DIOS ES SÓLO EL PRODUCTO DE NUESTROS MIEDOS
La religiosidad es una
racionalización, es decir, es la manera en la que nos mentimos a nosotros
mismos o nos autoengañamos para proteger nuestra mente de una realidad que no
podemos asumir. Como el hecho de que nuestra mente es un subproducto de una
parte del funcionamiento cerebral.
Se trata de un mecanismo de
defensa psicológico sin el cual muchas personas vivirían su vida de manera
traumática al no poder dotarla de sentido. Esta es la razón por la cual la
formación y el conocimiento no son suficientes para evadir la necesidad de esta
racionalización. El miedo es la base que mueve esta maquinaria de protección.
El miedo a asumir nuestra objetiva finitud existencial; a reconocer que no
somos la creación de nadie o que nuestro organismo no es mas que una maquinaria
compleja producto de una muy larga evolución basada en la selección de las
mejoras del azar.
A partir de aquí no es difícil
deducir que las personas religiosas lo son porque tienen miedo a la vida, a
aceptar la realidad objetiva porque dicha realidad compromete su esquema mental
del mundo, un esquema que protege su existencia más allá de la vida y le otorga
un objetivo, y sin el cual su particular mundo se desmoronaría y perdería su
sentido.
Cuando esta racionalización se
restringe al ámbito personal, todo se queda ahí y no implica ninguna otra
consecuencia ni tiene mayor trascendencia. El problema radica en que al
tratarse de una necesidad psicológica de protección, el autoengaño puede ser
insuficiente para protegerse psicológicamente, pues uno mismo puede llegar a
dudar de su propia creencia si los demás no la comparten y de ahí surge la
necesidad de conseguir difundir el autoengaño a otras personas. Cuantas más
personas compartan el mismo sistema de creencias mayor seguridad sentirán cada
una de ellas en que su autoengaño es cierto y de esta forma, amparándose en su
cualidad numérica, terminan haciendo verdad sus racionalizaciones consiguiendo
la seguridad psicológica que necesitan sin tener que cuestionársela.
Es así como consiguen dejar de
percibir su autoengaño como tal para ser percibido como una verdad
incuestionable, si bien, siempre se fundamenta en un dogma y no en evidencias.
Si no fuera por lo común del mecanismo sería indistinguible de un trastorno
delirante de naturaleza psicótica. Es ahí cuando la frase “es increíble lo que
se parecen la estructura de la religiosidad a la de la locura” cobra todo su
sentido.
Por otra parte, cuanto mayor sea
la necesidad de seguridad requerida por una persona, más proclive será al
fanatismo y esto a su vez genera mayor necesidad de imponer sus creencias a los
demás y a ser más intolerantes con quienes cuestionan sus ideas fanáticas. Esta
intolerancia extrema a la divergencia de opinión es una reacción de defensa
ante lo que ellos perciben como una amenaza, pues cualquiera que cuestione sus
creencias pone en riesgo su propia estabilidad psicológica, lo que supone un riesgo
que no pueden tolerar.
Este mecanismo explica la mayoría
de los conflictos religiosos que tantas vidas han costado.
Muchas personas a lo largo de la
historia han sido conscientes de este mecanismo de protección psicológica y ha
sido utilizado inescrupulosamente para obtener dominio y control sobre la
conducta de estas personas que son fácilmente manipuladas apelando a sus
miedos. Las instituciones religiosas son el paradigma de esta empresa de la
manipulación social que sigue vigente aún en nuestros días, pero también
existen otras fórmulas que consiguen parecida manipulación basándose en los
mismos principios. Astrólogos, curanderos, homeópatas, futurólogos y toda esta
serie de pseudocientíficos son buen ejemplo de ello.
Y es que, después de todo, la realidad
sigue su curso a pesar de nuestras creencias…
César Cuenca
Cáceres
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