas causas pendientes son inducidas y expuestas mediante un proceso de chantaje
emocional al que somos sometidos en el proceso entrevidas, con lo cual ya
venimos condicionados a sufrir ciertos patrones de dolor impuestos. Esos
patrones pre-acordados afloran sin tener recuerdo o consciencia de ello, lo que
provoca que suframos un viacrucis de la forma más estúpida posible, casi por
capricho, ya que no impusimos nuestra voluntad y nuestra intención fue laxa.
Causa de Control:
Todos tenemos algún mecanismo de
control implantado en nuestros cuerpos energéticos. Estos implantes suelen
cumplir diferentes funciones, una de ellas es activar la causa anterior, pero
básicamente son elementos que controlaran al individuo e inducirán cierta
causas físicas que someterán al cuerpo en forma de dolores reflejo, hasta
patologías severas. El abanico es bastante amplio y en cierta forma potencia
todas las causas anteriores. Esta causa jamás es tomada en cuenta y no es
reconocida por casi nadie como causa latente de sintomatología. Esta causa de
enfermedad en teoría aún no existe, así que es improbable que las causas que
derivan de esta intervención puedan mínimamente ser tomadas en cuenta, es a día
de hoy imposible. Esta causa está íntimamente relacionada con la anterior, no
se puede separar ni entender una sin la otra, es algo que tenemos que tener en
cuenta, para que se activen los preacuerdos.
Causa espiritual:
Esta causa es también bastante habitual
y poco tomada en cuenta, ya que como seres vivos, somos una fuente energética
constante y ciertos entes espirituales se pegan a nuestro cuerpo energético por
razones distintas, las cuales provocan que somaticemos por contacto aquellas
emociones y energías que porten esos espíritus que se nos pegan. Por lo
general, suelen ser difuntos que creen guiarnos o protegernos, pero que en la
totalidad de los casos son elementos contaminantes pasivos de los cuáles no
somos conscientes y acarrean serios problemas físicos, que por lo general la
medicina no consigue identificar y paliar de ningún modo. También hay que
añadir a esta causa todos los parásitos astrales que pululan en nuestro entorno
y que aprovechan una guardia baja para pegarse a nosotros y drenar nuestra
energía provocando cansancios casi crónicos.
Ya sea por emociones indigestas,
pensamientos negativos, decretos autoboicoteantes, influencias ambientales,
componentes químicos, contratos preencarnados, implantes de control o infección
espiritual, la enfermedad se manifiesta en la mayoría de los casos por pura
convicción que la posibilidad de que exista, y se exprese en nosotros existe.
Manifestamos una posibilidad convirtiéndola en probabilidad, lo que crea un
desarrollo que finaliza con la exposición sistémica de ella. Finalmente abrimos
voluntariamente la puerta a la enfermedad para que viva en nosotros, la
acomodamos y le colocamos las zapatillas, para que se sienta como en casa
viviendo en nosotros.
La medicina convencional, contempla la
enfermedad como una contaminación biológica, casi como la única causa, la
mayoría de las investigaciones acaban buscando un bichito en un microscopio o
una ilusoria causa genética heredada. La ciencia médica no pone sobre la mesa
la causa, por la cual el bichito acabó encontrando el ecosistema propicio, y
solo trata de buscar el insecticida adecuado en forma de pastillita milagrosa.
Mientras la medicina arrastre el ancla farmacéutica no podrá curar a nadie, ni
encontrar la causa real de la enfermedad, una enfermedad que existe porque
nosotros queremos que exista y nos inducen a creer en ella.
¿Cómo hacer entender a alguien enfermo
que no lo está? Esto es una tarea titánica, ya que detrás de la enfermedad
subyacen ciertos intereses victimistas. Muchos aun queriendo estar sanos,
internamente piensan que no lo merecen, así que impiden que acaben con su
cuadro particular de enfermedad. Básicamente la enfermedad es una creencia más,
una programación más, una condición más de lo que es considerado normal en el
hecho de estar vivo.
