21.11.16

Cambiar el nombre de las cosas no hace que el hecho desaparezca

LA ESCLAVITUD ACTUAL                                                                    


La historia nos cuenta, y se enorgullece, de la abolición de la esclavitud, allá por el siglo XIX. Pero como la “neolengua” introducida por Orwell en su novela 1984, esto solo es un problema de la nomenclatura que usamos para referirnos a ella.

Parece que ser libre es la condición que todo humano tiene en la actualidad. Vivimos en un mundo de toma decisiones constantes y con un libre albedrío, el cual, nos da la oportunidad de decidir el “como”, el “cuando” y el “que” nos influye directa, o indirectamente, en nuestra vida cotidiana. Eso es un avance humanitario bastante significativo y que ha ido intensificando su forma desde la desaparición de la esclavitud que tanto avergüenza a America (entre otros lugares) en la actualidad.

Ser esclavo de alguien solo entrañaba vivir para él. Hacerle la vida más fácil a una persona rica, dejando todas las tareas domesticas y de pesada carga física a personas que por desgracia, por su etnia o condición de pobreza, han tenido la obligatoriedad de realizarlas, a cambio de techo y un trozo de pan con sopa. Pero eso ya acabó, hace unos 150 años en America, esta situación desapareció. Y nos quedamos sonrientes al ver que el misericordioso pueblo democrático americano hizo algo bien por otro grupo de humanos, pero no se equivoquen, cambiar el nombre de las cosas no hace que el hecho desaparezca.

Trabajar, ahora toca trabajar. Se acabó la esclavitud, ahora esas personas que tuvieron la desdicha de vivir esos acontecimientos tan atroces en sus vidas pueden dedicarse a un trabajo no forzado para alimentarse y mantener un hogar. Se consiguió ser libres, pero que en 2016 hablemos de trabajo no exime que dejemos atrás la virulenta esclavitud.


Podemos dormir en nuestros hogares, comer con nuestras familias, criticar a los jefes, tener “ahorrillos”,  pero nada de esto nos deja fuera del término esclavitud.

Si dejamos unas semanas de ir a nuestro trabajo, y hacemos gala de ese libre albedrío que dicen que todo ser humano tiene, nos daremos cuenta que seguimos atados a alguien. Se esfumará esa casa, esos “ahorrillos” y ese cuchicheo con el que menospreciamos al jefe cada noche. Todo eso desaparecerá, básicamente porque decidirán prescindir de nosotros en la empresa.

Somos esclavos del dinero, como personas “normales” no podemos dejar atrás cualquier oportunidad laboral, ya que, eso sería nuestra ruina. El tan aclamado estado de bienestar se nos iría por el desagüe, solo por no contar con papel moneda para pagárnoslo.

Viviendo en la época actual, deberíamos santiguarnos al paso de nuestros jefes.

Según dicen, somos muy dichosos de estar en su empresa, pero que no pueden darnos más por la situación que se vive. Así que tenemos que ser felices, al menos, tenemos trabajo.

Ya no tenemos amos, sino jefes. La terminología nos dice que no es lo mismo, y es así. Un jefe se tiene que ceñir a unas normas con su empleado y el abuso de este también condenará a la empresa a una sanción y a una vergüenza nacional.

Pero como bien sabemos, los términos suelen ser confusos y con muchos matices.

Un jefe puede abusar perfectamente de alguien, sabe bien que tiene la situación controlada, él es el que manda.

Sabe que si no obedecemos todas y cada una de sus indicaciones y cambios de horarios ilícitos, nos iremos a la calle y todo lo que hemos construido alrededor de ese trabajo, como nuestra casa y familia, también corren riesgo de desaparecer.

No podemos tomarnos el lujo de quejarnos con el beneplácito de la razón y la legalidad, tenemos que ser marionetas descerebradas fáciles de manejar. Ya nos han creado la realidad de que sino somos sumisos a los caprichos de nuestro mandatario, no seremos nadie en la vida. Amo es igual a jefe actual.

Si hacemos balance de nuestra vida, podemos vernos fácilmente reflejados en ese pájaro que tenemos suspendido y enjaulado, de una pared, soportada por unos hierros de deficiente seguridad. Intuimos que él es feliz, acatando nuestra norma de vivir ahí, sin poder volar y hacer uso de su derecho para decidir donde y como quiera estar.

Parece que con un poco de alpiste de baja calidad al día sus necesidades sociales, de diversión y alimentación son cubiertas y que ese pájaro no requiere ningún cuidado ni atención más.

Estamos contentos, hemos sabido cuidar a una criatura, mantenerla con vida y congratularnos de oír sus melódicas notas a lo largo del día, las cuales nosotros procesamos como agradecimiento por los cuidados que le damos, obviando que estamos manteniendo a un ser enjaulado, encarcelado de su libertad, dándole comida y agua a cuenta gotas y sin más contacto con nada que el que le ofrecemos, unos minutos de nuestro tiempo para cambiar su hábitat. Somos los jefes de esos pájaros.

No los amos, sino los jefes, porque hay que recordar que la esclavitud ya se abolió y ese termino esta totalmente desfasado.

Un saludo

Ragnarok / Conspignity


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