Poco a poco veremos como el amplio
catálogo de enfermedades se sustentaba en meros intereses mercantiles y
la mayoría de las patologías, o no existieron o no son siquiera posibles. Un
sector psicópata como el de la salud, vive gracias a la posibilidad de caer
enfermo, pero esa posibilidad la acabamos palpando por propia convicción, no
por causa la real de la misma. Somos enfermos mediáticos, que compramos la
psicosis de soma, que nos venden en los anuncios de la tele.
Quizá el caso más conocido sea el de
Anita Moorjani que tras afrontar una ECM, entendió la causa emocional de su
enfermedad y esta remitió “milagrosamente”. La gente tiene asumida la enfermedad
como algo más que acompaña al hecho de estar vivo, es raro encontrar a alguien
que no vea la enfermedad como un componente esencial en su propio acervo
cultural, para muchos venimos aquí a sufrir y la enfermedad es un componente
esencial en esa expiación particular de cada uno. Nadie concibe el vivir sano e
invulnerable como un estado habitual en el día a día, dentro sus propias vidas.
Hemos pasado del nacer, crecer, multiplicarnos y morir, al nacer, crecer,
enfermar y morir, y no debería ser así.
Los más osados buscan alternativas
efectivas para paliar y luchar contra la enfermedad, rebotando entre técnicas
ancestrales, tradicionales, chamánicas, naturales, homeopáticas u holísticas,
todo esto no son más que ganas de perder el tiempo buscando los tres pies al
gato, buscan el modo de sanar, cuando deberían buscar la causa de la
enfermedad, que es la creencia en ella. Para curarnos no necesitamos
métodos, técnicas, plantas o lo que quieran, cuando lo que se debería es hacer
es un examen, identificar la causa que nos enferma y evitar su exposición, como
primera medida, y por último auto curarnos desde la propia voluntad de querer
estar sanos, ya que la mayoría se auto engaña y esconde causas que rara vez
expone al terapeuta de turno, o sea miente. La enfermedad es también un
vehículo por el cual sacar rédito a una situación que nos parezca provechosa,
el victimismo y el pobreteo de la pena, impide que queramos curar nuestra
enfermedad, enfermedad que existe porque a mí me conviene que exista, me quejare
y sufriré, pero me conviene que siga ahí, para que mi chantaje emocional sobre
otros sea efectivo.
Como el sistema fabrica enfermos, el
enfermo señala al que denuncia al sistema, en vez de tratar de luchar contra la
verdadera enfermedad que es el propio sistema. Enfermos que mueren de
enfermedades que no existen, que mueren por culpa del tratamiento o que mueren
por culpa del protocolo médico, son las principales causas de muerte,
estadísticamente los efectos secundarios de los medicamentos matan más gente
que el tabaco y los accidentes de tráfico juntos.
Hasta que el juramento hipocrático no
vuelva a tomar sentido, la medicina será solo una fábrica de enfermos, una
profesión prostituida por el dinero y los intereses mercantiles, que programan
mediaticamente nuestras mentes para aceptarnos como enfermos y no como seres
saludables. Mientras sigamos creyendo en la enfermedad, seguiremos siendo
devotos fieles de esa forma de entender la vida. Mientras el dinero prime sobre
la salud, nadie podrá revertir ningún proceso doloroso.
Está claro que convencerte que puedes
auto sanarte no genera beneficios ni a médicos, ni a farmacéuticos, ni a
homeópatas, ni a timadores holísticos, así que tampoco albergo
esperanzas en los enfermos que son creyentes de esos buitres que se alimentan
de la enfermedad. No he conocido jamás un médico que ante un paciente piense en
la posible cura, solo piensa en el tratamiento, el fármaco que seguramente le
recomendó un prestigioso laboratorio avalado por la Organización Mundial de la
Salud, que es patrocinada por el prestigioso laboratorio que recomienda al
médico su paliativo.
Este tema es profundo y difícil, porque
si es difícil creer que la muerte no existe, mas difícil es creer que la
enfermedad tampoco. Tememos que si seguimos quitando pétalos a la flor de
nuestras creencias al final quedara solo un capullo, y lo que no concebimos es
que al final queda una copa rebosante de vida, el polen, semilla de esa flor,
un grial, que nos hace inmortales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario